19/1/08

Orejita


Cuando Hugo Díaz estaba en su mejor momento yo era un jovencito amante del rock nacional, el del principio, enfrascado en el “descubrimiento” del blues, la poesía negra y cosas por el estilo. Uno tenía hormigas en el trasero y, como otros, andaba por el Di Tella, se pasmaba con Woodstock (ver aquí) y escuchaba a Manal y Vox Dei, el de Presente.
Los demás, la mayoría en aquellos tiempos, pensaban que éramos raritos, mientras se empachaban con los productos comerciales que el sistema discográfico ofrecía: Pintura Fresca, Donald, Palito Ortega y demás.
Hugo era cosa de viejos y, encima, como su música era propalada por la eterna casa de discos (habitualmente pequeña, oscura y solo frecuentada por quienes desde las provincias se venían a Buenos Aires, a buscarse una vida), ubicada frente a la estación del ferrocarril, también era grasa… qué error de apreciación ¿no?
Así, como tantas otras cosas, Orejita (así le decían), pasó frente a mis narices sin que mi omnipotencia juvenil tomara nota de su singular obra. Una lástima, ya que me perdí de disfrutar tantas veces como se me diera la gana la música de un grande entre grandes, ejecutada por él mismo, en uno de los tantos boliches por los que supo pasear su arte, más de una vez por el sánguche.
Años después, ya un poco más “conocedor” de algunas músicas, definitivamente estacionado en el jazz y habiendo descubierto la belleza del tango y nuestro rico folclore, lo descubrí.
Hugo Díaz, en ese entonces, ya había fallecido hacía unos pocos años años (el 24 de octubre de 1979) y, encima, cada vez era más difícil conseguir alguna de sus grabaciones. Como tantas otras cosas buenas de la Argentina, pasó al olvido.
Entre otros supo grabar con su cuñado, Domingo Cura (otro grande de la música nacional), Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Louis Armstrong y Sara Vaughan. Fue disco de oro en Japón y la firma Hohner (marca de la armónica que solía utilizar), le dedicó un monumento conmemorativo en su casa matriz, según cuenta mi amigo y maestro, Roberto Santana.
Por suerte algunas cosas regresan, aunque sea de a poco, como los planes de ahorro en cuotas o el buen tino después de la adolescencia. Por ejemplo, hace un tiempo, hurgando en los estantes de Zivals (cuando estés en Buenos Aires y quieras encontrar buena música, andá a la esquina de Corrientes y Callao, allí está Zivals, no te pierdas la experiencia; y después, despachate un cafecito o una cerveza en el Paseo La Plaza, a dos cuadras de allí, saboreando de antemano la música que llevás en la bolsita de los CDs), me topé con un CD editado por Acqua Records en 2001. Su título, “Hugo Díaz, Tangos”. Está muy bueno, pero muy bueno. No exagero.
El año pasado se estrenó un documental dirigido por Alberto Larrán, con guión de Luis Cruz y el mismo Larrán y fotografía de Gustavo Rejan. Su título es “A los cuatro vientos” y rescata la vida y obra de este gran músico, quien en un reportaje publicado en la revista Antena en 1971 dijo, cuando le preguntaron ¿qué juguete recuerda con más cariño?, “Yo solo tuve como juguete una vieja armónica, regalo de un turco, en ella aprendí todo que ahora se ¿Como no recordarla con amor?”

3 comentarios:

Mastrocuervo dijo...

El Oreja fue un fenómeno increíble.

Alberto Cortez cuenta en un libro de su autoría que compartieron una gira por Europa, y refiere cómo el alcoholismo de Hugo frustró una proyección internacional que su talento hubiera garantizado.

En mis (tus) mocedades, solía ir a escuchar folklore a unos boliches del centro porteño, mal llamados "peñas". En uno de ellos lo vi actuar a Hugo, acompañado por un guitarrista y un bombisto.

Terminada la rutina, invitó a los presentes a que le pidiéramos los temas que queríamos escuchar. Así fue que desgranó obras de jazz, tango y otros géneros, arrancando "al toque" apenas le mencionaban un título. Creo que de haberle pedido alguien la Novena de Beethoven, la hubiera despachado sin mosquearse.

Tengo un excelente CD suyo de tangos editado en 1997. Pero, además, poseo un incunable: la versión digital de un disco de jazz en el que est´´a acompañado por nenes como Buby Lavecchia, el zurdo Roitzner y Ricardo Lew, con temas como "Caravana" y "Summertime". Puedo llegar a hacértelo escuchar, pero antes tenemos que arreglar el precio (esto es la Argentina...)

Anónimo dijo...

Estimado Francisco: En principio, felicitaciones por esta iniciativa.
El comentario de la estatua de Hugo Díaz en la fábrica Hohner de Hamburgo lo escuché en el programa de Mariano del Mazo llamado "Lado M -la otra música de Mitre-". Ojalá lo hubiese grabado, también comentó que a principios de la década del 60 un grupo de notables lo había elegido como el mejor entre sus pares.

Como dato anecdótico, destacó que HD y su cuñado Domingo Cura, cuando rondaban los 20 años, habían viajado a Buenos Aires "colándose" en un tren carguero que venía desde Santiafo del Estero, con el objeto de ganarse la vida haciendo música...algo similar a lo que hacían aquellos negros que, en la década del 30, esperaban a un costado de la vía que llegara "The midnight´s special"...

Mi mamá tuvo la suerte de verlo en Buenos Aires, en una de esas peñas que comenta el amigo Miguel -creo que se llamaba "El Palo Borracho"-. Yo, solo lo ví por TV en el viejo "Teleonce", en un programa que se llamaba "Los Mejores", conducido por Miguel Angel Merellano a principios de os setenta.

Un abrazo.

Roberto

Mastrocuervo dijo...

Roberto:

Muchas gracias, me hiciste acordar el nombre de la peña donde lo vi yo, era justamente "El Palo Borracho". Otra cercana a la que solíamos ir con mi señora (entonces novia) y unos amigos era "La Salamanca", donde tomábamos vino marca "Inefable".

Tiempos lindos...