28/2/08

No estamos solos...

El aviso decía: ¿Quiere localizar a alguna persona en la Argentina? Estaba en Gmail, al lado de un correo en el que me remitían desde España los datos de un portal relacionado con el patrimonio cultural de dicho país que, dicho sea de paso, está muy bueno. (Ver, si hay ganas)

La consigna aparecía cuasi humanitaria y, considerando la nutrida cantidad de historias de desencuentro familiar que generaron las migraciones, era tentadora. Estaba enfrascado en el patrimonio cultural español y la asociación se justifica. Hice clic.

Se abrió ante mí una pantalla con el sitio Web de Globinfo. Comprendí que la cosa no era tan humanitaria que digamos, aunque por ahí aparece un cuadro con una foto de una pareja feliz y sonriente titulada “Reencontrate con tus amigos y compañeros!” (Sic)

Hice clic allí. No pasó nada. Solo la foto y punto. Como los avisos de dentífrico, pura dentadura.

Debajo de este cuadro, pegadito, se deja ver otro que reza: “¿Morosos por expensas en su edificio? Infórmelos en nuestra Base.” (Sic)

Esto ya no parecía tan paradisíaco. Las letras son de color amarillo y azul, no sea cosa que pase desapercibida esta muy poco solidaria invitación. Los controles o filtros para evitar que se abroche arbitrariamente a cualquier persona a la que se la quiera dañar no existen. Basta con llenar un formulario y enviarlo con un simple y liviano clic. No sólo no es serio, es peligroso. No falta la gente de mala fe dando vueltas por ahí, entre ellos, según parece, los amigos localizadores.

Se me ocurre pensar que el gremio de los curanderos, esos que hacen el mal de ojo y macumbas varias por unos pesillos, debería quejarse airadamente por la competencia desleal que se les está planteando a los trabajadores del sector, siendo que el mismo es un pilar de la economía nacional. Pero no saquemos conclusiones apresuradas. Sigamos nuestra recorrida.

En el sector central de la pantalla, además del sitio en el que fácil y rápidamente se coloca el nombre de la persona a la que se desea hurgar, hay dos sellos impactantes (como las medallas de lata de los generales bananeros) que aparentan certificar la seriedad de la organización, en especial el de la Dirección Nacional de Protección de Datos Personales. Hay direcciones de todo tipo y color en el vasto océano de la administración pública de nuestro país, pero esta –si existe- es el colmo. Ya verán por qué lo digo.

Finalmente, las últimas dudas se despejan, los artilugios desaparecen y los amigos de Globinfo van a los bifes. La cosa es paga.

“…Un informe Globinfo Argentina puede incluir datos tales como domicilios y teléfonos, fecha de nacimiento del titular, posible estado civil, posibles familiares y vecinos, profesión y/o ocupación, información comercial relativa a AFIP y el Banco Central, juicios comerciales en Capital Federal, entre otros. El costo del informe Globinfo Argentina es de sólo $ 18 Argentinos o U$S 6.” (Sic)

Es decir que por una módica suma uno es invitado a enterarse de los detalles de la vida de cualquier persona, incluyendo –aparentemente- la de los vecinos. Es notable la capacidad de control de la citada Dirección Nacional, esa que nos protege, como lo hace el Estado en general quien, de tanto protegernos nos tiene repodridos.

“DNI, CUIT o CUIL, domicilios y teléfonos, fecha de nacimiento, posible estado civil, posibles familiares y vecinos, profesión u ocupación. ¡NUEVO! Planes jefas y jefes; situación frente al BCRA y AFIP, juicios comerciales en Capital Federal, obras sociales, concursos y quiebras, comercio exterior, sociedades vinculadas, cheques rechazados… y probablemente mucho más.” (Sic)

No, no suena muy solidario el asunto, sobre todo por lo de probablemente mucho más.

No era el 28 de diciembre pero cabía que concluyera en aquello de que la inocencia me valga. Pensé, antes de mi primer clic, en románticas historias de inmigrantes perdidos y me vengo a encontrar con una dudosamente legal, en todo caso nada ética, base de datos a la que, encima, se puede aportar información apócrifa, poniendo en situación compleja a cualquier desprevenido causándole severos daños. Gran desilusión que lleva a la desconfianza y curiosidad. ¿Qué tendrán estos sujetos en su Base respecto de mi persona? Buena pregunta. Tanto que decidí hacer el esfuerzo e invertir los $ 18 para ver qué pasaba.

Luego de llenar el formulario electrónico en el que pedía informes sobre mí mismo, recibo un correo, de esos que remite una máquina, en el que se puede leer:

“¡Felicitaciones! Hemos recibido su pedido de informe Globinfo Argentina y ya nos encontramos trabajando en el.
Globinfo Argentina es el informe de datos personales, comerciales y judiciales más completo de la Argentina. Esto es así porque nuestros informes son confeccionados mediante el esfuerzo personalizado de investigadores especialmente capacitados en la búsqueda de los datos que a Ud. más le interesan. Algo que hasta el día de hoy no existía en materia de informes de datos personales.
Sólo así es posible producir reportes de los que suele surgir información tan valiosa como posibles familiares y vecinos, más domicilios y teléfonos de los que suelen consignar los informes tradicionales, información laboral y comercial, etc.
Gracias a ello, podemos ofrecer nuestra GARANTIA DE SATISFACCION: EL MEJOR INFORME DE DATOS PERSONALES, O LE DEVOLVEMOS SU DINERO.” (Sic)

Aquí solo faltaba el fatídico ¡llame ya! Aunque yo ya había llamado.

Tres o cuatro días después de hecho el requerimiento, o sea el pago, aterriza en mi casilla de correo electrónico un mail en que se me anoticia de que mi informe estaba listo. Para acceder al mismo tuve que ingresar en un sitio Web del cual se proporcionaba el link y luego imprimir el contenido. Nada de bajar el archivo. Cero pruebas del atropello. Ya ven, hay que aprender a hacer macanas, bajo el cobijo de la ya citada dirección de la desprotección y la Cámara Argentina de Comercio Electrónico, novedad a la que accedemos al recibir el mail de marras. Era comercio nomás, ya es admitido explícitamente.

Cito: “Globinfo es Responsable Registrado ante el Ministerio de Justicia - Dirección Nacional de Protección de Datos Personales - Miembro de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico.” (Sic)

Pero lo más jugoso es el contenido del informe, aquel que estuvo elaborado por investigadores especialmente capacitados, en un trabajo artesanal. Cuento, para entretenimiento de los lectores.

Mi nombre, número de documento y domicilio los proporcioné yo mismo al llenar el formulario y allí estaban los datos. Llevo casado 28 años y no se conoce mi estado civil. Ni mi esposa, mis tres hijas, mis padres y mis tres hermanos son, precisamente, mis posibles familiares. Sí lo son dos señoras que habitan en el Gran Buenos Aires, una de Corrientes y un señor de Capital Federal, a quienes no conozco. Ellos llevan el mismo apellido que yo y, vaya uno a saber, por ahí hay algún parentesco, aunque debo decir que la única rama de mi familia Arqueros residente en la Argentina, además de la que proviene de mi padre, es muy lejana y no son las personas que indica el informe parte de ella. Respecto a quienes integran mi familia (la real) acoto que figuran en la guía telefónica y forman parte del padrón electoral. No parece demasiado difícil localizarlos, en particular cuando se es un artesano esforzado del espionaje.

Parece ser que no tengo vecinos ya que “luego de realizadas las búsquedas no fue posible encontrar información de vecinos para este domicilio”. (Sic) Ahora bien, habito mi casa desde hace unos 25 o 26 años y el barrio no es un descampado. Hay vecinos que viven por allí desde la misma época en que me mudé o antes. Algunos, incluso, son personas públicas. Curioso ¿no?

Más adelante se me anoticia de mi posición frente a la AFIP y el ANSSES, información que es muy fácil obtener ya que cualquiera puede ingresar a los sitios Web de tales organismos encontrarla. La pública, claro. Pregunta inquietante: ¿Cómo accede una organización comercial, que vende información indiscriminadamente a terceros, a la base de datos de la AFIP o del ANSSES, nada menos, para recoger datos que no son públicos y sólo le cabe conocer al interesado, a dichos organismos y eventualmente a la Justicia, juez mediante? Me parece que algo está podrido en Dinamarca.

Luego siguen los datos que cualquiera puede obtener ingresando a la página Web del BCRA, es decir la relacionada con la posición frente a distintas entidades de crédito y/o financieras. No hay mayores novedades.

Por último, se consigna la información que seguramente surge de las bases de datos de la justicia capitalina si es que uno ha tenido o mantiene algún diferendo jurídico con terceros, sin entrar en consideraciones de ningún tipo, por lo que hubiera bastado con que cualquier sujeto iniciara una demanda en mi contra, aún infundada, para que figurara allí que me están haciendo juicio, que he sido denunciado, práctica que se ha puesto de moda en los últimos años. Por suerte yo no tengo líos con nadie de la Reina del Plata ni soy una presa política a capturar, así que este casillero ha quedado en blanco.

Listo el pollo, se acabó el informe. Una chantada total y, repito, sumamente peligrosa, toda vez que se trata de una recolección de datos a la bartola sin procesamiento ni análisis alguno. Y si no me creen, lean el final del informe hecho por especialistas:

“NOTA LEGAL

Globinfo hace un gran esfuerzo por brindar información significativa y abundante, pero el usuario acepta y consiente
–no, yo no acepté ni consentí en ningún momento- que en la generalidad de los casos, es imposible asegurar la exactitud, vigencia y completitud –estos abogados, ¿por qué no escriben como seres normales?- de la información. Globinfo deslinda toda responsabilidad por la inexactitud, o la falta de vigencia o completitud –y dale…- de las informaciones que obtiene y provee, y el usuario renuncia a reclamos de cualquier índole al respecto, como ser, reintegros por sumas abonadas -¿y la garantía de satisfacción?- , o daños directos o indirectos de cualquier índole -¿y la Dirección que nos desprotege?- Todos los servicios prestados por Globinfo se cumplen y prestan por medio de investigaciones puntuales y personalizadas realizadas para cada encomienda.” Y sí, a $ 18 por clic.

¿Qué puedo decir? Son eso, exactamente eso que estás pensando.

25/2/08

Imagen urbana

El lugar no supera los doce o trece metros cuadrados. Unos seis metros por dos y monedas. Ojo entrenado de arquitecto, si se me permite la digresión.
Se trata de un "polirrubro", aunque quizás esta no sea la mejor palabra para caracterizarlo. Hay allí siete puestos de Internet, tres cabinas telefónicas, más los restos de otra en la que subsisten el teléfono y un banquito de juguete para sentarse entre la puerta de entrada, el público que se encuentra frente al mostrador y un par de exhibidores de galletitas, papas fritas y algún que otro “snack”. Sin olvidar los bizcochos de la Tía Maruca.
No falta el espacio dedicado a las golosinas y el habitáculo aéreo para los paquetes de cigarrillos, tres heladeras con bebidas sin alcohol de todo tipo, más otro artefacto refrigerado que alberga sándwiches, ensaladas de fruta y yogures. En el espacio sobrante, se acumulan algunos packs de bebidas, aún envueltas en el film de polietileno que las contiene.
En el lugar se pueden hacer escaneos y fotocopias, recibir y enviar faxes, se revelan rollos de fotografía, se realizan impresiones láser de documentos digitales. Hasta hay dos sillas plásticas en la vereda en las que habitualmente se estaciona algún personaje haciendo tiempo. En la mañana, por ejemplo, me topé con un jubilado tempranero, con su mate a cuestas, puteando por su magra jubilación; pasado el mediodía estaba allí, lo más orondo, un joven con su MP3 en la oreja, masticando una banana.
Este año se produjo una mejora sustancial, que apoya al negocio y estimula la calma de los parroquianos. A pesar de la crisis energética inexistente que padece Buenos Aires, hay aire acondicionado.
Suena (no sé de donde sale, obviamente de algún parlante) música contemporánea latina en general: Alejandro Sanz, Diego Torres, por ahí alguna de Fito Páez.
Estamos en el barrio. Gallo casi al 600. Almagro, específicamente el Abasto. A media cuadra está el cruce con Guardia Vieja. En esa esquina se emplaza un gigantesco Coto. Muy cerca se encuentra esa hermosa basílica romana despojada y cuasi racionalista del siglo XX, que supo ser el Mercado Central y hoy es un concurrido Shopping. A tres cuadras hay un hotel cinco estrellas; a una, una clínica psiquiátrica de dudosa reputación y a media un hotel familiar; al costado un taller mecánico y dos casas más allá un sitio en el que se venden muebles de diseño. Del otro lado del Shopping los turistas se matan (o los matan, mejor dicho) con los espectáculos de tango. De este lado, hay unos cuantos boliches y teatros under, además de Pierino, gran lugar; pastas inolvidables.
Lindo barrio. Aquí probablemente se sentiría a sus anchas el personaje de Drexler, aquel que canta “…yo soy un moro judío, que vive con los cristianos…” Estamos unos cuantos, incluyendo unos muchachos africanos que sinceramente no tengo idea de dónde han salido, aunque sus turbantes y los colores de sus túnicas son realmente interesantes y atractivos. No hay rubias de Punta del Este, aunque las mujeres son muy lindas, como todas las porteñas.
Cuando ando por estos pagos normalmente me detengo a comprar cigarrillos o unos caramelos en el lugar, aunque nunca se había presentado la necesidad de utilizar los demás servicios que ofrece. Hoy debí recibir unos faxes y, era obvio, allí fui.
Eran varias hojas y la cosa llevó su tiempo, aspecto enfatizado por la ya proverbial calma operativa de mi colaborador -Marcelo- a la hora de ejecutar una de estas maniobras, las que se suponen llevan apuro. En otras palabras, Marcelo se tomó su tiempo y, resignado a contener mi ansiedad, no así las puteadas –mentales, en silencio y educadamente proferidas- opté por observar más detenidamente a mi alrededor, asombrándome cuando tomé conciencia de que allí estábamos simultáneamente doce personas. Y en el tiempo que duró el asunto –el del fax- pasaron unas doce o trece más, algunas al paso, otras en reemplazo de quienes concluían sus conversaciones telefónicas y/o su uso de Internet. Los más molestos, los de las fotocopias, ocupando mi posición privilegiada, junto al mostrador.
Un tipo de traje, con pinta de dedicarse a los corretajes de lo que venga, portando una gaseosa de pomelo de un litro marca "Acme", que saboreaba a través de un sorbete, mientras hablaba inagotablemente por teléfono y pedía referencias de distintas calles, abriendo la puerta de su cabina; un par de coreanos quienes, a su vez, tuvieron la capacidad de identificar que un tercer sujeto que pasó rápidamente, no era un connacional sino japonés (ellos se dan cuenta, no hace falta aclararlo, aunque a nosotros nos ven a todos iguales); unas jovencitas, colaboradoras de una fundación ubicada en el barrio, que parece estar escasa de recursos y, por lo tanto, los mails los mandan desde el lugar; un obrero de la construcción que fuma Benson & Hedges Box; un par de muchachos –al parecer ingenieros- que estaban fotocopiando una notas redactadas en inglés a ser remitidas al Canadá en busca de algún emprendimiento; una señora con dos críos a cuestas y una niña que vino a comprar un chicle; una joven turista –de origen francés o francoparlante- con su mochila y la infaltable botellita de agua; un set de paraguayos, los de la esquina, que saben tener una exitosa y muy aceitosa parrilla; el muchacho de la banana; una mujer, llamativamente bonita, con aire oriental aunque indefinido y algo misterioso, sumamente apurada; un señor que profesa la ortodoxia judía, con traje negro y todo, a pesar del calor del verano porteño; varios/as buscando tarjetas telefónicas; un par de adolescentes absortos frente a la pantalla de la PC, chateado vaya uno a saber con quién y de dónde, emulando al joven de la banana, con el auricular del reproductor de música eternamente colgado de la oreja; un muchachón que vino a cobrar una cuenta, sin factura ni recibo; más cabinas, más Internet, más fotocopias al paso; un personaje vistiendo unos shorts enormes y ojotas que, según dijo, se encuentra haciendo un trámite por el cual recibirá 120.000 Yen del Japón, que casi se lleva mis papeles, en vez de sus fotocopias… Y yo, bailando el minué del polirrubro, mientras esperaba mis hojas de fax, dejando pasar a unos y a otros en un espacio imposible.

Veinte centavos; cincuenta centavos; dos con veinte; tres pesos; uno con quince; cuatro con cinco; quince centavos; cinco pesos. Te pongo la máquina; cabina dos; saco la fotocopia; va entrando el fax; sacala de la heladera; no, Box no tengo, hay de los comunes; Marcelo T. y Uriburu se cortan, es acá cerca, te paso la birome; andá a la siete; los alfajores son de chocolate; se cortó el fax, dígale que llamen de nuevo; te hago el comprobante, son veinticinco centavos…

Un mundo. Y una caja que se completa pacientemente, moneda a moneda, en ese universo de tan solo doce metros cuadrados.

El hombre debe andar merodeando los cincuenta, quizás algo menos. Tiene cara de paisano y su decir es muy porteño, sin agitación, diría que imperturbable. El hijo hoy no estaba. Por suerte, porque el muchacho es grandote, francamente no hubiéramos cabido todos y probablemente alguno de nosotros hubiera terminado expulsado hacia la calle a través de lo que queda de vidriera, que es bastante poco.
Está parado detrás del minúsculo mostrador, con una superficie de apoyo incapaz de albergar más de dos fotocopias a la vez sin que los papeles se caigan y formen un barullo. A su lado tiene el elemento estratégico del lugar: la computadora que controla al sistema, incluida la cámara de seguridad, esa que dejará filmado a aquel que lo asalte o dañe, en un viaje irracional saturado de paco, similar a los que a diario azotan a nuestra sociedad, en este tiempo, el de la crisis energética inexistente, que espero nunca ocurra.

Espacio plural y diminuto, medio de vida, lugar de servicios; instante de resuello en medio del intenso calor del verano porteño; ámbito de la comunicación; aplicación minimalista de la tecnología. Kiosco de Buenos Aires.

23/2/08

Iaies II

Hace no mucho invité desde aquí a visitar la página Web de Adrián Iaies. Hoy, contando siempre con la inestimable ayuda de You Tube, invito a ver y escuchar este video. Me parece bueno.
Antes, de ir a los hechos, una sugerencia. Para evitar que la reproducción se interrumpa o "corte", es conveniente pulsar el botón de pausa y esperar que los datos que "bajan" de Internet se vayan cargando en la memoria transitoria de nuestra computadora. Si observan debajo de la imagen, verán que va avanzando una línea de color que, precisamente, indica el avance de esta carga de datos. Una vez avanzada esta línea, yo diría que más o menos pasando la mitad de la escala, nos podemos regodear con el video más o menos tranquilos, ya que mientras se va produciendo la reproducción de lo cargado, continua la llegada de los datos subsiguientes.
Espero no haber sido demasiado confuso. Que disfruten. Bye.

22/2/08

Acerca de las tetas

Mi amigo Federico, arquitecto él, me hizo llegar el texto que a continuación transcribo. En esta oportunidad evitaremos incorporar imágenes, no hay que exagerar. Leamos...

Ensayo sobre las tetas
por Pedro Mairal

Ahora que llega el calor y por toda la ciudad afloran las tetas con su vanguardia prometedora de un tiempo blando, vale quizá entregarse a esa curiosidad primaria que generan las tetas en la vida de los hombres. Primero están las tetas paradigmáticas, formativas. Las tetas alarmantes del cine o la TV. Depende la edad de cada uno. Para una generación fueron las tetas de la Loren en Bocaccio 70, o de Anita Ekberg en La Dolce Vita. Para otros habrán sido las tetas de la Cucinotta en Il postino, o las tetas ya más estilizadas y armónicas de Mónica Bellucci en Malena. El cine italiano siempre fue proveedor de grandes tetas mediterráneas.

Las tetas americanas en cambio siempre quedaron en un tercer plano, detrás de las explosiones y los autos chocadores. Estados Unidos no fue ni es un buen proveedor de tetas, a excepción de las tetas de Lynda Carter en La Mujer Maravilla que eran bastante notables, tetas atléticas, altivas, heroicas, increíblemente controladas por ese corset con estrellitas. Wonder Woman provocó en muchos las primeras inquietudes masculinas, el primer desasosiego, esa terrible sensación de falta que nos dejaba temblando ante la tele y el Nesquik, sin entender bien por qué. Pero en general, las tetas yankis suelen ser más silicónicas, como las de Pamela Anderson en Bay watch. O, si son naturales -como en el caso de la morena totémica Tyra Banks- ni tienen gracia ni son sexies. Tyra es tan poco sexy que en su programa invitó a un famoso cirujano plástico para probar, en vivo, que sus tetas son naturales. El cirujano se las palpó y le hizo una mamografía en directo, frente al público invitado. A Tyra, emocionada, se le entrecortó la voz explicando que hacía eso porque estaba harta de que dijeran que sus tetas no eran suyas.

A nivel nacional, todavía la Coca Sarli no ha sido desbancada de su puesto de diva exclusiva del fetichismo mamario, con una filmografía entera dedicada a sus tetas panorámicas, sus tetas como auspiciadas por la oficina nacional de turismo, porque asomaban en todos los lagos, las montañas, las cataratas del país, dándole una categoría geográfica a esas tetas exhibidas a la par de la exhuberancia del paisaje. Sus largas flotaciones en la hidrografía argentina no tienen y quizá no vuelvan a tener un parangón.

Después de las tetas virtuales y mediáticas, aparecen en la vida de uno las tetas reales, quizá todavía no palpables, pero sí visibles. Aquellas tetas que uno vio por primera vez desnudas, en persona, no se olvidan nunca más. Cuando estaba en segundo año del secundario, me llevé a marzo Lengua y literatura y tuve que tomar clases particulares de análisis sintáctico con una profesora que venía a casa. Se llamaba Teresa. Yo tenía quince años y ella no pasaba de los veinticinco. Era diciembre y hacía calor. Teresa venía a casa con unas musculosas sueltas, sin corpiño. Un día, sentados juntos, inclinados frente a las oraciones para analizar, le vi a través del escote las tetas, las puntas de las tetas, los pezones rosados. Sentí una alteración violenta, como si se me frenara toda la sangre de golpe y me empezara a fluir en la dirección opuesta. Ella se dio cuenta y se acomodó la musculosa sin preocuparse demasiado, dejando que volviera a pasar lo mismo varias veces. Tomé más clases, estudié mucho y di un muy buen examen. Nunca me olvidé de las estructuras sintácticas de Teresa. El relámpago clandestino de sus tetas veinteañeras le dio un erotismo a la materia que ningún profesor del colegio lograría infundir jamás.

La mirada de los hombres dobla. Cuando pasa una mujer con lindas tetas la mirada de los hombres se curva, busca, se inmiscuye a través de los pliegues, a través de los escotes o los botones mal cerrados, y adivina, sopesa, sentencia. Las mujeres modelan sus tetas como quieren. La ropa puede levantar las tetas, ocultarlas, ajustarlas, trasparentarlas, sugerirlas, agrandarlas. Es bueno conocer todos esos trucos, no tanto para no dejarse engañar, sino más bien para participar y entregarse al juego. Las tetas de los años cincuentas, por ejemplo, eran cónicas, eran parte de un torso sólido y apuntaban amenazantes; después, en los sesentas, las tetas desaparecieron un poco de escena en el hippismo de las pacifistas anti corpiño; en los ochentas empezó la fiebre de las siliconas; y ahora las tetas son como globos apretados y empujados hacia arriba por el famoso wonder bra. Hay que tener en cuenta que el wonder bra da forma, pero también rigidez. Y es una lástima porque no hay nada como ese temblor hipnótico que va a un ritmo aparte de los pasos de la mujer, como un contrarritmo, una síncopa propia de las tetas naturales en acción.

Las tetas tienen vida propia, eso es sabido; no son como el culo por ejemplo que se mueve dirigido por su dueño. Las tetas parecen difíciles de controlar. En ocasión de cabalgatas, escaleras y trotes para alcanzar el colectivo, pueden incluso ser graciosas, torpes y poco serias. Algunas mujeres sin embargo tienen la habilidad de dirigirlas. Nuestra deslumbrante Carla Conte, por ejemplo, sabe hacer un mínimo taconeo entusiasta, un rebote de afirmación, de plena simpatía, de aquí estoy, que le provoca un temblor hacia arriba que termina en una especie de vibración de trampolín a la altura de sus tetas plenipotenciarias de chica de barrio. Un movimiento que le ganó televidentes y que detiene el zapping. Dentro de los cambios evolutivos, que van del homo sapiens al homo mediáticus, la función más importante de las tetas hoy en día ya no es la reproducción sino la capacidad para aumentar el rating.

Pero volviendo a las tetas reales de este lado de la pantalla, ¿cómo se accede a ellas, cómo se alcanzan y develan? Las mujeres tetonas tienen una habilidad desarrollada durante años para frenar las manos de los hombres-pulpo. El hombre-pulpo es el que no da abasto, el que ya tiene las dos manos agarrando cada cachete del culo y va por más, porque quiere además palpar simultáneamente la abundancia de las tetas y es como si les nacieran dos brazos suplementarios para alcanzar ese fin. Pero las mujeres tetonas tienen mucha destreza, saben interponer el codo y bloquear todo intento de avance. Hay que aprender que si una mujer detiene una mano no hay que insistir, sino intentar más adelante por otro lado, despacio, sin apurarse. Nunca jamás debe intentarse tocarle las tetas a una mujer antes de darle un beso, porque sería un fracaso (hay excepciones, hay abordajes muy acalorados por detrás que vienen con doble estrujamiento de tetas y beso en el cuello, pero no son muy frecuentes entre desconocidos) . En general las tetas se exploran durante el beso, en lo más apasionado del beso. Una vez instalados en ese vértigo, se puede subir una mano por la espalda que explore debajo del elástico del broche del corpiño, pero sin desabrochar nada todavía, en una caricia que llegue a la nuca, que disimule un poco pero que a la vez diga ya estoy acá debajo de esta lycra tirante y no me voy a detener. Si la mujer accede tácitamente (porque nunca hay que preguntar ni pedir permiso) entonces ahí sí, se puede intentar desbrochar, desmantelar la delicada ingeniería del corpiño, desactivar esa tensión tan linda, lo elástico, lo tirante de las tetas sujetadas entre diseños de moños y florcitas. Y entonces llega la verdad, sin íntimos trucos textiles, la doble realidad pura y palpable. Entonces aparecen, asoman en estéreo, se despliegan las tetas en todas sus variantes como ejemplos de la biodiversidad. Tetas duras, nuevas, tetas derramadas, pesadas, tetas blandas, inabarcables, tetas sin caída, sin pliegue como cúpulas altas de pezones rosados, tetas apenas sobresalientes pero halladas finalmente por las manos, tetas enormes y llenas, tetas asimétricas, tetas breves pero puntiagudas de pezones duros, tetas lisas de aureolas enormes apenas dibujadas, tetas blancas, morenas, con marcas de bikini, tetas chiquitas y felices, tetas tímidas, esquivas, o desafiantes, orgullosas, guerreras. Todas lindas, dispuestas para el beso, la lengua, el mínimo mordisco, y provocando una sed desesperada cuanto más grandes, una actitud ridícula del hombre que de repente actúa como un cachorro ciego y hambriento y desbocado.

Y sin embargo esa sed no termina de saciarse. Hay algo misterioso en la atracción por las tetas. Porque, ¿qué se busca en las tetas? Las atracciones de la cintura para abajo tienen un objetivo siempre más claro y complementario, que termina consumándose sin demasiado equívoco. Pero en las tetas, ¿qué buscan los adultos? Que todo sea un simulacro de lactancia no cierra bien. Demasiado edípico y cantado eso de buscar repetir ese vínculo nutricio con la madre. ¿Y además las mujeres qué ofrecen cuando ofrecen sus tetas? Dicen que la existencia de las tetas tiene un propósito de atractivo sexual(además de su fin alimentario). Dicen que al estar erguidas las hembras humanas tuvieron que desarrollar una especie de reduplicación del culo en la parte de delante de su cuerpo para atraer a los machos. Ése es el fin que cumplirían esas dos esferas juntas a la altura de las costillas superiores: ser un señuelo similar a un culo llamativo. La explicación parece bastante ridícula y quizá por eso mismo –porque el cuerpo humano es bastante ridículo- sea cierta.

Las tetas son insoslayables. Imanes de los ojos. Las tetas invitan a la zambullida para pasarse un verano entre esos dos hemisferios. Son más fuertes que uno. Hay una fuerza hormonal y animal que supera todo intento represivo y civilizatorio por no mirar, por no quedar como un primate bizco de deseo. Mirar todo el tiempo a los ojos a una mujer con un buen escote es un difícil ejercicio de autocontrol, es casi imposible que los ojos no se nos resbalen a esas curvas, que no caigan y se entreguen con toda la mirada a la gravitación de la redondez de la tierra. Porque hay tetas que son insostenibles, y provocan incredulidad. Uno mira una vez y vuelve a mirar pensando ¿Vi bien?. Y sí, uno vio bien, y esa visión genera una inquietud, una insatisfacción total de la vida, uno quiere entrar en ese mundo blando y suave, uno se siente lejos de esas tetas, desamparado como un soldado en la trinchera.

El anoréxico gusto de la época propone un ideal de mujer flaca pero con grandes tetas, algo raro que se da sólo en casos prodigiosos. Por eso la superabundancia de tetas falsas en los medios, tetas que quedan estrábicas, desorientadas, y a veces un poco ortopédicas. Se exigen mujeres escuálidas que terminan poniéndose siliconas porque sin prótesis presentarían unas tetas apenas protuberantes, tetas de bailarina de ballet; una belleza sutil y sugerida que la tele parece no poder aceptar.

Una regla extraña pero frecuente hace que las tetonas sean chatas de culo, y las culonas sean chatas de arriba. Como si en la repartija hubiera que optar por una u otra opción. La mujer latinoamericana suele ser más dotada de grupas que de globos. La mujer promedio brasilera, por ejemplo, con su mezcla afro-tupí, suele tener unas poderosas pompas brunas y ser bastante chata de tetas. En cambio las mujeres europeas, nórdicas, suelen presentar - como escuché decir una vez en un canal de cable- un volumen mamario importante. Las alemanas teutonas, las suecas, las valquirias escandinavas, son mujeres con toda la vida por delante. Avanzan heroicas con grandes tetas redondas, doradas, divergentes. En Francia se hace más un culto a las tetas que al culo, y sin embargo las francesas -con excepciones normandas que cortan el aliento como la impresionante Laetitia Casta- suelen ser magras, escasas y finas.

Quizá las tetas no sean indispensables, pero dan alegría. Por suerte, las argentinas, gracias al encuentro de las sangres nativas y la inmigración mediterránea, suelen tener medidas armónicas, lo que quiere decir que están bien de todos lados. Y si nos llegara a tocar enamorarnos de una mujer sin tetas, habrá que apechugar, quererla, y echar de vez en cuando unas pispeadas nomás, disimulando. Hay que tener cuidado. Un amigo tuvo un lapsus que precipitó su separación. Su novia, que era muy chata y celosa, se cansó de pescarlo mirando escotes por la calle y le vaticinó: Vos un día me vas a dejar por una tetona. Y él, queriendo arreglarla le contestó: Sin vos estaría perdido, amor, sos mi tabla de salvación.


Nota: Ya lo dijo Fontanarrosa. Hay cosas que sólo pueden ser llamadas por su nombre.

20/2/08

Orquesta Típica

Recorriendo las noticias en la versión digital del diario Clarín, me topé con el sitio que recomiendo efusivamente recorrer y disfrutar. No digo más. Me voy corriendo a buscar el disco de los muchachos...

19/2/08

Asociación Ilícita II

Roberto Gribnicow, alias Argentinegribni, es mi amigo. Además del buen carácter y su trato amable, entre sus muchas virtudes se cuenta la buena puntería para las fotos. Encima es arquitecto… Es sabido que los arquitectos servimos para todo.

Esta semana publicó una hermosa fotografía de nuestra pampa, bajo la consigna “Infinito”. Me atrevo a reproducirla aquí, advirtiendo que hay mucho para ver en su sitio Web.


En el fin de semana pasado, intercambiamos un par de opiniones, vía mail, sobre esta fotografía, en especial sobre el carro que nos muestra la imagen y su importancia para dar referencia (escala diríamos los arquitectos) respecto de la efectiva sensación de mar infinito que nos transmite este particular paisaje argentino.

Se imaginarán como sigue este cuento… empecé con las asociaciones ilícitas, aunque pueden respirar tranquilos, no pienso irme por las ramas con Don Segundo Sombra o José Larralde.

Apenas se me ocurre introducir aquí otra imagen, en este caso la reproducción de una obra –para mí hermosa- de Millet (Ver)


Y sí, es El Angelus, en la que Millet fotografía a dos sencillos campesinos, en un momento especial del día, en el contexto o marco de la campiña francesa, que no llega ni a los talones de nuestra pampa pero tiene lo suyo, me parece.
En todo caso estamos ante la Naturaleza y, en ella, aparece la intervención o protagonismo de seres humanos, que establecen la escala para quienes observamos. Noten que tanto Millet en su cuadro como Roberto en su fotografía, “levantan” la línea del horizonte, con lo que consciente o inconscientemente, enfatizan este asunto de la escala.

¿Habrá pensado Millet en este detalle? No sé. Mi única certeza pasa por el aprecio ya manifestado por esta obra, lo mucho que me ha gustado la fotografía de Roberto y la asociación ilícita que aquí cuento.

Eso sí, Robertinho, mirá si un día terminás en el Orsay, loco, si terminás... (Ver)

17/2/08

Asociación Ilícita

"Distancia encajonada por las altas fachadas entre las que parece flotar una neblina de carbón. A lo largo de las cornisas, verticalmente con las molduras, contramarcos fosforescentes, perpendiculares azules, horizontales amarillas, oblicuas moradas. Incandescencia de gases de aire líquido y corrientes de alta frecuencia. Tranvías amarillos que rechinan en las curvas sin lubrificar. Ómnibus verdes trepidan sordamente lienzos de afirmados y cimientos. Por encima de las terrazas, plafón de cielo sucio, borroso, a lo lejos rectángulos anaranjados en fondos de tinieblas. La luna muestra su borde de plato amarillo, cortado por cables de corriente eléctrica." (1)

Este es el párrafo inicial del cuento Noche Terrible, escrito por Roberto Arlt. Lo releí días atrás, mientras jugueteaba sin rumbo específico con el libro Cuentos Completos, una edición a cargo de Ricardo Piglia y Omar Borré , que atesoro en mi biblioteca, ejemplo de desorden expansivo, como el carácter de su dueño, o sea yo.

Además de refrescar la atrapante precisión fotográfica en la descripción de imágenes y escenas que caracteriza a la prosa de Arlt, se dispararon en mi cabeza algunas asociaciones, no sé si válidas. En todo caso mías.
Pensé en Niebla del Riachuelo, obra de Enrique Cadícamo (letra) y Juan Carlos Cobián (música) que data del año 1937, interpretada por la voz del Cigala y el piano de Bebo. Un gitano y un cubano. En realidad Bebo y otros cubanos, ya que los músicos son, además de los citados, Javier Colina en el contrabajo y Federico Britos en el violín; ambos cubanos, como el Bebo (“Bebo” Valdés, para ser más precisos), todos ellos -junto a otros más- plasmados en el notable disco Lágrimas Negras, en 2003, grabado entre septiembre y diciembre de 2002 en la muy castiza Madrid. (2)

“Niebla del Riachuelo/amarrado al recuerdo/yo sigo esperando…”

Pensé en un blues de Manal y en la peculiar voz de Javier Martínez. Uno que habla de adoquines húmedos en la Boca o Barracas, no identifico ahora el tema, su nombre. Estoy seguro que no se trata de Avellaneda Blues o Avenida Rivadavia (temazos, por cierto). Es otro, ya me voy a reencontrar con él. Mis amigos, los amantes del vinilo, seguramente me ayudarán.

Pensé en Nueva York (ñiúyorqui) y, era obvio, recordé a Edward Hopper, un artista que “…logró plasmar en su arte esa sensibilidad particular del siglo XX en Estados Unidos, que se caracteriza por el aislamiento, la soledad y la melancolía.”

Posiblemente su obra más famosa es, Los halcones de la noche, pintura que data de 1.942. Si no es la más famosa no importa demasiado. Ella me atrapa y creo tiene que ver con lo que intento relatar.

En el torrente de asociaciones tuve la urgencia de buscar este cuadro –acto instintivo en mí- en el también desordenado archivo de imágenes digitales que guardo para echar mano de ellas a la hora de preparar alguna de mis clases, en las que mis estudiantes –jóvenes deliciosamente inimputables, absolutamente amados, encarnación profunda del futuro- suelen extender sabia y saludablemente sus horas de sueño, esas que tanto necesitan en su crecimiento adolescente.

Ante la imagen de Hopper me viene a la cabeza un sonido especial, parecido a la música de fondo de las primeras series de T.V. de detectives rudos, a lo Mike Hammer, el mítico personaje creado por Frank Morrison Spillane (1918-2006), que interpretara el actor Darren McGavin y, más tarde recreara Stacy Keach.

No es tan casual la asociación, por cierto. Spillane publicó la novela I The Jury en 1946, en la que aparece el personaje de Hammer, un solitario halcón, como los solitarios personajes del cuadro de Hopper que allí están, en silencio, enfrascados en sus pensamientos, rumiando su melancolía, esperando a su presa, aunque curiosamente dispuestos a ser domesticados. Son halcones... Son seres humanos.

Abusando del material disponible en You Tube sugiero ver la introducción, en versión Satacy Keach, de este clásico de la T.V. En realidad, sugiero escuchar, más que ver, toda vez que lo que se ve es una pavada. (Hacer click aquí)

Mi tendencia a la reiteración obsesiva de aquellas cosas en las que creo, o creo que creo, hicieron imposible no pensar –mirando la imagen que Hopper nos ha regalado- en los cafetines de Buenos Aires.

No pudo ser de otro modo. Sonó en mi cabeza el clásico Cafetín de Buenos Aires obra de Enrique Santos Discépolo (letra) y de Mariano Mores (música), grabado por primera vez por la orquesta de Osvaldo Fresedo el 20 de julio de 1947. Curioso ¿no? Seguimos en la década del 40, allá en el norte y más acá, por la Reina del Plata.

¿Cómo no recordar, al ver la luz, el color y el tempo -me animo a decir- de la obra de Hopper, aquellos “Café Bar – Billares” que poblaron (y en algunos casos todavía lo hacen) la geografía de Buenos Aires y esa masa urbana entonces en decidida gestación, hoy lastimosamente consolidada; la de los suburbios, el Gran Buenos Aires, que trasegué en mi niñez y primera juventud; aquellos en los que jugué a la pelota mientras miraba a los mayores, los grandes, mostrando sus habilidades en ese otro juego, el billar?

Ni hablar de los locales paradigmáticos como Los 36 Billares, de la Avenida de Mayo, y tantos otros.
Hay mucho escrito sobre ello. (Ver ejemplo) No estoy aquí para inventar la pólvora, mérito asignado a los chinos, me parece. Pero puedo acercar la obra de un plástico argentino, Oscar Sar, interesante por cierto. Te muestro su versión de los 36 Billares, casi a lo Van Gogh hay más.

Cafetín, geografía del aislamiento, la soledad y la melancolía; lugar del encuentro. Cafetín, espacio de los halcones. No han faltado cafetines en nuestra cultura. Allí están, aún hoy, ahora posmodernos.

Esto ya se parece a un tropel de asociaciones ilícitas y pienso que se me ha ido la mano. Sin embargo mi amigo y maestro Roberto Santana me ha enseñado relaciones que nunca hubiera imaginado.

Borges dice, en su cuento El Sur (3) “A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos.” Me parece apropiada la frase. Obsérvese que aquí estoy, intentando simetrías, levemente anacrónicas. Ya ves, Roberto, estoy practicando.

También podría ser que todo esto no sea más que un sueño y estemos detenidos (soñados) en las Ruinas Circulares… (4)


1. Roberto Arlt, Cuentos Completos, edición a cargo de Ricardo Piglia y Omar Borré, Espasa Calpe Argentina S.A. / Seix Barral, Buenos Aires, 1996.
2. Bebo & Cigala, Lágrimas Negras, Calle 54 Records S.L., 2003.
3. Jorge Luis Borges, El Sur, Ficciones (1944), Obras Completas, Edición dirigida por Carlos V. Frías, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 1974.
4. Ibid., Las Ruinas Circulares.

13/2/08

Y si andás por Madrid...

Se inaugura ARCO, una de las ferias de artes plásticas más importantes del mundo. Aquí incluyo el link a la nota que publica hoy el diario La Nación sobre el tema.
Que quede claro, se habla de arte y... negocios. Ya se sabe que el arte muchas veces es muy buen negocio.
Concluyo con una observación y un suspiro. La observación pasa por la activa participación de Brasil en esta nueva edición de ARCO. Hace rato que nuestro vecino del norte se destaca en este aspecto.
El suspiro, como podrán imaginar, es obvio: ¡ay... qué ganas de estar ahora yirando por Madrid..! Vamos a la nota.

La Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid inaugura su 27 edición, con Brasil como invitado de honor; galeristas, artistas y compradores de todo el mundo recorrerán sus pabellones hasta el 18 de febrero
LANACION.com | ADN Cultura | Miércoles 13 de febrero de 2008

10/2/08

Si andás por Buenos Aires...

Entrevista / El fotoperiodista suizo René Burri expone en Buenos Aires
Desde pasado mañana se podrán ver 350 obras en el Centro Cultural Borges
LANACION.com | Cultura | Domingo 10 de febrero de 2008

9/2/08

Ana no duerme. El Flaco tampoco

Es innecesario que cuente quién es el Flaco Spinetta. Son muchos los que han escrito sobre él y además, está él mismo.
Lo que pretendo mostrar es simple y tan viejo como la historia. Nunca somos la misma persona, aunque nos parezcamos a nosotros mismos. Vamos cambiando.
Ana no duerme es una de las tantas grandes canciones que nos ha sabido regalar Luis Alberto Spinetta (ver aquí) y fue grabada por primera vez por el legendario grupo Almendra. Veamos, o mejor escuchemos, de qué estamos hablando.



Unos cuantos años después, el Flaco supo tener un trío, Los Socios del Desierto (si ya has visto el link que dejé más arriba no necesito contar quienes eran ellos) y, como sucede muchas veces en la música, por suerte, nos regalaron otra versión del tema, diría algo más pesada. Esta vez veamos y escuchemos.



Pero esto no es nada. El recontracapo de Spinetta se ha dado algunos gustos, entre ellos el de tocar su música con sus hijos y, de nuevo, aparece Ana, la que no duerme, en un híbrido de rock y rap, o algo por el estilo... qué más da.



Termino con dos observaciones. La primera: esta canción es muy buena, no cabe duda. Luego, que yo recuerde (o conozca), Spinetta es uno de los pocos músicos (en el caso del Rock, para mí el único) que reparó en las cúpulas de Buenos Aires y, en varios de sus temas de ellas habló.
¿Miraste para arriba, levantantaste la vista más allá del enjambre de carteles, cuando andás o anduviste por Buenos Aires? Si nunca lo hiciste, haceme caso, mirá para arriba. Te vas a sorprender. Eso sí, apurate, porque a muchas las están tirando abajo impiadosamente.

Nota: Está bueno YouTube ¿no?

8/2/08

Tres tipos, creatividad, tecnología... y trabajo

Hace unos años, no tantos, en estas tierras del lejano sur pasaban muchas cosas menos una: con sus más o con sus menos, la Administración Pública (que siempre ha sido omnipresente) cumplía con razonable eficiencia su cometido. Dicho de otro modo, el personal que cumplía distintas funciones dentro del ámbito estatal, conocía su trabajo y trabajaba responsablemente. He conocido y conozco a una importante cantidad de personas que cumplieron una carrera en el Estado y lo hicieron dignamente.
No voy a negar que siempre, al menos desde que siendo bastante joven me incorporé al mundo del trabajo (singular eufemismo argentino para expresar lo más sencillo del mundo: para ganarse la vida por lo general uno trabaja), la administración tuvo su costado burocrático pero –insisto- las cosas más o menos funcionaban, algunas mejor que otras.
Un día llegó el momento de que fuéramos provincia. No hace mucho de esto. Han pasado unos dieciocho años aproximadamente o, si se prefiere, cuatro períodos de gobierno, luego del proceso constituyente. En términos históricos o institucionales es apenas un segundo.
Cuando esto ocurrió la nueva provincia no solo contaba con esa administración a la que recién me refería, sino que también fue posicionada –económicamente hablando- de modo especialmente favorable. Dinero no ha faltado, aunque parece ser que falta.
Uno podría decir que el escenario era sin duda singular, inédito en la República Argentina. El horizonte, que es ancho y muy hermoso al amanecer, cuando lo tenemos a la vista, se había ensanchado. Éramos una provincia rica. Sin embargo parece ser que el horizonte no ha estado a la vista o no se lo ha querido ver. Basta con recorrer las noticias de un día cualquiera –hoy- para observar que lo de la riqueza ya no es, al menos en el ámbito de la Administración Pública. Diría que más bien es lo contrario.
Alguna vez se dijo “es necesario fundar las nuevas instituciones de la nueva provincia”. Lo peor de todo es que la frase se repite cada cuatro años. Pocas cosas son más peligrosas que los fundacionales. Frente a este fenómeno sugiero tomar prudente distancia.
Si bien es cierto que efectivamente existió (antes... ¿y ahora?) la necesidad de contar con un servicio idóneo de justicia provincial e incorporar ciertas dependencias que tomaran el control de áreas que se encontraban bajo la gestión directa del Estado Nacional, siempre he creído –y lo sostengo- que esto de fundar las nuevas instituciones no fue más que la excusa para abrir la Caja de Pandora y… ¡a la carga Barracas!
No creo necesario extenderme sobre el particular. Sólo digo que no hay asunto o cuestión de la vida que no haya merecido la creación y crecimiento exponencial de al menos dos o tres reparticiones yuxtapuestas, todos ellas bastante poco eficaces y caras, muy caras. Tan caras como la producción de una película de Hollywod.
Aquí (por la siempre abundante provisión de material de todo tipo que mi hermana Dolores realiza desde el otro lado del Atlántico) tengo para compartir un video publicado en YouTube que, más allá de sus aspectos humorísticos, es una suerte de parábola aplicable a nuestro caso, que no es otro que la endemia elefantiásica amén del saqueo de todo tipo (el de la corrupción y el de los excesos, los dos) que sufre el sector público en nuestra hermosa provincia.





En definitiva, amigos, creo que hemos sabido partir del exceso para llegar al desastre. Y en eso estamos ahora, observando azorados nuevas medidas que en mi humilde opinión no son otra cosa que una nueva faceta del mismo problema.
Mientras tanto, no hay modo alguno de lograr que un trámite cualquiera no se convierta en un infierno por obra y gracia del desconocimiento de sus funciones por parte de quienes deben hacer el trabajo correspondiente y la inescrutable lógica de la ilógica estructura administrativa estatal.
Si uno accede al director (o peor aún, el funcionario político de turno) éste no se hará cargo, manifestando que “elevó o giró las actuaciones". Nada de tomar decisiones o asumir sus responsabilidades. Me pregunto a quién le “elevan” las actuaciones correspondientes quienes están en el pináculo del poder político… ¿Estará Dios atendiendo el mostrador?
Ahora bien, ¿quiénes son los responsables de semejante desmadre? Respuesta automática: los políticos.
Es cierto, son primarios responsables aquellos que tienen o han tenido en sus manos la toma de decisiones. Pero ¿son ellos los únicos responsables? ¿Dónde estábamos todos nosotros mientras tanto? ¿En Marte?
La gente (definición difusa, si la hay, en el ámbito del tema que intento comentar) ¿aprovechó o no aprovechó la “movida” cuando se le presentó la oportunidad? ¿Cuántos rechazaron ocupar un cargo asumiendo su falta de experiencia o idoneidad en el tema? ¿Los directores o responsables, coordinadores, jefes y demás yerbas de planta a qué se han dedicado, además de cobrar, mes a mes, el plus funcional? No quiero ser injusto, no hay peor cosa que la generalización, siempre hay quien hace lo que mejor puede y más también, pero entiendo que no son pocos los que han sabido hacer ooossssooo.
Por otra parte ¿de dónde provienen los políticos? ¿Son importados, como los perfumes, o pertenecen a esta sociedad, la misma que se abalanza ante cada cargo o contrato administrativo o prebenda de cualquier tipo, así no se sepa hacer la “O” con un vaso?
No quiero resultar agorero, mi naturaleza es optimista y pienso que los jóvenes que nos sucederán sabrán salir adelante, pero me parece que estamos en el horno. La sal no sala y el azúcar no endulza… Que lo parió, diría Mendieta.

Nota: El autor del video es Richard Hammond y, como se puede ver, reproduce una escena -el desembarco en Normandía- que en la filmación de la película "El Día D", requirió más de mil extras.

4/2/08

1 + 1 = ... un lío, man

Si quien lee esto es un ser que sigue asiduamente lo que se publica en este blog (es decir los amigos, esos que son en verdad de fierro, y la familia, claro está) habrá notado que se armó una pequeña menesunda con este "invento" de direccionar a los sufridos lectores (repito, los seres queridos... ¿quién más?) hacia un sitio en el cual uno puede dejar archivos, algo así como una especie de "mis documentos" en la Web.
Lo que daba vueltas por mi cabeza y conversé con mi amigo e inspirador blogger, Miguel Mastroscello (para los amigos Mike), se enfocaba al modo de poder poner a disposición de los visitantes de este espacio archivos de distinta naturaleza, tales como presentaciones de Power Point (lease buenos chistes) y documentos de todo tipo, sin necesidad de transcribirlos a modo de post.
Lo cierto es que este domingo que pasó, taradeando en la Web (por no decir lo que debe ser dicho: boludeando a más no poder), se me da por hacer el famoso "click" en una opción que se presenta en el buscador Google. Decía (y dice) "Más". Mi curiosidad natural me ordenó ver de que se trataba eso de más.
Uno hace el click de rigor y se despliega un menú que entre otras opciones, ofrece la de "Documentos"... se imaginarán lo que sigue. Hacia allí se dirigió la caballería, no rusticana, sino más bien rústica, o mejor, rudimentaria, la de mis deditos en el teclado.
Descubrí -oh sorpresa- que existía la posibilidad de tener un espacio en el sistema de opciones o servicios ofrecidos por el conjunto conformado por Google en el cual uno puede poner una muy buena cantidad de archivos, de todo tipo y con las intenciones u objetivos que sean. En otras palabras: podés tener un mis documentos fuera de tu disco rígido y acceder a éstos desde cualquier lugar, del mismo modo que todo aquel que vos necesites o desees lo haga. No está tan malo el asunto. De hecho ya estoy pensando en que mis sufridos alumnos van a trasegar por estos lares...
Procedí entonces a realizar la prueba científica, que no es otra que la de ver que pasa. Subí una buena humorada que me había enviado mi hermana vía mail que estaba expresada en una presentación en Power Point, como los millones de chistes y mensajes de todo tipo que andan dando vueltas por el mundo, a veces rompiendo la paciencia ajena. Luego, hice rápidamente el post en el blog y lo mandé al mundo, que no es otro -insisto- que el conformado por los dos o tres amigos y familiares que se la bancan, estoicos y amables, como es de esperar en estos casos, dada mi avanzada edad o mi horadante insistencia. Seguramente esto último.
También era de esperar que surgieran algunos problemas. El principal es el siguiente: si un lector desprevenido, al que supondremos un desesperado lector, quiere acceder a ese archivo instalado en la Web debe cumplir uno de estos dos requisitos:

a) El primero y obviamente esperable es que el desesperado lector debe tener una cuenta de correo Gmail. Si es así, el sistema te pide que hagas tu login y entrás, como Pancho por tu casa.

b) Si el desesperado lector ha cometido el terrible pecado de no poseer una cuenta de correo Gmail, está en el horno. No entra y a la bolsa. Eso sí, en un dejo democrático, te hacen pasar por no sé donde (no lo sé, yo tengo la cuenta Gmail y soy el autor de la macana, estoy fuera de toda consideración) y te exigen una validación.

¿Qué es esto? Bueno, me llega un correo (a mi dirección de Gmail, por supuesto) y yo debo "validar", es decir autorizar, incorporar, al lector en tal carácter por más que se trate de un pecaminoso consumidor del Hotmail, el Yahoo o el mongo mail. Validado que está el pobre desesperado lector, quien a estas alturas más que deseperado esta absolutamente embolado, sino fulo del todo, gozará de las mieles de poder acceder al chascarrillo de turno o -vaya uno a saber- a la obra de algún escriba que sepa como se escribe, según la selección futura de este aspirante a escriba que no sabe escribir. Convengamos que en este último caso se presenta un camino azaroso -por no decir absolutamente peligroso- toda vez que es quien escribe quien haría la selección... definitivamente peligroso, no cabe duda.
No sé si he sido claro, probablemente no. Esto de los post, blogs, logins, etc. es algo complicado. Me estoy acordando de un artículo publicado por Umberto Eco en L'espresso en junio de 2000, reproducido en su libro "A paso de cangrejo" (Editorial Sudamericana S.A., 2007, Buenos Aires. ISBN 978-978-1117-36-9) en el que bajo el título de "Ese Ramal del Lagode.Com" ironiza y nos deja pensando sobre este nuevo idioma, plagado de palabrejas que uno no conoce, que están fuera de la lengua oficial pero que, inexorablemente se incoporan a él, para bien o para mal. Nos gusten o no la Web y las PCs, este mundo que vamos descubriendo como Colón descubrió América, nos abarca, poco a poco, como el tomate a los italianos. Ciao.

3/2/08

1 + 1 = 2

Esto es una prueba, deseo compartir un buen chiste que me envió mi hermana, Dolores, hace unos días.
Espero que lo disfrutes. Hacé "click" acá.

2/2/08

¿Diferentes?


Estábamos en uno más de los intensos días que se viven en una PyME argentina, en este caso la mía, que se dedica a construir edificios… o lo que venga, toda vez que creo que hay un concepto superador del que abona la resolución mágica de los conflictos y/o necesidades que se presentan en la vida, muy propio del Estado Provincial (aclaro que me refiero a Tierra del Fuego, aunque infiero que este fenómeno debe replicarse en otras geografías) que es muy sencillo: trabajo es trabajo y si no trabajamos, no comemos.
En medio del trasiego cotidiano me corro hasta la cocina para prepararme el eterno café de las oficinas y hacer un pequeño paréntesis intentando, de paso, dar un pequeño aliento a mis jóvenes colaboradores que dado –precisamente- el "fragor" de la jornada, estaban algo alterados.
Fredy, albañil él, un hombre joven de nacionalidad boliviana y a la sazón manager de una treintena de hombres de diverso origen, muchos de ellos connacionales, que diariamente trabajan duramente sin quejas, lo mejor que pueden y con orgullo por lo bien hecho, también andaba por ahí. No es la oficina su escenario pero se ve que el muchacho también necesitaba lo mismo que yo: un minuto de paz.

-Hola Fredy.
-Hola don Francisco.

Suficiente diálogo. Cada uno en lo suyo, cada cual con su café, mate o lo que fuere.
De pronto suena el teléfono celular de Fredy, instrumento que utilizamos para interactuar cotidianamente varios de nosotros en la labor que nos toca realizar, dada la naturaleza de la misma.

-Hola… qué necesitás Cárcamo.

Don Cárcamo, chileno él, anda todo el día de aquí para allá comprando insumos, retirando materiales de los distintos transportes; en fin, lleva y trae y, ya que estamos, hace de todo cada vez que hace falta.

-No llegó la bañera.
-¿Cómo que no llegó?, Cárcamo. Vos me dijiste el lunes que estaba en el transporte y yo le dije a la señora que hoy colocábamos la bañera...
-Lo que pasa es que el huevón del transporte se confundió con el número de guía. Era otra carga.
-Pero Cárcamo, ¿por qué no me dijiste que había una equivocación? Te repito que le dije a la señora que hoy colocábamos la bañera…
-Fredy, no puedo hablar por teléfono mientras manejo el camión y… después me olvidé.

A estas alturas debo aclarar que don Cárcamo es un tipo más bueno que el pan, al que no se le pierde ni un clavo, derecho como una vara, razón por la cual imagino su estado de ánimo ante la pregunta de su compañero de trabajo, Fredy, el boliviano.
Pasan unos instantes y el amigo Fredy dice:

-Mirá Cárcamo, es muy importante la comunicación. Si no nos comunicamos no podemos trabajar bien. Fijate, Cárcamo, que vos no me has contado ayer que había una equivocación y yo le dije a la señora… No podemos dejar de comunicarnos, Cárcamo. Bueno, ahora me voy a ver a la señora, para explicarle. Voy a pedir disculpas… pero, Cárcamo, te repito que tenemos que estar comunicados, siempre.

Mi café ya estaba listo y el breve intercambio telefónico al que acaba de asistir, para mí significativo (no por el tema en sí, sino su riqueza conceptual, basada en la sensatez), no ameritaba el más mínimo comentario de mi parte, no sólo por tratarse de una cuestión que si bien me involucraba (soy el responsable de lo que hagan ellos, bien o mal) éste correspondía a los actores y había transcurrido sin exabruptos, gritos o excesos de cualquier índole. Simplemente dos personas que forman parte de una organización estaban resolviendo un problema o en todo caso enfrentándolo, a partir de un pequeño error nacido en el olvido de una cuestión que con claridad absoluta e inteligencia natural, Fredy había definido: la comunicación es imprescindible, trabajamos en equipo, juntos.

¿A qué viene esta mínima historia? Bien, en mi opinión -lamentablemente- es frecuente observar en nuestra sociedad reacciones o conductas negativas ante la presencia de los “Fredys” o los “Cárcamos”, sin ponderar ni diferenciar la paja del trigo, sólo porque son diferentes.

No son blancos sino más bien “café con leche”, no pronuncian el idioma como nosotros, sus costumbres difieren de las nuestras, no se destacan por ilustres diplomas colgados en la pared de sus despachos. No han recibido demasiada instrucción, sin embargo parece ser que les sobra educación, y a los hechos relatados me remito. Ellos son diferentes. ¿Diferentes a qué o a quién? Y si esto hubiese pasado en Bolivia, o Chile, ¿quién sería diferente? ¿Y si todos nosotros nos encontráramos en Burundi, haciendo vaya uno a saber qué obra?
No han sido pocas las ocasiones en las que he visto (y sufrido) la falta de sentido común, la inexistencia de espíritu de equipo, de serenidad o ponderación frente al conflicto o un problema, en situaciones en las que los protagonistas no sólo no eran diferentes, sino más bien “demasiado iguales".

En otras palabras, aunque se proclame reiteradamente, nos cuesta aceptar al diferente; no comprendemos –me parece- el valor de lo diverso y encima, ante el miedo que nos causa lo desconocido o lo que no se nos parece, las reacciones tienden al rechazo y la violencia, no necesariamente física, que la hay y de sobra.

Sin embargo esto podría ser totalmente distinto, toda vez que no estamos hablando de otra cosa que de la construcción cultural.

En su novela Baudolino*, Humberto Eco (ver aquí) nos regala un pasaje (capítulo 29) que creo vale la pena reproducir, al menos parcialmente, en el que me parece se plasma este concepto.

(…) Cuando el ser se paró delante de ellos, vieron que su único pie tenía un tamaño por lo menos doble al del pie humano, pero bien formado, con uña cuadradas y cinco dedos que parecían todos dedos gordos, toscos y robustos.
En lo demás, el ser tenía la altura de un niño de diez o doce años, es decir, llegaba a la cintura de uno de ellos, tenía la cabeza bien hecha, con cortos cabellos amarillentos hirsutos en la cabeza, dos ojos redondos de buey afectuoso, una nariz pequeña y redondita, una boca ancha que le llegaba casi a las orejas, y que descubría, en lo que indudablemente era una sonrisa, una bella y robusta dentadura (…) era un esciápodo (…) El esciápodo siguió sonriendo, levantó ambas manos uniéndolas encima de la cabeza en señal de saludo y, erguido como una estatua sobre su único pie, dijo más o menos: Aleichen sabi, Iani kalá bensor.
-Esta es una lengua que nunca he oído –dijo Baudolino. Luego, dirigiéndose a él en griego-: ¿Qué lengua estás hablando?
El esciápodo contestó en un griego muy suyo:
-Yo no sabe que lengua hablaba. Yo creía vosotros extranjeros y hablaba lengua inventada como lengua de extranjeros.
(…) Al cabo de pocos instantes, los helechos se abrieron y apareció otro ser. Era completamente distinto del esciápodo, y por otra parte, al oír nombrar a un blemia, nuestros amigos se esperaban ver lo que lo que vieron. La criatura, con sus hombros anchísimos y, por consiguiente, muy achaparrado, pero con la cintura fina, tenía dos piernas cortas y pelosas y no tenía cabeza, ni, por tanto, cuello. En el pecho, donde los hombres tienen los pezones, se abrían dos ojos rasgados, vivacísimos; debajo de una ligera hinchazón con dos fosas nasales, se abría una especia de agujero circular, pero muy dúctil, de manera que cuando se puso a hablar adoptaba formas distintas, según los sonidos que emitía.
(…) -El llega antes que nosotros –dijo Gavagai
[el esciápodo]-. Blemias no corre como esciápodos, pero siempre mejor que animales lentísimos que vosotros va encima. ¿Qué es ellos?
-Caballos-dijo Baudolino, recordando que en el reino del Preste no nacían.
-¿Cómo es caballos? –preguntó el esciápodo curioso.
-Como estos –contestó el poeta-, exactamente iguales.
-Yo da gracias. Vosotros hombres poderosos, que van con animales iguales a caballos.
-Pero ahora escucha. Te acabo de oír decir que los esciápodos no son amigos de los blemias. ¿No pertenecen al reino o a la provincia?
-Oh no, ellos como nosotros es siervos del Presbyter, y como ellos los poncios, los pigmeos, los gigantes, los panocios, los sinlengua, los nubios, los eunucos y los sátiros-que-no-se-ve-jamás. Todos buen cristiano y siervo fiel del Diácono y del Presbyter.
-¿No sois amigos porque sois distintos? –preguntó el Poeta.
-¿Cómo dice tú distintos?
-Bueno, en el sentido de que tú eres distinto de nosotros y…
-¿Por qué yo distinto de vosotros?
-¡Pero santísimo Dios! –dijo el Poeta-, ¡para empezar, tienes una sola pierna! ¡Nosotros y el blemia tenemos dos!
-También vosotros y blemia si levanta una pierna tiene solamente una.
-¡Pero tú no tienes otra que bajar!
-¿Por qué yo debe bajar una pierna que no tiene? ¿Acaso tiene que bajar tú una tercera pierna que no tiene?
Se entrometió conciliador el Boidi:
-Escucha, Gavagai, admitirás que el blemia no tiene cabeza.
-¿Cómo no tiene cabeza? Tiene ojos, nariz, boca, habla, come. ¿Cómo hace tú eso si no tiene cabeza?
-¿Pero tú no has notado nunca que no tiene cuello, y después del cuello esa cosa redonda que tú también tienes sobre el cuello y él no?
-¿Qué quiere decir notado?
-¡Visto, dado cuenta, que tú sabes qué!
-Quizá tú dice que él no es todo igual a yo, que mi madre no puede confundir él con yo. Pero también tú no es igual a este otro amigo tuyo porque él tiene marca en la mejilla y tú no la tiene. Y tu amigo es distinto de ese negro como uno de los Magos, y él es distinto de ese otro con barba negra de rabino.


No creo que haya un solo argentino que niegue que el Tango es una de las músicas que caracterizan e identifican a nuestro país. En una memorable introducción que Ernesto Sábato (ver aquí) escribió para la obra de Horacio Salas (ver aquí), El Tango**, se puede leer lo siguiente:

Carlos Ibarguren (ver aquí) afirma que el tango no es argentino, que es simplemente un producto híbrido del arrabal porteño. Esta afirmación no define correctamente al tango, pero lo define bien a Carlos Ibarguren. Es claro: tan doloroso fue para el gringo soportar el rencor del criollo, como para éste ver a su patria invadida por gente extraña, entrando a saco en su territorio y haciendo a menudo lo que André Guide dice que la gente hace en los hoteles: limpiándose los zapatos con las cortinas. Pero los sentimientos genuinos no son una garantía de razonamientos genuinos, sino más bien un motivo de cuarentena; un marido engañado no es la persona en mejores condiciones para juzgar los méritos del amante de su mujer. Cuando Ibarguren sostiene que el tango no es argentino y sí un mero producto del mestizaje está diciendo una considerable parte de la verdad, pero está deformando el resto por la (justificada) pasión que lo perturba. Porque si es cierto que el tango es un producto del hibridaje, es falso que no sea argentino; ya que, para bien o para mal, no hay pueblos platónicamente puros, y la Argentina de hoy es el resultado (muchas veces calamitoso, eso es verdad) de sucesivas invasiones, empezando por las que llevó a cabo la familia de Carlos Ibarguren, a quien, qué duda cabe, los Cafulcurá deben mirar como a un intruso, y cuyas opiniones deben considerar como típicas de un pampeano improvisado.

Termino, por ahora, toda vez que este tema merece ser desarrollado –la diversidad o si se prefiere, el rechazo a lo diferente- con dos acotaciones. La primera no es otra cosa que reiterar la admiración que tengo por la prosa de Sábato, siempre tan explícita, sin que sobre una palabra.
La segunda es un pequeño chisme. Tanto Fredy como don Cárcamo tienen familia e hijos. Estos son argentinos.

* Umberto Eco, Baudolino, Editorial Lumen S.A., Barcelona, 2001.
** Horacio Salas, El Tango, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 2004.