2/2/08

¿Diferentes?


Estábamos en uno más de los intensos días que se viven en una PyME argentina, en este caso la mía, que se dedica a construir edificios… o lo que venga, toda vez que creo que hay un concepto superador del que abona la resolución mágica de los conflictos y/o necesidades que se presentan en la vida, muy propio del Estado Provincial (aclaro que me refiero a Tierra del Fuego, aunque infiero que este fenómeno debe replicarse en otras geografías) que es muy sencillo: trabajo es trabajo y si no trabajamos, no comemos.
En medio del trasiego cotidiano me corro hasta la cocina para prepararme el eterno café de las oficinas y hacer un pequeño paréntesis intentando, de paso, dar un pequeño aliento a mis jóvenes colaboradores que dado –precisamente- el "fragor" de la jornada, estaban algo alterados.
Fredy, albañil él, un hombre joven de nacionalidad boliviana y a la sazón manager de una treintena de hombres de diverso origen, muchos de ellos connacionales, que diariamente trabajan duramente sin quejas, lo mejor que pueden y con orgullo por lo bien hecho, también andaba por ahí. No es la oficina su escenario pero se ve que el muchacho también necesitaba lo mismo que yo: un minuto de paz.

-Hola Fredy.
-Hola don Francisco.

Suficiente diálogo. Cada uno en lo suyo, cada cual con su café, mate o lo que fuere.
De pronto suena el teléfono celular de Fredy, instrumento que utilizamos para interactuar cotidianamente varios de nosotros en la labor que nos toca realizar, dada la naturaleza de la misma.

-Hola… qué necesitás Cárcamo.

Don Cárcamo, chileno él, anda todo el día de aquí para allá comprando insumos, retirando materiales de los distintos transportes; en fin, lleva y trae y, ya que estamos, hace de todo cada vez que hace falta.

-No llegó la bañera.
-¿Cómo que no llegó?, Cárcamo. Vos me dijiste el lunes que estaba en el transporte y yo le dije a la señora que hoy colocábamos la bañera...
-Lo que pasa es que el huevón del transporte se confundió con el número de guía. Era otra carga.
-Pero Cárcamo, ¿por qué no me dijiste que había una equivocación? Te repito que le dije a la señora que hoy colocábamos la bañera…
-Fredy, no puedo hablar por teléfono mientras manejo el camión y… después me olvidé.

A estas alturas debo aclarar que don Cárcamo es un tipo más bueno que el pan, al que no se le pierde ni un clavo, derecho como una vara, razón por la cual imagino su estado de ánimo ante la pregunta de su compañero de trabajo, Fredy, el boliviano.
Pasan unos instantes y el amigo Fredy dice:

-Mirá Cárcamo, es muy importante la comunicación. Si no nos comunicamos no podemos trabajar bien. Fijate, Cárcamo, que vos no me has contado ayer que había una equivocación y yo le dije a la señora… No podemos dejar de comunicarnos, Cárcamo. Bueno, ahora me voy a ver a la señora, para explicarle. Voy a pedir disculpas… pero, Cárcamo, te repito que tenemos que estar comunicados, siempre.

Mi café ya estaba listo y el breve intercambio telefónico al que acaba de asistir, para mí significativo (no por el tema en sí, sino su riqueza conceptual, basada en la sensatez), no ameritaba el más mínimo comentario de mi parte, no sólo por tratarse de una cuestión que si bien me involucraba (soy el responsable de lo que hagan ellos, bien o mal) éste correspondía a los actores y había transcurrido sin exabruptos, gritos o excesos de cualquier índole. Simplemente dos personas que forman parte de una organización estaban resolviendo un problema o en todo caso enfrentándolo, a partir de un pequeño error nacido en el olvido de una cuestión que con claridad absoluta e inteligencia natural, Fredy había definido: la comunicación es imprescindible, trabajamos en equipo, juntos.

¿A qué viene esta mínima historia? Bien, en mi opinión -lamentablemente- es frecuente observar en nuestra sociedad reacciones o conductas negativas ante la presencia de los “Fredys” o los “Cárcamos”, sin ponderar ni diferenciar la paja del trigo, sólo porque son diferentes.

No son blancos sino más bien “café con leche”, no pronuncian el idioma como nosotros, sus costumbres difieren de las nuestras, no se destacan por ilustres diplomas colgados en la pared de sus despachos. No han recibido demasiada instrucción, sin embargo parece ser que les sobra educación, y a los hechos relatados me remito. Ellos son diferentes. ¿Diferentes a qué o a quién? Y si esto hubiese pasado en Bolivia, o Chile, ¿quién sería diferente? ¿Y si todos nosotros nos encontráramos en Burundi, haciendo vaya uno a saber qué obra?
No han sido pocas las ocasiones en las que he visto (y sufrido) la falta de sentido común, la inexistencia de espíritu de equipo, de serenidad o ponderación frente al conflicto o un problema, en situaciones en las que los protagonistas no sólo no eran diferentes, sino más bien “demasiado iguales".

En otras palabras, aunque se proclame reiteradamente, nos cuesta aceptar al diferente; no comprendemos –me parece- el valor de lo diverso y encima, ante el miedo que nos causa lo desconocido o lo que no se nos parece, las reacciones tienden al rechazo y la violencia, no necesariamente física, que la hay y de sobra.

Sin embargo esto podría ser totalmente distinto, toda vez que no estamos hablando de otra cosa que de la construcción cultural.

En su novela Baudolino*, Humberto Eco (ver aquí) nos regala un pasaje (capítulo 29) que creo vale la pena reproducir, al menos parcialmente, en el que me parece se plasma este concepto.

(…) Cuando el ser se paró delante de ellos, vieron que su único pie tenía un tamaño por lo menos doble al del pie humano, pero bien formado, con uña cuadradas y cinco dedos que parecían todos dedos gordos, toscos y robustos.
En lo demás, el ser tenía la altura de un niño de diez o doce años, es decir, llegaba a la cintura de uno de ellos, tenía la cabeza bien hecha, con cortos cabellos amarillentos hirsutos en la cabeza, dos ojos redondos de buey afectuoso, una nariz pequeña y redondita, una boca ancha que le llegaba casi a las orejas, y que descubría, en lo que indudablemente era una sonrisa, una bella y robusta dentadura (…) era un esciápodo (…) El esciápodo siguió sonriendo, levantó ambas manos uniéndolas encima de la cabeza en señal de saludo y, erguido como una estatua sobre su único pie, dijo más o menos: Aleichen sabi, Iani kalá bensor.
-Esta es una lengua que nunca he oído –dijo Baudolino. Luego, dirigiéndose a él en griego-: ¿Qué lengua estás hablando?
El esciápodo contestó en un griego muy suyo:
-Yo no sabe que lengua hablaba. Yo creía vosotros extranjeros y hablaba lengua inventada como lengua de extranjeros.
(…) Al cabo de pocos instantes, los helechos se abrieron y apareció otro ser. Era completamente distinto del esciápodo, y por otra parte, al oír nombrar a un blemia, nuestros amigos se esperaban ver lo que lo que vieron. La criatura, con sus hombros anchísimos y, por consiguiente, muy achaparrado, pero con la cintura fina, tenía dos piernas cortas y pelosas y no tenía cabeza, ni, por tanto, cuello. En el pecho, donde los hombres tienen los pezones, se abrían dos ojos rasgados, vivacísimos; debajo de una ligera hinchazón con dos fosas nasales, se abría una especia de agujero circular, pero muy dúctil, de manera que cuando se puso a hablar adoptaba formas distintas, según los sonidos que emitía.
(…) -El llega antes que nosotros –dijo Gavagai
[el esciápodo]-. Blemias no corre como esciápodos, pero siempre mejor que animales lentísimos que vosotros va encima. ¿Qué es ellos?
-Caballos-dijo Baudolino, recordando que en el reino del Preste no nacían.
-¿Cómo es caballos? –preguntó el esciápodo curioso.
-Como estos –contestó el poeta-, exactamente iguales.
-Yo da gracias. Vosotros hombres poderosos, que van con animales iguales a caballos.
-Pero ahora escucha. Te acabo de oír decir que los esciápodos no son amigos de los blemias. ¿No pertenecen al reino o a la provincia?
-Oh no, ellos como nosotros es siervos del Presbyter, y como ellos los poncios, los pigmeos, los gigantes, los panocios, los sinlengua, los nubios, los eunucos y los sátiros-que-no-se-ve-jamás. Todos buen cristiano y siervo fiel del Diácono y del Presbyter.
-¿No sois amigos porque sois distintos? –preguntó el Poeta.
-¿Cómo dice tú distintos?
-Bueno, en el sentido de que tú eres distinto de nosotros y…
-¿Por qué yo distinto de vosotros?
-¡Pero santísimo Dios! –dijo el Poeta-, ¡para empezar, tienes una sola pierna! ¡Nosotros y el blemia tenemos dos!
-También vosotros y blemia si levanta una pierna tiene solamente una.
-¡Pero tú no tienes otra que bajar!
-¿Por qué yo debe bajar una pierna que no tiene? ¿Acaso tiene que bajar tú una tercera pierna que no tiene?
Se entrometió conciliador el Boidi:
-Escucha, Gavagai, admitirás que el blemia no tiene cabeza.
-¿Cómo no tiene cabeza? Tiene ojos, nariz, boca, habla, come. ¿Cómo hace tú eso si no tiene cabeza?
-¿Pero tú no has notado nunca que no tiene cuello, y después del cuello esa cosa redonda que tú también tienes sobre el cuello y él no?
-¿Qué quiere decir notado?
-¡Visto, dado cuenta, que tú sabes qué!
-Quizá tú dice que él no es todo igual a yo, que mi madre no puede confundir él con yo. Pero también tú no es igual a este otro amigo tuyo porque él tiene marca en la mejilla y tú no la tiene. Y tu amigo es distinto de ese negro como uno de los Magos, y él es distinto de ese otro con barba negra de rabino.


No creo que haya un solo argentino que niegue que el Tango es una de las músicas que caracterizan e identifican a nuestro país. En una memorable introducción que Ernesto Sábato (ver aquí) escribió para la obra de Horacio Salas (ver aquí), El Tango**, se puede leer lo siguiente:

Carlos Ibarguren (ver aquí) afirma que el tango no es argentino, que es simplemente un producto híbrido del arrabal porteño. Esta afirmación no define correctamente al tango, pero lo define bien a Carlos Ibarguren. Es claro: tan doloroso fue para el gringo soportar el rencor del criollo, como para éste ver a su patria invadida por gente extraña, entrando a saco en su territorio y haciendo a menudo lo que André Guide dice que la gente hace en los hoteles: limpiándose los zapatos con las cortinas. Pero los sentimientos genuinos no son una garantía de razonamientos genuinos, sino más bien un motivo de cuarentena; un marido engañado no es la persona en mejores condiciones para juzgar los méritos del amante de su mujer. Cuando Ibarguren sostiene que el tango no es argentino y sí un mero producto del mestizaje está diciendo una considerable parte de la verdad, pero está deformando el resto por la (justificada) pasión que lo perturba. Porque si es cierto que el tango es un producto del hibridaje, es falso que no sea argentino; ya que, para bien o para mal, no hay pueblos platónicamente puros, y la Argentina de hoy es el resultado (muchas veces calamitoso, eso es verdad) de sucesivas invasiones, empezando por las que llevó a cabo la familia de Carlos Ibarguren, a quien, qué duda cabe, los Cafulcurá deben mirar como a un intruso, y cuyas opiniones deben considerar como típicas de un pampeano improvisado.

Termino, por ahora, toda vez que este tema merece ser desarrollado –la diversidad o si se prefiere, el rechazo a lo diferente- con dos acotaciones. La primera no es otra cosa que reiterar la admiración que tengo por la prosa de Sábato, siempre tan explícita, sin que sobre una palabra.
La segunda es un pequeño chisme. Tanto Fredy como don Cárcamo tienen familia e hijos. Estos son argentinos.

* Umberto Eco, Baudolino, Editorial Lumen S.A., Barcelona, 2001.
** Horacio Salas, El Tango, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 2004.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pienso que la pregunta es: ¿Qué es diferente? y si alguien puede responderla, cosa que dudo mucho es ¿porqué es diferente? También el que responde estas preguntas es diferente a otros miles, así que puede atenerse a sus respuestas. La discriminación, sea de la índole que sea, es una de las formas de pensamiento y, en muchos casos, una de las peores y más irracionales conductas que un sr humano puede tener. Me gustó el artículo. Besos,

Anónimo dijo...

Profe Arqueros!!! Navegando en un dia sin mucha inspiracion encontre su blog, cosa que me sorprendio mucho porque nunca imagine que ud pudiese tener uno.

Leer este articulo me hizo acordar a sus"divertidas" clases jajajaj


Ojala este ud muy bien, realmente cono dije recien me trajo la añoranza de la secundaria...


Muchos Saludos!!!

Vanina Godoy
prom 2006

francisco javier arqueros dijo...

Vanina: Un placer encontrarte. Vos viste, el mundo es un pañuelo.
Espero que te haya gustado este pequeño espacio. Te mando un gran abrazo.