17/2/08

Asociación Ilícita

"Distancia encajonada por las altas fachadas entre las que parece flotar una neblina de carbón. A lo largo de las cornisas, verticalmente con las molduras, contramarcos fosforescentes, perpendiculares azules, horizontales amarillas, oblicuas moradas. Incandescencia de gases de aire líquido y corrientes de alta frecuencia. Tranvías amarillos que rechinan en las curvas sin lubrificar. Ómnibus verdes trepidan sordamente lienzos de afirmados y cimientos. Por encima de las terrazas, plafón de cielo sucio, borroso, a lo lejos rectángulos anaranjados en fondos de tinieblas. La luna muestra su borde de plato amarillo, cortado por cables de corriente eléctrica." (1)

Este es el párrafo inicial del cuento Noche Terrible, escrito por Roberto Arlt. Lo releí días atrás, mientras jugueteaba sin rumbo específico con el libro Cuentos Completos, una edición a cargo de Ricardo Piglia y Omar Borré , que atesoro en mi biblioteca, ejemplo de desorden expansivo, como el carácter de su dueño, o sea yo.

Además de refrescar la atrapante precisión fotográfica en la descripción de imágenes y escenas que caracteriza a la prosa de Arlt, se dispararon en mi cabeza algunas asociaciones, no sé si válidas. En todo caso mías.
Pensé en Niebla del Riachuelo, obra de Enrique Cadícamo (letra) y Juan Carlos Cobián (música) que data del año 1937, interpretada por la voz del Cigala y el piano de Bebo. Un gitano y un cubano. En realidad Bebo y otros cubanos, ya que los músicos son, además de los citados, Javier Colina en el contrabajo y Federico Britos en el violín; ambos cubanos, como el Bebo (“Bebo” Valdés, para ser más precisos), todos ellos -junto a otros más- plasmados en el notable disco Lágrimas Negras, en 2003, grabado entre septiembre y diciembre de 2002 en la muy castiza Madrid. (2)

“Niebla del Riachuelo/amarrado al recuerdo/yo sigo esperando…”

Pensé en un blues de Manal y en la peculiar voz de Javier Martínez. Uno que habla de adoquines húmedos en la Boca o Barracas, no identifico ahora el tema, su nombre. Estoy seguro que no se trata de Avellaneda Blues o Avenida Rivadavia (temazos, por cierto). Es otro, ya me voy a reencontrar con él. Mis amigos, los amantes del vinilo, seguramente me ayudarán.

Pensé en Nueva York (ñiúyorqui) y, era obvio, recordé a Edward Hopper, un artista que “…logró plasmar en su arte esa sensibilidad particular del siglo XX en Estados Unidos, que se caracteriza por el aislamiento, la soledad y la melancolía.”

Posiblemente su obra más famosa es, Los halcones de la noche, pintura que data de 1.942. Si no es la más famosa no importa demasiado. Ella me atrapa y creo tiene que ver con lo que intento relatar.

En el torrente de asociaciones tuve la urgencia de buscar este cuadro –acto instintivo en mí- en el también desordenado archivo de imágenes digitales que guardo para echar mano de ellas a la hora de preparar alguna de mis clases, en las que mis estudiantes –jóvenes deliciosamente inimputables, absolutamente amados, encarnación profunda del futuro- suelen extender sabia y saludablemente sus horas de sueño, esas que tanto necesitan en su crecimiento adolescente.

Ante la imagen de Hopper me viene a la cabeza un sonido especial, parecido a la música de fondo de las primeras series de T.V. de detectives rudos, a lo Mike Hammer, el mítico personaje creado por Frank Morrison Spillane (1918-2006), que interpretara el actor Darren McGavin y, más tarde recreara Stacy Keach.

No es tan casual la asociación, por cierto. Spillane publicó la novela I The Jury en 1946, en la que aparece el personaje de Hammer, un solitario halcón, como los solitarios personajes del cuadro de Hopper que allí están, en silencio, enfrascados en sus pensamientos, rumiando su melancolía, esperando a su presa, aunque curiosamente dispuestos a ser domesticados. Son halcones... Son seres humanos.

Abusando del material disponible en You Tube sugiero ver la introducción, en versión Satacy Keach, de este clásico de la T.V. En realidad, sugiero escuchar, más que ver, toda vez que lo que se ve es una pavada. (Hacer click aquí)

Mi tendencia a la reiteración obsesiva de aquellas cosas en las que creo, o creo que creo, hicieron imposible no pensar –mirando la imagen que Hopper nos ha regalado- en los cafetines de Buenos Aires.

No pudo ser de otro modo. Sonó en mi cabeza el clásico Cafetín de Buenos Aires obra de Enrique Santos Discépolo (letra) y de Mariano Mores (música), grabado por primera vez por la orquesta de Osvaldo Fresedo el 20 de julio de 1947. Curioso ¿no? Seguimos en la década del 40, allá en el norte y más acá, por la Reina del Plata.

¿Cómo no recordar, al ver la luz, el color y el tempo -me animo a decir- de la obra de Hopper, aquellos “Café Bar – Billares” que poblaron (y en algunos casos todavía lo hacen) la geografía de Buenos Aires y esa masa urbana entonces en decidida gestación, hoy lastimosamente consolidada; la de los suburbios, el Gran Buenos Aires, que trasegué en mi niñez y primera juventud; aquellos en los que jugué a la pelota mientras miraba a los mayores, los grandes, mostrando sus habilidades en ese otro juego, el billar?

Ni hablar de los locales paradigmáticos como Los 36 Billares, de la Avenida de Mayo, y tantos otros.
Hay mucho escrito sobre ello. (Ver ejemplo) No estoy aquí para inventar la pólvora, mérito asignado a los chinos, me parece. Pero puedo acercar la obra de un plástico argentino, Oscar Sar, interesante por cierto. Te muestro su versión de los 36 Billares, casi a lo Van Gogh hay más.

Cafetín, geografía del aislamiento, la soledad y la melancolía; lugar del encuentro. Cafetín, espacio de los halcones. No han faltado cafetines en nuestra cultura. Allí están, aún hoy, ahora posmodernos.

Esto ya se parece a un tropel de asociaciones ilícitas y pienso que se me ha ido la mano. Sin embargo mi amigo y maestro Roberto Santana me ha enseñado relaciones que nunca hubiera imaginado.

Borges dice, en su cuento El Sur (3) “A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos.” Me parece apropiada la frase. Obsérvese que aquí estoy, intentando simetrías, levemente anacrónicas. Ya ves, Roberto, estoy practicando.

También podría ser que todo esto no sea más que un sueño y estemos detenidos (soñados) en las Ruinas Circulares… (4)


1. Roberto Arlt, Cuentos Completos, edición a cargo de Ricardo Piglia y Omar Borré, Espasa Calpe Argentina S.A. / Seix Barral, Buenos Aires, 1996.
2. Bebo & Cigala, Lágrimas Negras, Calle 54 Records S.L., 2003.
3. Jorge Luis Borges, El Sur, Ficciones (1944), Obras Completas, Edición dirigida por Carlos V. Frías, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 1974.
4. Ibid., Las Ruinas Circulares.

2 comentarios:

Mastrocuervo dijo...

Frank:

El post me despertó una asociación con los "Grafodramas" del gran Luis J. Medrano, publicados en "La Nación" que compraba mi viejo en una época (después se pasó a "La Razón" -mi viejo, no Medrano- no sé por qué motivo).

Hay una página web con reproducciones de sus obras, incluyendo los míticos almanaques de Alpargatas.

En más de uno de ellos retrató con precisión magistral esos cafés y billares porteños de los 40s/50s ,de los cuales yo llegué a conocer algunos supérstites, como el Odeón de Plaza Flores.

El sitio está en http://www.luisjmedrano.com/flash.html

Mike

Anónimo dijo...

Hola Francisco, estoy poniéndome al día con la lectura de tu blog...

En relación a estas asociaciones, creo que alguna vez te comenté que lo único que se le podría reprochar a Arlt es que tuviera un toscano en la oreja...

Sin embargo, por encima de su prosa siempre está flotando un espíritu tanguero -o blusero si lo preferís-, algo similar a lo que ocurría en "Rebelde sin causa", que siempre me pareció una peli rockera, aún cuando en en su banda sonora no figurara ni siquiera un modesto "rockabilly"...

Las "asociaciones ilícitas" en el arte deberían adquirir carácter legal, en tanto otras, relacionadas con el "ejercicio ilegal de la política", sufrir el destierro inmediato.

Roberto

P.S. Me dejaste totalmente desorientado con el tema de Manal: siempre recuerdo aquello de: "vía muerta/calle con asfalto siempre destrozado...", o aquellas líneas de indudable belleza: "y los obreros/fumando impacientes/a su trabajo van...". Sin embargo, por más que lo intento no logro hacer pie en "los adoquines de La Boca"...

P.S.1: Miguel: yo también fatigué suelas en las mesas del Odeón de Flores. Aquella pizzería en la planta baja que aún resiste, y la escalera que llevaba a la sala de billar (cerrada hace años)con ese cartel que rezaba: "SE PROHIBE LA ENTRADA A LAS DAMAS" -o algo parecido-.
En ese tiempo ya entraban a tallar los coreanos jugando a tres bandas, en las mesas con las bandas recalentadas por resistencias como las de las planchas...enfrente, las sombras de la Plaza Flores y, al otro lado de la plaza: lo de "Navarrita"...

También intenté con todo éxito, algunas carambolas "toda la vuelta con efecto contrario" en el subsuelo de la Confitería Richmond de la calle Florida y, cuando puedo, intento tirar algún "massé" en "La Academia" de Callao y Corrientes, parado exactamente debajo del cartelito que dice: "PROHIBIDO TIRAR MASSE".

Extraordinario juego: aprendí más de física y de geometría en el Bar del Crespo que en el Colegio Secundario.-