23/5/08

Goya

De todos los pintores de su época, es posible que sea el más cercano a nuestra sensibilidad. Sus imágenes nos son cercanas, no necesitamos ser historiadores ni eruditos para advertir su importancia, puesto que su proximidad la hace evidente. Miramos su obra como algo nuestro, ya que sus óleos, grabados y dibujos –aunque temáticamente distantes- parecen representar nuestro mundo, la actitud que podemos tomar frente a él, los valores que aceptamos y exhibimos, en los que nos fundamentamos.
La visión que tiene el artista aragonés de la guerra es bien distinta al común denominador de la pintura heroica. El no contempla la guerra como el ámbito de una actividad heroica, sino como el ámbito de la crueldad, la tortura, el hambre y la miseria, la violación. Ni siquiera se permite tomar partido por unos u otros.


En la guerra, para Goya, no hay buenos y malos. Hay sólo desgracia, brutalidad, barbarie. No son buenos los españoles que resisten la invasión francesa, tampoco los franceses que difunden las nuevas ideas. Si éstos matan y aniquilan a los patriotas por procedimientos bestiales (la horca, el fusilamiento, la mutilación), los españoles no les van a la zaga: arrastran y golpean a sus invasores hasta que mueren, los empalan y mutilan, tal como se ve en una de las estampas más brutales de Los Desastres de la Guerra, quizás una de las imágenes más violentas de la historia del arte moderno: Esto es peor.
Luego, podemos tener dudas sobre la nacionalidad de este empalado, pero franceses son los mostachos de los mutilados y descuartizados en Grande hazaña.


Goya nos dice que los autores de tanta violencia no son fuerzas cósmicas desatadas, ni fuerzas políticas de carácter universal. Son hombres concretos, en los que podemos reconocernos. Lo hace evitando la distancia que hace de la violencia un espectáculo. La aproxima a nosotros de una manera tan cruel como magistral. Sus escenas no narran secuencias o relatos ordenados, él no construye una historia, sino que compone variaciones sobre temas: las distintas formas de la muerte, la tortura o el hambre. El sentido heroico que en otros artistas posee la muerte se pierde en la obra de Goya, a la vez que la visión distante de la realidad de este tipo de conflictos. Los fusiles casi tocan al que va a ser fusilado, los verdugos acompañan al ahorcado, la empalación o la mutilación son acontecimientos próximos que han perdido cualquier grandeza. Del mismo modo que carecen de ella los cadáveres despojados o los que, víctimas de las enfermedades o el hambre, son trasladados en carretones al cementerio. No hay consuelo sentimental, como no lo hay en términos ideológicos, tampoco estético: la muerte, la guerra, el hambre, no son un espectáculo ni se justifican.


Me permito instalar en el lector la siguiente pregunta: ¿qué es hoy, a su juicio, la guerra, más allá de la catarata de imágenes cinematográficas que los medios de comunicación masiva nos transmiten sobre lo que se supone son guerras justas?

P.D. No te pierdas la oportunidad de recorrer y disfrutar (aunque sea virtualmente) una obra tan fascinante como Los Fusilamientos. Andate al Museo del Prado (aquí) y usá el "zoom".

2 comentarios:

Mastrocuervo dijo...

Formidable post, Francisco. Siempre me llamó la atención esa proximidad de los fusiles a los fusilados en la obra de Goya... Como vos decís, despoja de heroicidad al episodio y, en cambio, creo que lo sitúa en su verdadera dimensión bestial. Aunque quizá "bestial" no sea un término apropiado, porque las bestias no matan a sus semejantes por razones (¿razones? políticas.

Es cierto que el cine y la televisión suelen darle a la guerra un carácter épico injustificado, lo cual es muy frecuente en tantas expresiones de cine patriotero, en especial (pero no exclusivamente) de origen estadounidense.

Lo contrario, también. A mi me impresionó mucho el primer tramo de "Rescatando al soldado Ryan", con las escenas del desembarco en Normandía filmadas desde adentro de los lanchones de asalto.

Volviendo a Goya, el suyo es también un ejemplo enorme de honestidad intelectual.

Abrazo, Miguel

Anónimo dijo...

Mike: El tema da para cortar tela, y mucha. Respecto de las expresiones "heroicas" desde que el tiempo es tiempo allí están. Cito un par: El Condottiero Colleoni (de Verrocchio, fundida por Alessandro Leopardi, Renacimiento Italiano, Venecia), escultura ecuestre que enaltece ya no a un general veneciano sino a un mercenario, que luchaba para la ciudad; El Juramento de los Horacios, cuadro de Jacques Louis David, neoclásico, siglo XVIII y XIX, diría que casi un publicista de la RF y de Napoleón. Que se yo, está lleno.
Lo revolucionario es el punto de vista de Goya y, como muy bien decís, el tipo hace lo que hace desde una honestidad intelectual admirable: él era partidario de los liberales franceses, formaba parte del sector social y político que se oponía al modelo que precedió a la RF. El tipo debe haber sufrido -aunque de buen vivir y mejor diente, amante de las carnes femeninas- Goya ha sido un ser sensible (como artista que fue)que debió sufrir la terrible contradicción de adherir a las ideas liberales francesas y vivir en un país ocupado, justamente por las tropas de Napoleón, en el que el pueblo, es decir la gente común y corriente la liga sin anestesia. Como en toda guerra.
A ver, ¿qué pueden comentar los EE.UU. sobre los efectos de las guerras en las que han estado metidos y siguen metidos? ¿Que pueden comentar los civiles palestinos sobre sus vidas? ¿Y que podemos decir nosotros mismos, con las trágicas experiencias que todos conocemos? La guerra es una sinrazón, y no hay otra interpretación que valga, desde mi humilde punto de vista.