22/6/08

Democracia


La imagen reproduce un obra de Paul Klee. Su nombre: "Caminos Principales, Caminos Laterales". Klee la realizó en 1929, en tiempos de la Bauhaus. Se trata de un óleo sobre tela, de 83 x 67 cm. y hoy pertenece a la colección del Museum Ludwig de la ciudad de Colonia.
Soy admirador de la obra de Klee y me parece oportuno volver sobre esta imagen y, sobre todo, asociarla al significado que le podemos asignar a la hora de hablar de democracia, palabra tantas veces meneada, muchas menos cabalmente aplicada.
Hace poco más de tres meses se desató un conflicto entre el Gobierno Nacional y el conjunto de los productores agropecuarios del país por una cuestión estrictamente económica: la suba -para mí inoportuna- de los impuestos ("retenciones") a la producción de granos, en particular la vedette de estos tiempos, la soja.
No voy a repasar ni relatar lo que ya todos los argentinos sabemos que ha ido pasando y, quien no lo es, bien puede revisar en los innumerables portales periodísticos o de noticias que Internet nos ofrece.
Lo que me importa destacar es que una vez más se repite una lección de oro: frente a las actitudes irreductibles y absolutas de quien tiene en sus manos la responsabilidad de gobernar una nación que se pretende democrática, en representación del pueblo, tarde o temprano éste reacciona, dando la espalda y repudiando a sus gobernantes. Se podrá decir lo que sea y podrán esgrimirse argumentos de todo tipo, lo cierto es que de un conflicto impositivo, las cosas devinieron en múltiples manifestaciones de desagrado, masivas concentraciones, cacerolazos, desabastecimiento, etc.
Es que hubo algo más importante que los impuestos. Se puso en tela de juicio un modo de entender la política, una forma de gobernar que -al parecer- se basa en la existencia de caminos únicos, sin admitir lo que es una verdad a gritos: hay caminos principales y los hay complementarios, y todos ellos nos llevan a destino. Si los diversos caminos son aceptados, combinados, integrados, este destino será el mejor, el que las mayorías esperan.
Se trata -en definitiva- de un modo de vida, de una cultura democrática que rechaza ser avasallada a empellones y aspira a los equilibrios.
Felizmente el instinto de autoconservación de buena parte de la clase política argentina, oficialismo incluido (y también de la dirigencia agropecuaria, que supo dar algunos ejemplos), ha llevado las cosas al plano que nunca debió abandonarse, el Parlamento.
No hay sistema democrático que funcione si la institución legislativa, expresión política de la sociedad, no es actora en las decisiones que norman la vida del conjunto. Y no hablo sólo de los resultados finales que mayorías y minorías electorales pueden producir. Allí deben expresarse, sin excepción, las corrientes de pensamiento de una nación, sean éstas mayorías o minorías; o de otro tipo, producto de la sana y legítima negociación. Porque, para bien de todos, también se han retomado la negociación y el diálogo.
No tengo la menor idea de los resultados finales que presenta el nuevo escenario. Lo que sí creo es que la política ha recuperado un espacio largamente perdido y sus actores tienen una oportunidad inmejorable de estar a la altura de las espectativas del común denominador de los ciudadanos. Creo que debemos saber revalorizar la política, en el más amplio sentido, entendiendo de una vez por todas que en una sociedad que se pretende democrática, nunca hay colores absolutos, sino matices.
Tantos matices como caminos y parcelas nos muestra la obra de Klee. En ellas estaremos quienes pisamos este hermoso suelo, laborando, avanzando más distendidos hacia el cenit del cuadro, curiosamente celeste, blanco y celeste.

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