9/7/08

Anastasio López



Los máximos jerarcas sindicales de extracción peronista acaban de renovar la mesa directiva de la poderosa Confederación General del Trabajo (CGT), central sindical creada por el General Perón.

Finalmente, como esperaba, el señor Hugo Moyano logró el objetivo de ser reelecto como cabeza o “líder” de la organización. Para ello tuvo que pagar sus costos, bastante altos por cierto. Baste citar que han vuelto al primer plano “los gordos”, sempiternos dirigentes gremiales a los que el propio Moyano supo desplazar en su momento. Y eso no es todo, Moyano (y sus principales apoyos políticos), los gordos y demás asociados, se han tenido que bancar que el también singular y eterno dirigente Luis Barrionuevo se escindiera, armando un nucleamiento paralelo y disidente, junto a unos 40 gremios de poco poder. En síntesis, se fracturó la CGT y por más que queda más que claro que la mayor concentración de poder sindical –la conducción oficial agrupa a 143 sindicatos- sigue alojada en la “mesa” que encabeza Moyano, hay dos aspectos que no pueden ser pasados por alto:

a) Esta mesa es compartida, no necesariamente unidireccional y, parece, a muchos de los comensales no los une el amor, sino el espanto.
b) Hay un núcleo disidente –Barrionuevo y sus muchachos- que no tendrá demasiado poder, pero molesta. Digamos que se posiciona un tercero, toda vez que no debemos olvidar la existencia de la CTA, central sindical a la que no le falta entidad, cimentada en gremios que representan actividades estratégicas en un país estatista como el nuestro, tales como buena parte de los docentes, la salud pública, y los empleados del Estado, con un perfil ideológico no necesariamente peronista.

Francamente debo confesar que no tengo la menor idea (o si tengo alguna, no es demasiado importante), de la lógica sindical, sus códigos y contra códigos. Tampoco soy analista político ni pretendo serlo; mucho menos pretendo juzgar acuerdos o desacuerdos que protagonizan dirigentes que no conozco (a excepción de sus incursiones mediáticas), y no me representan. Lo que me ha parecido digno de desgranar es la distribución de cargos, es decir cuotas parte de poder, que ha quedado como resultado de los cabildeos sindicales. Revisemos el detalle publicado por los diarios del día de la fecha.

Como dijimos, el Secretario General es el señor Hugo Moyano, gremio de los camioneros. El Secretario Adjunto (en otras palabras, el número dos, ejerciendo el aliento en la nuca), el señor Juan Belén, del gremio de los metalúrgicos (la históricamente poderosa UOM, que parece querer volver por sus fueros); la UOM le había puesto la proa al amigo Moyano. En otras palabras éste cedió poder; la cabeza ahora es compartida. Hasta aquí vamos fenómeno. Veamos las secretarías, las porciones de la pizza.

Tras nada menos de seis horas de conciliábulos nos encontramos con el señor José Pedraza, cabeza de los ferroviarios como Secretario de Cultura, Ciencia y Técnica. Mmmm…

Luego encontramos a José Daer (sindicato de los empleados de la sanidad) en la Secretaría de Prensa y Comunicación; Oscar Lescano (luz y fuerza, digamos energía eléctrica), en la Secretaría de Vivienda y Turismo. Para rematar, encontramos a inefable Armando Cavalieri (comercio) nada menos que en la Secretaría de Acción Social.

Me pregunto sobre la relación entre la actividad comercial y la acción social y, además, como será ésta bajo el mando de unos de los principales exégetas sindicales del ex presidente Menem, en tiempos que hoy son crudamente objetados por buena parte de la sociedad, especialmente el señor Moyano y su principal referente político, nada menos que ex presidente Néstor Kirchner? ¿Qué tendrá que ver la actividad ferroviaria con la cultura, y qué la sanidad con los aspectos comunicacionales y la prensa?

Hay más perlas. El señor Horacio Ghillini (docentes privados) va a la Secretaría de Estadísticas y Defensa del Consumidor; Gerardo Martínez (obreros de la construcción) a Relaciones Internacionales y Juan José Zanola (bancarios)a Seguridad Social. Yo nunca he podido encontrar la relación entre los bancos y la seguridad social, no imagino que los docentes estén formados para resolver estadísticas y ni soñando relaciono a los nobles albañiles con la política internacional.

En fin, la lista es larga toda vez que la repartija es amplia. No viene al caso seguir detallando tan coherentes designaciones, creo que lo dicho alcanza.

Me voy recordando algunas de las primeras y siempre brillantes creaciones de Les Luthiers, cuando parodiaban a los ya extinguidos noticieros cinematográficos, aquellos que se proyectaban antes de la película central de la función. “…Juran los nuevos ministros (…) cabo segundo Anastasio López, en Educación…” O si se prefiere “…ya el sol se ponía en levante…”

Antes de apagar la luz, en el último instante, pienso: ¿y si me postulo, en mi calidad de arquitecto, para entender el mundo de los cirujanos? Biblias y calefones son lo mismo, Discépolo mediante.

Foto: Diario La Nación, Buenos Aires.

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