30/10/08

Democracia


El 30 de octubre de 1983 ocurrió lo que unos cuantos intuíamos y muchos creyeron que jamás ocurriría. Raúl Alfonsín ganaba las elecciones convocadas por la corporación militar, responsable de uno de los períodos más oscuros y trágicos de nuestra historia, que se batía en retirada, víctima de sus excesos y fracasos. El líder de la U.C.R. se impuso cómodamente sobre su principal adversario, el Dr. Italo Lúder, candidato del Peronismo.
Debo confesar que aún hoy (o quizás, hoy más que nunca) siento un cierto cosquilleo, sincera emoción, al recordar la alegría, el alivio, de la gran mayoría de la sociedad argentina. Volvía la democracia y lo hacía de la mano de un demócrata. A él y no a otros le corresponde el mérito político de haber puesto en marcha las instituciones del país, incluyendo la acción de la Justicia, juicio a las Juntas Militares mediante. Y aclaro bien: juicio a los responsables, no a las instituciones, que son cosas muy diferentes.
Debo confesar también que en esos años seguí fervorosamente al Dr. Alfonsín, milité activamente en la U.C.R. y no fueron pocos los esfuerzos y las esperanzas. Luego, las cosas fueron cambiando ya que hubo muchos aciertos, pero también gruesos errores. No han faltado los días en que me sentí decepcionado.
En lo personal no he modificado demasiado mi pensamiento republicano y democrático, al contrario, no solo lo ratifico sino que creo que éste se ha profundizado. Luego, en cuanto a encontrar el espacio y los líderes con los que identificarse, las cosas se han puesto algo más complejas. Es más, entiendo que necesitamos urgentemente el crecimiento público de mujeres y hombres que encarnen el nuevo cambio, quizás el que nos lleve a buen puerto. Yo creo en la generación joven que se viene, es cuestión de tener un poco de paciencia.
Respecto al Dr. Alfonsín, quien hoy es homenajeado con justicia, entiendo que a la hora del balance histórico serán más significativas "las buenas" que "las malas". El es, ha sido toda la vida, un político. El destino, la historia, la sociedad al fin y al cabo, quisieron que encarnara la profunda necesidad que los argentinos teníamos de vivir en democracia. Ya van 25 años, quizás el período más largo -sin interrupciones- de toda nuestra historia.
Lamentablemente hoy las cosas no son como muchos las imaginamos en aquellos años. Tenemos una deuda con nosotros mismos: la democracia nos debe poder curar, educar, alimentar. Hago votos por los próximos 25 años e invito a que cada uno de nosotros ponga nuestro imperceptible granito de arena para que ya no alcance con las formas cuantitativas, profundizando el cambio cualitativo. ¡Es urgente!

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