26/10/08

Tarde de domingo

Esta tarde tenía pensado poner al día algunos papeles, de esos que se van juntando hasta configurar un enorme y casi inabarcable montículo sobre algún estante u escritorio. Facturas de distintos servicios, cartas, apuntes, borradores, en fin, de todo un poco. No tuve ganas, nuevamente no quise hacerlo (no por nada el montículo ha sido calificado de inabarcable) y probablemente no lo haga ningún domingo. Menos que menos por la tarde.
Esta vez la excusa no ha sido el fútbol. El equipo de mis amores, River Plate, va último y ver el esmero que ponen sus cotizados players en llevar a la práctica las absurdas estrategias que imagina su entrenador dañan alma y razón, al punto tal que hasta nuestros más enconados adversarios comienzan a sentir cierta preocupación, luego de la natural y esperable gastada. En la Argentina no hay Boca sin River y viceversa. En términos físicos diría que lo nuestro lo explica un imán.
Esta vez quien me ha dado la perfecta excusa para evadir la montaña de papeles ha sido Mark Twain.

¿Cómo olvidar lecturas tan significativas de mi niñez y primera juventud? ¿Cómo olvidar a Tom Sawyer, Huckelberry Finn o Príncipe y Mendigo? Imposible.
Por suerte uno no solo apila papeles y no faltan algunos estantes con libros, también en alegre desorden. En él, dí con una selección de cuentos editada en 1975 por Ediciones Orión (Buenos Aires), editora que ni siquiera sé si sigue publicando o, como tantas cosas, se ha perdido entre los vientos de una de las recurrentes crisis a las que estamos acostumbrados los argentinos.
Se trata de una edición económica (las llamaban "de bolsillo"), cosa más que explicable si consideramos que quien esto escribe, por aquellos años, exhibía los siempre vacíos bolsillos de un joven estudiante. Debo decir que ahora ni soy joven ni estudiante y los bolsillos siguen vacíos, crisis mediante, toda vez que estamos en la Argentina y, encima, el mundo se ha vuelto loco.
Lo cierto es que la selección preparada y traducida por Floreal Mazia (1) contiene algunos cuentos que disfruté releer después de tantos años. La Rana del Distrito Calaveras, El Elefante Blanco, El Billete de 1.000.000 de Libras Esterlinas... Son todos muy buenos y ahora, en una segunda lectura, mucho mejores.
Es más, diría que "El Billete..." es una fantástica metáfora y una muy corrosiva descripción de lo que sucede con la economía y las expectativas, al decir de estos turbulentos tiempos antieconómicos pero económicos, en que los ricos y los cercanos al Califato K se quedarán ricos y al resto que Dios lo ampare, que nada nuevo hay bajo el sol.
La historia no es demasiado extensa. Estuve tentado de transcribirla pero, dos minutos más tarde, entré en razones y concluí en que sería "extenso" reproducir el texto completo y, además, hay derechos que deben ser respetados, por más que todo el mundo se copie de todo el mundo, cada vez más alevosamente. Recomiendo a todo el que pueda hacerlo, leer o releer esta historia. Aseguro que vale la pena.
Concluyo con un breve comentario, mejor dicho una pregunta: ¿no es hermoso tomar en las manos un libro, ya gastado, con sus páginas mostrando los rastros de sus lectores y el paso del tiempo? En fin, es domingo. Tarde de domingo.


(1) Admito que no se quien es o ha sido Floreal Mazia. Por curiosidad (quien visita este espacio ya me sabe obsesivamente curioso) intenté encontrar referencias sobre este hombre en la Web. No he encontrado (seguiré buscando) datos específicos de Don Floreal. Lo que si he observado es que parece ser que este hombre ha sido un prolífico traductor (de varios idiomas) en el Buenos Aires en el que los libros no eran extraños objetos y circulaban como el agua de los ríos, pletóricos, como en la Primavera, cuando comienzan los deshielos de las montañas anunciando el renacer de la vida. Si algún amigo puede hacer su aporte, lo agradeceré.

Foto: Gentileza del sitio Web El Poder de la Palabra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Francisco: ¿sabés que me resultaba algo familiar el nombre de Floreal Mazía? creo haberlo visto antes. Me puse a buscar y encontré el link que cuelgo aquí

http://www.infocanuelas.com/Guillermo-Esteban-Etchebehere

Allí se lo destaca como "traductor plurilingüe" e integrante del grupo "Lilulí". Dentro de los sitios en que aparece su nombre, figuran traducciones suyas de obras norteamericanas de la década del 50 -entre otras-, y también la de "Yo, Claudio" en 1979.
Al parecer, el amigo Floreal es un traductor de vasta y dilatada trayectoria. Un abrazo.

Roberto