26/12/08

Enrique Jardiel Poncela


A lo largo de la vida se va madurando como lector. Al menos esto es lo esperable. Releer a Enrique Jardiel Poncela, muchos años después de haberlo descubierto furtivamente en los estantes de la biblioteca de mi padre, siendo todavía un niño que se le daba por leer lo que todavía no debía leer, ha supuesto para mi deleitarme (aún más si cabe) con su excelente prosa, el humor vivo y cáustico, las situaciones disparatadas y un sinnúmero de ocurrencias que sin lugar a dudas fueron en su tiempo revolucionarias.

Ayer, por la tarde, tuve la ocurrencia de buscar –una vez más- por los estantes de mi biblioteca aquel viejo ejemplar de ¡Espérame en Siberia, vida mía! que mucho tiempo después de aquellas incursiones infantiles, nunca del todo confesadas aunque obviamente conocidas, le pedí a mi padre que me regalara, cosa a la que gustoso accedió toda vez que él se quedaba con Amor se escribe sin Hache, la magistral La “tournée” de Dios y la no menos buena Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?

La búsqueda no tuvo éxito. Se ve que –fiel al consejo que el propio Jardiel Poncela daba a sus lectores- la habré prestado y ya nunca volverá a casa, seguirá dando vueltas por ahí, entreteniendo a quien lea tan divertido texto (una parodia a las novelas de aventuras) en el que se relatan las peripecias de Mario Esfarcies, un joven rico a quien se le diagnostica un cáncer. Ante el temor a morir entre los sufrimientos de la enfermedad decide suicidarse, testando en favor de su mejor amigo. Como no tiene valor para quitarse la vida de propia mano, contrata a un asesino que deberá matarlo. El amigo, futuro heredero, aumenta la prima del asesino para que acelere el trámite. Pero resulta que Mario luego decide que no quiere morir y huye, citándose con la mujer amada en Siberia.
La persecución se extiende por diversas ciudades de Europa y, por supuesto, las cosas concluyen de modo inesperado, final que no cuento porque sería de muy mal gusto hacerlo y arruinar el deleite de descubrirlo por si mismo a algún amigo lector.

Admito que, en un primer momento, tuve una cierta sensación de desasosiego. Quería volver a recorrer una vez más esas páginas, insisto, para mí mucho más que buenas. Pero, como diría el Chapulín Colorado, “no contaban con mi astucia”, razón por la cual me puse a hurgar por Internet, a ver que encontraba sobre este prolífico dramaturgo y novelista español (ver breve biografía) capaz de descerrajar, sin que se le moviera un pelo, frases tales como “si vuestra prometida es realmente una santa, llevadla inmediatamente al altar; pero dejadla en él y volveos a casa.”
Encontré de todo un poco. Rescato este sitio (buscar) en el que, entre otras maravillas, es posible “bajar” en formato Word dos de sus obras: Amor se escribe sin Hache y Un marido sin vocación. También un texto de Juan B. Heinink y Robert G. Dickson, Jardiel Poncela en Hollywood: La melodía prohibida. Espero disfruten tanto como yo a este maestro de la literatura moderna española.

Otro si digo: Jardiel Poncela supo andar también por nuestro país, allá por los años treinta. No sólo realizó una gira teatral, sino que adaptó el guión de la película de Francisco Mugica Margarita, Armando y su padre, basada en la obra teatral del propio Jardiel Poncela. Esta película se estrenó en el año 1939 y en ella actuaban, entre otros, Florencio Parravicini, Mecha Ortiz, Ernesto Raquén, María Santos, Carmen Lamas y Pedro Quartucci.
Luego, ya en el año 1962, se filmó Tu y yo somos tres, con la dirección de Rafael Gil y la actuación de Analía Gadé, Alberto de Mendoza, José Luis López Vázquez, Manuel Gómez Buhr y otros.
Los interesados pueden acudir al sitio (aquí) Cinenacional.com. No está nada malo el lugar.


Nota: la imagen que ilustra este post ha sido tomada del sitio web aludido en el texto.

2 comentarios:

Enrique Gallud Jardiel dijo...

Muchas gracias por la referencia elogiosa a mi abuelo.

francisco javier arqueros dijo...

Enrique: quien debe agradecer soy yo, en primer lugar a su abuelo (cuyos libros he disfrutado muchísimo), y luego por la amabilidad de su comentario. Me parece fantástico haber tomado contacto con usted. Estas son las cosas interesantes, me parece, que ocurren cuando uno se mete en trapisondas tales como este humilde blog. Mis saludos.