Siendo niño las cúpulas atrajeron mi atención. Es culpa de Buenos Aires. Por entonces no sabía de Miguel Angel, Borromini, Brunelleschi y tantos más. Ni que hablar de Andrea Pozzo, que logró a fuerza de perspectiva e ilusión óptica una cúpula donde no la hay.
No importa, lo hermoso es la redondez, como el pecho que nos amamantó. No hay forma que pueda superar lo que primero se conoce en la vida. Cúpula, sitio mágico e inquietante. Lugar donde todo podría pasar.
¿Y por qué las cúpulas? ¿Es que no hay sitios mejores en la arquitectura del mundo? Buena pregunta. Yo tengo mi respuesta: allí, en alguna cúpula de Buenos Aires conocí la pasión.
Éramos jóvenes y no nos conocíamos demasiado. Nos unía el ansia de aventura, la necesidad de conocer el amor. Pero las cosas no podrían ocurrir en un triste zaguán, lo nuestro era romanticismo puro, exactamente lo imposible. Todo debía suceder en el contexto de un cuento de Cortázar o una historia de Borges. La vida, que es mucho más simple de lo que generalmente se supone, no podía serlo. La Maga no lo perdonaría. Sin aventura nada valía. Eran tiempos extremos.
Y lo hicimos.
Ya no está aquella cúpula. No está el edificio que la contenía. Hoy hay un prisma de hormigón y vidrio, hotel internacional donde ocurre el amor. No es lo mismo, todo es más funcional, diría que hasta profesional. Con dinero todo se arregla.
Tampoco se de ella y ella no sabe de mi. Fue una vez, la primera vez que conocí realmente el cuerpo de una mujer. Nunca nos volvimos a ver. Apenas un día, es decir un instante.
Tiempo pasado, hermoso recuerdo, aventura. Es Buenos Aires, la culpa de todo la tiene Buenos Aires. Y sus cúpulas.
7/2/09
Todo bien, man. Todo bien...
Uno es lento de reflejos y tarda en darse cuenta de algunas cosas. Me he preguntado (y por ahí hay más de un post al respecto), la razón por la cual venimos sufriendo tantas contradicciones y enfrentamientos entre el conjunto de los productores agropecuarios (chicos, mediamos y grandes) de nuestro país –por definición agropecuario- y nuestras autoridades nacionales. Ni hablar de la producción industrial, empezando por el sector al que pertenezco, la construcción, en el que se han anunciado tres o cuatro veces las mismas obras sin que nunca se realizaran y es más que dudoso que se hagan realidad.
Anoche, en una de las tantas sesiones de anuncios de cosas que no ocurren ni ocurrirán salvo en los informes de la T.V. oficial, medios comprados y expedientes que terminarán en algún húmedo sótano olvidado, con toques ocurrentes y simpáticos de nuestra Presidente (por caso su último chascarrillo, decir que Obama es peronista), vi lo que no había visto: el verde. El jardín del Edén, nuevo escenario de la perorata oficial, sin preguntas y nunca una respuesta. Monólogo desde el poder.
Diría que desde hace ya un tiempo, los anuncios del país borgiano (con perdón del maestro Borges), es decir el que no existe, ficcional, se hacen con un fondo verde, muy adecuado, fresco y campero sin igual. En Olivos llueve aunque no llueva. Es una especie de Versalles de morondanga.
No es que las cosas no funcionen. Somos nosotros, tarados totales, ignorantes sin igual, los que no nos damos cuenta de la fantástica revolución que vive la Argentina.
Como uno es algo duro de entendederas sigue pensando que este asunto de las revoluciones mediáticas, masa mediante, no es muy conducente que digamos. Pero uno es apenas un ciudadano que se resiste a ser simplemente habitante. ¿Gran error u obcecación por no perder los últimos vestigios de dignidad que todavía quedan en nuestra conciencia? Todo un dilema.
Eso sí, alguien debería recordar el destino de Luis XVI y María Antonieta.
No seré yo quien tome la Bastilla. No seremos nosotros, los que nos resistimos a masificarnos. Serán las mismas bestias que hoy alimentan los habitantes del Jardín del Edén trucho.
4/2/09
Una historia intrascendente
Medianoche. Había pasado todo el día y no había una palabra escrita que valiese la pena. “Todo lo que cuenta ya ha sido escrito”, piensa. Pero la duda sigue allí, instalada en su mente. Ella se presenta sibilina, esquiva, lasciva, como toda duda. ¿Y si existiera esa historia, la que nunca ha sido contada? “Mañana sigo… ¿Quién sabe?”
El amanecer se presentó amigable. Silencio, rosas, violetas y celestes entremezclados en un cielo singular. El lago, siempre imponente, estaba en paz, descansando. Es posible que invitara al equívoco, seduciendo al desprevenido, para someterlo luego a sus olas embravecidas a la hora del recurrente viento. Pero no había viento. La Naturaleza estaba en calma, probablemente aún dormida. “Otro día”, se dijo. El deseaba e insistía en escribir una historia jamás contada. La mañana invitaba, sembraba la esperanza. “Podría ser…”
Anduvo un buen rato de aquí para allá. Frases sueltas, ideas anotadas al margen, palabras inútiles que nada decían. “¿Existirá esa historia?” se preguntaba, mientras borraba una vez más unos cuantos archivos de texto a los que no encontraba sentido alguno. “Curioso –se dijo- antes hubiera tirado cuadernos, hojas de papel. Ahora basta con poner un dedo en delete y ¡puff! Desaparecen los intentos fallidos, esos hijos tullidos de los que nadie desea hacerse cargo.”
Debía insistir. Estaba convencido que escribir esta historia -que no salía- era lo único que le restaba hacer para cumplir con su deber. Los árboles e hijos ya habían pasado. Luego podría morir con la tranquilidad de quien ha cumplido, no en paz. A nadie le interesa demasiado morir. Es muy fuerte la incógnita del más allá. En realidad, era un tipo común, uno más en este mundo, probablemente sin las dotes del que sabe contar historias. Además, obsesivo, no percibía su error, toda vez que los mandatos de la vida, suelen y pueden ser otros.
A media mañana el lago seguía imperturbable, liso y tramposo. El viento no aparecía. Las olas y turbulencias del lago, tampoco. Lo curioso era que las nubes desalojaron el cielo, dejando que el sol austral se mostrara en todo su esplendor. Normalmente, es el viento quien empuja nubes o desaloja neblinas. “Día raro”, pensó, mientras salía de su cabaña con ánimo de recorrer la costa pedregosa del Fagnano.
La perrita, guacha y cachorra, se le arrimó buscando una caricia y algo que comer; lo siguió moviendo levemente su cola. Ella tenía sus expectativas, aunque moderadas, más bien tímidas… o temerosas. Sabía del rechazo o el posible cobijo del ocasional paseante, aunque también y muy pronto, había aprendido sobre la soledad. “Podría ser”, pensó ella.
La imagen –si alguien la hubiese captado- se hubiera presentado bucólica, especial para ilustrar alguna publicidad destinada a capturar turistas. Un hombre sentado sobre un tronco frente al lago, a su lado el animal, sumiso y entregado a las caricias del hombre; luz, agua hasta el horizonte enmarcada en un coro silencioso de montañas y el sol dominando la esfera celeste. Ideal.
Sin embargo la realidad era otra: la de la duda. Ninguno de los dos estaba tranquilo, ambos angustiados. Uno por no dar con esa historia, que no era otra que su propia historia; la otra pensando en el momento del abandono. Se estaban perdiendo la felicidad del encuentro.
El amanecer se presentó amigable. Silencio, rosas, violetas y celestes entremezclados en un cielo singular. El lago, siempre imponente, estaba en paz, descansando. Es posible que invitara al equívoco, seduciendo al desprevenido, para someterlo luego a sus olas embravecidas a la hora del recurrente viento. Pero no había viento. La Naturaleza estaba en calma, probablemente aún dormida. “Otro día”, se dijo. El deseaba e insistía en escribir una historia jamás contada. La mañana invitaba, sembraba la esperanza. “Podría ser…”
Anduvo un buen rato de aquí para allá. Frases sueltas, ideas anotadas al margen, palabras inútiles que nada decían. “¿Existirá esa historia?” se preguntaba, mientras borraba una vez más unos cuantos archivos de texto a los que no encontraba sentido alguno. “Curioso –se dijo- antes hubiera tirado cuadernos, hojas de papel. Ahora basta con poner un dedo en delete y ¡puff! Desaparecen los intentos fallidos, esos hijos tullidos de los que nadie desea hacerse cargo.”
Debía insistir. Estaba convencido que escribir esta historia -que no salía- era lo único que le restaba hacer para cumplir con su deber. Los árboles e hijos ya habían pasado. Luego podría morir con la tranquilidad de quien ha cumplido, no en paz. A nadie le interesa demasiado morir. Es muy fuerte la incógnita del más allá. En realidad, era un tipo común, uno más en este mundo, probablemente sin las dotes del que sabe contar historias. Además, obsesivo, no percibía su error, toda vez que los mandatos de la vida, suelen y pueden ser otros.
A media mañana el lago seguía imperturbable, liso y tramposo. El viento no aparecía. Las olas y turbulencias del lago, tampoco. Lo curioso era que las nubes desalojaron el cielo, dejando que el sol austral se mostrara en todo su esplendor. Normalmente, es el viento quien empuja nubes o desaloja neblinas. “Día raro”, pensó, mientras salía de su cabaña con ánimo de recorrer la costa pedregosa del Fagnano.
La perrita, guacha y cachorra, se le arrimó buscando una caricia y algo que comer; lo siguió moviendo levemente su cola. Ella tenía sus expectativas, aunque moderadas, más bien tímidas… o temerosas. Sabía del rechazo o el posible cobijo del ocasional paseante, aunque también y muy pronto, había aprendido sobre la soledad. “Podría ser”, pensó ella.
La imagen –si alguien la hubiese captado- se hubiera presentado bucólica, especial para ilustrar alguna publicidad destinada a capturar turistas. Un hombre sentado sobre un tronco frente al lago, a su lado el animal, sumiso y entregado a las caricias del hombre; luz, agua hasta el horizonte enmarcada en un coro silencioso de montañas y el sol dominando la esfera celeste. Ideal.
Sin embargo la realidad era otra: la de la duda. Ninguno de los dos estaba tranquilo, ambos angustiados. Uno por no dar con esa historia, que no era otra que su propia historia; la otra pensando en el momento del abandono. Se estaban perdiendo la felicidad del encuentro.
3/2/09
Pinocho... Pinocho... Te va a crecer la nariz...
Hace un rato subí un post relacionado con una publicidad oficial, asociada a la crisis que sufre el campo argentino, desde siempre motor de nuestra economía. Se me pasó un detalle y completo aquí el comentario. Observarán ustedes, si ven esta publicidad, imágenes pletóricas, de abundancia, campos verdes y dorados, vacas bien gordas.
En realidad las imágnes de hoy son de este tipo. Así está Carmen de Patagones.
Por su parte el Noroeste de la Provincia de Buenos Aires se ve de este modo.
Esto pasa en la Provincia de Santa Fe.
Y, si no me equivoco, este bucólico paisaje pertenece al campo de la Provincia de Córdoba.
No cabe duda que todo va fenómeno, ¿no creen? Francamente, si yo fuera chacarero, no "estaría molesto", sino algo más que eso...
Nota: Las imágenes aquí reproducidas pertenecen a los sitios Web de los diarios Clarín y La Nación, de Buenos Aires, así como al canal de noticias Canal 26.
En realidad las imágnes de hoy son de este tipo. Así está Carmen de Patagones.
Por su parte el Noroeste de la Provincia de Buenos Aires se ve de este modo.
Esto pasa en la Provincia de Santa Fe.
Y, si no me equivoco, este bucólico paisaje pertenece al campo de la Provincia de Córdoba.
No cabe duda que todo va fenómeno, ¿no creen? Francamente, si yo fuera chacarero, no "estaría molesto", sino algo más que eso...
Nota: Las imágenes aquí reproducidas pertenecen a los sitios Web de los diarios Clarín y La Nación, de Buenos Aires, así como al canal de noticias Canal 26.
Las picardías de Pinocho
Esto que se puede ver aquí es un spot publicitario del Gobierno Nacional, reproducido en la edición digital de hoy del diario La Nación. En él se da cuenta que esta publicidad genera serias molestias a la mayoría de los productores agropecuarios que, además de seguir sufriendo retenciones directas a su producción (el peor de "los impuestos"), tener restricciones a la exportación y un conjunto de dificultades que ya se vienen repitiendo y discutiendo desde hace más de un año, ahora sufren ingentes pérdidas por una sequía extraordinaria.
Lo gracioso del caso, si es que todo esto tiene alguna gracia, es que la "suspensión" de impuestos tiene un costo del 14 % de interés y no es gratis; que probablemente la mayoría no deba pagar ganancias toda vez que han tenido pérdidas; que lo de la "renta presunta" -además de ser un impuesto de lo más extraño- tiene a la larga o a la corta el mismo final que el impuesto a las ganancias y que, en todo caso, lo de los bienes personales no va a mover ningún amperímetro, salvo excepciones, porque es archisabido que más del 50 % de los pedidos de equipamiento, maquinaria, etc. han sido dados de baja, con la consecuente crisis en este importante sector de producción industrial; que la venta de inmuebles ha caido abruptamente, así como la de automotores.
Amén de lo dicho, este tipo de medidas no se dictan por buena voluntad o en un acto gracioso y condescendiente de las autoridades. Hay una Ley de la Nación que así lo estipula, justamente cuando ocurren desastres naturales como la citada sequía.
Tampoco queda muy claro si, en realidad, es necesario aplicar esta medida en la totalidad del país. No lo sé, pero hay regiones -aunque de producciones alternativas y que tienen otro tipo de problemas, los referidos a las denominadas "economías regionales"- que no están afectadas por la sequía, aunque sí por las medidas económicas tomadas por la Secretaría de Comercio.
Me pregunto si en vez de aplicar con picardía política aquella famosa frase de Goebbels "miente, miente, que algo siempre quedará" en publicidades que cuestan un dinero importante, no sería conducente sentarse a dialogar de una vez por todas, pero en serio.
A nadie, absolutamente a nadie, le conviene este tipo de conflictos. Ya tenemos suficientes problemas, creo. Yo, al menos, estoy harto de todo esto.
PD: Me olvidaba de un detalle. Los impuestos suspendidos son coparticipables con los Estados Provinciales. Las retenciones no. Esta recaudación queda en las arcas del Estado Nacional. Mmmm... poco federal el asunto ¿no?
Lo gracioso del caso, si es que todo esto tiene alguna gracia, es que la "suspensión" de impuestos tiene un costo del 14 % de interés y no es gratis; que probablemente la mayoría no deba pagar ganancias toda vez que han tenido pérdidas; que lo de la "renta presunta" -además de ser un impuesto de lo más extraño- tiene a la larga o a la corta el mismo final que el impuesto a las ganancias y que, en todo caso, lo de los bienes personales no va a mover ningún amperímetro, salvo excepciones, porque es archisabido que más del 50 % de los pedidos de equipamiento, maquinaria, etc. han sido dados de baja, con la consecuente crisis en este importante sector de producción industrial; que la venta de inmuebles ha caido abruptamente, así como la de automotores.
Amén de lo dicho, este tipo de medidas no se dictan por buena voluntad o en un acto gracioso y condescendiente de las autoridades. Hay una Ley de la Nación que así lo estipula, justamente cuando ocurren desastres naturales como la citada sequía.
Tampoco queda muy claro si, en realidad, es necesario aplicar esta medida en la totalidad del país. No lo sé, pero hay regiones -aunque de producciones alternativas y que tienen otro tipo de problemas, los referidos a las denominadas "economías regionales"- que no están afectadas por la sequía, aunque sí por las medidas económicas tomadas por la Secretaría de Comercio.
Me pregunto si en vez de aplicar con picardía política aquella famosa frase de Goebbels "miente, miente, que algo siempre quedará" en publicidades que cuestan un dinero importante, no sería conducente sentarse a dialogar de una vez por todas, pero en serio.
A nadie, absolutamente a nadie, le conviene este tipo de conflictos. Ya tenemos suficientes problemas, creo. Yo, al menos, estoy harto de todo esto.
PD: Me olvidaba de un detalle. Los impuestos suspendidos son coparticipables con los Estados Provinciales. Las retenciones no. Esta recaudación queda en las arcas del Estado Nacional. Mmmm... poco federal el asunto ¿no?
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