24/5/09

Hambre



Miguel Hernández ha sido un poeta singular. Cada tanto lo releo. Vale la pena hacerlo. Entre los tantos poemas (puede usted leer varios aquí), que -repito- no me canso de leer, se encuentra "Nanas de la Cebolla", escrito en 1939 desde la cárcel, sabiendo las carencias que su familia pasaba.

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre


Alberto Cortez, un gran músico popular argentino, tuvo la feliz idea de poner música a este poema. El resultado es este, interpretado por Joan Manuel Serrat.



Pero no solo pasaron hambre los españoles en la post guerra civil, en especial aquellos que sufrieron el fascismo. Hay y hubo hambre en todo el mundo, incluyendo la República Argentina que, curiosamente, se destaca por ser productora de alimentos.
Yo recuerdo y he vivido (y vivo) como todos los argentinos, hoy por hoy, dictaduras, malos (por no decir otra cosa) gobiernos, intentos bien intencionados aunque insuficientes u "oportunamente" interrumpidos, frustaciones diversas. En fin, un poco de todo. Así y todo -y han pasado cosas muy pesadas por aquí- no registro ninguna guerra civil como la ocurrida en España. Pero hay hambre, cada día más.
Anduve buscando por ahí una explicación, más allá de la que todo argentino conoce, que no es otra que la corrupción y el desparpajo de nuestra clase dirigente (no sólo la política, que para robar hacen falta dos, al menos), y encontré esto. Lo comparto.
Esta información periodística data de 2002. No faltará quien diga que esta situación se ha revertido gracias a la magistral intervención del Sr. K y que, encima, el proceso de recuperación se expande por obra y gracia de la inigualable gestión de la Sra. Vuitton... Perdón, Cristina Fernández, la Presidente.
Bueno, no es cierto. Como tantas cosas en la Argetina, las cifras e índices oficiales son ficcionales, o sea "truchos". Hay hambre en la Argentina, cada día más. Es más, he visto a quien ni siquiera le queda "pan y cebolla" y ha ingerido tierra. Sí, tierra.
¿No será hora de cambiar, de saber lo que pasa, lo que ocurre?

3 comentarios:

Norma Del Buono dijo...

Comparto plenamente lo que dice este post pero me permito hacer una distinción. Me parece que una cosa es la pobreza con todo lo nefasto que esto implica y otra muy distinta es la exclusión, fenómeno cada vez más extendido en nuestro país. La primera remite a estrecheces -comer cebolla para poder amamantar a un niño- la segunda cala mucho más hondo. Sobre todo porque esta última va acompañada de una pérdida total de sentido (sentido de la vida, de futuro, de existencia del otro).
Conozco bien el conurbano bonaerense y puedo asegurar que en sus cordones crece la desesperanza de la exclusión más absoluta. Reconstruir ese tejido social dañado requiere mucho más que inversión y buenas políticas. El deterioro es tal que exige educación no solo de los jóvenes sino de familias disfuncionales enteras. De no revertirse esta situación, los que están fuera de todo marco serán legiones.
Un abrazo.
Norma

ars dijo...

Norma: Comparto totalmente lo que usted expresa. No son pocos los "post" en los que he intentado referirme justamente a esta dramática realidad, aún cometiendo errores o, en todo caso, sin que mi mirada sea la mejor. Aquí ya no hay hambre, hay exclusión y disfuncionalidad social. Muchas gracias por su comentario.

Anónimo dijo...

A veces nos es difícil hablar de un tema porque no tenemos las palabras justas para nominar la realidad a la que nos estamos refiriendo. Creo que en Argentina el fenómeno masivo de exclusión es una categoría novedosa. Remarco la palabra "masivo" porque excluidos siempre hubo pero no con la intensidad que vemos hoy.
Esto trae impactos insospechados: maestros que no saben cómo tratar a alumnos que se sienten muy poco integrados a la escuela; padres que han dado vida a un hijo pero que, emocionalmente, no se sienten padres; habitantes que carecen de toda ley para sentirse ciudadanos y entender que hay derechos y también obligaciones.
Ahí están las raíces de los episodios que muestran los diarios: chicos que les pegan un tiro a otros compañeros, madres que tiran a los recién nacidos a la basura, marginales que, después de robar lo que encuentran, matan a mansalva a la víctima; chicas prostituidas para conseguir dosis letales de paco. En este contexto no hay ley: ni familiar ni social. Una suerte de vale todo, cualquier pulsión busca ser satisfecha de inmediato. No hay borde, no hay margen.
Éste es el territorio hostil que habitamos y es lógico el estupor con que los del lado de acá miran a los excluidos de allá
¿Se tratará, entonces, de construir puentes, arquitecto? ¿O en este dar vueltas en redondo se seguirán profundizando los círculos descendentes del infierno dantesco?
Norma