10/7/09

La importancia de lo feo (segundo intento)

Carlos Fuentes relata: En la primera escena de Un perro andaluz, un joven español llamado Luis Buñuel fuma serenamente un cigarrillo y saca filo a una navaja contra una correa. Observa el cielo nocturno. Una nube pasajera bisecta la luna. Buñuel separa con los dedos los párpados de una mujer que nos está mirando, y mirando cómo la miramos. Buñuel acerca la navaja al ojo abierto y lo rasga de un solo tajo. La visión se derrama. Las visiones se contagian. (1)

Pasen y vean, con paciencia (por más Internet que tengamos), que esto es para verlo y pensarlo un par de veces.



Si no has tenido la paciencia suficiente como ver las imágenes por vos mismo, te paso un sitio donde encontrarás una información suficiente e interesante al respecto. Ver aquí. Pero insisto, tomate tu tiempo y mirá bien esta obra.

En fin, hagas hecho caso o no a mis sugerencias, cuento algunas sensaciones que se me ocurren cada vez que tomo contacto con esta obra paradigmática del universo no real que expresa la vida profunda de la subconsciencia y va más allá de los límites de la razón, espacio generalmente feo, inquietante, pero absolutamente propio. ¿O acaso no convivimos con nuestros propios fantasmas?

Buñuel mismo dijo que “Adoro los sueños, aunque mis sueños sean pesadillas y eso son las más de las veces. Están sembrados de obstáculos que conozco y reconozco. Esta locura por los sueños, que nunca he tratado de explicar, es una de las inclinaciones profundas que me han acercado al surrealismo. Un Chien andalou nació de la convergencia de uno de mis sueños con un sueño de Dalí”.

Cuarenta años después, un viejo español llamado Luis Buñuel me dice, escondido en las profundidades del Café Florian, de espaldas al tumulto veraniego de la Plaza San Marcos con sus siniestras palomas, sus torvos turistas alemanes y sus deprimentes orquestas tocando pot-pourris de My Fair Lady y Un homme et une femme que, "...si se le permitiera, el cine sería el ojo de la libertad. Por el momento, podemos dormir tranquilos. La mirada libre del cine está bien dosificada por el conformismo del público y por los intereses comerciales de los productores. El día que el ojo del cine realmente vea y nos permita ver, el mundo estallará en llamas." (2)

No mucho después, muy poco francamente, al parecer los productores consideraron que era comercialmente interesante abrir en algún sentido, sólo en algún sentido, los ojos. Pudimos profundizar -por si hiciera falta- en el conocimiento de algunas pesadillas, esta vez en pantalla grande y en colores. Pudimos ver Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola.

Otra vez te pido la paciencia necesaria. Este film, a diferencia del experimento de Buñuel y su amigo Salvador Dalí, que apenas alcanza los 16 o 17 minutos, dura unas horas y tiene más de una secuencia memorable. Me costó decidir, porque no puedo olvidarme de aquellos helicópteros y el napalm.

Sin embargo me quedo con la que presento. Salvaje en su resolución, deprimente en cuanto a la explícita exposición del sometimiento de los seres humanos marginados o marginales -aún a su pesar- a la "ley del más fuerte" (sometimiento propio de un estado de violencia e ignoracia, tal como una guerra como la de Viet Nam o, si te gusta la actualidad, la de Fuerte Apache o tantos otros sitios de nuestra Argentina y otras tantas partes del mundo) y, a pesar de todo, esperanzadora. Alguno se pudo salvar y otro volver, que es más dificil. Así y todo ya nadie será feliz. Eso no pasa en el mundo surreal... ¿Surreal?



Nota al margen: ¿Notaron ustedes que tanto Buñuel como Coppola seleccionan para parte de sus respectivas obras música de Wagner? Luego, no deja de resultar interesante la presencia del Tango en la obra de Buñuel, que data de 1929. ¿Somos los argentinos un tanto surreales o simplemente es la magia del Tango? Buena pregunta ¿no?

(1) Carlos Fuentes. Actas Surrealistas. Editorial Quadrata, Buenos Aires, 2004.
(2) Ibid.

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