17/10/09

¿Cuándo tomaremos el vino?



Nos mira displicente, casi desafiante, aunque su equilibrio es inestable. El fruto de la vid está haciendo su trabajo. Este dios terrenal, il Bacco de Caravaggio, es un musculoso joven que a pesar del vino, da la impresión de poder incorporarse en cualquier momento y desprenderse del equívoco disfraz que el artista asignó a su modelo, quizás él mismo. Es más, una de sus manos juguetea con el cordón que sujeta la sábana que cubre parcialmente su cuerpo, mostrado lo estrictamente necesario para establecer la fortaleza del personaje. Luego, poco cuesta pensarlo totalmente desnudo y listo para disfrutar los placeres mundanos sin vergüenza alguna.
Pero la imagen, el instante, es clásico. Este dios de rasgos alejados de lo divino se encuentra reclinado como si formara parte de la rutina cotidiana de una de las ricas villas de Pompeya, antes del vómito del Vesubio, aunque en realidad él se encuentra en el palacio romano de un cardenal. Su cabeza es coronada por uvas y hojas de parra. Lo rodean frutas no comestibles (posiblemente una alusión a la fugacidad de las cosas mundanas) y un botellón de un vino aún espumoso, recién servido. La fiesta recién comienza y en ella, el botellón, aparente elemento secundario aunque referencia insustituible, lleva consigo el autorretrato del artista en el destello del juego de luces y sombras que enfatiza lo esférico. (1)



¿En qué quedamos Sr. Michelangelo Merisi? ¿Quién es este ser que nos estás mostrando? ¿Acaso la androginia del sujeto puede interpretarse como atracción de los opuestos, en tanto armonía, propia de lo divino, mientras que Baco -Dios muerto y resucitado- se constituye en el anuncio de la venida y el sacrificio de Cristo, que ofrece el cáliz de la salvación, como esta imagen lo hace? ¿Has hecho una crítica a las contradicciones de tu tiempo? Finalmente, Merisi, ¿quién has sido? Los libros hablan de un tipo complejo, violento, fugitivo, audaz, contradictorio. También de un ser que pudo captar lo divino y traducirlo a lo humano. No es poco, amigo pendenciero.
Pero volvamos a tu Bacco. Manos bastas que sostienen una copa. Biblia y calefón. Cáliz en manos de los descendidos, invitando a sumarse a la fiesta. ¿Y a quién habló Cristo en su sermón de la montaña, sino a los descendidos, los niños, los frágiles? Se impone la pregunta: ¿cuál es la fiesta a la que nos invita este Baco?



Michelangelo Merisi, artista del siglo XVI, genio del Barroco italiano (el más barroco de los barrocos, momento vital y contradictorio) y de todos los tiempos. Tras diez mil (o algo más) años de “civilización” Caravaggio ocupa su sitio entre los elegidos, que no son tantos. Miguel, has sido un grande.

(1) Luego de una trabajo de restauración en el que fueron eliminados barnices y suciedades, se detectó el autorretrato en miniatura de Merisi en el botellón, en lo que se interpreta como un típico juego de "espejos". El artista, al pintar su propio reflejo, manifiesta que allí estuvo para capturar el intante. Interesante ¿no?

2 comentarios:

Palabras como nubes dijo...

Hola, Francisco!
No sé mucho de pintura, casi nada, me atrevo a decir, por eso, esta "mirada" tuya al cuadro me pareció sumamente intersante. Por qué tendrá tantos rasgos femeninos? Hasta en la forma en que toma la copa. Era una característica de la época, o de él en sus trabajos? Lo dicho, no sé casi nada, jajajaja, pero creo que todo sirve para aprender.
Lo del reflejo en el botellón, una perlita!!

Gracias por compartir.
Abrazo
Jeve

ars dijo...

Yo tampoco se nada. Por eso escribo estas cosas, irresponsablemente.