31/12/09

20/10

A todos aquellos que cometen la imprudencia de andar por este espacio les deseo un buen año 2010. Lindo número ¿no? Muchas felicidades y que sean más los encuentros que los desencuentros. Y, por supuesto, gracias, muchas gracias a todos. Que Dios los bendiga.

Paciencia

Los adolescentes (también los más creciditos) de estos tiempos muestran una inveterada resistencia al uso de uno de los más maravillosos inventos de la modernidad: el diccionario. ¿Por qué? Vaya uno a saber, pero los sujetos a los que estaremos sujetos en un mañana no muy lejano, bien que se friegan con tan bello libraco.

Pregunto: ¿no es fascinante conocer el mejor sentido y significado de las palabras? Para mí este es un aspecto excitante, cosa que no es de extrañar: no soy joven, mucho menos adolescente, por más que uno persista –de tanto en tanto- en jugar a serlo.

Hoy me contaba Estela (mi antítesis hegeliana, a la vez que esposa, partícipe principalísima de la síntesis plasmada en mis hijas) que daba vueltas en su cabeza la idea, el concepto que encierra la palabra “paciente”. Maravillosa palabra. También me habló del diccionario (aunque siempre bella, Estela tampoco es una adolescente) y algunas curiosidades que de él emanan.

“Paciente: (Del lat. Patiens, -entis; p. a. de pati, sufrir.) adj. Que sufre trabajos y adversidades sin perturbarse. // fig. Que consiente que su mujer lo ofenda. // com. Persona que padece corporalmente; el enfermo. // m. Fil. Sujeto que recibe la acción del agente.”

Llama la atención esto de que un ser paciente es un sujeto que recibe la acción del agente. ¿Qué agente? ¿El Agente 86 o un "poli" recaudador de pizzas? Luego, para nada sorprende lo del pobre hombre que consiente ser ofendido por su mujer, aunque en estos tiempos deberíamos ampliar el espectro; bien podría tratarse de una pareja homosexual, un trío o un combo a lo Mcdonals, cheesburguer incluido. Advierto estimadas damas que soy un irrecuperable e incorruptible machista, así que nada de andarse con protestas o comentarios fuera de lugar al respecto. Más temprano que tarde las féminas nos horadan. Uno quiere ser Tarzán y ellas te condenan a ser un enano de Blanca Nieves, con un poco de suerte. Hay destinos peores. Al menos podrían dejarnos ser los ratones de la calabaza de la Cenicienta. Viviríamos nuestro momento de gloria, carroza (y Cenicienta, claro está) mediante.

Nunca me gustó que los profesionales de salud lo cataloguen a uno de paciente. Y no soy el único. No hace mucho José, mi amigo y socio en esto de intentar construir en un país en donde prevalece el no hacer o, lisa y llanamente el destruir, bramaba en medio de la sala destinada a los visitantes de los benditos pacientes, luego de una muy compleja operación que casi le cuesta la vida, “yo me voy de este sitio, basta de tratarme como una cosa, yo soy un cliente, les pago, explíquenme qué me pasa”. Está más que claro que mi amigo estaba como estaba, jodido. Sin embargo no le faltaba razón: al ser pacientes, bien que nos meten mano sin mayores explicaciones y uno no puede ni chistar. Es más, por lo general nos regañan ya que hacemos lo mismo que ellos (comemos, fumamos, bebemos, hacemos el amor, etc.) y por lo tanto no cumplimos con un acabado programa de salud. Sólo ellos la pueden pasar bien en esta vida. El resto nos jodemos y somos sus pacientes. No es justo.

Pero la moneda tiene dos caras, al menos las que no han sido acuñadas por quienes nos estafan. Mi antítesis (es decir Estela) bien me señalaba que en esto de esperar un par de horas a que el médico que asignó un turno, un horario al que se debe respetar a como sea, más allá que él nunca lo respetará, toda vez que se toma su tiempo que vale oro mientras que el del paciente poco vale o no cuenta, pudo observar que hay quien disfruta de ser –precisamente- un paciente. El hecho de esperar lo que se tenga que esperar los hace protagonistas. En ese trasiego son, la enfermedad (o su ausencia) los hace existentes. Interesante observación, muy interesante.

Queda, redondeando este ridículo análisis de las definiciones de la Real Academia, quien sufre trabajos y adversidades sin perturbarse. No me la creo. Uno siempre se perturba, la diferencia está en que algunos saben aguantar, esperar, que no es lo mismo. Admito entonces, en honor a la honestidad intelectual, que en este caso no estoy de acuerdo con el mejor libro que existe (luego de la Biblia, claro está), el amado diccionario. Se puede amar y disentir. En mi oscura existencia, me permito amar al diccionario y disentir con él. Con la Biblia mejor no me meto. Solo me falta que Jehová me convierta en puré de hospital, el más insípido de todos.

Dije recién saber aguantar. El aguante, versión elaborada, permisiva, heroica, patética y singular de la paciencia en versión argentina. Los argies sabemos, somos inventores del aguante, que no necesariamente –esto es contradictorio, sepan comprender, soy argentino- implica paciencia. A veces lo del aguante nos lleva a impaciencias tales como los piquetes variopintos, las trágicas escenas violentas que muchos protagonizan en cada encuentro de fútbol que se realice, o en la simple cola o fila de un banco o alguna repartición estatal que, como siempre, no solo funciona muy mal sino que está abarrotada de seres que se permiten el maltrato a quienes pagamos los emolumentos de quienes nos maltratan. El aguante no necesariamente es paciencia, insisto, aunque implica una actitud más que paciente. También es aceptación de los defectos y a la vez, respeto por los rasgos singulares de aquellos a quienes se nos da la gana aguantar.

Más allá de lo dicho y atado al diccionario creo que hay algunas definiciones que deberían ser incorporadas al mamotreto. Por ejemplo: paciente es el maravilloso cartero (VER) creado por Skármeta. También quien espera una palabra amable, apenas un poco de aliento en este mundo cada vez más crispado. Pacientes somos los argentinos, que seguimos esperando tozudamente que los desvaríos de mundos irreales como los de Alicia dejen de ser porque sí. Y también lo son los desamparados, aquellos que por más que se les haya prometido el Reino de los Cielos, bien merecen una mera caricia de nuestra parte, aquí y ahora. Apenas una caricia, que no cuesta nada.

Seamos pacientes. Que el 20/10 nos haga mejores. Podemos ser mejores. Un poquito nomás. Paso a paso…

Feliz año. La paz esté contigo.

30/12/09

Una sonrisa, por favor

Dolores, mi hermana, me envió el texto que a continuación transcribo, en uno de esos mails que saben dar vueltas y vueltas, rebotando como pelota de ping pong. Hace poco ha pasado la Noche Buena y ya se viene el fin de año en esta parte del mundo. Sonriamos un poco. Luego, si ya conoces el texto -se dijo, los mails dan más vueltas que un ovillo- pues te ríes igual.

Expediente regulador de empleo en el Portal de Belén

Mañana quiero empezar a poner el belén en mi casa y, como estoy en crisis, antes de hacerlo he decidido llamar a uno de estos consultores para que me asesore sobre como rentabilizar al máximo el tradicional nacimiento. El resultado ha sido sorprendente, y por eso os lo quiero comentar:

Pastores. Para nadie es un secreto que en todos los belenes hay más pastores que ovejas. Parece absurdo, pero siempre ha sido así. Por supuesto me veo obligado a deshacerme de todos, menos uno. Instalaremos pastores eléctricos (cercas electrificadas) con el fin de controlar a las ovejas y una vez instalado, se plantea la posibilidad de sustituir, en breve, al pastor por un perro con experiencia.

Personajes gremiales. Es sorprendente la cantidad de artesanos que puede haber en un belén: el herrero, el panadero, el de la leña, el carpintero (haciendo una desleal competencia a José que se ha cogido baja paternal), el tendero… Sin embargo es sorprendente ver los pocos clientes que hay. La decisión que hemos tomado es despedir a todos los artesanos, es duro, pero no ha quedado otro remedio. En su lugar hemos contratado a un chino, que en un pequeño comercio fabricará y venderá todos los objetos que vendían los artesanos. Si el chino decide subcontratar 15 menores para sacar el trabajo es un tema en el que no nos debemos meter. Respetamos la autodeterminación y, si hubieran drogas de por medio, no nos damos por enterados.

Posadero. El chino se hará cargo también de la posada. Además, últimamente habían llegado quejas de atención al cliente por parte de José y María. La posada podría funcionar con el sistema de cama caliente.

Lavanderas. Que manía tienen en los belenes con lavar la ropa, con lo fría que debe estar el agua, con tanta nieve en el hemisferio norte. Se suprimen los trabajos de lavanderas, normalmente asumidos por mujeres. Cada uno se lavará su ropa en los ratos libres, potenciando así la equiparación de sexos en cuestión de tareas domésticas.

Angel anunciador. Suprimidos casi todos los pastores, no tiene sentido la figura de un ángel anunciador. Se sustituye por un anuncio luminoso, en donde además podremos anunciar las ofertas del chino.

Castillo de Herodes. A Herodes le mantengo en su puesto, no es que haga mucho, pero manda. No es cuestión de ponerse a despedir directivos.

Soldados, me quedo con dos por razones de seguridad (que bastante calentita está la zona), pero los externalizo. Los contrataré por medio de Prosegur Castillos, para que me presten servicio como guardas de seguridad. Ahorro en costes fijos y gano en flexibilidad.

Paseantes varios. Es sorprendente ver la cantidad de personajes que abundan en un belén sin hacer nada, absolutamente nada. Todos despedidos. Esto lo teníamos que haber hecho hace tiempo.

Paseantes con obsequios. He observado que otro grupo de paseantes, algo menos ociosos, pero no mucho más productivos, se dirige hacia el portal con la más variada cantidad de objetos. Uno con una gallina, otro con una oveja, otro con una cesta, otro con un hatillo. ¿Qué llevará el misterioso personaje del hatillo? Es necesario recurrir a los servicios de inteligencia. Que para esto están. Luego, puesto que todos tienen el mismo destino, organizaremos un servicio de logística, para rentabilizar el proceso. Despediremos a todos los paseantes, uno de ellos se quedará con nosotros por medio de ETT y con ayuda de un animal de carga recogerá las viandas cada tres días y las acercará al portal.

Reyes Magos. Por supuesto con un solo rey es más que suficiente, para llevar el oro, el incienso y la mirra. Eliminamos dos reyes, dos camellos y los pajes. Posiblemente nos quedemos con el rey negro para no ser acusados de racistas, además es posible que quiera trabajar sin que le demos de alta. Tengo que estudiar, también, la posibilidad de dejar tan solo el incienso y vender el oro y la mirra a otra compañía, ya que debemos de reducir al máximo la inversión en regalos de empresa.

Mula y Buey. La única función de estos animales es dar calor. Esta función será desempeñada por una hoguera, que gasta menos combustible. Realizaremos un “assessment center” con los dos animales, y el que lo supere trabajará como animal de carga en el servicio de logística antes citado.

José y María. Está más que demostrado que el trabajo que hacen ambos en el portal puede ser desempeñado por una sola persona. Evitamos dos bajas de maternidad/paternidad y, por razones de paridad, nos quedamos con María. Lamentablemente, tenemos que despedir a José (con lo que había tragado el hombre en esta empresa).

El niño Jesús. A pesar de su juventud tiene mucho potencial; además parece ser que su padre es un pez gordo. Le mantenemos como becario con un sueldo de mierda, hasta que demuestre su valía.

El Belén queda pues de la siguiente forma: Un pastor, con ovejas en un cercado; un chino con un comercio/posada de 24 horas; Herodes y dos guardas subcontratados; un paseante -por ETT- con la mula (o el buey) haciendo repartos; el rey negro (ilegal); María y el niño.

Va a ser más soso que otros años, pero me he ahorrado una pasta.

16/12/09

Paz II

¿Todavía no te has dado cuenta? Es sencillo, la paz está en las coincidencias por sobre las diferencias. No es tan complicado. Basta con amar al semejante, saber que poseemos un alma. La música, para variar, sirve. Vamos con un poquito más de Playing For Change.



Hace no mucho ofrecí en este espacio un atisbo de este proyecto. Ver, si se quiere, el post anterior. Ahora insisto -amén de lo que ya habrás visto, si has tenido la paciencia suficiente- con Grandpa Elliot y su Fannie May, pero en versión cotidiana, callejera. New Orleans... Mirá y escuchá vos mismo.



Paz, amigos. Paz y mucha música. Ella nos acerca.


Otro si digo: la próxima vez que escuches a unos muchachos haciendo buena música en el subterráneo, en la calle, prestá algo más de atención. Salí de tu atormentada rutina, posiblemente alienante. Hay que saber parar, me parece.

9/12/09

Ser un helado

¿Te has pensado helado? Traduzco: sorbete, crema helada, eso que consumimos con placer los días de paseo o, seguramente, los domingos a la hora de dar "la vuelta del perro", gustosamente frío. Gran invento (no se de quién) bien explotado por los itálicos, generalizado en casi todo el mundo, es decir donde aún se come. Hay otros sitios, no lo olvides nunca.

Desde chico sentí una especial atracción por los "cucuruchos". Si hay recipiente más incómodo para degustar un helado es precisamente el consagrado cucurucho. Pero, vamos, que no es lo mismo andar relamiendo por aquí y allá, sin solución de continuidad, que vivir sin el compromiso de la aventura, cucharilla en mano, con el manjar bien atado, sometido, en un miserable vaso plástico. Una cosa es el placer y muy otra la rutina. El cucurucho es la antesala del erotismo.

Hay helados de todo tipo. Alguna vez bastaban la vainilla, la frutilla y el chocolate. Ya no. Todo es diverso, multidiverso diría. Cuando te enfrentás al extenso menú del despacho de tan exquisito e insustituible manjar, entrás en crisis. ¿Melón, frutos del bosque -qué será eso, digo- banana con licor, quinotos al wisky, crema del oriente, crema del cielo, turrón..? Mi Dios, esto es muy dificil. ¿No habrá de crema y chocolate? Y ahí viene la pregunta maldita: ¿qué chocolate? ¿Chocolate suizo, chocolate con almendras, chocolate con higos..? Y dale que va...

"Pero yo sólo quería un helado, estoy de paseo, no deseo pensar. Sólo necesito un helado." Pues no, te tenés que joder y elegir en medio de una diversidad no buscada, que no está mal, pero molesta, toda vez que no es otra cosa que una suerte de dilución de los conceptos, un sinnúmero de ofertas de poco tranco. A ver, si uno sólo quiere un simple helado, chocolate y crema. Ya ni se sabe lo que es la leche.

Yendo a cuestiones algo más filosóficas creo que uno se parece, y mucho, a un helado. Estás allí, supuestamente entero y a la temperatura necesaria, sos todo futuro, una promesa. Sin embargo el calor hace lo suyo y la impericia, por cierto. El consumidor, quien está a tu lado, no sorbetea como corresponde. Te vas derritiendo sin sentido hasta terminar en una suerte de líquido inconvenientemente pegajoso sólo apto para moscas, hasta que la lavandina de los empleados de la empresa de limpieza te lleven puesto. Toda una metáfora. El helado y yo. O me gozas o me pierdo.

Me he sentido un helado muchas veces, por lo general encaramado en el borde de un peligroso cucurucho. No es sencillo, todos los días son jugados a todo o nada. Podés terminár en el piso, derretido, asqueroso, candidato seguro al trapo limpiador de la mugre; o sos el protagonista de un instante de placer, alegría, pura vida. Pero solo un instante ya que la vida es una sucesión de instantes. Yo digo que vale la pena el riesgo. ¿Cuánto vale una sonrisa?

Definitivamente quiero ser helado. Pero de dulce de leche granizado. Nada más glorioso que la empalagosa dulzura del dulce de leche, tamizado con pepitas de amargo cacao. Bien argentino, por cierto. Luego, para que las cosas se pongan interesantes (uno siempre tiene sus costados complejos), agregamos limón. Acidez y frescura, moderando la tibieza amorosa de la dulzura en su máxima expresión.

Sí, ya sé. Soy contradictorio. ¿Y qué? Esto es un juego.

8/12/09

El Puente

Hace unos cuantos años, bastantes, tenía el berretín de cierta militancia política. En ese contexto y en mi condición de supuesto “creativo” (que no lo soy, pero en el país de los ciegos…), tuve la responsabilidad –entre otras- de diseñar y literalmente hacer casi artesanalmente la campaña publicitaria de los candidatos de la fuerza política a la que adhería incondicionalmente. Era joven y muy crédulo. Además no había en ese entonces y en estos lares agencias de publicidad ni tanto lío mediático. Todo era algo más rústico, casi de entrecasa.

Nuestro candidato a Diputado de la Nación era un tipo inexpresivo, bastante inútil diría, para no abundar en detalles que no vienen al caso. ¿Qué hago?, me preguntaba, mientras buscaba algún costado presentable del impresentable. No había caso: el tipo no merituaba para ser Diputado de la Nación, nada menos. Yo lo sabía y me molestaba (mucho) la situación, pero resultaba que en medio de la inveterada “lista sábana” se jugaban destinos importantes y allí estaban muchas personas que no eran impresentables sino todo lo contrario. Es más, estaba –todavía- en juego el sistema democrático, era necesario consolidalo, a pesar de este ingnoto y poco feliz personaje. ¿Error, acierto? No sé. Era otro tiempo. Hoy hubiera hecho otra cosa. Pero hoy, veintitantos años después, cuando con todas sus carencias la Democracia no es discutida en la Argentina.

Volviendo al dilema personal de años atrás, encontré la respuesta en el arte. Sí, esta historia mínima se resolvió gracias al arte y los artistas. Recordé a los muchachos que en la Alemania de las primeras décadas del siglo XX se despacharon con Die Brücke, es decir El Puente. Asocié: expresionismo, somos una alejada isla que necesita expresarse; necesitamos un puente, un puente al país; se supone que un representante en el parlamento lo es. Conclusión: fulano, “un puente al país”. Y resultó. El triste candidato fue elegido. Otra que puente. Hubo un océano entre nostros y la Nación.

Flor de pecado el mío. No se lo recomiendo a nadie. En lo personal, muy poco después, comprendí que estaba en un sitio equivocado. Me fui a casa y ya no volví. Suficiente para mí.

El líder del grupo de artistas expresionistas surgido en Dresde (cuya existencia y obra me "inspiraron"), luego eyectado a Munich, la ciudad que competía de igual a igual con París en esto de las vanguardias del siglo XX, y más tarde a Berlín, se llamó Ernst Ludwing Kirchner (1880-1938). Aclaremos que este hombre nada tiene que ver con el K del presente argentino, para bien del arte, digo.

Kirchner, el artista, nació en Aschaffenburg, en la región de Franconia. En 1901 inició sus estudios de arquitectura (¡caramba! un arquitecto haciendo de las suyas, vaya sorpresa), en la Escuela Técnica Superior de Dresden. En 1907 y luego en 1911 pintó a su amante, Doris Grosse. El último retrato de Doris, fue una suerte de carta de despedida. Se alejó de ella y mudó a Berlín, donde terminó casándose con Erna Schilling, con la que ya hacía un tiempo tenía sus entreveros amorosos. Ahora bien, el cuadro se lo hizo a la amante abandonada. Es para el diván ¿no les parece?

Esta es la pintura en cuestión. Ve por vos mismo. Hoy forma parte de la colección del Museo Ludwing, de Colonia, en Alemania. Cómo fue a parar allí (porque Dresde y Berlín bien poco tienen ver con Colonia) no tengo idea. El arte, como la política, a veces es un simple negocio.

No puedo terminar este relato sin comentar o reflotar algunos de los conceptos más importantes que supieron sostener los muchachos del puente, que no fueron artistas que tuviesen una formación demasiado académica. Lo de ellos, a lo Valkiria, era pura expresión y, sobre todo, actitud revolucionaria, ansia de cambio a como fuera. Me identifico con ellos. Estos tipos supieron hacer lo que había que hacer: buscar un nuevo camino toda vez que lo preexistente, por excelso que fuera, había pasado y no los representaba.

Por lo pronto el citado Kirchner más Bleye, Heckel y Schmidt-Rotluff (todos estudiantes arquitectura… insisto, los arquitectos somos tipos peligrosos), con la suma de Nolde y Pechstein un par de años después, rompieron con el Impresionismo (para mí un final, la expresión del agotamiento del largo proceso iniciado en el Renacimiento, en vez de un principio), emplearon un vocabulario estético muy simplificado, con pocas formas, reducidas a los esencial, cuerpos deformados y espacios reducidos, disueltos, sin perspectiva alguna.

Usaron un colorido apasionado que se condecía con la decisión de conceder al color una nueva relevancia emocional y composicional bajo aspectos estéticos únicamente internos, creando sus obras exclusivamente a base de colores, como supieron hacer los Fauvistas de París. Los muchachos intentaron recuperar el sentimiento, revalorizar la visión subjetiva del artista, intérprete y no copista de la realidad objetiva.

Alguien dijo que lo que hicieron estos hombres era Art Brut, es decir el arte de niños, dementes o salvajes. No sé si serían salvajes, porque niños o dementes no eran. A mi me parecen, insisto, revolucionarios, sentimentalmente alemanes hasta la médula, diría que Nietzscheanos, por más que los nazis los declararon como los artífices del “arte degenerado”, junto a los demás protagonistas de las vanguardias de principio de siglo, apoyándose -curiosamente- en este filósofo que aparece por todas partes en el siglo XX y aún ahora, a partir de las forzadas interpretaciones y especulaciones del Sr. Heidegger, extrañamente rescatado por la izquierda “Nac & Pop”.

Para los cafishios del poder, sin amor



Sí, salame de ocasión. La vida te da sorpresas. Aunque no te lo creas el poder lo tiene la gente y no vos. El que último ríe, se ríe mejor. No serás el último, tenelo por seguro, aunque nos toque tu última y siempre artera puñalada.


PD1: Rubén Blades, un gran artista. Excelente compositor.
PD2: ¿Hay que agregar algo respecto de Willie Colon? Nada, a excepción de que es el personaje de bigotes que se dedica -a esa altura de su carrera- a boludear en escenario. Cuando ya hiciste lo que tenés que hacer estos gustos te están dados. Y bien dados que están. Para eso hiciste lo que has hecho. Per jodere.

3/12/09

Francisquito

Samuel Coleridge dijo alguna vez que "Probablemente todos los misioneros que han ido a regiones en las que sus compatriotas se hallaban ya establecidos (…) han encontrado en ellos a los peores enemigos de su obra de evangelización. En este sentido, las naciones católicas son tan culpables como las protestantes. España, Francia y Portugal son tan culpables como Inglaterra y Holanda".

Francisco de Jaso y Azpilicueta, nacido en Javier, Navarra (cerca de Pamplona), España, canonizado por la iglesia de Roma como San Francisco Javier, bien podría aseverar lo afirmado por el romántico inglés. Sin doblegarse soportó adversidades y grotescos abusos soezmente coloniales durante su incansable trasiego por tierras orientales predicando el Evangelio apoyado, me parece, en tres pilares: su profunda fe, la inspiración de quien fue su compañero de estudios en la Universidad de París, Ignacio de Loyola y su condición de navarro, que no son fáciles de domar los hombres de esas tierras. Es que profesar una fe a ultranza, ser jesuita y encima navarro, es una combinación que merece respeto.

Hoy es 3 de diciembre, fecha en que los católicos recuerdan al hombre que “inspiró” a mi padre para asignar a su tercer hijo, quien esto escribe, el nombre que lleva. Luego, imposible de pasar por alto, está mi abuela Francisca. Menos mal que nací hombre porque el muy tozudo de José, mi padre, me zampaba el nombre de todos modos. Podría imaginarme ser una Francisca pero lo de Javier, Navarra… es algo más complejo. Dios existe: me puso en el género masculino.

¿Y por qué no solo Francisco, papá? Pregunté alguna vez. ¡Joer hombre! ¿Es que no lo entiendes? ¿Cómo podrías llevar tú el nombre de un italiano? Además, hijo, tú eres Quico. Con perdón de la digresión, observarán ustedes la claridad y fluidez de los diálogos hijos-padres o padres-hijos en ciertas épocas, como la de mi niñez. Una putada, dirían los españoles.

Unos años después descubrí el significado de tan rotundas palabras: Pietro di Bernardone, apodado Francisco por su padre –Juan- y nacido en Assisi, es el San Francisco universal, el del amor inagotable.

Más allá de las consideraciones peninsulares (ambas) y los aspectos relacionados con las creencias religiosas que podemos tener o no, debo confesar que mi nombre me gusta y, fuere como haya sido, me encanta ser Francisco Javier. Me gusta llevar el nombre de hombres singulares (el de Navarra y el de Assisi) y me gusta más todavía ser un Javier, aunque no sea navarro, en todo caso hijo de andaluces, Almería para ser más precisos. Ya lo dije alguna vez: "uno es un moro judío que vive con los cristianos."

Me gusta también, y mucho, ser argentino y estoy orgulloso de ser un descendiente más de hombres y mujeres que un día vinieron a estas tierras buscando un destino superador, desgarrados por el desarraigo, pero abiertos a una nueva condición, asociada al arraigo con la tierra que los cobijó. Me gusta que mis viejos hayan decidido que yo fuese argentino. Tipos generosos los peninsulares (ambos).

Lo interesante del caso es que Francisco es un nombre de origen germano que, según el sacrosanto Google (casi un pater familiae de estos tiempos on line), significa “el abanderado”. No hay caso, soy un jodido asociador ilícito (obsesivamente curioso) y se me van ocurriendo algunas cosas. La primera: ¿y a que viene este lío de santos españoles o italianos, si resulta que el nombre es de origen germano? Segunda: vuelvo a los desarraigos y arraigos, esta vez en versión nibelunga, que no son pocos y mucho han dado. Luego: ¿abanderado de qué?

Solo una respuesta: probablemente soy abanderado de las causas perdidas, esas que bien valen una misa.

1/12/09

¡Kapum!

Pregunta: ¿Qué efectos puede producir el manejo irresponsable de la fisión atómica para producir energía?
Respuesta (con letra cercana a lo ininteligible, dificultosa): Yo creo que hay que tener cuidado con esas cosas porque sino… ¡KAPUUUMMM!

Cabe agregar que la onomatopéyica definición ocupaba aproximadamente la mitad, o más, de la hoja (la eterna N° 5 marca “Rivadavia”) utilizada por el estudiante.

Acabo de reproducir, más o menos, el resultado de una breve evaluación escrita ocurrida hace ya unos cuantos años. El autor de la notable respuesta es hoy un joven físico. Y lo bien que ha elegido su carrera, digo. Es un querido amigo de la vida, esos que te cruzás dos o tres veces en tu efímera existencia.

¿La calificación? ¿Qué “nota” pondrían ustedes? Yo opté por un soberano y rotundo ¡muy bueno!, como su respuesta. El discurso vendría después, estaba en juego la idea y ella fue expresada con la claridad que suelen tener los niños y jóvenes, en particular los que gozan de la inocencia que es inherente a ellos, sólo a ellos.

Hoy, repasando el diario, me entero que se estrena un nuevo film catástrofe que anuncia el “fin del mundo” para dentro de muy poco: el merequetengue se anuncia para 2012. El fundamento, que existe, es ni más ni menos que las interpretaciones realizadas por diferentes investigadores (de variada coloratura, aclaremos) del calendario Maya, esa cultura que –catástrofes aparte- deberíamos conocer más. Aseguro, desde mi escaso conocimiento, que la Civilización Maya es apasionante. Después, lo de 2012, no corre por cuenta mía.

No es cuestión de refritar aquí lo que abundantemente se ha publicado por ahí al respecto que, ahora y film mediante, se potenciará en términos hollywoodenses. Simplemente advirtamos que hay quienes predicen (una vez más) un final –caótico, propio del Apocalipsis- y otros una suerte de nuevo comienzo que vendría a ser lo mismo. Me explico: el reverdecer del humanismo más puro, en síntesis con el ser espiritual que nos habita, sería algo así como un tsunami para vastos sistemas que hoy regulan nuestros días. Me muero de risa pensando en varios personajes ante tamaña circunstancia. ¡Ahí va, salame de la Bolsa de Valores; te mando un Donatello! O, ¡cuidado, politicón, se viene un Matisse! Mejor aún, ¡agarrate líder sindical, te mando un Miró, para que no entiendas un carajo!

Lo cierto es que con ¡kapúm! o sin él, en una versión orientada hacia cierta visión New Age, este aparente globo que habitamos está un tanto sobreexigido y, ni hablar de nosotros mismos, los seres que no cejamos en esto de las sobreexigencias. Porque no aprendemos, eso está más que claro. Somos lo suficientemente insensibles y, agregaría, estúpidos, como para no terminar de aprender. Marcel Duchamp y sus amigos del Dadaísmo tenían su parte de razón.

¿Acaso es necesario que todo vuele por los aires para entender que nos afanamos diariamente por lo que, al final, no nos servirá de nada? ¿Es necesario recordar al Avaro que tan bien pintó Molière? Dígame, amigo lector: ¿llevará usted a su tumba el dinero que acopió a costa de aplastar la cabeza de tantos, a golpe de egoísmo (y garrotes varios, aún los invisibles, esos que más duelen) o, peor aún, la indolencia de los hipócritas? ¿Qué queda de una vida? ¿Sancho o Don Quijote? Y eso que el amigo Sancho demostró ser un tipo comprensivo, no merece la comparación en este espacio, es injusta. Espero se interprete lo que deseo expresar, a pesar de Sancho que sigue ligándose los “palos”.

Bicho raro el ser humano. Bicho raro yo mismo, un completo inadaptado.


Nota fuera de lugar: Hace también unos cuantos años tuve el privilegio de andar por territorios mayas, a los que ansío volver. Recuerdo a un niño, que pretendía una propina a cambio de una naranja en la puerta de un cenote, en medio de la selva, un lugar absolutamente maravilloso, al que accedí colgado de una soga. Estábamos en medio de “la nada” en términos occidentales. Producido el intercambio de rigor, aspecto indispensable, le pregunté qué era lo que más deseaba. Me respondió, con su vocecita y un acento entre el español hablado por nuestros hermanos mexicanos y vaya uno a saber que otro dialecto o lengua para mí desconocida, algo que aún hoy da vueltas por mi cabezota: “yo quiero ser mozo en un bar de Cancún”. ¿Algo que agregar? Sí, me dolió el destino.

Homenaje a mi madre (II)

INOCENCIA

Piensa el intelecto,
la razón hilvana
junto al sentimiento,
diferentes credos.
A punta de espada
o tiro de revólver,
de acuerdo a los tiempos,
los defiende el hombre.
Mientras que los niños del mundo,
indefensos,
juegan en las playas
a hacer hoyos en la arena
para llenarlos de mar.


LIBERTAD

Deja que parta el verano
que crezca en tormenta el viento
porque cuando el sol se ausenta,
sustituido por la niebla,
el cielo permanece.
Todo es mudable circunstancia
y tú eres el orfebre de ti,
creador en libertad
de felicidad o muerte.
Cada mañana la flor crece
a un orden obediente
y continua lo establecido.
Pero tú eres el orfebre
que niegas o afirmas libremente.
Tú que no sabes nada
de tí mismo, pobre mortal.

Carmen Arjonilla; Ediciones Rondas; Barcelona, 1978.