1/12/09

¡Kapum!

Pregunta: ¿Qué efectos puede producir el manejo irresponsable de la fisión atómica para producir energía?
Respuesta (con letra cercana a lo ininteligible, dificultosa): Yo creo que hay que tener cuidado con esas cosas porque sino… ¡KAPUUUMMM!

Cabe agregar que la onomatopéyica definición ocupaba aproximadamente la mitad, o más, de la hoja (la eterna N° 5 marca “Rivadavia”) utilizada por el estudiante.

Acabo de reproducir, más o menos, el resultado de una breve evaluación escrita ocurrida hace ya unos cuantos años. El autor de la notable respuesta es hoy un joven físico. Y lo bien que ha elegido su carrera, digo. Es un querido amigo de la vida, esos que te cruzás dos o tres veces en tu efímera existencia.

¿La calificación? ¿Qué “nota” pondrían ustedes? Yo opté por un soberano y rotundo ¡muy bueno!, como su respuesta. El discurso vendría después, estaba en juego la idea y ella fue expresada con la claridad que suelen tener los niños y jóvenes, en particular los que gozan de la inocencia que es inherente a ellos, sólo a ellos.

Hoy, repasando el diario, me entero que se estrena un nuevo film catástrofe que anuncia el “fin del mundo” para dentro de muy poco: el merequetengue se anuncia para 2012. El fundamento, que existe, es ni más ni menos que las interpretaciones realizadas por diferentes investigadores (de variada coloratura, aclaremos) del calendario Maya, esa cultura que –catástrofes aparte- deberíamos conocer más. Aseguro, desde mi escaso conocimiento, que la Civilización Maya es apasionante. Después, lo de 2012, no corre por cuenta mía.

No es cuestión de refritar aquí lo que abundantemente se ha publicado por ahí al respecto que, ahora y film mediante, se potenciará en términos hollywoodenses. Simplemente advirtamos que hay quienes predicen (una vez más) un final –caótico, propio del Apocalipsis- y otros una suerte de nuevo comienzo que vendría a ser lo mismo. Me explico: el reverdecer del humanismo más puro, en síntesis con el ser espiritual que nos habita, sería algo así como un tsunami para vastos sistemas que hoy regulan nuestros días. Me muero de risa pensando en varios personajes ante tamaña circunstancia. ¡Ahí va, salame de la Bolsa de Valores; te mando un Donatello! O, ¡cuidado, politicón, se viene un Matisse! Mejor aún, ¡agarrate líder sindical, te mando un Miró, para que no entiendas un carajo!

Lo cierto es que con ¡kapúm! o sin él, en una versión orientada hacia cierta visión New Age, este aparente globo que habitamos está un tanto sobreexigido y, ni hablar de nosotros mismos, los seres que no cejamos en esto de las sobreexigencias. Porque no aprendemos, eso está más que claro. Somos lo suficientemente insensibles y, agregaría, estúpidos, como para no terminar de aprender. Marcel Duchamp y sus amigos del Dadaísmo tenían su parte de razón.

¿Acaso es necesario que todo vuele por los aires para entender que nos afanamos diariamente por lo que, al final, no nos servirá de nada? ¿Es necesario recordar al Avaro que tan bien pintó Molière? Dígame, amigo lector: ¿llevará usted a su tumba el dinero que acopió a costa de aplastar la cabeza de tantos, a golpe de egoísmo (y garrotes varios, aún los invisibles, esos que más duelen) o, peor aún, la indolencia de los hipócritas? ¿Qué queda de una vida? ¿Sancho o Don Quijote? Y eso que el amigo Sancho demostró ser un tipo comprensivo, no merece la comparación en este espacio, es injusta. Espero se interprete lo que deseo expresar, a pesar de Sancho que sigue ligándose los “palos”.

Bicho raro el ser humano. Bicho raro yo mismo, un completo inadaptado.


Nota fuera de lugar: Hace también unos cuantos años tuve el privilegio de andar por territorios mayas, a los que ansío volver. Recuerdo a un niño, que pretendía una propina a cambio de una naranja en la puerta de un cenote, en medio de la selva, un lugar absolutamente maravilloso, al que accedí colgado de una soga. Estábamos en medio de “la nada” en términos occidentales. Producido el intercambio de rigor, aspecto indispensable, le pregunté qué era lo que más deseaba. Me respondió, con su vocecita y un acento entre el español hablado por nuestros hermanos mexicanos y vaya uno a saber que otro dialecto o lengua para mí desconocida, algo que aún hoy da vueltas por mi cabezota: “yo quiero ser mozo en un bar de Cancún”. ¿Algo que agregar? Sí, me dolió el destino.

3 comentarios:

Palabras como nubes dijo...

Hace ya mucho tiempo que la vida y su extraño sentido del humor me hizo ver que el kapum! puede llegar en el momento menos pensado. Kapumes -si se me permite el plural- de distintos parámetros, por supuesto. Desde ese entonces me dedico a disfrutar (o padecer, porque siempre hay algo) de cuanto pueda, de glorificar mi capacidad de asombro, entre otras cosas, de valorizar lo que no tiene valor material. "La mortaja no tiene bolsillos" decía mi abuela, por suerte no llevaré mucho y lo que es mejor, no he aplastado la cabeza de nadie para llevar lo poco que tenga, dormiré tranquila por toda la eternidad, jajajajaa.
A modo de resumen, no me interesa cuándo llegue el Kapum, no lo estoy esperando, eso sí, que venga, por favor!!! después de que me haya dado el gusto de visitar Giza, es lo único que le pido ;)
Abrazo
Jeve, que no le teme al 2012

ars dijo...

Giza. Ya somos dos los que no os moriremos sin conocerla. No tengo programado desaparecer de "este" mundo sin pisar esa tierra. Digo más, que Dios se espere. Debo vivir Atenas, Constantinopla (bueo, Estambul), Fez y ver las pirámides. Después da lo mismo.

ars dijo...

Esto lo publiqué hace un tiempo, ya no me acuerdo de él. Hoy, en marzo de 2011 digo: Japón. Y sufro.