31/12/09

Paciencia

Los adolescentes (también los más creciditos) de estos tiempos muestran una inveterada resistencia al uso de uno de los más maravillosos inventos de la modernidad: el diccionario. ¿Por qué? Vaya uno a saber, pero los sujetos a los que estaremos sujetos en un mañana no muy lejano, bien que se friegan con tan bello libraco.

Pregunto: ¿no es fascinante conocer el mejor sentido y significado de las palabras? Para mí este es un aspecto excitante, cosa que no es de extrañar: no soy joven, mucho menos adolescente, por más que uno persista –de tanto en tanto- en jugar a serlo.

Hoy me contaba Estela (mi antítesis hegeliana, a la vez que esposa, partícipe principalísima de la síntesis plasmada en mis hijas) que daba vueltas en su cabeza la idea, el concepto que encierra la palabra “paciente”. Maravillosa palabra. También me habló del diccionario (aunque siempre bella, Estela tampoco es una adolescente) y algunas curiosidades que de él emanan.

“Paciente: (Del lat. Patiens, -entis; p. a. de pati, sufrir.) adj. Que sufre trabajos y adversidades sin perturbarse. // fig. Que consiente que su mujer lo ofenda. // com. Persona que padece corporalmente; el enfermo. // m. Fil. Sujeto que recibe la acción del agente.”

Llama la atención esto de que un ser paciente es un sujeto que recibe la acción del agente. ¿Qué agente? ¿El Agente 86 o un "poli" recaudador de pizzas? Luego, para nada sorprende lo del pobre hombre que consiente ser ofendido por su mujer, aunque en estos tiempos deberíamos ampliar el espectro; bien podría tratarse de una pareja homosexual, un trío o un combo a lo Mcdonals, cheesburguer incluido. Advierto estimadas damas que soy un irrecuperable e incorruptible machista, así que nada de andarse con protestas o comentarios fuera de lugar al respecto. Más temprano que tarde las féminas nos horadan. Uno quiere ser Tarzán y ellas te condenan a ser un enano de Blanca Nieves, con un poco de suerte. Hay destinos peores. Al menos podrían dejarnos ser los ratones de la calabaza de la Cenicienta. Viviríamos nuestro momento de gloria, carroza (y Cenicienta, claro está) mediante.

Nunca me gustó que los profesionales de salud lo cataloguen a uno de paciente. Y no soy el único. No hace mucho José, mi amigo y socio en esto de intentar construir en un país en donde prevalece el no hacer o, lisa y llanamente el destruir, bramaba en medio de la sala destinada a los visitantes de los benditos pacientes, luego de una muy compleja operación que casi le cuesta la vida, “yo me voy de este sitio, basta de tratarme como una cosa, yo soy un cliente, les pago, explíquenme qué me pasa”. Está más que claro que mi amigo estaba como estaba, jodido. Sin embargo no le faltaba razón: al ser pacientes, bien que nos meten mano sin mayores explicaciones y uno no puede ni chistar. Es más, por lo general nos regañan ya que hacemos lo mismo que ellos (comemos, fumamos, bebemos, hacemos el amor, etc.) y por lo tanto no cumplimos con un acabado programa de salud. Sólo ellos la pueden pasar bien en esta vida. El resto nos jodemos y somos sus pacientes. No es justo.

Pero la moneda tiene dos caras, al menos las que no han sido acuñadas por quienes nos estafan. Mi antítesis (es decir Estela) bien me señalaba que en esto de esperar un par de horas a que el médico que asignó un turno, un horario al que se debe respetar a como sea, más allá que él nunca lo respetará, toda vez que se toma su tiempo que vale oro mientras que el del paciente poco vale o no cuenta, pudo observar que hay quien disfruta de ser –precisamente- un paciente. El hecho de esperar lo que se tenga que esperar los hace protagonistas. En ese trasiego son, la enfermedad (o su ausencia) los hace existentes. Interesante observación, muy interesante.

Queda, redondeando este ridículo análisis de las definiciones de la Real Academia, quien sufre trabajos y adversidades sin perturbarse. No me la creo. Uno siempre se perturba, la diferencia está en que algunos saben aguantar, esperar, que no es lo mismo. Admito entonces, en honor a la honestidad intelectual, que en este caso no estoy de acuerdo con el mejor libro que existe (luego de la Biblia, claro está), el amado diccionario. Se puede amar y disentir. En mi oscura existencia, me permito amar al diccionario y disentir con él. Con la Biblia mejor no me meto. Solo me falta que Jehová me convierta en puré de hospital, el más insípido de todos.

Dije recién saber aguantar. El aguante, versión elaborada, permisiva, heroica, patética y singular de la paciencia en versión argentina. Los argies sabemos, somos inventores del aguante, que no necesariamente –esto es contradictorio, sepan comprender, soy argentino- implica paciencia. A veces lo del aguante nos lleva a impaciencias tales como los piquetes variopintos, las trágicas escenas violentas que muchos protagonizan en cada encuentro de fútbol que se realice, o en la simple cola o fila de un banco o alguna repartición estatal que, como siempre, no solo funciona muy mal sino que está abarrotada de seres que se permiten el maltrato a quienes pagamos los emolumentos de quienes nos maltratan. El aguante no necesariamente es paciencia, insisto, aunque implica una actitud más que paciente. También es aceptación de los defectos y a la vez, respeto por los rasgos singulares de aquellos a quienes se nos da la gana aguantar.

Más allá de lo dicho y atado al diccionario creo que hay algunas definiciones que deberían ser incorporadas al mamotreto. Por ejemplo: paciente es el maravilloso cartero (VER) creado por Skármeta. También quien espera una palabra amable, apenas un poco de aliento en este mundo cada vez más crispado. Pacientes somos los argentinos, que seguimos esperando tozudamente que los desvaríos de mundos irreales como los de Alicia dejen de ser porque sí. Y también lo son los desamparados, aquellos que por más que se les haya prometido el Reino de los Cielos, bien merecen una mera caricia de nuestra parte, aquí y ahora. Apenas una caricia, que no cuesta nada.

Seamos pacientes. Que el 20/10 nos haga mejores. Podemos ser mejores. Un poquito nomás. Paso a paso…

Feliz año. La paz esté contigo.

1 comentario:

Palabras como nubes dijo...

Mmm... Ser "paciente" me trae la imagen de la espera, insípida como 'el puré de hospital', sin una pizca de asombro siquiera, mmmm... Y si en vez de ser pacientes accionamos de una buena vez? Por pequeña que sea, pero acción.
La tercera acepción según la RAE de la palabra paciente es: m. Gram. Persona que recibe la acción del verbo.
Me quedo con ella, trataré de ser esa clase de paciente, claro que el verbo también yo lo tengo que generar ;)


De los adolescentes y su animaversión por el diccionario ni hablemos!! jajajajajaa

BUEN AÑO!!!

Jeve.