9/12/09

Ser un helado

¿Te has pensado helado? Traduzco: sorbete, crema helada, eso que consumimos con placer los días de paseo o, seguramente, los domingos a la hora de dar "la vuelta del perro", gustosamente frío. Gran invento (no se de quién) bien explotado por los itálicos, generalizado en casi todo el mundo, es decir donde aún se come. Hay otros sitios, no lo olvides nunca.

Desde chico sentí una especial atracción por los "cucuruchos". Si hay recipiente más incómodo para degustar un helado es precisamente el consagrado cucurucho. Pero, vamos, que no es lo mismo andar relamiendo por aquí y allá, sin solución de continuidad, que vivir sin el compromiso de la aventura, cucharilla en mano, con el manjar bien atado, sometido, en un miserable vaso plástico. Una cosa es el placer y muy otra la rutina. El cucurucho es la antesala del erotismo.

Hay helados de todo tipo. Alguna vez bastaban la vainilla, la frutilla y el chocolate. Ya no. Todo es diverso, multidiverso diría. Cuando te enfrentás al extenso menú del despacho de tan exquisito e insustituible manjar, entrás en crisis. ¿Melón, frutos del bosque -qué será eso, digo- banana con licor, quinotos al wisky, crema del oriente, crema del cielo, turrón..? Mi Dios, esto es muy dificil. ¿No habrá de crema y chocolate? Y ahí viene la pregunta maldita: ¿qué chocolate? ¿Chocolate suizo, chocolate con almendras, chocolate con higos..? Y dale que va...

"Pero yo sólo quería un helado, estoy de paseo, no deseo pensar. Sólo necesito un helado." Pues no, te tenés que joder y elegir en medio de una diversidad no buscada, que no está mal, pero molesta, toda vez que no es otra cosa que una suerte de dilución de los conceptos, un sinnúmero de ofertas de poco tranco. A ver, si uno sólo quiere un simple helado, chocolate y crema. Ya ni se sabe lo que es la leche.

Yendo a cuestiones algo más filosóficas creo que uno se parece, y mucho, a un helado. Estás allí, supuestamente entero y a la temperatura necesaria, sos todo futuro, una promesa. Sin embargo el calor hace lo suyo y la impericia, por cierto. El consumidor, quien está a tu lado, no sorbetea como corresponde. Te vas derritiendo sin sentido hasta terminar en una suerte de líquido inconvenientemente pegajoso sólo apto para moscas, hasta que la lavandina de los empleados de la empresa de limpieza te lleven puesto. Toda una metáfora. El helado y yo. O me gozas o me pierdo.

Me he sentido un helado muchas veces, por lo general encaramado en el borde de un peligroso cucurucho. No es sencillo, todos los días son jugados a todo o nada. Podés terminár en el piso, derretido, asqueroso, candidato seguro al trapo limpiador de la mugre; o sos el protagonista de un instante de placer, alegría, pura vida. Pero solo un instante ya que la vida es una sucesión de instantes. Yo digo que vale la pena el riesgo. ¿Cuánto vale una sonrisa?

Definitivamente quiero ser helado. Pero de dulce de leche granizado. Nada más glorioso que la empalagosa dulzura del dulce de leche, tamizado con pepitas de amargo cacao. Bien argentino, por cierto. Luego, para que las cosas se pongan interesantes (uno siempre tiene sus costados complejos), agregamos limón. Acidez y frescura, moderando la tibieza amorosa de la dulzura en su máxima expresión.

Sí, ya sé. Soy contradictorio. ¿Y qué? Esto es un juego.

2 comentarios:

Palabras como nubes dijo...

Jajajajaja, qué analogía! Muy buena, por cierto. Claro que como helado podés terminar en el piso -pululan los inexpertos que se creen con autoridad en cualquier materia- pero también están los que saben cómo se toma un helado sin perder mísera gota.

Si yo fuera un helado sería... Mmmmm.... Sería de pomelo!!! Y de Kinotos al wisky :) Un poco ácida y otro poco dulce, igualita igualita jajajajaja

Abrazo
Jeve.

ars dijo...

Es lindo jugar. No cuesta nada. Eso sí, a mi nadie me mueve del dulce de leche granizado. Jóvenes y demás, abstenerse.