25/2/10

Dos (una historia por entregas) 1.4

Los herederos legales de Don Fortunato decidieron vender una propiedad inmueble que, como todo ser medianamente informado sabe, se vende con todo lo que tenga puesto encima. Vendieron, tenían legítimo derecho a ello y habrán tenido sus razones, que no son de nuestra incumbencia.
Creo sinceramente que, al igual que otros descendientes de familias pioneras, no tenían por aquel entonces (estoy hablando de los comienzos de los años ’90) demasiada conciencia del concepto de patrimonio arquitectónico. No han sido pocas las charlas mantenidas por aquellos años con amigos NyC (1) en las que se evidenciaba el deseo de cambio edilicio de la ciudad, apostando a construcciones modernas. Diría que tal circunstancia era esperable y normal. (2)

Pero también habitábamos este pueblo otros que habíamos decidido construir aquí nuestro hogar hacía ya unos años, que sin tener una acabada dimensión del valor que tiene para cualquier ciudad la preservación de su patrimonio arquitectónico, algo suponíamos al respecto. Además éramos jóvenes y afectos a ciertos desafíos. Por más deterioro que presentara este edificio del pasado, no quisimos que su imagen se perdiera. Se imponía buscarle la vuelta al tornillo.

El plan fue sencillo. Las mejores realizaciones nacen de la sencillez. Bastan el sentido común y la voluntad positiva (comenzando por la buena fe) de los actores, cada cual haciendo su aporte.
Si el comprador no se oponía (no se opuso) era posible que los vendedores donaran al Municipio los restos de la casa (cosa que hicieron) y, si la autoridad municipal –el entonces intendente Mario Daniele- lo aceptaba (aceptó la propuesta), esta repartición pública podía solventar a un muy bajo costo el desarme prolijo y sistémico del edificio, en vez de proceder a su demolición lisa y llana. Este “costo” no era otro que la diferencia entre las horas hombre que insumiría el hecho de desarmar en vez de demoler. Ningún otro costo. Ninguno.

Ya desarmado nuestro edificio y sus restos útiles clasificados y bien guardados, se podría llevar adelante la investigación que permitiera a conocer como había sido originalmente y producir la documentación necesaria para volver a construirlo, especialmente en lo referido a todas aquellas partes que habían desaparecido en el tiempo por obra de diferentes intervenciones. Luego, si las circunstancias lo permitían, se intentaría concretar la obra. Sencillo, decía. Simplemente había que poner manos a la obra. Es lo que hicimos.


(1) Nacidos y Criados.
(2) Humildemente tengo la convicción de que hubo en Ushuaia un antes y un después de la Casa Beban, en lo que valorizar el patrimonio se refiere. Más adelante contaremos algo al respecto.

1 comentario:

Palabras como nubes dijo...

REcién hoy puedo tener respetuoso tiempo para ponerme al día. Sigo.

Jeve.