24/3/10

Dos (una historia por entregas) 1.9

Allí estaba, entonces, el cuerpo herido de la casa, no muerto. A pesar del tiempo, los cambios, el maltrato, ella seguía viva aunque no eran pocos los dispuestos a firmar su certificado de defunción. El punto no era otro que encontrar la terapia adecuada. El problema era, en primer lugar, la falta de recursos y, luego, la escasa información disponible. Sin embargo no faltaban el sentido común (o como suelo definir en mis clases, la teoría del paso a paso), las ganas y, sobre todo la fe. Quienes nos involucramos en esto creímos en el proyecto.

La arquitectura “de chapa y madera” que caracteriza a la región de la Patagonia Austral (incluyendo la que todavía podemos disfrutar en la República de Chile), no es compleja. Nunca podría serlo, toda vez que su esencia no es otra que resolver el hábitat del modo más práctico y sencillo posible, apelando a materiales fáciles de ser trabajados y, sobre todo, de ser transportados. No olvidemos que estos lares no están muy cercanos que digamos a los centros de fabricación y distribución de materiales aptos para la construcción. No sé si lo he dicho por ahí, pero a nadie en su sano juicio se le ocurriría enviar un barco cargado de ladrillos, aunque sí de chapas, molduras, ventanas, puertas, papeles y telas para revestir muros, etc. Es una cara más de lo que algunos definen como “Arquitectura de Ultramar”.


Estos materiales, justamente por ser “livianos” requieren de cuidado y mantenimiento para no degradarse. Luego, en cuanto a la madera, material orgánico (y ancestral, convengamos) es obvio que los cuidados deben extremarse. Pero también presentan una particular ventaja: no es tan complejo proceder al reemplazo de aquellos elementos que se deterioren, en particular si hay –repito el concepto- un mantenimiento adecuado en el tiempo. En nuestro caso este aspecto hacía rato que no había sido atendido y es así que nuestra casa mostraba heridas de extrema gravedad. Pero no había muerto, insisto, y perfectamente podíamos afrontar el asunto.

En mis tiempos de estudiante las circunstancias me pusieron frente a una investigación que me llenó de satisfacciones, en el contexto de la cátedra del Arq. Molina y Vedia, recordado profesor. El tema: la Arquitectura Ferroviaria. No es ningún secreto la historia de los ferrocarriles en nuestro país, como en la India, en países africanos o la mismísima Europa. No se asusten, que esto no es una clase de Historia de la Arquitectura, tranquilos queridos lectores. Sólo cito la experiencia para comentar (si bien ya casi ni trenes tenemos, sabemos lo ocurrido en la Argentina en las dos últimas décadas) que es muy sencillo detectar un conjunto de elementos y componentes de los distintos edificios que configuran el mundo "ferrocarrilero" que se replican y, eventualmente, son combinados de distintas formas a los fines de lograr distintos efectos, o resultados, incluyendo los estrictamente plásticos o, si nos animamos a decirlo, estéticos. ¿Sabían ustedes que la Estación Retiro del ex Ferrocarril Mitre (no conozco su actual denominación; en la actualidad el sólo hecho de acercarme a una estación de trenes me deprime; yo conocí otro mundo), es similar a una de las principales estaciones terminales de la actual República de la India? ¿Qué me cuentan?(1)

Frente a nuestra casa, sin laureles ni diplomas, sólo con las ganas y nuestra fe, apelamos al sentido común: ¿Por qué razón los suecos no iban a aplicar conceptos similares a -por ejemplo- los ingleses o alemanes, a la hora de diseñar, producir y comercializar cierto tipo de edificios destinados a ser erigidos en cualquier parte del mundo? Pura Revolución Industrial, en particular a partir de la segunda mitad del siglo XIX en adelante, hasta que a Ford se le ocurrió lo de famosa “línea de montaje”. Por cierto, ahora que reviso esto y a la distancia, diría que uno hace mucho que viene ejerciendo descaradamente el arte de formular asociaciones ilícitas.

Sin embargo hay un aspecto que no podía ser pasado por alto: no vale “inferir” a la hora de la puesta en valor y/o rescate del patrimonio arquitectónico. No lo digo yo, sino La Carta de Venecia (1964) ICOMOS. Una cosa es asociar y otra ser un chanta.(2)

(1) No es una "amenaza", sino más bien una expresión de deseo. Un día de estos empiezo a despacharme con los trenes y, mejor aún, la infraestructura ferroviaria. Me encanta el tema.

(2) Chanta: "Informal, tramposo". Fuente El Portal del Tango.

2 comentarios:

Palabras como nubes dijo...

Cómo me gusta cuando aprendo de tus posteos, Francisco!
Sí, ya sabemos lo que pasó con la línea férrea, recuerdo la frase fátidica: "ramal que para, ramal que cierra". ïcono de la estupidez y vergüenza nacional, entre otros tantos.
La fotos no podrían ejemplificar más el deterioro encontrado.


Abrazo

Jeve

ars dijo...

Cuando chico, cerquita de mi casa, de paso al Parque de la Cervecería, había un taller o algo por el estilo, en el que se guardaban las viejas locomotoras a vapor del Roca. Pocos recuerdos siguen tan indelebles como mis "investigaciones" infantiles recorriendo a esas bestias de acero, hermosas, mágicas, invitantes a soñar con el viaje nunca concretado.