24/3/10

Dos (una historia por entregas) 2.0

Don Mallón (aymara occidentalizado por la historia, hombre pragmático por cierto, eterna gorra con visera en su testa, camioneta Ford F-100 roja, modelo nosecuantos que todavía conduce), no dejó de mostrar su asombro frente a las consignas que este sujeto le transmitía. “Como diga Arquitecto”, media vuelta, meneo de cabeza… “El pibe enloqueció…”
Pero él, su cuadrilla, moderados y pacientes como todo americano que reconoce raíces que vienen de muy lejos, hacían lo solicitado. Es que para Don Mallón & Cía. lo que estaban haciendo no tenía el menor valor, a excepción de su interesante salario, en este caso doble ya que no demolíamos, sino desarmábamos.

¿Patrimonio? ¿De quién o quiénes? Se puede saber qué le podría importar a un nativo del Altiplano transportado a Ushuaia por fuerza de la necesidad una casa en ruinas de madera que, se suponía, había venido del norte de Europa a estos confines australes. Y, en mi caso, a un hijo de españoles, nacido y criado en las calles de Quilmes, por más arquitecto que fuese.

No me digan que la situación no deja de ser interesante. Para mí lo fue y lo sigue siendo, toda vez que –con los años- he seguido profundizando en este asunto del patrimonio. Hay que saber observar y escuchar. ¿Qué sería o vendría a ser esto de la identidad cultural? Pregunta que los habitantes de Ushuaia deberíamos hacernos más a menudo.

En el embrollo estábamos cuando se nos presentó un tema difícil de resolver: la “torre” o como la bauticé en su momento, el cucurucho.

08:00 A.M. Mallón dice: Mire, Arquitecto, a eso no le podemos dar; va a salir mal.
08:05 A.M. Yo respondo: Mallón, no embrome, ya desarmamos la casa entera, no se me achique.
08:07 A.M. Mallón dice: No Arquitecto, la torre no. Está alta, no tenemos andamios y me parece que si la desarmamos usted no la arma más. Acoto: Mallón sería aymara, pero no sonso, en el fondo comprendía de qué se trataba todo esto o, en todo caso, en el lío que se estaba metiendo su "Arquitecto". Supongo que me quería vivo, con vista a futuras lides.
08:10 A.M. Digo (hacía varios días que pensaba en el asunto y tenía mis severas dudas): Tiene razón, Don Mallón. ¿Qué hacemos?
08:12 A.M. Mallón dice: Traiga una grúa.
08:13 A.M. Pregunto: ¿Grúa?
08:14 A.M. Mallón contesta: Sí.
08:15 A.M. Replico: ¿Se puede saber de dónde carajos saco yo una grúa?
08:16 A.M. Mallón informa: El “Gallego” acaba de traer una para el puerto.
08:17 A.M. Respondo. ¿No me diga? ¿El Gallego?
08:18 A.M. Mallón ratifica: Sí, Arquitecto.
08:22 A.M. Pienso dos minutos y digo: Mallón, que la gente se vaya a su casa. Ordene el predio, limpiemos. Vamos a ver este asunto de la grúa.
08:23 A.M. Mallón (lo infiero) habrá respirado tranquilo. Por ahí llegó a pensar “este está loco pero no tanto”. O no, seguramente siguió convencido que “el Arquitecto” no estaba en sus cabales. Pero él y sus adláteres cobraban en término. Suficiente argumento, supongo, para seguir el juego.

Los “muchachos” limpiaron y pusieron orden (detesto las obras desordenadas, aclaro, es una deformación profesional, casi una obsesión), y partieron a sus casas satisfechos. Cobrarían su salario y ellos se concentrarían en un buen cordero acompañado con papas hervidas, a la boliviana. Fiesta.

Efectivamente había una nueva grúa en Ushuaia. El problema era que no la podíamos pagar. No estaba contemplado este gasto en el presupuesto. Todo un problema. No olvidemos que, si bien se trataba de los inicios de la aventura, esto ya se había convertido en una obra pública y como toda obra de esta naturaleza, estaba sujeta a normas que es imposible no contemplar, si es que se aspira a cumplir con la Ley.

Conclusión: había que convencer al Gallego de la necesidad de hacer un aporte trascendente a la historia de la ciudad. No fue sencillo, admito que cuando le fuimos con el problema lo primero que hizo fue soltar una sonora carcajada. Pero, amigos, la teoría del paso a paso y las bondades de la dialéctica sirven. Al menos en este caso así fue.

Tuvimos la grúa, y sacamos al cucurucho intacto, indemne. Más tarde, trabajado y restaurado, lo pusimos en su sitio y, obviamente, con la misma grúa. Gracias Gallego, estés donde estés. Y gracias amigo Mallón, aunque no lo imagino recorriendo este blog. ¿O sí? vaya uno a saber...

6 comentarios:

S. dijo...

Gracias por esta historia, la estoy disfrutando.

Buena idea la de Mallón y bien por el Gallego!! Me encantó.

Un beso.

ars dijo...

Yo también estoy disfrutando este relato. Gracias.

Palabras como nubes dijo...

El gallego se merece un aplauso! Me encantan los pormenores de este "Dos", Francisco, porque vamos viendo las diferentes historias mínimas, descubriendo otros protagonistas (te fijaste que muchos capítulos tienen el/los suyo/s? Sí, claro que sí, es nada más que una acotación), con en transcurrir de esta historia uno se da cuenta del trabajo que costó y de todos los que aportaron -mucho, poco, menos-

Buenísima la foto del "cucurucho" en el aire!!

Abrazo
Jeve.

ars dijo...

Jeve: las buenas historias son colectivas o, en todo caso, compartidas. Intento desarrollar lo más amenamente que sea posible esta suerte de relato desde un "nos" y no desde el "yo". Tengo claro mi rol y no lo ocultaré, por el contrario. Pero nadie hace nada solo. Por esto me gusta la arquitectura. Diseñar y construir es algo parecido al concierto de una sinfónica. Cada uno pone lo suyo y la obra nos envuelve. Educar es lo mismo. O al menos debería ser así, aunque no siempre ocurra. Nada es perfecto.

Palabras como nubes dijo...

Totalmente de acuerdo, Francisco :)
Excelente comparación!!!!

Abrazo
Jeve.

abulorio dijo...

Diganle al Gallego que la ciudad no lo olvidarán.
Otro sí, a mi también me revientan las obras desordenadas.