22/5/10

Doscientos (22 de mayo, palabras de Passo)


Acababan de enredarse los abogados carlotinos en la trampa preparada por ellos y aprovechada por adversarios más hábiles. Es presumible el enojo de los oficiales de Patricios (Díaz Vélez y otros) que estaban en la plaza, y en esos momentos empezaron a gritar: “¡Junta, Junta!” desde la vereda ancha, como dicen las crónicas. ¡Para eso se había ido al Congreso Vecinal impidiéndose la marcha de las milicias contra el Fuerte!
Castelli, confundido, no atinaba a encontrar la réplica. Según la tradición, Escalada y Rodríguez Peña lo incitaban a hablar, y Passo a su lado le insinuaba al oído un argumento posible. Castelli, entonces, según Mitre, “tomó convulsivamente al Dr. Passo, hombre pequeñísimo de formas, y lo lanzó al medio del recinto”: ¡Doctor Passo, sálvenos!

Passo era un abogado conocido por sus hábiles recursos procesales; el hombre que en ese entonces se necesitaba. A la chicana de Villota contestará con otra. Contaría luego que al empezar apenas si tenía una vaga idea del argumento a desenvolver; empezó con un largo elogio a Villota, mientras pensaba y ordenaba las ideas.

Aceptó la tesis de Villota: los vecinos de Buenos Aires no eran todo el virreinato y por tanto carecían de derecho para resolver una cuestión de interés general. Pero… no siempre se necesita mandato expreso para gestar derechos ajenos. La caída de España era una situación de hecho que no admitía dilatorias, y podían aplicarse por analogía las disposiciones de la gestión de negocios ajenos del derecho común, Así como se presume la voluntad de quien no puede expresarla, por ausente o menor de edad, y se admite que un tercero vele por su derecho sin tener mandato, debía admitirse que Buenos Aires como capital del virreinato –“hermana mayor en ausencia de las menores”- presumiese la voluntad de las otras ciudades y resolviese en gestión de negocios la situación de hecho de la acefalia del gobierno virreinal, sin perjuicio del congreso de todas las ciudades del virreinato para aprobar o desechar después lo realizado por los porteños. “Una prolongada salva de aplausos” rubricó sus palabras salvadoras, mientras en la plaza arreciaban los gritos ¡Abajo Cisneros! Tan inesperada fue la salida de Passo, que desconcertó a los juristas de la audiencia y nadie supo replicarlas. Según López, las lágrimas asomaron a los ojos de Villota.

Rosa, José María. Historia Argentina, Buenos Aires, Editorial Oriente, 1981, tomo II (pp.183-184)

Acerca de José María Rosa (ver aquí)

Nada mejor, en estos entreveros "de salón" que un hábil abogado y un político de raza. Passo lo fue. No sólo ha sido uno de los protagonistas de estos hechos. Su actividad política se extiende más allá de 1816, incluyendo el haber sido uno de los representantes de Buenos Aires en la declaración de la Indeoendencia, en Tucumán, 1816. Lo que llama la atención es el argumento esgrimido, ingenioso por cierto: "una cuestión de negocios". Y algo más: afuera estaban "las bases". Si los carlotinos fracasaban en el debate no tenían futuro político alguno.

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