24/5/10

Doscientos (24 de mayo, inquietud popular)


Leiva había encontrado la mejor solución a su leal saber y entender. Consultó con la clase principal y sana y dio con la fórmula que le pareció perfecta. A la tarde del 24 todos estaban jubilosos; los jefes militares en su totalidad juraron sostener la Junta que a su entender “no dudaban sería de la aceptación del pueblo”. Pero al pueblo no se lo había consultado. Para Leiva no existía; era una masa bulliciosa en los festejos cívicos, que servía para defender la ciudad cuando venían los ingleses, pero no tenía opinión. Un inmenso cuerpo cuya cabeza estaba en la parte principal y sana, a lo menos hasta ese momento. Pero en la tarde del 24, apenas corrió la noticia que “el virrey quedaba”, dio muestras de existir. Empezó a notarse conmoción en los cuarteles. No entre los comandantes que habían jurado sostener la Junta. En los soldados, cabos y sargentos; luego pasó a los oficiales, y de allí llegaría a los jefes: el virrey no podía quedar en el gobierno.

La inquietud se hizo mayor en Patricios; el inquieto Chiclana saldrá de las Temporalidades para asombrar al síndico que recibía plácemes por su fórmula salvadora espetándole la tremenda verdad: “Al pueblo no le acomoda que el virrey queda bajo ningún aspecto.” Cosa tan absurda desconcertó y molestó a Leiva: “El pueblo había depositado su autoridad en el Cabildo y éste había obrado en virtud de ella” y ordenó a Chiclana se fuese a su cuartel “arrestado por impostor”. Eran dos ideas distintas de los que era el pueblo.

Esta vez la gente no fue a la plaza: se dirigió a los cuarteles, sobre todo a las Temporalidades (Perú entre Alsina y Moreno), donde los batallones 1 y 2 de Patricios estaban acuartelados, para incitar la marcha sobre el Fuerte. No habría lucha, porque los granaderos de Terrada que tenían la custodia virreinal, eran también milicianos y criollos. Algo semejante a lo que pasaba en Patricios, ocurría a las mismas horas en Arribeños y Andaluces. A las ocho de la noche un grupo de oficiales patricios fue al Fuerte a advertirle a Saavedra la gravedad de la situación; éste debió desconcertarse y dolerse, pues creyó que el cuerpo le obedecería ciegamente. A la misma hora Castelli es llamado desde la casa de Rodríguez Peña, donde sus amigos le impondrían la situación. Saavedra cree haber dado con el expediente para calmar a los suyos: ¿Si el virrey dejase el mando de las armas? Lo propone a Cisneros, que lo rechaza de plano: prefiere renunciar antes de encontrarse como Sobremonte el 14 de agosto. Vaya y pasen cuatro adjuntos, pero renunciar a la comandancia de las armas, jamás. En ese momento -9 y media de la noche- vuelve Castelli al Fuerte, pues informado de la exaltación de los cuarteles por sus amigos quiere renunciar. Cisneros, según dice López, se puso de pie al saberlo: “¡Pues renunciemos todos ahora mismo!” Castelli tomó la pluma y redactó la dimisión colectiva: “En el primer acto que ejerce esta Junta Gubernativa ha sido informada por dos de sus vocales de la agitación en que se halla el pueblo…” “No, interrumpe Cisneros, ponga usted alguna parte del pueblo”; “Es todo el pueblo, señor”; “Ni usted ni yo lo podemos asegurar”; “Bien… alguna parte del pueblo”. Vuelve a interrumpir Cisneros que dicta: “lo que no puede ni debe ser por muchas razones de la mayor consideración”, que Castelli transcribe a la letra. Lo demás del documento insta la elección de quienes “puedan merecer la confianza del pueblo, supuesto que no la merecen los que constituyen la presente Junta.” Firman y sellan el pliego y lo mandan al cabildo, cuyos titulares ya se habían retirado.

Saavedra y Castelli, ya renunciantes, se retiran. Éste a lo de Rodríguez Peña, aquél al cuartel de Patricios, donde al entrar debe hacer frente a un tumulto. Para calmar a los suyos les dice que ha renunciado conjuntamente con la Junta en pleno. No habrá necesidad de marchar sobre el Fuerte y sacar al virrey y a la Junta como lo querían en las Temporalidades.

Rosa, José María. Historia Argentina, Buenos Aires, Editorial Oriente, 1981, tomo II (pp.190-191)

Acerca de José María Rosa (ver aquí)

No hay comentarios: