30/12/11

Año nuevo, vida cotidiana



“Año Nuevo es la fiesta que celebra el inicio de un nuevo año.”

Esta esclarecedora definición inicia el artículo publicado en WikipediA sobre esta generalizada fiesta, que no es de ahora, dicho sea de paso. Tampoco la única, aunque cierto es que por distintos motivos la mayor parte de este planeta festeja de algún modo el cambio de año según reza el calendario dispuesto por el papa Gregorio XIII tiempos del Renacimiento, allá por el siglo XVI, si no me equivoco.

No tenía en mente formular una crítica a la (para mí) interesante y muy peligrosa WikipediA. Pero no puedo con mi genio. Interesante porque es una herramienta formidable. Y por la misma razón, peligrosa: se pueden construir herramientas formidables que posibiliten la generalización de inexactitudes y/o giros literarios del tenor del señalado, formateando el pensamiento de cientos de millones de seres humanos. Por eso, amigos lectores de este pequeño espacio repito algo que no me he cansado de manifestar a cuanto joven estudiante se cruzara en mi camino: “cuidado con la Wiki.”

Volviendo al Año Nuevo o, mejor dicho, a los Años Nuevos, apenas digo que es bueno esto de festejar lo que está por venir. No conozco civilización, pueblo, cultura, o lo que fuese, que no tenga o haya tenido una celebración en este sentido cosa que, si lo pensamos un poco, es absolutamente lógica. En definitiva los seres humanos tenemos –entre otros- un motor existencial cuyo combustible se compone de esperanzas y expectativas por lo que vendrá, más miedos e incertidumbres por similares razones. La esperanza se festeja, la incertidumbre se conjura. Moraleja: necesitamos una fiesta.

Me voy yendo hacia el nuevo año mientras pienso que si nos ponemos ecuménicos, no faltarán motivos para reiterar festejos y conjuras. Apelando a la información aportada por la WikipediA, paso un calendario que, por las dudas, sugiero verificar.

Africa
Enkutatash, la celebración del Año Nuevo etíope, el 11 de septiembre.
América del Sur
We Tripantu, la celebración del Año Nuevo mapuche, tiene lugar el 24 de junio.
El Año Nuevo Aimara se celebra cada 21 de junio, la época del solsticio, con la llegada del invierno.
Medio Oriente
Rosh Hashanah, la celebración del Año Nuevo judío, suele llevarse a cabo en septiembre.
El Año Nuevo musulmán se celebra el 1 de muharram, cuya fecha correspondiente en el calendario gregoriano varía de año en año puesto que el calendario musulmán es lunar.
Asia Oriental
Losar, celebración del Año Nuevo tibetano, se realiza entre enero y principios de febrero.
Sudeste Asiático
En Tailandia, Camboya, Birmania y Bengala el año nuevo se celebra el 14 de abril.
Tết, celebración del Año Nuevo vietnamita, se celebra junto al Año Nuevo Chino.
Asia del Sur
El Año Nuevo hindú se celebra dos días antes del festival de Diwali, a mediados de noviembre.
Ugadi, celebración del Año Nuevo telugú, se efectúa entre marzo y abril.
Nouruz, celebración del Año Nuevo iraní, se lleva a cabo en el equinoccio de la primavera (21 de marzo, aproximadamente).
Naw-Rúz, la celebración de la Fe bahá'í, se realiza en el equinoccio primaveral (21 de marzo).
Europa
Algunos miembros de la Iglesia ortodoxa, como mantienen el calendario juliano, festejan el Año Nuevo el 14 de enero.
Entre los aborígenes guanches de Tenerife (Canarias, España), el Año Nuevo se celebraba con la recogida de las cosechas (aproximadamente el 15 de agosto), y se conocía con el nombre de Beñesmer.
Entre los rosacruces de AMORC se celebra el nuevo año entre el 21 de marzo y el 23 de marzo, lo más cerca posible del equinoccio de primavera.
1 de Vendimiario, celebración de Año Nuevo según el calendario republicano francés, equivale al 22 de septiembre.
Samhain, celebración de Año Nuevo del neopaganismo celta, cerca del 1 de noviembre.

En fin, no estaría nada mal festejar todo el año a los nuevos años. Es, supongo, una forma interesante de encarar las cosas que nos van pasando. Cada día de nuestras vidas implica una renovación.

Felicidades. Nos vemos el año que viene. Es decir siempre.



Nota 1: Por cierto, a los occidentales y cristianos todavía nos queda, pasada la fiesta del Año Nuevo, la llegada de los Reyes Magos. Al respecto, me remito a este post, publicado doce meses atrás.
Nota 2: No me quiero poner pesado con la Wiki. Sin embargo, si se lee la relación de “años nuevos” que allí se publican, rápidamente se concluirá en que no solo es incompleta sino que está pésimamente redactada. Es lo que hay... Y no es resignación lo mío. Sólo una lectura, por decirlo de algún modo.

21/12/11

Hanuka



Se enciende la luz. Es el חֲנֻכָּה, en castellano Janucá.  Que no se apague la llama que nos ilumina.

11/12/11

Domingo


En el reproductor de CDs suena el saxo de John Coltrane. Blue Train. Apenas pasó el mediodía, la tarde se presenta apacible. No hay otro sonido que el de la música que regala John, junto a McCoy Tyner, Jimmy Garrison y Elvis Jones. El pino del fondo de casa está más florecido que nunca, majestuoso. El brilla a la luz de un sol que no decide aparecer del todo, puro amague. Felipe, compañero de tantas tardes similares, se cansó de emitir su variado repertorio de “guaus”, todos y cada uno con un unívoco significado: “abrí la puerta, Francisco, que me quiero echar en la silla.” En este caso no hay amagues, sino explícitas intenciones.

Tanta insistencia -la de Felipe, claro- doblegó las últimas resistencias de mi lábil voluntad. Entre escuchar el reclamo del can y barrer luego la montaña de pelos que deja por doquier, prefiero el uso de la escoba. Después de todo, me dije, no vendría mal otra charla instructiva, en este caso orientada a la actualización de sus conocimientos sobre el arte abstracto, aquel que pretendió la construcción de un mundo mejor hace más o menos unos ochenta años.

“Fijate vos, Felipe, que a primera vista puede resultar sorprendente que el arte abstracto, tan difícil de comprender, tendiera a influir en la vida cotidiana europea, allá por los años de la Primera Guerra y por unas décadas, al menos hasta terminada la segunda. ¿Qué tenía en común un arte de estas características con la vida de cada día? Nada, querido Felipe. Y por no tener nada que ver, precisamente, el arte abstracto encontró su oportunidad. La espantosa experiencia de la guerra convirtió en una utopía la esperanza de los expresionistas de crear un nuevo tipo de ser humano, mediante un arte subjetivo, cargado de emociones.”

Como era de esperar, Felipe se acomodó sobre la silla, emitió un resoplido que lo caracteriza, resignado, y se preparó para lo peor: que yo siguiera con el asunto. Me parece que lo de las utopías emocionales no le gustó mucho que digamos. No me amilané. Vamos a fondo, pensé, busquemos bibliografía. 

“El mundo del arte se contrapuso a la realidad y la abstracción se convirtió en la expresión de la utopía de un mundo mejor. Con el objeto de convertir en realidad el sueño que permitía conducir a la humanidad a un mundo mejor mediante el arte, debían cumplirse dos condiciones primordiales: por un lado el arte debía ser armónico, claro y puro. Por otro lado, este nuevo arte tendría que abrirse camino en la vida cotidiana, para poder actuar en toda la sociedad.” (1) 

Curioso. Por alguna razón esto me hace pensar en la Grecia Clásica. ¿Habrá alguna relación? Seguramente se trata de otra de mis asociaciones ilícitas. Mejor no hacer caso, es una disgresión.

Felipe, a estas alturas, sólo atina a resoplar y dejar volar su mente hacia huesos jugosos que roer, pelotas con las cuales correr y jugar, rincones que husmear. En un arranque, se me ocurre cambiar de CD. Ahora estamos con un muy étnico Herbie Hancock. Maulana. Nada, todo sigue igual.

Repaso, entonces, imágenes para terminar de convencer de una buena vez a tan obstinado perro. Mondrian y Malewich no hicieron mella. Tampoco Robert Delaunay; sin embargo Klee lo logró aunque, para ser sinceros, no fue para tanto. De puffff, pasamos a grrrpufffarrfff. Así y todo es un avance. ¿Cómo no emocionarse con la obra de Paul Klee? 


Este cuadro, Barcos saliendo del puerto (1927, óleo y tinta china sobre lienzo, 50,20 x 64,40 cm, Staatliche Museen, Berlín; patrimonio cultural prusiano), nos muestra como el pintor trazó caprichosamente un camino hacia el balance armónico. En 1915 Klee decía “Cuanto más horrible es este mundo, tal y como es hoy, más abstracto es el arte.” Y, en efecto, a menudo se percibe en la obra de este artista una huída irónica al universo poético del arte. Las huellas de la experiencia (por caso la flecha roja) se sintetizan en cifras pictóricas y aparecen  como residuos del mundo real en un mundo absoluto y autónomo: el de las formas. (2)

El uso de formas propias de la expresión infantil por parte de Klee nos lleva a una interpretación dual: la utilización de su simplicidad elemental como crítica a las convenciones y a la formación y, por otra parte, la consciencia de la diferencia entre arte infantil y un idioma de signos simplificado conscientemente, que termina de crear constantemente su espontaneidad.

Sonó el timbre. Es el muchacho que se dedica a propinar largos paseos a unos cuantos canes, entre ellos Felipe. No sé por qué, pero me pareció que esta vez se puso menos resistente a la larga caminata. 

Yo me quedo con mis músicas, Klee, el pino y -ahora- las primeras voces vespertinas de los pájaros que él aloja... Las nubes han ganado la batalla pero, aunque no lo veamos, el sol siempre está.

(1) Kraube, Anna-Carola. Historia de la Pintura. Könemann Verlagsgessellschaft, Colonia,1995.
(2) Ver este blog. Explica un poco mejor que yo de qué se trata, creo. http://xgfk10crj.wordpress.com/m3/

8/12/11

Carta


“Necesito, Walter, que incorporemos un buzón en el cerco de obra. El cliente recibe correspondencia y si no ponemos el buzón nunca la va a recibir. Ya sabés lo que pasa con la correspondencia en una obra: desaparece. Y poné el número de puerta, no lo olvides, por favor."

“Por supuesto, arquitecto. Déjelo en mis manos. Duerma tranquilo.”

Al oír esto de “Duerma tranquilo”, pensé en que ya no conciliaría el sueño por un tiempo. Rara sensación, habitual para quienes persistimos en esto de materializar lo pensado, los arquitectos, claro está.

Hubo que esperar una semana para ver cumplido el objetivo. Walter es de los pagos de Formosa y sabe muy bien tomarse las cosas con calma. Una calma, confieso, que envidio.



El tipo, la imagen lo demuestra, se tomó el asunto muy a pecho. Allí, en la imagen, está el pensador. Bien pensado, digo. Y el buzón, qué duda cabe.

Rodin, al lado de esto sos una migaja. 

María


Hoy el catolicismo celebra, recuerda, honra a María. Nada menos que la madre de Jesús. 8 de diciembre. En muchas partes de este vasto mundo esta fecha no tiene significación alguna. Son otros los parámetros culturales. En otras la celebración religiosa ocupa todos los espacios. Finalmente hay sitios, como mi país, en que se mantiene una tradición, no necesariamente con sentido religioso. Los usos y costumbres vienen de algún sitio y a otros se dirigen, como no podría ser de otro modo, dinámica sociocultural mediante. Digo más, mañana –viernes 9 de diciembre- nada hay que festejar o recordar y, sin embargo, la Presidente decidió incorporar un día feriado más, “puente”, de modo tal que son cientos de miles quienes de una manera u otra pasaron en menos de lo que canta un gallo a saborear un anticipo de las vacaciones estivales, ya cercanas. Obviamente los católicos practicantes y de otro modo diferente los genéricamente llamados cristianos, hacen de este día una jornada reflexiva, festiva también, acorde a la fe que profesan. Me parece fenómeno. Cada uno celebra lo que entiende debe ser celebrado.

No sé en el resto del mundo, pero por estos pagos este es el día en que instalamos el set de símbolos navideños en nuestros hogares, y en todas partes, en particular los shoppings, ávidos de ventas. Y, como si biblias y calefones fuesen elementos concurrentes y necesarios para la vida de cada uno de nosotros, aparecen los pesebres, el árbol navideño, los adornos de todo tipo, y hasta más de un toque oriental, velas y saumerios incluidos. Nada, que se viene la fiesta de fin de año y hay que ir preparando el terreno. Lo curioso, sinceramente lo digo, es que hasta quienes no tienen registro alguno de la figura de María, el 8 de diciembre sin excepción proceden al armado escénico que más les place. Luces fabricadas en China, o en Burundi, vaya uno a saber, a estas alturas de la globalización en crisis.

Sabiendo que en mi carácter de hombre occidental y cristiano, centro estos pensamientos inconducentes y al voleo en la figura de María, me animo a decir que Ella, representa algo aún más importante que su evangélico rol de madre inmaculada de Jesucristo. María es la mujer. Concepto irrefutable, de la Venus de Wilendorf hasta el día de la fecha. Sólo la mujer (ellas, digamos) puede derretir semejante espacio social. Lo extraño, me parece, es que en estos últimos tiempos no son pocas las féminas que se han esmerado y esmeran, en autodestruirse como tales, en menos de cinco segundos, como las viejas cintas de la más que vieja serie de T.V. “Misión Imposible”.

Espero otra cosa. Me ilusiono con Marías que definitivamente sean ellas, mujeres, lejos de pretender replicar conductas devenidas de siglos de machismo absurdo. No se trata de reemplazar en términos similares a lo existente, sino de innovar (¿evolucionar?), cimentados en la diferencia. Alguna vez, pares y diferentes, es posible que María y José completen una síntesis aún imperfecta. O no. ¿Acaso no nos define la imperfección?

Por lo pronto informo que estoy haciendo un curso acelerado de carpintería.


3/12/11

Argentinidades


Tengo en mis manos un ejemplar de las obras completas de Jorge Luis Borges, editada por EMECÉ Editores (Buenos Aires, 1974), que alguien me regaló por aquellos años, me parece que en el ´78. Este libro, el objeto en particular, es incómodo. Pero su contenido, hablo de Borges, borra toda adversidad circunstancial.

El objeto, la publicación aludida, ya se cae a pedazos. Fue recorrido muchas veces. A Borges se lo lee, relee y se lo vuelve a leer. Así me lo dijo el bibliotecario de mi escuela secundaria la primera vez que puso en mis manos una obra de Borges. Tuvo razón. Y anoche volví, como en las Ruinas Circulares.

No fue casual el asunto. Hará un mes, más o menos, mi hija me prestó un excelente ensayo de Beatriz Sarlo (“Borges, un escritor en las orillas”, EMECÉ Editores / Seix Barral, Buenos Aires, 2º edición, 2007), que –además de resultar una obra esclarecedora, muy buena a mi juicio- me indujo a volver, como decía, a las páginas mi amado y sobado libro, aquel que me regalaron tiempo atrás. ¿Por dónde regresar sino por Evaristo Carriego? Voy, arbitrario, con la reproducción de algunos párrafos de esta obra que –si no me equivoco- se publicó por primera vez en 1930. Se trata de algunas reflexiones que me interesan.

“Hablar de tango pendenciero no basta; yo diría que el tango y que las milongas, expresan directamente algo que los poetas, muchas veces, han querido decir con palabras: la convicción de que pelear puede ser una fiesta.”

“La música es la voluntad, la pasión; el tango antiguo, como música, suele directamente trasmitir esa belicosa alegría cuya expresión verbal ensayaron, en edades remotas, rapsodas griegos y germánicos. Ciertos compositores actuales buscan ese tono valiente y elaboran, a veces con felicidad, milongas del bajo de la Batería o del Barrio del Alto, pero sus trabajos, de letra y música estudiosamente anticuadas, son ejercicios de nostalgia de lo que fue, llantos por lo perdido, esencialmente tristes aunque la tonada sea alegre. Son a las bravías e inocentes milongas que registra el libro de Rossi lo que Don Segundo Sombra es a Martín Fierro o a Paulino Lucero.”

“Tal vez la misión del tango sea […] dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias del valor y el honor.”

“Nuestro pasado militar es copioso, pero lo indiscutible es que el argentino, en trance de pensarse valiente, no se identifica con él […] sino con las vastas figuras genéricas del Gaucho y del Compadre. Si no me engaño, este rasgo instintivo y paradójico tiene su explicación. El argentino hallaría su símbolo en el gaucho y no en el militar, porque el valor cifrado en aquél por las tradiciones orales no está al servicio de una causa y es puro. El gaucho y el compadre son imaginados como rebeldes; el argentino, a diferencia de los americanos del norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse al hecho general de que el Estado es una inconcebible abstracción (1); lo cierto es que el argentino es un individuo, no un ciudadano.”


(1)   “El Estado es impersonal; el argentino sólo concibe una relación personal. Por eso, para él, robar dineros públicos no es un crimen. Compruebo un hecho, no lo justifico o disculpo.”


6/11/11

Alegorías sensuales


Es muy posible que mirando esta imagen, detalle de una gran pintura, un observador desprevenido piense en maestros como Constable, o Corot, con su escuela de Barbizon a cuestas. ¿Por qué no Thomas Gainsborough? 

Si ampliamos el foco para apreciar la obra completa, no llamaría la atención que pensáramos en Caspar David Friedrich. El tronco y ramas retorcidas del árbol que a la derecha de la imagen da escala y referencia al conjunto, así como la ruinosa edificación del fondo así lo sugieren.


En otras palabras, no sorprendería que a partir de este momento este escriba aficionado se despachara con momentos notables de la pintura, todos ellos propios del gran siglo XIX, ese que comenzó allá por el XVIII. Algo hablamos alguna vez de estos tiempos y sería una desconsideración de mi parte refritar lo dicho, por “largo” que uno sea al intentar expresar algunas ideas, según dicen quienes me conocen.

No sorprendería, insisto, si observamos ahora cielos tan sugerentes como el que aquí muestro. Cielos cargados de esquivas nubes, expresivos, nunca definitivos.
En rigor de verdad, en los tiempos que corren nada nos sorprendería.

Sin embargo –y ya dejo este juego de adivinanzas- lo que vemos pertenece a la obra de Jacob van Ruisdael (1628-1682), artista barroco neerlandés, maestro superior del paisajismo, que en su obra El Molino de Wijk (hacia 1670, óleo sobre lienzo, 83 x 101 cm, Rijksmuseum, Amsterdam), muestra una apertura del espacio pictórico a la profundidad y una preferencia hacia los paisajes planos y melancólicos, que están cubiertos por inmensas nubes.


El paisaje, la pintura paisajista, puede revelar con más frecuencia de lo que se cree un doble sentido. El objetivo central de los paisajistas holandeses de aquellos tiempos fue la representación de su país y de su independencia, por la que habían luchado con ahínco. Espacios llanos, profundos horizontes y cielos inmensos que se reflejan en el agua son pintados –por lo general- en formatos pequeños con el objeto de decorar la sala de estar de hogares burgueses. Curioso contraste: formatos reducidos para plasmar imágenes de vastas extensiones. También ríos y canales, espacios ganados al mar o vistas panorámicas de ciudades. Lo dicho, ellos relatan a su país.

Pero (siempre lo hay) resulta que estos paisajes no son necesariamente representaciones exactas de la realidad. No se trata de una versión holandesa del vedutismo italiano, sino que tiene dos caras: son copias y alegorías simultáneamente. Son, entonces, sensuales representaciones naturalistas en las que se percibe el viento y el calor de los rayos del sol, cuando logran cruzar oscuras y pesadas nubes.

En el Molino del amigo Jacob es posible parcibir un significado alegórico en esa atmósfera tal sensual. El gran molino, en su monumentalidad, se asemeja a una torre de defensa, obstinada, enfrentada a un cielo inabarcable en el que se está formando una gran tormenta. Detrás suyo se esconde un pueblo en busca de protección en el llano paisaje cercano al río. Las nubes, grandes y pesadas, reflejadas en el agua; las velas que se izan en la embarcación, anuncian la tormenta.

Sin embargo y a pesar de tan contundente símbolo, el molino, los pilares de madera de la orilla –supuesta barrera de los avances de las aguas- están torcidos, desnivelados, como si sólo pudieran ofrecer una endeble protección ante el inminente enfurecimiento de los elementos.


Extraordinaria imagen, que captura un instante liminar. Profunda melancolía pacífica que se convierte en imagen de dudosa paz; aquella que precede a la tempestad.


Nota 1: En algún momento del siglo XVIII a algunos señores “ilustrados” se les ocurrió defenestrar este tipo de expresiones artísticas bajo la calificación de “arte cotidiano”. Pues se equivocaron. Tanto que el Romanticismo, el Naturalismo y el Impresionismo, supieron ir poniendo ciertas cosas es su sitio no mucho tiempo después. Remitiéndome al título de este artículo pregunto: ¿hay algo más sensual que la Naturaleza misma?

Nota 2: La  obra mostrada en primera instancia pertenece también a Jacob van Ruisdael, y se la conoce como El Cementerio de los Judíos.

31/10/11

Nubes



Es una nube. En realidad dos. ¿Tres? Ellas señalan la continuidad de espacios fragmentados. Flotan en la atmósfera cercana, aunque forman parte del cielo, concepto inabarcable. Mientras lo pienso creo flotar, aunque soy prisionero de la masa de hormigón y hierro que me sostiene. Se trata de la tierra y, en ella, la ciudad.


Lugar equívoco, humano. Tanto como los sueños que inspira un cielo despejado, teñido de efímeras nubes. Un instante, breve ilusión.
La aventura de Ícaro es vana. Hoy no hay Olimpo, sino torres apiñadas de hormigón, absortas, sin alma. Es lo mismo. Pobre Ícaro, abruma tu inocencia.




30/10/11

Situación de descanso (III) Salinas

Un poco de música, la que me gusta. Luis Salinas... para variar, dirán mis amigos. Que lo disfrutes.



Paradigmas...

En mis años jóvenes hubo algunas cuestiones que jamás lo fueron, no había conflicto. En rigor de verdad él allí estuvo, aunque por entonces no tomé nota. Estaba enfrascado en otras cuestiones, se diría hoy "laterales".
Una de estas cuestiones, nada menor, era la educación, mi educación. Corrijo: hablo de la escuela, apenas un breve sistema planetario en el universo de la educación. Porque la existencia de un "sistema educativo" no es sinónimo de educación y la existencia de sitios o espacios burocráticamente estructurados -los colegios- no aseguró ni asegura, hoy por hoy, el milagro educativo, ese que proporciona a los seres humanos poder serlo plenamente, en libertad, aprehendiendo un colectivo social imprescindible, garantizando el desarrollo de la personalidad, potenciando la inagotable usina creativa que forma parte del ser. La educación  no es cosa de escuelas, se trata de algo más importante. 

Ken Robinson, un pensador contemporáneo al que he recurrido en otras oportunidades en este espacio, es un académico (vaya paradoja) que expresa muy bien lo que hoy siento y pienso respecto de estos temas, muy cerca del fin de mis días de enseñante aficionado.

Amigos: todos somos educadores y los educandos son nuestros propios hijos. Me parece que la cuestión merece un debate que exceda la masturbación administrativa e intelectual de las corporaciones del sistema. Repito: se trata de nuestros hijos. Va siendo hora de mayores compromisos.

Invito a ver este vídeo. Por ahí este aporte a la confusión generalizada nos es útil.



11/9/11

Cien años no son nada

Ayer Nelly Omar cumplió cien años. ¿Vos la conocés? Si así no fuera, hacelo acá. Hace un rato escuchaba en la radio un breve reportaje que se le hizo con motivo de su natalicio. Esta mujer es fascinante, lisa y llanamente singular. Escuchala, vela. Esto pasó hace unos siete años, cuando "solo" tenía 93 años.


Escuchala y vela, ahora, en su años jóvenes. Pintaba bien. la moza... El tiempo lo ratificó.


Me voy, pero antes te comento que Nelly ahora está preparando un próximo recital en el Luna Park, proyecta otras presentaciones y se encuentra en la etapa final de la grabación de un nuevo disco. ¿No dije que ella es fascinante?

15/8/11

Jean Auguste

Jean Auguste Dominique Ingres ha sido, posiblemente, el alumno más notable de Jaques David. Como su maestro también pintó cuadros que transmiten un claro mensaje ideológico aunque, contrariamente a la manifiesta actitud militante de su maestro, Jean Auguste estuvo lejos del activismo político.
Respecto del activismo político de Jaques hay un detalle que no puedo pasar por alto, aún a costa de repetir lo ya dicho en otra ocasión. Resulta que Jaques Louis David, creador de una obra paradigmática en términos plásticos e ideológicos, manifiesto político contundente, El Juramento de los Horacios, terminó ocupando un puesto como pintor de cámara en la corte de Napoleón I, Imperator. Gran paradoja.
Vuelvo a Ingres. Y lo hago sin anestesia: no se me mueve un pelo cuando observo su obra. Por más esfuerzos que he hecho para que su pintura me cautivara, no me gusta. No me penetra, no siento nada frente a sus cuadros. Y nada es nada.
Sin embargo no puedo pasar por alto que Jean Auguste ha sido uno de los más importantes artistas del movimiento neoclásico del siglo XIX. Una cosa es que la obra de un artista dispare sentires, reflexiones, pensamiento, placer estético, admiración, o lo que se te ocurra; muy otra es que ella no tenga la calidad suficiente como para ser apreciada o reconocida. No siento el impacto de ningún disparo pero reconozco una presencia indiscutible.
He leído por ahí que Ingres concibió una suerte de “idea” de la belleza basada en formas clásicas puras, concepto que le ayudó a encontrar la armonía y el equilibrio absoluto entre los elementos del cuadro. El se consideraba principalmente un dibujante y se mantuvo cerca de la naturaleza, a la que idealizaba de forma neoclásica. La iconografía del neoclasicismo que encontró en David la señal portadora de la virtud revolucionaria, con Ingres deviene en la expresión de una belleza casual de las formas básicas o elementales. Justamente es este el punto. Pienso que los movimientos artísticos, los que pesan y trascienden, o son contundentes o no son. El neoclasicismo lo ha sido. Ingres, a su modo también, aunque me da la sensación que hay “algo” que está faltando.
Las expresiones clasicistas son diversas y es común caer en errores de apreciación cuando se pretenden identificar diferencias a la hora de revisar o analizar períodos, momentos de la historia occidental, todos ellos distintos pero fundamentados en el paradigma clásico. El calificativo “clasicista” aplicado a las artes visuales puede resultar un tanto confuso y es excelente para "salir del paso" en más de una ocasión.
Creo haber comentado en anteriores artículos que este clasicismo propio de buena parte del siglo XIX es una variante en el complejo y amplio espectro de las reacciones contra el barroco y, sobre todo, el rococó. La pintura de Ingres se inscribe en este contexto y se contrapone claramente a una suerte de neobarroco propio de los románticos franceses, con Delacroix y Géricault a la cabeza.
Lo interesante del caso es que estos románticos también rechazan el estado ficcional o absorto -digamos decadente- del rococó mientras abren su crítica a la supuesta objetividad de las ideas neoclásicas, denunciando sus contradicciones, asumiendo una actitud militante, construyendo otra ficción. Buena ensalada ¿no?
Ingres, un tanto más desapasionado, sometió su pintura a una exacta observación y posterior representación de naturaleza, actitud que lo llevó a centrar toda su atención en el contorno de las formas, creyendo que de allí surgía la pureza, la belleza, el esplendor de sus representaciones. Digo “representaciones”, vocablo clave si se pretende una aproximación al tema que nos ocupa.


Una de las obras más difundidas de Jean Auguste es La gran bañista de Valpinçon, un óleo sobre lienzo que data de 1808, 146 x 98 cm, que pertenece a la colección del Musée du Louvre, parís. A primera vista parece una obra intrascendente. Si nos atrevemos a una segunda mirada es posible que podamos ir desgranando detalles interesantes en esta célebre pintura que no es otra cosa que un desnudo más. Ingres es preciso, casi exacto. No está tan mal, por más que –repito- en lo personal no me llame demasiado la atención. No puedo dejar pasar la precisión y detalle que el artista logra, el sutil uso de la luz, la cuidada intimidad del momento reflejado.
Vamos terminando. Dicen los que saben que la unidad del arte se rompió finalmente en las postrimerías del siglo XVIII. Desde ese momento diferentes estilos artísticos convivieron paralelamente. Al crecimiento de la mirada neoclásica se opuso un estilo pictórico que antepuso una forma gloriosa e idealizada de los sentimientos al cálculo racionalista: el romanticismo. Y, aunque ambos estilos parezcan tan diferentes, no son otra cosa que dos caras de la misma moneda que representa la liberación del arte de sus ataduras, que se alzó como máxima premisa la expresión subjetiva y el mensaje personal. No es poco. Nada menos que el comienzo del cambio.

6/8/11

Simplezas

Muchas veces nos preguntamos dónde está el arte, de qué se trata. Evito opinar respecto de las respuestas que nos brindan los que saben, toda vez que no sé nada. Supongo que hay arte cuando podemos percibir esencia estética. Como ven, amigos de ars, voy por la tangente. No es cuestión de complicarse en rotundas disquisiciones, muchas veces inconducentes.

Volviendo al punto creo que importan, claro está, la complejidad y excelencia técnica. Poseer una técnica superior es en sí una manifestación de arte. Pero esto no alcanza toda vez que allí no necesariamente está el arte. Suele ser más sencillo en más de una ocasión. Bah, en muchas ocasiones.

La músicas populares (en particular las más sencillas, aquellas que muchos comparten), como otras expresiones surgidas de los seres llanos indican un norte que no podemos permitirnos perder. Hay otros "nortes" y enhorabuena, pero nunca olvidemos la esencia, el comienzo de las cosas. Ilustro con un simple ejemplo. Hay millones.


Apenas tenemos medio vaso de agua, pero resulta que estamos en medio del Sahara. Lo obvio trasciende.

18/7/11

¡Felices Vacaciones!


Por imperdible, y ser la situación imperdonable, reproduzco la nota publicada el día de la fecha por El Diario del Fin del Mundo, medio de prensa de la ciudad de Ushuaia.

Ir a este sitio:

http://www.eldiariodelfindelmundo.com/noticias/leer/37523/no-voy-por-tierra-tampoco-en-avion.html

Nota: La fotografía que ilustra este post pertenece a la citada publicación.

16/7/11

Estupidez en cien palabras.

¿Qué hubiera pensado Alcanfor si estuviera aquí? Se preguntó, en medio del caos, Madame Polilla. Sus gobernadas concretaban decididamente la misión que les fue impuesta. Nadie les enseñó otra cosa.
Las telas del pasado sufrieron desesperadas un destino no querido. Un museo les hubiera sentado mejor. Pero no, ese no era el programa destinado a ellas. Cumplieron con la imperfección de un ser común, sin valor alguno.
¿Sin valor? Me permito dudar, manifestó la última camisa, señal de la decadencia pero aún compuesta. Vale la polilla como yo, su víctima, remató la camisa.
Descartable es él, sonámbulo humano en decadencia.


15/6/11

No es lo mismo.

De niño escuché un viejo juego de palabras: "no es lo mismo Santiago de Compostela que compóstela, Santiago." Y es cierto, no es lo mismo.
Aquí y hoy no hablaré de Santiago y sus caminos (que ya hay mucho, no podría agregar nada por el momento), ni del amigo Santiago, el que se las tiene que componer. En todo caso deberá encontrar el modo de hacerlo. Diríamos hoy: Santiago debe buzear en su interior, transitar sus propios caminos, y encontrase a sí mismo en sintonía con… Y bueno, será así nomás.

En realidad escribo esto a modo de divertimento, por jugar nomás, y me voy a referir a “eso”. ¿Y qué es eso? Pues “eso”. Vamos, amigo, diría el lector, no jodas… que estamos grandecitos. Respuesta: creo que hay tres motores que han movido y siguen moviendo a la humanidad. El dinero, el sexo y la fe. Y “eso”, no es otra cosa que el sexo.

Antes de seguir con el desarrollo de esta ponencia inconducente, es menester decir que no faltará quien acote que, en realidad, el motor es el poder. Error. El poder es socio (en todo caso causa o efecto) de alguno/s de los tres parámetros enunciados.

¿Y qué decir del sexo? Por lo pronto se me ocurre que se trata de una experiencia placentera, sino más que eso. Por supuesto (es una obviedad pero cabe la aclaración) me estoy refiriendo a situaciones que no estén atravesadas por la enfermedad, por caso violaciones, sometimientos o perversiones de toda laya, que son muchas, dañinas y lamentablemente demasiado extendidas para mi gusto.

Porque el sexo es encuentro, una confluencia superior entre dos seres humanos, situación devenida del amor o en todo caso del deseo. O ambos a la vez. Sin empatía no hay buen sexo sino un simple acto fisiológico insignificante, a veces brutal.

¿Y cual sería el objeto del deseo o el sujeto amado? Como pertenezco al campo (en retroceso) de los seres humanos definidos como heterosexuales (rama masculina), no puedo pasar por alto un concepto plasmado sabiamente por los griegos de la antigüedad: Afrodita. Si les parece mejor, y para los amigos descendientes de la Gran Roma, Venus. ¡Ay, nena, gran objeto del deseo! Diosa, a tus pies me postro.


¿Hace falta un refrito de las múltiples historias de la Historia que nos cuentan de conquistas, reinos ganados y perdidos, batallas… en fin, de todo un poco, inspirados en el amor (o el deseo) de algún hombre por alguna mujer? No creo. También pregunto: ¿es necesario refrescar lo hecho por muchas mujeres y en los mismos términos, por las mismas razones? No me parece. Son tiempos que han pasado y merecen ser conocidos, pero ya han sido relatados.

Mejor hablemos de tiempos más cercanos. Para hacerlo, nada mejor que algunas expresiones de la música popular que por algo lo es. Nos cabe a todos. Nos refleja, sintetizando nuestro tiempo y cierta escala de valores asumida por las mayorías, evitándonos largas parrafadas somníferas.

Decía al comienzo que no todo es lo mismo. Porque cuesta establecer semejanzas entre “Tu nombre me sabe a hierba”, por citar algún ejemplo, con “Muévete, muévete, culona... ¡Anda, muévelo, guarra!”, por referirnos a otro. No, no es lo mismo. Aunque hayan quienes pretendan que ambas consignas expresan lo mismo y los actores del caso se auto definan como "artistas".

Me cuesta admitir la comparación entre las expresiones propias del M.I.C.E.S. (Movimiento Internacional de los Culos Explícitos y Silicónicos), devenido de la cultura sexópata y los múltiples ejemplos del son afroamericano. Cada uno es cada uno y cada cual es cada cual. Yo me quedo con Serrat. O, en todo caso, la sabrosa picardía del sano imaginario popular, un son que a todos nos cabe. Es más interesante.

Te pongo a Serrat, ya que estamos. Y a los de la culona revoleada los evito. Nada peor que difundir la procacidad, que bastante extendida está.



En fin. Lo dicho: he aquí una ponencia inconducente. Se ve que esta tarde estaba un tanto aburrido.

Nota: la imagen reproducida es obra de Henri Matisse. "Desnudo".

25/5/11

Proverbios

Una esposa adúltera tapa con una capa al marido engañado. La caperuza limita su visión, y por eso la mujer se la encasqueta todo lo que resulte posible, en particular sobre los ojos. La capa es azul, color simbólico de la mentira. Este relato (porque lo es) es uno de los tantos que configuran lo que bien podríamos definir como un libro de cuentos que no contiene ninguna palabra, sino imágenes. Me refiero a la obra de Pieter Bruegel, El Viejo (1525-1569), Los Proverbios Flamencos.

Los proverbios eran un medio de expresión corriente e importante en los tiempos de Bruegel y, en esos tiempos, se los solía expresar visualmente. En rigor de verdad no solo se expresaban proverbios en términos visuales. Si hay algo que caracteriza al medioevo occidental (cristiano) es el uso de la imagen para relatar todo aquello que se consideraba importante, por caso la doctrina cristiana, valores morales o instalaciones políticas. También lo que hoy definimos como “sabiduría popular”, rica en proverbios.


Hay catedrales enteras, ya no cuadros o retablos, que son una suerte de relato múltiple plasmado en piedra, arquitectura y escultura mediantes. Y un caso paradigmático: las distintas construcciones religiosas que jalonan los “Caminos a Santiago”.

La explicación es bastante sencilla: la mayor parte de los habitantes de aquellos espacios en esos tiempos no conocían la que todavía era la lengua “culta” (y muerta a pesar de la insistencia pertinaz de quienes no deseaban ni querían reconocerlo), la que se utilizaba para plasmar en escritos el pensamiento oficial de la época: el Latín.

Pongamos las cosas en blanco sobre negro: la mayoría de la población era analfabeta. Bien, ¿cómo se relata a un niño de corta edad, que todavía no maneja la lecto escritura, un relato cualquiera? Pues con profusión de imágenes. Hay otros métodos, por caso los utilizados por el Islam, antitéticos por cierto. Pero esta es otra historia.

Creo que Bruegel se propuso deleitar e instruir con su cuadro, objetivo que alcanzó plenamente, creando una ventana abierta al mundo en sentido visual y moral. Esta obra ha perdurado porque el artista toca temas y realidades intemporales, accesibles para las sucesivas generaciones. Pregunto: ¿acaso no vivimos hoy en un mundo de imágenes?

Lo interesante, me parece, es que el lenguaje visual utilizado por Pieter es sencillo, fácilmente abarcable. Un catálogo complejo en términos conceptuales que todos puedan comprender. Una perla de la comunicación visual, envidia de los asesores de imagen de políticos y demás habitantes del poder en nuestros días, aunque Bruegel no facturaba en dólares ni tenía cuentas extrañas en algún paraíso fiscal.

Volviendo a Los Proverbios, es interesante ver en detalle cada uno de ellos, por caso el siempre vigente “El pez grande se come al chico”. Me divierten el de “Asar arenques” o el que nos cuenta sobre “Esquilar al cerdo”. Y hay un muchos más: “De cabeza contra la pared, fuego y agua, hipocresía, el diablo en casa, tarde y mal, el mundo en sus manos, quien no malgasta no pasa necesidad, mezquindad. Tomando la anguila, el culmen de la locura”. En fin, un extenso catálogo que propongo recorrer en este sitio Web, muy bueno por cierto. Hazme caso, vete por allí y te vas a divertir.

No sé si cabe una conclusión. En todo caso se me ocurre pensar que Bruegel a esta parte no han cambiado demasiado las cosas o, en todo caso, algunas cosas. Las que importan. Son las que nos hablan de las conductas humanas.

Mensaje final para quienes somos argentinos, en nuestro 25 de Mayo. ¿Y por casa cómo andamos?

30/4/11

Murió un hombre

Esta mañana, en la rutina cotidiana del despertar cada día, escuché en la radio la noticia que nunca quise escuchar: falleció Ernesto Sábato.

Se va a decir y escribir (si ya no se ha hecho) mucho sobre este ser humano. Yo no puedo aportar otra cosa que expresar mi pesar. Porque pesa que él ya no esté. Su obra, su ejemplo, no se irán. Pero pesa la ausencia física de un hombre cabal, uno de los pocos, en estos tiempos argentinos. Ernesto ha sido, sobre todo, un hombre.

Hasta siempre, Ernesto.

24/4/11

¿Lo escuchaste a Luciani?

Se llama Franco Luciani. Es músico, toca la harmónica, es muy bueno. Casi tan bueno como el maestro Hugo Díaz. En todo caso sigue sus pasos. Escuchalo.

8/4/11

¿Te suena esto?

Weather Report (con Jaco incluido) para que lo disfrutes. Esto pasó hace nada, sucedió en 1978. ¿Cómo? ¿No sabías que antes hubo música, pibito? Y antes de antes, también.

24/3/11

Acerca del ser (el lado oscuro de la Luna)

Théodore Géricault (1791-1824) fue en su tiempo un nuevo tipo de artista. Poseyó ingresos propios, por lo que nunca precisó de encargos, viniesen de donde viniesen. Tuvo (y ejercitó) la libertad de elegir los temas que más le interesaban. No es este un dato menor a la hora a intentar abordar la que sin duda es su obra maestra: La Balsa de la Medusa (1819; 491 x 716 cm; óleo sobre lienzo; Museo del Louvre, París), concebida poco después del regreso a Francia del artista, luego de estudiar durante dos años a los maestros de la pintura italiana, en particular dos grandes entre los grandes: Miguel Angel y Caravaggio.

Este cuadro abrió nuevos caminos por cuanto condujo al arte al aún inexplorado terreno de la protesta política. En él se retrata a escala monumental el momento en que los supervivientes de un naufragio (abandonados a su suerte por su capitán, en un episodio escandalizó a la sociedad francesa), ven en el lejano horizonte la nave que los salvará. Este suceso se entendió en aquel tiempo como una metáfora de la corrupción reinante en el país a la caída de Napoleón.

En el post anterior comentábamos otra monumental obra. El Juramento de los Horacios. No es casual que ahora dediquemos este espacio a la creación de Théodore.

Artística y conceptualmente, me parece interesante establecer una comparación entre ambas obras, de tamaño similar, expuestas una junto a la otra en el Museo del Louvre. Ambos artistas se apoyan en conceptos estéticos clásicos, sin embargo sus miradas se diferencian. La obra de David aboga por el servicio al Estado; en la que ahora intentamos analizar se recrimina al Estado por abandonar a sus servidores. En otras palabras: el deber ser y el ser.


Géricault organiza la composición formando dos pirámides. La primera es dibujada por los vientos que sostienen a la vela. A la segunda se suele aludir como una “pirámide de la esperanza”: las figuras inferiores han muerto, y la pirámide se alza, pasando por los enfermos y los moribundos, hasta llegar a la figura de la cúspide, que cobra nuevas energías ante la perspectiva del rescate. Se trata de una progresión, entonces, desde la desesperación hasta la esperanza. Ella es encarnada por dos jóvenes figuras que agitan sus camisas intentando ser avistados por la lejana nave que se insinúa en el horizonte. Uno de ellos, a la cabeza del conjunto, tiene su piel morena. Todo un detalle, si nos ponemos en contexto histórico.

Luego, utilizando un grupo de figuras recortadas contra el cielo (recurso frecuente en la obra de Géricault), guía la mirada del observador desde la base del cuadro hasta aquel punto, aportando movimiento y emoción. El brazo en escorzo del personaje situado a la derecha del grupo, alargado hacia el horizonte, es contundente. Obsérvese también la intensa emoción reflejada en los rostros y gestos de los supervivientes: las manos juntas del hombre con los cabellos peinados por el viento conmueven.

La esperanza (a través de la luz, su encarnación) también está presente en el tumultuoso espacio marítimo que sirve de fondo a la escena narrada. Entre nubarrones tormentosos y amenazadores cúmulos que repiten las formas de las olas que se encrespan por debajo, aparece un rayo de esperanza, naciente luminosidad, que permite la visión de la nave salvadora. Pero también vemos a quien ya no tiene consuelo. Sumido en la desesperanza, el hombre sentado a la izquierda de la escena, próximo a la base de la pirámide, da la espalda al futuro, abrazado al despojo de su hijo, cuyo rostro expresa la faz de la muerte.

Por allí hay una vela que remeda la forma de la gran ola del fondo, y con ello la agiganta y resalta. La vela hinchada y la violencia del mar nos recuerdan al poder destructor de la naturaleza. El conjunto, el relato mismo, obligan a reflexionar sobre las actitudes que los seres humanos tenemos frente a semejante poder. También sobre nuestra frágil existencia, aspecto que habitualmente olvidamos, generándonos daños innecesarios que muy poco tienen que ver con lo "natural" y mucho con los discursos que pretenden justificar (o esconder) nuestras peores miserias.

No deseo extenderme mucho más. En rigor de verdad estamos hablando de una obra sobre la que hay mucho dicho, ejemplo célebre del romanticismo francés o, más aún, del pensamiento romántico del siglo XIX que en opinión de quien esto suscribe, no ha perdido vigencia en estos tiempos, en los que falta el tiempo y parece ser que todo se reduce sin demasiado espacio para la reflexión.

Alguna vez, con pocos fundamentos en mi haber, tuve el privilegio de observarla personalmente. Impacta, puedo asegurarlo. E impacta la cantidad de detalles, minuciosos, que incorpora Géricault en este cuadro: un hacha ensangrentada (referencia a los hechos de canibalismo ocurridos durante la travesía al garete de quienes fueron olvidados); un uniforme militar abandonado, obviamente descartado por algún soldado, a modo de metáfora del derrumbe político y moral del Estado; el minucioso estudio de cuerpos y rostros (evidente influencia de los maestros italianos) llevado adelante por el artista, recorriendo hospitales, observando cadáveres, analizando la anatomía del cuerpo humano hasta el más ínfimo detalle. La genial aparición, casi invisible, del Argus (la nave que por casualidad encuentra a los sobrevivientes y los rescata) en un horizonte inalcanzable.

David y la ética dogmática nos señalan con claridad un límite corto: el muro definido por tres arcos romanos, que acotan y condicionan el drama humano. Géricault se permite refutar tan tajante definición, denunciando las miserias del poder como así también las que pertenecen a cada uno de nosotros, sin dejar de señalar que allí, en ese horizonte, podemos redimirnos.

5/2/11

Acerca del deber ser (ética revolucionaria)

Son tres arcos, perfectos, romanos. Se los ve gastados. Al parecer ha pasado el tiempo aunque aunque la obra es una expresión de su tiempo. Tres arcos, tres núcleos de atención en un relato gráfico exacto, que rezuma un mensaje clarísimo y más también. Se trata de la revolución ilustrada, aquella de fines del siglo XVIII.

Tres arcos simplísimos, fondo ascético de una escena sin igual, que expresa las virtudes republicanas o, si se quiere, justifican el privilegio del “deber ser” por encima de cualquier otro valor, toda vez que aquello que no responda a tal mandato se convierte automáticamente en disvalor.


Hablo de una obra paradigmática, El Juramento de los Horacios, obra maestra de Jacques-Luis David (1748-1825), realizada en 1784, muy poco antes de la Revolución Francesa. Es un óleo sobre lienzo, 330 x 425 cm. Pertenece a la colección del Museo del Louvre, París.

Esta pintura es sin duda un canto a la vida y moralidad de la antigua Roma. La república romana está en guerra (para variar, diría este observador), y la disputa será dirimida por el combate a muerte entre tres hermanos romanos, los Horacios, y tres hermanos enemigos, los Curiáceos. La historia presenta el juramento de lealtad al Estado de los Horacios ante su padre y su disposición a morir por defenderlo. Pero hay un problema, nada menor. Un dilema moral. Uno de los Horacios está casado con una de las hermanas de los Curiáceos y una de las hermanas de los Horacios está prometida a uno de los Curiáceos. El sacrificio y la lealtad a la República prevalecerán sobre los sentimientos y lazos familiares.

“Esas muestras de heroísmo y virtud cívica, conocidas por las gentes, sacudirán los espíritus y sembrarán las semillas de la gloria y la lealtad a la patria”. Así se expresaba David en la Convención Revolucionaria de 1793. Gran artista y también un militante político, amigo de Marat y ferviente seguidor de Napoleón, resultado final de la contradictoria Revolución Francesa.

Pero volvamos a la obra, que es lo que cuenta. Hablábamos de tres arcos y son tres los elementos que configuran la composición. A la izquierda los jóvenes Horacios, jurando. En el centro, el pater familias, eje de la organización social romana. A la derecha el drama, expresado en la congoja (y resignación) de las mujeres, incluyendo algún hijo y señalando la sombra de la muerte. Porque la habrá y cualquiera que fuere el resultado de la contienda, será trágico. Una composición clara, simétrica, apoyada en una perspectiva de un punto de fuga central, sin afeites y muy alejada de los efectos y fantasías del pasado barroco y su desmesurada exégesis, el rococó.


Las cabezas de los Horacios muestran perfiles pétreos y se disponen de un modo tal que recuerdan los bajorrelieves de la antigua arquitectura romana. Los contornos son definidos, prevalece el dibujo por sobre el color, lo que implica –me parece- la convicción de David respecto del mensaje moral que lanza a la sociedad de su tiempo. Las figuras son rotundas, las líneas marcadas, los colores claros y brillantes. Ni aún en las sombras se aprecia la ambigüedad.

Ellos son soldados modelo, hermanos guerreros que representan un ideal creado para cautivar e impresionar, con la determinación dibujada en sus semblantes. No caben dudas, no las puede haber. El mensaje es claro: el deber y la disciplina son las virtudes supremas, y si es preciso, los soldados morirán por ella.

Es especial el detalle central de la obra, eje del juramento. Cada uno de los gestos confirma la sumisión total al mismo. Las manos y las duras espadas de los varones confluyen, resaltadas por la luz del sol y no de otro origen, posiblemente equívoco.
Mientras tanto el padre mira a los cielos implorando a los dioses. Sus piernas están firmemente plantadas en el suelo. El soldado más próximo al observador recibe el poderoso abrazo de su hermano en la cintura.


Y luego están las mujeres. La dama de blanco es Sabina, hermana de los Curiáceos y esposa de uno de los Horacios. Ella se reclina sobre Camila, prometida de uno de los Curiáceos. El destino de Camila es morir a manos de su propio hermano por lamentar la muerte de su enamorado. Las dos mujeres personifican el dolor y la tragedia. Sus manos parecen inertes y pasivas si las comparamos con las de los hombres. Además es contundente el contraste con las líneas rectas y poderosas que definen al grupo de varones, la preeminencia de curvas suaves, redondas, en el dibujo de las mujeres y los niños.

Voy terminando, si es que se puede terminar cualquier comentario sobre semejante drama, y la obra misma, señalando la postura heroica del padre, pretendiendo acentuar la nobleza de su sacrificio. El ángulo de su cuerpo se equilibra con la lanza que sostiene en primer plano uno de sus hijos.

Termino, ahora sí. Lo hago mostrando un par de obras –notables, en el contexto del Neoclasicismo- de David. La primera, La Muerte de Marat. Dejo al lector, por si no conoce la historia, indagar sobre este personaje y sus acciones; también sus miserias y las circunstancias de su muerte.


La segunda, es el retrato de Madame Recamier, princesita (bah, persona cercana al poder revolucionario) de su tiempo, obra en la que podemos observar a una dama que se ha "romanizado”, dadas las circunstancias y modas de la época.


Epílogo: se supone que este post es un simple y coloquial comentario sobre algunas obras de arte. Pues no es así.