Esta mañana, en la rutina cotidiana del despertar cada día, escuché en la radio la noticia que nunca quise escuchar: falleció Ernesto Sábato.
Se va a decir y escribir (si ya no se ha hecho) mucho sobre este ser humano. Yo no puedo aportar otra cosa que expresar mi pesar. Porque pesa que él ya no esté. Su obra, su ejemplo, no se irán. Pero pesa la ausencia física de un hombre cabal, uno de los pocos, en estos tiempos argentinos. Ernesto ha sido, sobre todo, un hombre.
Hasta siempre, Ernesto.