Es una nube. En
realidad dos. ¿Tres? Ellas señalan la continuidad de espacios fragmentados.
Flotan en la atmósfera cercana, aunque forman parte del cielo, concepto
inabarcable. Mientras lo pienso creo flotar, aunque soy prisionero de la masa
de hormigón y hierro que me sostiene. Se trata de la tierra y, en ella, la
ciudad.
Lugar equívoco, humano.
Tanto como los sueños que inspira un cielo despejado, teñido de efímeras nubes.
Un instante, breve ilusión.
La aventura de Ícaro
es vana. Hoy no hay Olimpo, sino torres apiñadas de hormigón, absortas, sin
alma. Es lo mismo. Pobre Ícaro, abruma tu inocencia.
1 comentario:
Todo depende de cómo se quiera mirar. Sí, Ícaro puede sorprender por su inocencia, pero prefiero a este Ícaro naif; no está mal volar de vez en cuando, total, se sabe que el Olimpo tampoco existe.
Abrazo, Francisco, qué bueno que volviste!!! :)
J&R
PD: Estoy viendo el video sobre la educación.......
Publicar un comentario