8/12/11

María


Hoy el catolicismo celebra, recuerda, honra a María. Nada menos que la madre de Jesús. 8 de diciembre. En muchas partes de este vasto mundo esta fecha no tiene significación alguna. Son otros los parámetros culturales. En otras la celebración religiosa ocupa todos los espacios. Finalmente hay sitios, como mi país, en que se mantiene una tradición, no necesariamente con sentido religioso. Los usos y costumbres vienen de algún sitio y a otros se dirigen, como no podría ser de otro modo, dinámica sociocultural mediante. Digo más, mañana –viernes 9 de diciembre- nada hay que festejar o recordar y, sin embargo, la Presidente decidió incorporar un día feriado más, “puente”, de modo tal que son cientos de miles quienes de una manera u otra pasaron en menos de lo que canta un gallo a saborear un anticipo de las vacaciones estivales, ya cercanas. Obviamente los católicos practicantes y de otro modo diferente los genéricamente llamados cristianos, hacen de este día una jornada reflexiva, festiva también, acorde a la fe que profesan. Me parece fenómeno. Cada uno celebra lo que entiende debe ser celebrado.

No sé en el resto del mundo, pero por estos pagos este es el día en que instalamos el set de símbolos navideños en nuestros hogares, y en todas partes, en particular los shoppings, ávidos de ventas. Y, como si biblias y calefones fuesen elementos concurrentes y necesarios para la vida de cada uno de nosotros, aparecen los pesebres, el árbol navideño, los adornos de todo tipo, y hasta más de un toque oriental, velas y saumerios incluidos. Nada, que se viene la fiesta de fin de año y hay que ir preparando el terreno. Lo curioso, sinceramente lo digo, es que hasta quienes no tienen registro alguno de la figura de María, el 8 de diciembre sin excepción proceden al armado escénico que más les place. Luces fabricadas en China, o en Burundi, vaya uno a saber, a estas alturas de la globalización en crisis.

Sabiendo que en mi carácter de hombre occidental y cristiano, centro estos pensamientos inconducentes y al voleo en la figura de María, me animo a decir que Ella, representa algo aún más importante que su evangélico rol de madre inmaculada de Jesucristo. María es la mujer. Concepto irrefutable, de la Venus de Wilendorf hasta el día de la fecha. Sólo la mujer (ellas, digamos) puede derretir semejante espacio social. Lo extraño, me parece, es que en estos últimos tiempos no son pocas las féminas que se han esmerado y esmeran, en autodestruirse como tales, en menos de cinco segundos, como las viejas cintas de la más que vieja serie de T.V. “Misión Imposible”.

Espero otra cosa. Me ilusiono con Marías que definitivamente sean ellas, mujeres, lejos de pretender replicar conductas devenidas de siglos de machismo absurdo. No se trata de reemplazar en términos similares a lo existente, sino de innovar (¿evolucionar?), cimentados en la diferencia. Alguna vez, pares y diferentes, es posible que María y José completen una síntesis aún imperfecta. O no. ¿Acaso no nos define la imperfección?

Por lo pronto informo que estoy haciendo un curso acelerado de carpintería.


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