14/8/08

Los feos


Que se mueran los feos, que se mueran los feos
Que se mueran toditos, toditos, toditos,
toditos los feos, que se mueran.

Que se mueran los feos, que se mueran los feos
Que se mueran toditos, toditos, toditos,
toditos los feos, que se mueran.

Yo, yo, yo, yo no soy tan feo
como nadie me quiere, ni modo
también yo me quiero morir.

Que se mueran los feos, que se mueran los feos
Que se mueran toditos, toditos, toditos,
toditos los feos, que se mueran.

Que se mueran los feos, que se mueran los feos
Que se mueran toditos, toditos, toditos,
toditos los feos, que se mueran.

Yo, yo, yo, yo soy muy fea
Soy roñosa y antigua y por eso
también yo me quiero morir.

Que se mueran los feos, que se mueran los feos
Que se mueran toditos, toditos, toditos,
toditos los feos, que se mueran.


Esta notable -por lo espantosa- pieza de cierta poética patética e inimputable aplicada a la “canción popular” no es otra cosa que la letra de una viejo tema musical que, por así decirlo, podríamos ubicar en los antecedentes del pop vernáculo berreta. Y si el lector no me cree que vea por sí mismo.

Ahora bien, ¿por qué he de morirme yo, que soy feo? Todos moriremos en algún momento pero francamente no se me da la gana morir por feo. Es más, desafío a quienes se piensan lindos a demostrar que valen más que este sujeto o cualquier otro de los feos del mundo, mayoría de los que habitamos el planeta, incluyendo animales de toda laya y, ya que estamos, vegetales también porque en esto del vivir contamos todos, hasta los líquenes.

¿Es el gusano un ser feo? Supongo que él podría tener otra óptica al respecto. ¿Qué es lo bello y qué lo feo?

Este asunto de la belleza es una cuestión para nada menor toda vez que hablamos de valores que no son estéticos solamente, los que -dicho sea de paso- son relativos. Y si alguien no comparte mi aseveración que proceda a digerir los tantísimos tratados de estética que el pensamiento humano ha sido capaz de producir a lo largo de la historia. Que yo sepa, al día de la fecha nadie ha dado con una definición absoluta, permanente e indiscutible al respecto. Y nadie la dará, por cierto, ya que hablamos de un valor relativo: la belleza, o la fealdad, que es lo mismo. No existe lo bello sin lo feo y viceversa.

En todo caso habrá momentos, y en un mismo tiempo, diferentes construcciones culturales. Así las cosas y poniéndonos en nuestro actual contexto, cabe reflexionar sobre algunos paradigmas de belleza en los que se insiste machacona y masivamente desde hace bastante tiempo por este lado del mundo, con tendencia a la profundización de los mismos, a costa de causar severos daños en centenares de miles de seres humanos, comenzando por los más jóvenes y terminando por quienes han decidido que para ellos el tiempo no ha pasado ni pasará, pretendiendo una eterna juventud que no sólo no se tiene ni existe, sino que lleva a muchos al ridículo y a veces, a la muerte en algún quirófano de dudosa seguridad.

Lo peor de todo es que, como en la canción, no se nos permite ser feos (es decir, es execrado quien no se mimetiza con este paradigma) y, por tanto, debe procederse a quitar costillas, inflar los labios, estirar la cara al punto de parecer El Guasón, teñir el cabello, colgar el culo de hilos vaya uno a saber atados dónde, inflar las tetas hasta lo inimaginable, cual pelotas de fútbol que saludan al observador como brazos abiertos haciendo caso omiso de la Ley de Gravedad, consumir toneladas de cremas, lociones y potingues varios, erogar fuertes sumas en tratamientos de toda laya, usar cuanto trapo ridículo, extraño y de talles exóticamente mínimos, se le ocurra imponer a algún loco misógino puesto a gurú de la moda, reemplazar el sobretodo por un automóvil rugiente y agresivo con cientos de botones y -para mí- lo peor de todo: imitar el triste, deplorable y burdo comportamiento de un zoológico humano que ha capturado los medios de comunicación, en los que a mayor procacidad y estupidez, mayor consideración y respeto por parte del mismo sistema quien, a su vez, lo inocula en la gente, esa que, si es fea, se va a morir en serio, ya que la decepción de no poder “ser como” deprime, desasosiega.

Demasiada imagen externa o proyectada. Extrema reducción del pensamiento, pérdida inconciente de la libertad, masificación fatal. En suma, robo de la posibilidad de sentir la felicidad de ser como se es.

Vuelvo al gusano. ¿Y si el tipo se convierte en mariposa? ¿Será bello entonces? Suponemos que sí, sólo lo suponemos. De lo que estamos absolutamente seguros es que en versión mariposa el gusano es efímero.

Por último ¿Notaron el sesgo machista del sesudo texto de la canción que inicia este post? El tipo se morirá aunque no es tan feo y “ni modo”. Por el contrario, ella va a reventar por “roñosa y antigua”. Ergo, los tipos podemos dar asco pero tenemos una pista de aterrizaje: somos incomprendidos y no tan feos. La féminas, sin embargo, son antiguas (traducción: no se dejan) y, por tanto, roñosas. ¿No será demasiado?

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