9/10/08

Alteridad (versión 1.4...y la termino)


Se aproxima el 12 de octubre y, como bien se sabe, esta es la fecha en la que se reconoce oficialmente que Cristóbal Colón y sus acompañantes pisaron suelo americano, convencidos que habían llegado a las entonces apetecidas tierras asiáticas, en búsqueda de una ruta que evitara vérselas con los turcos y demás "muchachos", bastante poco amigables para los habitantes de los reinos cristianos de Occidente.
No hace falta que relate el meneo que sobrevino luego de tal acontecimiento y tampoco es cuestión de ponerse a verificar quién había pisado antes de Colón, Pinzón & Co. el suelo de nuestro continente. Para eso están los historiadores, incluso aquellos que -a mi juicio- no se han cansado de interpretar arbitrariamente (normalmente por intereses político ideológicos) los hechos del pasado.
El asunto es que los reinos de Portugal y España, seguidos luego por otras potencias europeas (especialmente holandeses, siempre astutos y buenos navegantes, ingleses y franceses), se hicieron a la mar, la guerra entre ellos y unas cuantas trapisondas más. Es lo que pasó, guste o no guste. Y lo que pasó, creo, generó un sinnúmero de situaciones, de las "buenas" y de las "malas", conforme a los criterios que hoy tenemos los accidentales que no nos destacamos por ser fundamentalistas. De estos -los fundamentalistas- poco puedo expresar, a excepción del desprecio que me merecen el fanatismo y la ignorancia.
También pasaron cosas cuando los Incas extendieron su imperio o, por caso, los Aztecas tomaron el control de prácticamente la totalidad del actual territorio de México. O cuando Atila, o Augusto, El César. ¿Prefieren a Napoleón en España o les cabe Gengis Kan? Puedo volver a los Dogón, las confrontaciones de las ciudades mayas o los resultados experimentados por aquellos intrépidos a los que no le salieron muy bien las cosas y fueron derrotados (a veces hasta degustados) por distintos pueblos aborígenes, a la hora de las confrontaciones armadas.
¿Qué pretendo decir? Lo que para mí es obvio: no tiene sentido ni equilibrio pretender hoy juzgar los hechos del pasado fuera de contexto y mucho menos pretender convertirse en un nativo originario de estas tierras, de hace unos quinientos o seiscientos años atrás. Es un error, creo.
Y lo es porque ya no somos aborígenes sino una nueva mezcla, otra gente, la de ahora. Esta nueva "raza" es el resultado de nuestros propios procesos históricos y, justamente por esta razón, es rica y diversa. Este es el mejor capital, el nuestro, el de América. Somos el resultado de la confluencia de distintas etnias aborígenes, negros, blancos de todas partes, pueblos del Islam o gente del Lejano Oriente. En nosotros confluyen todas estas culturas y en la confluencia vamos configurando día tras día nuestra cultura que, por otra parte, hoy tiene ciertos paradigmas que no necesariamente serán los del futuro ya que como bien reza la canción "todo cambia".
Este post está ilustrado con un didáctico gráfico de una guitarra. Bien, buena parte de nuestras músicas se interpretan con este noble y extraordinario instrumento. Jimi Hendrix también hizo lo que hizo con una guitarra en sus manos. Ahora bien ¿Cómo interpretar esto? ¿Qué pensar respecto del Candombre, el Samba, la Cumbia, el Huayno, la Cueca o el Forró? ¿Y nuestro bienamado Tango? Digo más: ¿Qué hubiera hecho un grande como Jaime Torres sin su charango?
He leido en un diario local que los representantes de los pueblos aborígenes originarios realizarán una celebración o, mejor dicho, la conmemoración del último día de libertad el 11 de octubre hacia la medianoche. Francamente, con el debido respeto, no puedo menos que tomar en términos relativos este tipo de inciativas. Sinceramente creo que una cosa es valorar los aportes culturales de quienes nos precedieron, empezando por nuestra propia tierra, y otra es hacer de cuenta que no ha pasado el tiempo, pretendiendo un paradigma unidireccional y reduccionista. La historia está llena de violencia, lamentablemente. Violencia que sigue tan campante por el mundo, muy a nuestro pesar, y se expresa de diversos modos, no sólo a los tiros.
La verdadera libertad se basa, entre otras cosas, en la aceptación del otro y no en su negación. La negación, que yo sepa, es muy poco progresista.

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