18/7/09

Comprender, aceptar, convivir

Lunes, 08:00 A.M. La muchachada adolescente presenta una peligrosa tendencia a seguir al pie de la letra la Ley de la Gravedad derrumbando su humanidad sobre los pupitres escolares, por más que estos se hayan diseñado -mal, por cierto- para que la posición de los usuarios se acerque a lo vertical. No hay caso, ha pasado un fin de semana y los sujetos están pagando las experiencias juveniles del mismo, casi siempre extendidas al límite y un poco más allá también.
En otras palabras, están naturalmente cansados antes de empezar con la rutina escolar de la semana y si no lo estuvieran es lo mismo: ellos están creciendo, que no es poco. Suelo decir que un adolescente durmiendo es algo así como un acumulador de energía, puro futuro.
Frente al grupo, en el otro rincón del ring side, el profesor. El también trae consigo los resabios y resacas del fin de semana. Es humano, imperfecto.
En este caso no cabe la excusa del sueño y si así fuera, aquí no habría un proceso de acumulación energética sino más bien un prudente ahorro cuasi ecológico de las energías no renovables o eventualmente un ejercicio de flotación imperfecta, figura asimilable al concepto trascendente de hacer la plancha.
Así y todo el enseñante es consciente de su rol, un cabeza dura obsesivo, y pretende dar la clase que ha sido programada, pase lo que pase. El asunto no se presenta fácil, pero no imposible. El tipo toma aire, elonga un poco, ejecuta un prudente carraspeo (señal indicadora del comienzo de la gesta), y dice: “Buen día mis ilustres estudiantes, ¿qué tal el fin de semana? Hoy vamos a…”
¿Cuál es el tema del día? Pues bien, nada menos que analizar e intentar comprender la génesis y desarrollo del arte moderno y, lo que es peor, convencer a tan aplicado público que esas imágenes extrañas que le son mostradas son reproducciones de obras de arte, qué digo, obras maestras nada menos.
Porque, por decirlo de algún modo, hasta Van Gogh, Gauguin o Cézanne se la bancan, a pesar de las dificultades de comprender a Cézanne y el automático fervor militante por el singular expresionismo de Vincent. Es natural, ya lo dije, son adolescentes. De allí en más comienzan las dudas que, a la hora de Marcel Duchamp, mutan hacia un concreto escepticismo. Ni les cuento las reacciones frente a la obra de Jackson Pollock o Josef Albers y su memorable “Homenaje al Cuadrado”. No es fácil.
Pero no todo es arena en el desierto. Sorprenden Munch, el Kandinsky de la Bauhaus en adelante y regodea Dalí. Lo surreal fascina a los jóvenes -cosa esperable- aunque en el momento no racionalicen profundamente los conceptos no racionales del surrealismo, aspecto paradójico, por cierto.
Inhibe y modera reacciones la exposición del desnudo, aunque sabemos bien que a estas alturas saben muy bien de qué se habla. Es un asunto social, me parece.
Desestabilizan Miró, Modigliani y Henri Matisse. Nacen barreras ante Picasso, Berni, Petorutti y Mondrian. Se relativizan las sopas de Warhol y las obras de Jones o Lichtenstein. Interesan Woodstock y Piazzola. Curiosamente siempre gusta la música de Mozart en simultáneo con las cumbias. Inquieta el Jazz, que es algo nuevo.
Definitivamente no se terminan de capturar las instalaciones contemporáneas y se rechaza que el arte –hoy por hoy- puede ser feo, aunque sobran en el auditorio los piercings, expresiones corporales dark o emo; además de la eterna campera de egresados que pasa a formar parte de la piel de cada discípulo de Morfeo (o estudiante), las zapatillas que dan asco y una suerte de desordenado orden medieval que establece que el mundo sigue girando en torno al sujeto (ellos) y que Galileo era un verdadero hereje.
Así y todo se aprende lo que se debe aprender. O, mejor expresado, se toma debida nota de la existencia de todo lo antes mencionado y más también. Eso es lo que importa. Y no solo eso. Al cabo de un tiempo, año más, año menos, viene lo bueno. Aquello que justifica haber hecho frente a las resacas del fin de semana, insistiendo contra viento y marea, que la clase se daba a como fuera, siempre amigablemente. Aparece la devolución, esta vez desde una juventud algo más madura, laborante o universitaria.
El alma se alimenta. La vida sigue teniendo sentido. Aquellos durmientes superaron al enseñante.

3 comentarios:

despejada dijo...

Es tarde, he retomado el sano hábito de escribir y ahora no puedo ser menos que la generación (que me precede? ¿seremos demasiado resistentes al creciemiento?) y lo hago en los soportes que la modernidad nos despliega (y por modernidad comprendase innovación teconológica). Decía (sin irme de idea) que escribo y cómo contraparte leo y me siento interpelada, así que: los durmientes se sintieron atraidos por el surrealismo que les mostraba otra forma de percibir a ese docente que tan sólo se apasionaba por trasmitir una forma comprometida y activa (no sólo desde el producir sino tambien DESDE EL PERCIBIR) de la cotidianedidad que los rodea.
Quizá ese dormir no es tal, quizá entre sueño y sueño se cuela un miró un godard, un dante y su divina comedia, un goehte, un dalí, un benito quinquela martí, y muchos más ...
Aprendimos que el arte es una expresión con identidad, de una forma de percibir la cotidianedidad ...
Es tarde y las palabras complejisan una idea simple y es que hay herramientas que nos llegan en un momento dado y que en otro aprendemos a disfrutar el legarlas....

gracias por todo!

(dejo de regalo la letra de una canción muy pertinente)

"prender, comprender, facultarse, darse cuenta"
Intérprete: Pez

Tuve un viaje místico en taxi por la ciudad
No entendí hasta que entendí
Y escuché palabras que eran sólo para mí
Y aún no sé qué quieren decir
Pero estoy seguro de sentir que no fue una historia más."

despejada dijo...

La canción es "Aprender, comprender, facultarse, darse cuenta" (la había escrito mal)

francisco javier arqueros dijo...

Amiga: Vos estás claramente "despejada". No solo comparto lo que decís, para mí es así.
Luego, gracias eternas por tu sugerencia respecto a Candeal. He vuelto a abrir los ojos. En serio, gracias.