22/5/10

Doscientos (22 de mayo, Congreso Vecinal)


La reunión se haría en el largo y estrecho corredor exterior del piso alto del Cabildo, a este efecto protegido por cortinados de la lluvia y el frío. En el extremo norte se había puesto una mesa donde presidían los capitulares; seguían el escribano, y el obispo; dos filas de bancos de iglesias (pedidas a los templos vecinos) se enfrentaban de un extremo al otro del corredor. A las nueve de la mañana se inició la sesión. Los capitulares asistían exclusivamente para presidir a la “clase principal del vecindario”, pero no podían votar. Empezó el acto con la lectura de la Proclama redactada por el síndico Leiva “al vecindario de Buenos Aires” que aconsejaba no tomar resoluciones hasta reunirse un congreso de las posesiones españolas en América o por lo menos de las ciudades del virreinato.

Fiel y generoso pueblo de Buenos Aires: …agitados de un conjunto de ideas que os han sugerido vuestra lealtad y patriotismo habéis esperado con ansia el momento de combinarlas para evitar toda división… Ya estáis congregados: hablad con toda libertad, pero con la dignidad que os es propia… Vuestro principal objeto debe ser evitar toda división, radicar la confianza entre el súbdito y el magistrado, afianzar vuestra unión recíproca y la de todas las provincias, y dejar expeditas vuestras relaciones con los virreinatos del continente. Evitad toda innovación o mudanza, pues generalmente son peligrosas y expuestas a división. No olvidéis que tenéis casi a la vista un vecino que acecha vuestra libertad (¿Portugal?) Y que no perderá ninguna ocasión en medio del menor desorden. Tened por cierto… que vuestras deliberaciones serán frustradas si no nacen… del consentimiento general de todos los pueblos de las provincias… Huid de tocar en cualquier extremo que es siempre peligroso; despreciad medidas estrepitosas o violentas, y siguiendo un camino medio abrazad aquel que es más sencillo para conciliar, con nuestra actual seguridad y la de nuestra suerte futura, el espíritu de la ley y el respeto de los magistrados.”

Después –dice el acta- “se promovieron largas discusiones” sobre la proposición a votar. El síndico Leiva entendió que debería ser “si había caducado o no el supremo gobierno de España.”

Rosa, José María. Historia Argentina, Buenos Aires, Editorial Oriente, 1981, tomo II (pp.180-181)

Acerca de José María Rosa (ver aquí)

Entre nosotros, ya que nadie nos escucha, Leiva sería "síndico" pero francamente el tipo era todo un político versión siglo XXI. Me fascina y deprime a la vez ver que las cuestiones relacionadas al poder (y los intereses económicos) no son tan diferentes hoy, doscientos años atrás o, si te parece bien, mil años atrás.

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