12/12/10

Las bases de la sociedad

George Grosz (1893-1959) ha sido un artista alemán que, luego de algunas experiencias relacionadas con las primeras vanguardias del siglo XX, se distingue como una de las figuras más importantes de la llamada Nueva Objetividad, movimiento que surgió en Alemania después de la Primera Guerra Mundial contra el arte emocional expresionista y contra la abstracción cubista y constructivista. Antes de abrazar decididamente este camino, supo compartir experiencias con los Dadá y adhirió al Partido Comunista de Alemania, situación que le valió ser procesado en diversas ocasiones por incitación al odio de clases, ofensa al pudor y vilipendio a la religión, entre otras acusaciones. Algún crítico de la época definió esta tendencia, también llamada “verismo”, término derivado del latín veritas (verdad), como “la respuesta pictórica a la revolucionaria crisis de la posguerra de los artistas con consecuencia social”.

Con un severo trazado de línea, pintores como Rudolf Schlichter y Otto Dix, junto a Grosz, representaron directamente y con una insistencia comprensible a mutilados y logreros de guerra, además de la miseria social. Son cronistas de su tiempo. Pintan una ciudad caótica e injusta, basada en el consumo. Sus cuadros no fueron la expresión de un sentimiento subjetivo o un experimento de formas artísticas, sino representaciones detalladas del mundo real, donde las ideas políticas se anteponen a las filosóficas, sin que falten los comentarios mordaces y caricaturescos de las circunstancias sociales de la República de Weimar.

Esta breve y seguramente incompleta introducción no tiene otra intención que compartir, refrescar si se quiere, una obra de Grosz que siempre me llamó la atención: Las bases de la sociedad.

El cuadro (óleo sobre lienzo, 200 x 108 cm. Staatliche Museen, Berlín; Patrimonio Cultural Prusiano, Galería Nacional) nos muestra en primer plano a un sujeto que sostiene con fuerza una jarra de cerveza y un sable, con una cruz gamada en la corbata y con la caballería del Emperador en el cerebro hueco. Un “chauvinista” se encuentra a la cabeza de “las bases de la sociedad”. Luego, el artista reúne en 1926 el típico gabinete de las fuerzas reaccionarias de la República de Weimar. Allí están desde el afiliado de la NSDAP y el hombre de derechas del periódico hasta un violento ejército, pasando por un clero demasiado empeñado en su labor.

Han pasado varias décadas y todos sabemos dónde desembocó aquel proceso. También sabemos que hubo más guerras y las sigue habiendo, motorizadas por regímenes de diversas ideologías y siempre con las mismas consecuencias. Me atrevo a decir que en muchos casos ni siquiera es necesario contar con ejércitos, basta con generar las condiciones para que sea la gente misma –en su desesperación- quien protagonice una suerte de sórdida batalla sin fin, cada vez más violenta y primitiva.


El cinismo, y no otra cosa, lleva luego a los propios generadores de los procesos que desembocan inevitablemente en la violencia a sostener organizaciones de “ayuda humanitaria”, además de “poner en marcha” planes sociales que “lograrán erradicar la exclusión” de cientos de miles, más bien millones, de seres humanos. No podría ser de otro modo en nuestro mundo civilizado y democrático, pletórico de Derechos Humanos. Las bases de la sociedad así lo reclaman.

Las imágenes han sido tomadas del sitio 4.bp.blogspot.com

2 comentarios:

Palabras como nubes dijo...

Bien lo dijiste: basta con generar las condiciones para que sea la gente misma –en su desesperación- quien protagonice una suerte de sórdida batalla sin fin, cada vez más violenta y primitiva.

Cada vez más primitiva.


Saludos
Jeve.

S dijo...

Es excelente este post: sintético, interesante y claro.

Somo siempre es un placer leerte.

Un abrazo.