14/1/11

Muros y Escaleras

"Está ya colocada mi escalera para que pueda ver a los dioses."

Hay una pintura que trata de muros y escaleras. También hay rampas. Escaleras y rampas tienen un marcado énfasis ascendente, sintetizando ideas de ascensión, gradación y comunicación entre diversos niveles de la verticalidad.
La obra que aquí intento comentar es de Óscar Agustín Alejandro Schulz Solari, es decir Xul Solar (1887 - 1963), Muros y escaleras, 1944; 35 x 50 cm; témpera sobre papel montado en cartón. Colección privada, Buenos Aires. Ella integra una serie de pinturas realizadas por el artista entre 1943 y 1944, normalmente utilizando la misma técnica, que se caracterizan por tener como motivo sombrías montañas o muros con escaleras y rampas. Los que saben de estos temas dicen que se trata de escenas, podríamos decir visiones, que remiten a un símbolo universalmente utilizado en iconografías religiosas o herméticas.

Xul se caracterizó por ser un colorista nato, dueño de finísimas armonías y transparencias que se apoyan en brillantes colores. Sin embargo en esta serie de pinturas cambia drásticamente el tratamiento del color, utilizando una gama de colores sombríos, ascética: tierras, ocres, grises y algunas tonalidades blancuzcas. El clima es de amenaza y misterio. El espacio que se abre a nuestra mirada es misterioso. Lo es, entre otras cosas, por la cualidad que le confiere el minucioso registro de las escaleras y los muros que se pierden en el lado superior de la escena sin que podamos tener certeza respecto de su finitud. André Breton decía que “la pintura es un balcón abierto a lo desconocido.” He aquí un claro ejemplo.

El italiano Giorgio de Chirico, creador de la escuola metafisica, supo plasmar paisajes urbanos (sueños) en buena parte de su obra. En ellos los edificios afectan la memoria produciendo una sensación de pasado temporal. En el caso que nos ocupa esto también ocurre, aunque desde un punto de vista diferente, cargado de misticismo. Y si de pasado hablamos observemos las escaleras que aparecen en primer plano, a la izquierda de la imagen, y las edificaciones apenas sugeridas a la derecha. Además de revelar la capacidad compositiva del artista, aportando equilibrio y enfatizando la mirada necesariamente ascendente que nos propone, uno no puede dejar de pensar en ciertas tradiciones iconográficas. Las montañas y las construcciones como las que presenta Xul, nos remiten a la pirámide de Sakkara, a los zigurats mesopotámicos y a los teocalis precolombinos de América. Como en esas arquitecturas, en su pintura se hace referencia en la vía para la ascensión hacia el espíritu. Es evidente un lenguaje plástico cuyo vocabulario responde a la necesidad de ordenar las motivaciones profundas de su mundo espiritual.

A la derecha, en la parte superior de la pintura percibimos una luna con símbolos gráficos. En su obra, Xul usó diversos símbolos de tradiciones herméticas y de distintas religiones históricas; de la Cábala, la alquimia, el Tarot, la astrología, diferentes tradiciones chinas o hindúes, y otras. Allí está uno de los personajes que realizan distintas acciones en la pintura: una pequeña figura con los brazos en alto, en una actitud de plegaria o invocación. El resto de los personajes, así como las arquitecturas y los símbolos ya citados, nos llevan a inferir que la adición de detalles aparentemente incongruentes hace que resulten inagotables las interpretaciones a las que nos conduce el fuerte simbolismo de la obra, balcón abierto a lo desconocido.

Un santo, con la cabeza aureolada, lee un libro sobre una plataforma. Muy lejos, un hombre, quizás un peregrino, asciende por la rampa. Una mujer parece detenerse en otra rampa y observa a un guardián que asoma su cabeza por una ventana. En primer plano, a la izquierda de la escena, asoma una extraña cabeza con la cabellera iluminada.

“Xul me dijo que él era un pintor realista, era un pintor realista en el sentido de lo que él pintaba no era una combinación arbitraria de formas o de líneas, era lo que había visto en sus visiones.” (2)


Notas:
(1) Libro de los Muertos.
(2) Jorge Luis Borges.

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