10/2/10

Dos (una historia por entregas) 1.3

- Hay que desarmarla.
-¿Y si le ponés unos trineos? –Roberto no se resignaba- Por ahí se la puede trasladar a otra parte. (1)
- Ya lo pensé, pero es imposible. La casa está enterrada a unos 70 u 80 cm del nivel de la vereda de Maipú –Respondí- ¿Me decís cómo hago para arrastrarla? Se destruiría definitivamente. La madera de estos muros está podrida. Además es muy grande, aunque pudiera trasladarla con unos trineos no cabría en la calle.
- ¿Enterrada?
- Lo que pasó es anduvo por acá un Ingeniero, ahora no recuerdo su nombre, que según me contó una vez Don Vicente, no tuvo mejor idea que “nivelar” la calles Gobernador Paz, Gobernador Deloqui, San Martín y la Maipú. La nivelada dejó a algunos medio colgados y a otros bajo nivel, para decirlo piadosamente. Cosas de ingenieros de ministerio, de paso por Tierra del Fuego. Después se ejecutaron los primeros pavimentos de hormigón armado de la ciudad. Acordate de la época de los contratos petroleros y los primeros autos importados.
-Y...
- Y nada, Roberto, la casa no se puede correr de donde está. Solo queda una posibilidad: desarmarla y volverla a armar. Después, la segunda opción: que desaparezca para siempre.
- ¿No te parece arriesgado desarmar la casa para volver a armarla?
- A mi me parece que sí pero… ¿Quién te dice…? Supongo que lo que se desarma se puede volver a armar. Además, yo soy un “privado”. Mis riesgos me pertenecen.
- Francisco, vos estás loco.
- Es lo que dicen en casa.
- ¡Andá! Dejate de joder.
-No estoy jodiendo, hablo en serio. Además, conversando con Albertito y Zulema Beban surgió una idea que, si vos no te oponés, le pienso presentar a tu jefe.
-¿Mario?
- Sí, Mario. A ver, ¿quién es tu jefe?
- Yo te apoyo. Contame el plan…

La Casa Beban comenzó a ser construida en 1911 y se inauguró formalmente en 1913. Antes fue adquirida por Fortunato Beban, seleccionándola de un catálogo procedente de Suecia. Por aquellos tiempos los habitantes de Ushuaia recibían diarios y otras publicaciones periódicamente, todas juntas. Al recibirlas, se ponían a leer de atrás para adelante, actualizándose así sobre lo que pasaba en el mundo. Después, buena parte de este papel se convertía en un material de construcción, detalle que ya explicaré. De este modo llegó este catálogo o -no puedo comprobar mi presunción, en todo caso una inferencia- posiblemente un aviso inserto en uno de esos diarios o revistas atrasadas proponiendo varios modelos de casas que se podían construir en cualquier sitio. Quienes hemos consumido unas décadas más tarde revistas y otras publicaciones especializadas en Arquitectura, nos hemos cansado de ver publicidades de este tenor en medios especializados tales como Architectural Record y otros por el estilo.

Luego, consumada la operación comercial, vinieron los planos originales y demás instrucciones técnicas (nunca pude dar con ellos, que yo sepa se perdieron y si no se extraviaron alguien los ha guardado muy bien, vaya uno a saber con qué objeto), así como la totalidad de materiales, a excepción de la tirantería de madera que se utilizó para configurar el entramado estructural de los muros. En este caso se utilizó madera extraída del bosque natural fueguino, compuesto fundamentalmente por Lengas, Ñires y Coihues. No tenía sentido (no lo tendría hoy) absorber el costo de traslado de lo que podríamos considerar un material característico de la obra gruesa. Lo importante era (y sería hoy) el resto. En otras palabras: nadie se trae de Suecia un kit de ladrillos. La carga se despachó al puerto de Punta Arenas y, desde allí, se trasladó hasta Ushuaia en las goletas del señor Beban y su familia.

Esta construcción –que se supuso, erróneamente, procedente del Reino Unido- fue en su momento una de las más importantes de la pequeña y remota Ushuaia. Para ponernos en situación vale recordar que en 1910 se habilitó el Trencito de los Presos y apenas se destacaban unas pocas edificaciones: el Presidio (cuya piedra fundamental se colocó en 1902), la sucursal del Banco de la Nación (inaugurada en 1912, luego convertida en el Museo del Fin del Mundo, 1979), la residencia del gobernador y Casa de Gobierno (luego Legislatura y hoy monumento histórico nacional), así como algunas casas más de pobladores que lograban ingresos interesantes con algunas actividades comerciales enfocadas principalmente a satisfacer el consumo de los pocos habitantes que tenía la zona, todas ellas más o menos de la misma época. También –si no estoy equivocado- la vieja iglesia de los Salesianos, emplazada sobre la Maipú (como el banco, la gobernación, la casa que nos ocupa, la del "Turco", la de Don Isorna y otras), es decir frente a la costa. Es imposible dejar de mencionar que la construcción del imponente Presidio daba un cierto impulso comercial a la aldea dormida.

Esta imagen es, a su vez la reprodución digital de una foto tomada en laboratorio con película común y silvestre, de una muy pequeña (pero pequeña, de cámara de “cajón”) que le pedí prestada a Zulema Beban, mientras recorría con ella viejas imágenes familiares y apelaba a sus recuerdos infantiles en muy gratos encuentros que siempre recordaré y agradezco, para determinar cómo había sido realmente esta casa. El original (la foto pequeñita fue devuelta a su dueña, Amanda); mi original (la foto de laboratorio) como la totalidad de la documentación que oportunamente fue presentada al Municipio antes de avanzar con este proyecto, desapareció misteriosamente. Es curioso ¿no creen?

Hoy es fácil observar el uso indiscriminado de esta imagen con fines comerciales y/o supuestamente culturales. Es más, hasta me parece que no son pocos quienes la han comercializado (o comercializan) en formato de postal, folleto, o lo que sea. Aparece reproducida en portales de Internet, por caso el del propio Museo del Fin del Mundo (institución pública), cuestión que resulta más curiosa todavía si agregamos el dato que allí se lo hace bajo el paraguas de una “muestra”, sin citar las fuentes originarias de las imágenes que se presentan, apropiándose de ellas. No, chiquitos míos, eso no se hace. Es trampa y, si hay trampa, yo hago pido gancho el que me toca es un chancho.

En fin, la fotografía vale la pena. Allí están los dos: el edificio y el Monte Olivia. Me parece más importante.

Esta historia continuará…


(1) Un "trineo" no era otra cosa que un robusto tronco. Varios de estos troncos, colocados bajo la estructura de una casa de madera y chapa, permitía que esta casa pudiera ser trasladada de un sitio a otro. Esto ya no se observa en la ciudad, se supone que hemos evolucinado. Sin embargo, hace unos treinta años, y menos también, era común ver casas "transitando" alguna calle de la ciudad, arrastradas por una máquina vial, buscando su destino definitivo.

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