23/1/08

Ardiente paciencia


…Y cuando el poeta le puso la carátula del disco en sus brazos, como entregándole la custodia de un recién nacido, (…), Mario supo que vivía ahora un sueño: eran los prolegómenos de un ángel, la promesa de gloria cercana, el ritual de anunciación que le traería a sus brazos y a sus labios salados y sedientos la bulliciosa saliva de su amada. (…) “Si un día muero –se dijo-, quiero que el cielo sea como este instante.”
Pero los trenes que conducen al paraíso son siempre locales y se enredan en estaciones húmedas y sofocantes. Sólo son expresos aquellos que viajan al infierno. Ese mismo ardor le sublevó las venas, al ver avanzar detrás de los ventanales a Doña Rosa viuda de González accionando su cuerpo y pies enlutados, con la decisión de una metralleta. El poeta juzgó atinado escamotear al cartero tras una cortina, y luego, girando sobre sus talones, desprendió elegantemente su jockey ofreciéndole con un brazo a la señora el más muelle de sus sillones. La viuda, en cambio, rechazó la invitación y abrió sus piernas. Dilatando su oprimido diafragma, puso de lado los rodeos:
-Lo que tengo que decirle es muy grave para hablar sentada.
-¿De qué se trata señora?
-Desde hace unos meses merodea mi hostería ese tal Mario Jiménez. Este señor se ha insolentado con mi hija de apenas dieciséis años.
-¿Qué le ha dicho?
La viuda escupió entre los dientes:
-Metáforas.
El poeta tragó saliva.
-¿Y?
-¡Que con las metáforas, pues Don Pablo, tiene a mi hija más caliente que una termita!
-Es invierno, doña Rosa.
-Mi pobre Beatriz se está consumiendo entera por ese cartero. Un hombre cuyo capital son los hongos entre los dedos de sus pies trajinados. Pero si sus pies bullen de microbios, su boca tiene una frescura de una lechuga y es enredosa como un alga. Y lo más grave, don Pablo, es que las metáforas para seducir a mi niñita las ha copiado descaradamente de sus libros.
-¡No!
-¡Sí! Comenzó inocentemente hablando de una sonrisa que era como una mariposa. ¡Pero después ya le dijo que su pecho era un fuego de dos llamas!
-¿Y la imagen empleada, usted cree que fue visual o táctil?- inquirió el vate.
-Táctil- repuso la viuda-. Ahora le prohibí salir de la casa hasta que el señor Jiménez escampe. Usted encontrará cruel que la aísle de esta manera, pero fíjese que le pillé chanchito este poema en medio del sostén.
-¿Chamuscado en medio del sostén?
La mujer desentrañó una indudable hoja de papel matemáticas marca Torre de su propio regazo, y la anunció cual acta judicial, subrayando el vocablo desnuda con sagacidad detectivesca:


Desnuda eres tan simple como una de tus manos,
lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente,
tienes líneas de luna, caminos de manzana,
desnuda eres delgada como el trigo desnudo.
Desnuda eres azul como la noche en Cuba,
Tienes enredaderas y estrellas en el pelo.
Desnuda eres enorme y amarilla
Como el verano en una iglesia de oro.”

Estrujando el texto con repulsa, lo sepultó de vuelta en el delantal, y concluyó:
-¡Es decir, señor Neruda, que el cartero ha visto a mi hija en pelotas!
El poeta lamentó en ese momento haber suscrito la doctrina materialista de la interpretación del universo, pues tuvo urgencia de pedir misericordia al señor. Encogido arriesgó una glosa sin la prestancia de esos abogados, que, como Crahles Laughton, convencían hasta al muerto que aún no era cadáver:
-Yo diría, señora Rosa, que del poema no se concluye necesariamente el hecho.
La viuda escrutó al poeta con un desprecio infinito:
-Diecisiete años que la conozco, más nueve meses que la llevé en este vientre. El poema no miente, don Pablo: exactamente así, como dice el poema, es mi niñita cuando está desnuda.
“Dios mío”, rogó el poeta, sin que le salieran las palabras…


Este delicioso texto, en mi opinión memorable, es un breve pasaje de una obra que merece ser leída. No es otra que El Cartero de Neruda (Ardiente paciencia)*, de Antonio Skármeta (ver aquí). Estoy seguro que casi todos, o al menos muchos, hemos disfrutado de esa pequeña joya del cine que es la película Il Postino, cuyo guión se basa –justamente- en la obra del escritor chileno.
El libro, por su parte, es imperdible. Tiene lo que nunca esta película (insisto, muy buena) nos podría ofrecer: el sabor de lo local.
Un relato de prosa sencilla, cuidada, poética y teñida de un humor a prueba de balas. Seguramente ya lo has leído, aunque nunca está de más releer aquello que es bello. Si no lo hiciste no te pierdas el placer de hacerlo.

(*) Antonio Skármeta, El Cartero de Neruda (Ardiente paciencia), Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1985. ISBN 950-07-1069-2

Fotografía, gentileza de http://www.escritores.cl/

20/1/08

Iaies


Quien tuvo la oportunidad de escuchar al "Mono" Villegas va a entender de qué estoy hablando. Es cortito: Adrián Iaies es, desde mi punto de vista, el mejor pianista de jazz (y yo agregaría otras músicas)que tenemos en la Argentina, y otros sitios más, no lo dudes. Hacete un click aquí y, si no lo conocías, empezá a hacerlo. No te vas a arrepentir.

19/1/08

Orejita


Cuando Hugo Díaz estaba en su mejor momento yo era un jovencito amante del rock nacional, el del principio, enfrascado en el “descubrimiento” del blues, la poesía negra y cosas por el estilo. Uno tenía hormigas en el trasero y, como otros, andaba por el Di Tella, se pasmaba con Woodstock (ver aquí) y escuchaba a Manal y Vox Dei, el de Presente.
Los demás, la mayoría en aquellos tiempos, pensaban que éramos raritos, mientras se empachaban con los productos comerciales que el sistema discográfico ofrecía: Pintura Fresca, Donald, Palito Ortega y demás.
Hugo era cosa de viejos y, encima, como su música era propalada por la eterna casa de discos (habitualmente pequeña, oscura y solo frecuentada por quienes desde las provincias se venían a Buenos Aires, a buscarse una vida), ubicada frente a la estación del ferrocarril, también era grasa… qué error de apreciación ¿no?
Así, como tantas otras cosas, Orejita (así le decían), pasó frente a mis narices sin que mi omnipotencia juvenil tomara nota de su singular obra. Una lástima, ya que me perdí de disfrutar tantas veces como se me diera la gana la música de un grande entre grandes, ejecutada por él mismo, en uno de los tantos boliches por los que supo pasear su arte, más de una vez por el sánguche.
Años después, ya un poco más “conocedor” de algunas músicas, definitivamente estacionado en el jazz y habiendo descubierto la belleza del tango y nuestro rico folclore, lo descubrí.
Hugo Díaz, en ese entonces, ya había fallecido hacía unos pocos años años (el 24 de octubre de 1979) y, encima, cada vez era más difícil conseguir alguna de sus grabaciones. Como tantas otras cosas buenas de la Argentina, pasó al olvido.
Entre otros supo grabar con su cuñado, Domingo Cura (otro grande de la música nacional), Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Louis Armstrong y Sara Vaughan. Fue disco de oro en Japón y la firma Hohner (marca de la armónica que solía utilizar), le dedicó un monumento conmemorativo en su casa matriz, según cuenta mi amigo y maestro, Roberto Santana.
Por suerte algunas cosas regresan, aunque sea de a poco, como los planes de ahorro en cuotas o el buen tino después de la adolescencia. Por ejemplo, hace un tiempo, hurgando en los estantes de Zivals (cuando estés en Buenos Aires y quieras encontrar buena música, andá a la esquina de Corrientes y Callao, allí está Zivals, no te pierdas la experiencia; y después, despachate un cafecito o una cerveza en el Paseo La Plaza, a dos cuadras de allí, saboreando de antemano la música que llevás en la bolsita de los CDs), me topé con un CD editado por Acqua Records en 2001. Su título, “Hugo Díaz, Tangos”. Está muy bueno, pero muy bueno. No exagero.
El año pasado se estrenó un documental dirigido por Alberto Larrán, con guión de Luis Cruz y el mismo Larrán y fotografía de Gustavo Rejan. Su título es “A los cuatro vientos” y rescata la vida y obra de este gran músico, quien en un reportaje publicado en la revista Antena en 1971 dijo, cuando le preguntaron ¿qué juguete recuerda con más cariño?, “Yo solo tuve como juguete una vieja armónica, regalo de un turco, en ella aprendí todo que ahora se ¿Como no recordarla con amor?”

Frato

Frato, es decir Francesco Tonucci, suele expresar sus ideas de diversas formas. Una de la más efectivas la constituyen sus dibujos, con ojos de niño.


Agrego otra imagen, para pensar un poco.

La ciudad de los niños


Francesco Tonucci es un pedagogo notable, italiano él, que desde el día que tuve la suerte de conocerlo y, sobre todo escuchar su mensaje, me ha hecho reflexionar.
Hace unos años atrás supo estar por Ushuaia y, gracias a Estela, mi compañera de toda la vida, quien me avisó de tal circunstancia, tuve el privilegio de poder asistir a una de sus charlas, en las que relató una experiencia llamada “La ciudad de los niños”.
Creo que a estas alturas no son pocos los que conocen de lo que estoy hablando, empezando por el libro que el mismo Tonucci ha publicado sobre el particular que, si no lo han leído, recomiendo efusivamente que lo hagan.
Lo más atrapante de las ideas de este hombre es su sencillez y en ella, lo poderosamente transformadoras que son. Y así fue, efectivamente, lo que pude escuchar aquella tarde, en la que apenas seríamos unas 20 o 25 personas, de las cuales –si no recuerdo mal- sólo tres o cuatro éramos arquitectos.
Ese día habló (y hablamos), del espacio urbano y su relación con quienes deberían ser los primeros en quien pensar, a la hora de intervenir en el mismo, en todo sentido: los niños.
Es simple: si una ciudad es ámbito adecuado para la vida libre y creativa de un niño, lo será para todos.
Esto que cuento pasó hace más o menos 11 o 12 años. No recuerdo muy bien las fechas. Sin embargo no olvido el cambio conceptual que este amigable hombre produjo en mí.
No hace demasiado tiempo, repentinamente empezaron a aparecer nuevos cruces de calles en la ciudad de Ushuaia, que mantienen el nivel de la vereda, por lo cual ya no es el peatón quien “intrusa” el espacio de los automóviles sino que, por el contrario, son éstos quienes “avanzan” o atraviesan el ámbito natural de los peatones, la siempre amigable vereda. Este “detalle” era, justamente, una de las tantas ideas propuestas por Tonucci para que la ciudad fuese de los niños.
En verdad no tengo idea de las razones por las que el Municipio comenzó a realizar este tipo de solución constructiva y si tal política se inscribe en un proyecto más amplio, justamente siguiendo las ideas de Tonucci que, dicho sea de paso, se han puesto en práctica en muchas ciudades, comenzando por su ciudad natal. Así y todo aplaudo la iniciativa, aunque es menester hacer un crítica: nadie ha explicado de qué se trata y por lo tanto, más allá de la inveterada y estúpida costumbre que caracteriza a la mayoría de nuestros connacionales por su extrema inconducta a la hora de tomar el volante de un automóvil en sus manos, no son pocos los que no han comprendido la función que cumplen estos dispositivos y mucho menos qué criterio adoptar a la hora de circular por la ciudad.
Digo más, no faltan (y son muchos) los que creen que se trata de una nueva versión del inaguantable y agresivo “lomo de burro”, que haciendo honor a su nombre, no es otra cosa que una burrada.
Dejo mi duda flotando en el aire (o en la Web), insisto en la crítica que he formulado y sugiero interiorizarse un poco más sobre la idea de La ciudad de los niños.
Hay, además de sus libros y publicaciones de distito tipo, muchísimos sitios en Internet sobre el particular (aquí un ejemplo) y, en general, sobre el mismo Tonucci, toda vez que sus interesantísimas ideas no terminan aquí. Hay más.
He seleccionado esta página, que invito a recorrer. Click aquí.

18/1/08

El Arte

El concepto de Arte se ha intentado definir a lo largo del tiempo de numerosas y muy variadas maneras, sin llegar a una conclusión universal. En mi opinión esta conclusión definitiva nunca llegará. En todo caso nos animamos a decir que en el contexto cultural de nuestro tiempo, resulta casi imposible definir unívocamente este concepto. Arte es todo lo que el hombre llama arte. No pocos afirman que en realidad no existe realmente el arte, sino los artistas.
En resumen, la idea "arte" es un concepto complejo, difícil de definir con palabras. Sin embargo, lo que nadie parece negar, es que la obra de arte produce sensaciones que nos conmueven o impresionan y nos provocan un determinado estado de ánimo. Pero para provocar esa emoción es necesario que la contemplación atraviese un proceso intelectual, es decir, se requiere una formación, saber observar.
Observar una obra no significa decidir si gusta o no gusta. La percepción de una obra de arte no es un exclusivo acto instintivo, sino un complejo proceso en el que interactúan la razón y nuestros sentidos. Para apreciar una obra de arte debemos, ante todo, saber diferenciar entre ver y observar, abriendo el espíritu y poniendo a prueba el intelecto. El arte es propio de la naturaleza humana y el hombre es, precisamente, la extraordinaria conjunción de cuerpo y mente.
Atrás de una imagen hay colores, luces, formas, símbolos escondidos que quieren decir algo. Comprender y apreciar esta imagen requiere un proceso de formación, ya que:

•Es necesario interpretar ese lenguaje, conocer la intención del autor, sus códigos.

•Es recomendable conocer la morfología con la que construimos ese lenguaje. Toda obra de arte responde a una técnica.

•Es indispensable ponerla en relación con el espacio y momento histórico en que se produce, porque la obra no tiene sentido fuera de su ámbito y de sus condicionamientos socioculturales.

Completando la formación del espectador, educando su sensibilidad, estará en disposición de convertirse en receptor, consiguiendo que la obra se mantenga viva. El análisis visual, o de otro tipo, por caso el audiovisual, requiere entrenamiento, a partir de elementos más complejos, relacionados con la expresión estética. Cito algunos, determinantes desde mi punto de vista:

•La percepción: Es la que nos permite delimitar los elementos formales de la obra.

•La estructura: nos descubre los componentes de la obra de arte.

•El significado y la época: Ya se dijo, la obra no tiene sentido si no pretende decirnos algo. Su significado es esencial en la interpretación de la obra de arte. Toda obra de arte está atada a su tiempo, es consecuencia del mismo.

•El concepto de estilo: Si bien vale la pena tomarlo en cuenta, es un concepto relativo. Se puede construir un edificio gótico en el s. XX, pero ello no nos permite clasificar la Historia del Arte (P.Ej. la Catedral de La Plata, en la provincia de Buenos Aires).

En otras palabras, las distintas formas de expresión artística como la arquitectura, pintura, escultura, arte decorativo, diseño, fotografía, cómic, cine, música, danza, y tantas otras, son modos de comunicación; una forma de trasmitir mensajes. Dichos mensajes pueden ser múltiples y concuerdan con el contexto histórico y cultural de cada época. Hay diversos tipos de mensaje. Cito algunos:

•Mensaje intelectual: Cuando se trata de trasmitir conceptos abstractos, ideas, emociones, sugestiones, etc. Lejos de hacerlo a través de la imagen o de la figuración real, se trasmiten ideas o contenidos a través de imágenes no reales o que trascienden la realidad. Así, por ejemplo, la pintura egipcia o la pintura cubista se llenan de contenido intelectual.

•Mensaje Sensorial: Trata de provocar en el espectador una emoción o sensación a través de representaciones muy reales. Valdría, en este caso, tanto la pintura renacentista, la impresionista o su antecesora, la naturalista.

•Mensaje simbólico: Son imágenes que tienen una segunda lectura. En este sentido las representaciones mitológicas o religiosas que conllevan un simbolismo implícito. Buena parte de la producción artística contemporánea también.

•Mensaje historicista: Cuando representa un hecho histórico, que a través de la imagen se quiere exaltar, propagar o denostar.

•Mensaje social: Suele ir ligado a un sentido propagandístico de determinadas ideologías o poderes políticos, religiosos, económicos, etc. Muchos estilos o movimientos artísticos se han movido en función del mecenazgo que han buscado en la obra de arte su exaltación: lo mismo una monarquía que la iglesia o, por caso, los grandes poderes económicos u organizaciones sociales y políticas de diversa índole.

•Mensaje espiritual o religioso: Trata de provocar una emoción, devoción, fervor o miedo en el espectador, en consonancia con unas creencias. Naturalmente también tiene un amplio contenido propagandístico.

El prejuicio, nuestro peor enemigo.

Con frecuencia se admira la destreza del artista al representar los objetos y lo que más gusta son los cuadros y esculturas en los que lo que está representado aparece “como si fuera de verdad”. No se trata de negar que esto es importante. Sin embargo no debemos olvidar es que es posible representar la naturaleza, las cosas, las ideas, de diversas formas. Por ejemplo, un simple boceto lo puede conseguir, aunque presente menos detalle que un gran cuadro al óleo. No necesariamente una gran obra debe ser compleja, por el contrario, muchas veces es la sencillez lo que convierte a una obra en grande.
Precisamente la primer confusión o conflicto que produce la falta de entrenamiento al que nos referíamos surge cuando, aparentemente, la obra de arte parece haber sido realizada "incorrectamente", alejada de la reproducción fiel de la realidad.
Esto sucede especialmente si las obras pertenecen al arte moderno y/o contemporáneo, aunque si nos tomamos la molestia de escarbar un poco por el arte del medioevo, tanto en occidente como -muy especialmente- oriente, nos sorprenderemos con los altos niveles de abstracción de la época.
Ahora bien, seguramente muchas de las personas que así opinan, disfrutan –por ejemplo- con los dibujos animados de Disney. Lo más probable es que no se pregunten si Mickey se parece fielmente a un ratón o Donald a un pato. Quienes penetran en el mundo de Disney no se preocupan, en ese momento, del Arte con A mayúscula. No van a ver sus películas con los mismos prejuicios que cuando contemplan cualquier obra de arte moderno o de un contexto que les es ajeno o desconocen. ¿Lo de Disney, es arte o no lo es?
Cabría preguntarse, entonces, ¿qué es lo que esperamos de las personas que realizan el arte de nuestros días? Lo que no nos podríamos preguntar, porque descontamos que la respuesta es afirmativa, es si estos artistas poseen conocimientos técnicos suficientes para, por ejemplo, dibujar con corrección.
Por lo tanto, pienso que hay dos cosas que debemos plantearnos cuando contemplamos una obra de arte en la que encontramos una supuesta falta de "corrección":

•Primero, si el artista no tuvo sus motivos para alterar la apariencia de la que vio.

•Luego, que nunca debemos condenar una obra de arte por estar incorrectamente realizada, a menos que estemos completamente seguros de que quién está equivocada es la persona artista y no nosotros. Y, en honor a la brevedad, no me extiendo respecto de la pregunta del millón: ¿qué es o significa lo equivocado?

Hay que tener en cuenta que el artista pretende o aspira a ver el mundo de una forma nueva, sin ningún prejuicio. No existe mayor obstáculo para gozar de una gran obra de Arte que nuestra resistencia a despojarnos de costumbres y prejuicios.