9/7/09

La Importancia de lo feo (primer intento)

Hace casi un año atrás publiqué en este espacio un post que se titulaba Los Feos (ver) Allí no hice otra cosa que rescatar (un poco en broma, otro poco en serio) el hecho de que somos normalmente feos, toda vez que la belleza es un aspecto de la cultura que entiendo efímero, diverso, volátil. Así y todo, lo supuestamente bello nos subyuga y es lo deseado, como ya se ha expresado también por aquí no hace demasiado tiempo.

"A lo largo de los siglos, filósofos y artistas han ido proporcionando definiciones de lo bello, y gracias a sus testimonios se ha podido reconstruir una historia de las ideas estéticas a través de los tiempos. No ha ocurrido lo mismo con lo feo, que casi siempre se ha definido por oposición a lo bello y a lo que casi nunca se han dedicado estudios extensos, sino más bien alusiones parentísitcas y marginales. Por consiguiente, si la historia de la belleza puede valerse de una extensa serie de testimonios teóricos (de los que puede deducirse el gusto de una época determinada), la historia de la fealdad por lo general deberá ir a buscar los documentos en las representaciones visuales o verbales de cosas o personas consideradas en cierto modo feas (*)."



Animado por las palabras que inician la obra dirigida por Umberto Eco, Historia de la Fealdad, me animo a afirmar que este concepto, el de la fealdad, nos es imprescindible y no siendo esto suficiente, creo que lo feo se convierte en bello, intervención o interpretación humana mediante. El análisis, entonces, merece ser algo menos banal.

Hace bastante tiempo que mi gran amigo Aristóteles afirmó que "La poesía parece deber su origen, en general, a dos causas, y dos causas naturales. El imitar es connatural al hombre y se manifiesta ello desde su misma infancia -el hombre difiere precisamente de los demás animales en que es muy apto para la imitación y es por medio de ella como adquiere sus primeros conocimientos- y, en segundo lugar, todos los hombres experimentan placer en sus imitaciones. Prueba de ello es lo que pasa en la realidad: nos gusta contemplar la imagen de aquellos seres cuyo original resulta doloroso o triste, reproducida con la mayor exactitud posible; por ejemplo, las formas de los animales más repugnantes o las formas de los cadáveres." (**)


¿Hay acaso algo más doloroso o triste en la cultura cristiana (seamos amplios, podríamos decir que se trata de un eje central de la cultura occidental, guste o no) que la pasión y muerte de Jesucristo? "Para sostener tu fe, Cristo se volvió deforme, aunque eternamente bello..." (***)

Pero no todo es poesía en la construcción humana, normalmente fea, ocasionalmente bella. Marx nos recuerda que la posesión de dinero puede suplir la fealdad. Gran verdad, por cierto. Sobran las historias o relatos de cortesanas o cortesanos, sean del pasado o la mismísima actualidad -¿hace falta que recuerde el show de Berlusconi?- que bien podrían contarnos las habitantes de un prostíbulo imaginadas (¿sólo imaginadas?) por Picasso, deliberada y salvajemente primitivas (¿feas?), a quienes pienso o supongo más bellas que alguna que otra Venus o damisela "had hoc" que anda suelta por la Historia del Arte (o por el mundo, que para mi es lo mismo).


En fin, me parece que me he metido en un terreno complejo aunque está claro que no estoy descubriendo nada nuevo; son los caminos que uno transita, por reiterativos que éstos resulten. Pero no le vamos a esquivar al bulto. Esto no termina. En todo caso, por ahora, cierro con lo expresado por Maurice Merleau-Ponty: "Indudablemente un "otro" dista mucho para mi de reducirse a su cuerpo, precisamente es ese cuerpo animado de todo tipo de intenciones, sujeto de muchas acciones o propósitos de los que yo me acuerdo y que contribuyen a dibujar para mi su figura moral (...) Para nosotros, los demás son espíritus que frecuentan un cuerpo y, en la apariencia total de dicho cuerpo, nos parece que está contenido todo un conjunto de posibilidades de las que él es su misma presencia." (****)

Continuará...

(*) Storia della bruttezza; a cargo de Umberto Eco, 2007, RCS Libri, S.p.A., Bompiani
(**) Fuente Storia della bruttezza; a cargo de Umberto Eco, RCS Libri, S.p.A., Bompiani, 2007. Aristóteles (siglo IV a.C.); Poética, 1448b.
(***) San Agustín, Sermón 27, 6
(****) El mundo de la percepción; Maurice Merleau-Ponty, Fondo de Cultura Económica de Argentina S.A., 2002.
Imagen 1: Peter Paulus Rubens; La Cabeza de Medusa; 1618. Viena, Kunsthistorisches Museum.
Imagen 2: Andrea Mantegna; El Cristo Muerto; hacia 1475-1490. Milán, Pinacoteca de Brera.
Imagen 3: Pablo Picasso; El Burdel Filosófico o Les Demoiselles d'Avignon; 1907. New York, Museo de Arte Moderno (MoMA)

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