18/7/08

Cosa de hombres


Él medita, recorre el pensamiento profundo, mientras se enfrasca en la lectura de su preferencia. El acotado espacio, brillante y despojado, le pertenece. Allí está solo, nadie lo interrumpe, puede encontrarse consigo mismo y la esencia de las cosas. O no; por ahí la elección es arrojarse en brazos de la evasión y recorrer mentalmente lugares lejanos, dorados y deseados, guía turística mediante, pensando en un futuro viaje. También puede analizar la composición del resumen mensual de la tarjeta de crédito, cada vez con saldos más abultados e impagables. No lo recomiendo, no parece oportuno, aunque debemos admitir que hay quienes no soportan un instante sin sufrir y acometen, nomás, con el desdichado resumen.
Es opción ponerse al tanto de las noticias del día, o de ayer, de la mano de un diario o periódico. Podrían ser de la semana pasada, en formato de revista, por lo general con superficies impresas en las que predominan las fotografías y la publicidad por sobre los textos, como suele ocurrir últimamente. Y si no se trata de la semana pasada, serán del mes o año pasado o de cuando fueren, siempre y cuando coadyuven con el rito superior y único, el que pertenece especialmente a los representantes del género masculino aunque, atendiendo a la sana evolución de las relaciones entre los sexos y a los efectos de no ser denostado por segregacionista, acepto la existencia de féminas que posean la capacidad de entender tan sagrado momento, más allá que –en general- ellas asignan al sitio otro significado, asociado a la milenaria práctica en las que son imbatibles: la de producirse, en sintonía a los ritos que ya practicaban las doncellas egipcias que, acuclilladas o recostadas relajadamente sobre esteras recibían sobre sus cabezas agua aromatizada con mirra, azafrán y canela. Y eso era solo el comienzo, hasta guirnaldas de flores formaban parte de la ceremonia. Se ve que tenían las cosas claras.
Lejos está nuestro pensador de tales entreveros o, si volvemos a la historia, de la opulencia de las fastuosas termas romanas donde, luego de despojarse de sus túnicas, los ciudadanos del Imperio se daban con todo: frigidarium (baño frío), tepidarium (baño tibio) y caldarium (baño caliente, bien caliente); luego, se entregaban a la acción de los strigile (limpieza), tractatores (masajistas) y unctores, quienes untaban a los interesados con aceites aromáticos. Y no es que falten aspiraciones, diría el paisano, pero –repito- el pensamiento profundo conoce de humildades. Además, que te agarre un unctor, cuando estás distraído y como Dios te trajo al mundo, podría resultar peligroso. Nunca se sabe.
Obviamente hablo del baño. ¿Acaso no es fenomenal estarse un buen rato en el trono, leyendo a gusto, meditando respecto de la cuadratura del círculo o releyendo la crónica del partido de fútbol del domingo, en particular si el equipo de nuestra preferencia ha ganado? En el baño los hombres pensamos, por más que las descendientes de Eva estén decididas a no creer que seamos capaces de hacerlo.
Hay que reconocer que últimamente este espacio, porque de espacios y hábitos personales hablamos, ha evolucionado insospechadamente, en una especie de reencuentro con el pasado, a la egipcia o romana, ahora bajo el manto de una palabra todopoderosa: spa. A los griegos vamos a dejarlos pasar en este caso. Si bien se daban unos cuantos lujos similares a los citados, por ejemplo antes de comenzar un gran banquete (que sabemos podía concluir equívocamente, por así decirlo), no faltaban quienes consideraban que tales prácticas sanitarias eran símbolo de debilidad porque ocultaban el fuerte olor del atleta.
Pero volviendo a esto del pensamiento, fuera de todo hedonismo, no falta quien se anima a más e incorpora un mini bar y la siempre apreciada compañía musical aunque, en este caso, el exceso sibarítico musical puede atentar contra la concentración que el asunto requiere. Al menos quien esto escribe, en estas circunstancias apunta para el lado de las letras.
Y no faltan los que van al fondo de las cosas, sin ambages, acoplando revisteros, un alguito para picar e ir matando el hambre, jacuzzi, aventanamientos amplios y abiertos a las vistas que la Naturaleza ofrece, o las luces de la gran ciudad. En este último caso a partir de un piso 24 o aún más alto; no es cuestión de andar mostrando las impudicias al boleo. El baño es el baño y allí no se embroma, sólo se piensa.
Luego, ya se sabe, si se prueban las mieles de las aguas burbujeantes del jacuzzi, los perfumitos orientales que arrojan velitas o aceites aromatizantes, el entibiado de toallas, la maquinita que masajea los pies, etc. la tentación asoma y, en una de esas, tal circunstancia aleja al sujeto del cabal y genuino sentido de su masculina vida: leer en el baño, a pata ancha, sin que lo jodan. Que de esto hablamos, justamente, por joder nomás.

13/7/08

Jüdisches Museum

Mi amigo Roberto Gribnicow, arquitecto él, tiene la costumbre de tomar buenas fotografías. Ya he contado algo acerca de mi amigo (ver) y, ahora, divulgo una de sus fotografías que ha sido seleccionada para el catálogo on line de la guía de museos de Alemania. La foto, que aquí se aprecia, corresponde al Museo de la Historia y la Cultura Judía de Berlín, singular obra del arquitecto Libeskin que, allá por el '99 pudimos visitar juntos, apenas terminado el edificio, en el contexto de un seminario de arquitectura que compartimos con otros colegas de Argentina y Latinoamérica en el que no estoy muy seguro que aprendiéramos algo pero, sin duda alguna, aprovechamos para pasarla fenómeno.

Ya que estamos paso el link de la citada guía, que está bastante buena y, si se quieren dar una vueltita por el país de las valkirias (cosa que vale la pena), no está de más la información.

Volviendo a la obra de Libeskin, en verdad notable, quisiera mostrar algo más (sorry, Roberto, pero en el catálogo hay también otras fotos aunque queda claro que vos sos lo más) de este lugar que -confieso- me conmocionó cuando tuve la oportunidad de tomar contacto con él. Es que no se trata de un edificio, es una gigantesca escultura alegórica que en cada detalle, cada rincón, nos habla de la historia de una cultura, de tragedias, aciertos y errores y, lo más fuerte, de las ausencias. O mejor dicho, del espacio vacío que la ausencia provoca. Y todo eso, expresado con una arquitectura que se adelanta al menos una década, o más, a lo que luego se terminó viniendo.

Esas "líneas" que se observan son las múltiples líneas o "ejes" que vinculan a cada uno de los judíos sacrificados por el régimen nazi. Aquí hacen las veces de ventanas, pero estos ejes son la matriz del edificio entero, incluyendo su curiosa planta. Son los ejes de una cultura que, como tal, se configura por miles y miles de seres humanos y las líneas de la vida que necesariamente los vincula.


Aquí, en otras de las fachadas laterales, hacia el "frente" del edificio (que no es tal, no hay un "frente" aunque sí un acceso) seguimos observando el mismo concepto y apreciamos la textura exterior que se presenta; está materializada con placas metálicas de no se qué aleación (no lo recuerdo), cosa que luego hemos podido apreciar en sitios tales como el Guggenheim de Bilbao, obra del arquitecto americano Frank O. Gehery, otro capo.

Pero, amigos, hay dos cosas la obra de Libeskin que aquí someramente comento que no puedo dejar de mencionar, gracias a las fotos de mi amigo Roberto, que actuaron como "disparador" en mi memoria.

La primera de ellas es el acceso o el modo de acceder al edificio. Se lo hace por una extensa y muy definida escalera que cuesta esfuerzo ascender. En realidad uno "entra" al edificio en su nivel más alto y luego, lo recorre descendentemente. Esta escalera recta y dificultosa se refiere a las dificultades que, a lo largo de la historia, la cultura judía debió afrontar. Así y todo, llegó a sus metas y, como sabemos, en ello están y en ello insisten.

Finalmente para mí lo más contundente. Hay en el desarrollo del edificio algunos puntos o sectores que son lisa y llanamente una caja vacía, negra, ciega. Es la ausencia, el vacío. Estos sitios no son accesibles, sólo están. A excepción de uno. En él, nos encontramos en medio de la oscuridad y silencio absolutos, encerrados tras una puerta blindada que recuerda la de los hornos crematorios de los campos de concentración. No hay nada, nada de nada, a excepción de un mínimo vano en lo más alto que arroja un haz de luz desde el exterior: allí está la ausencia y se nos señala la esperanza. Juro que en ese sitio lloré.

9/7/08

Anastasio López



Los máximos jerarcas sindicales de extracción peronista acaban de renovar la mesa directiva de la poderosa Confederación General del Trabajo (CGT), central sindical creada por el General Perón.

Finalmente, como esperaba, el señor Hugo Moyano logró el objetivo de ser reelecto como cabeza o “líder” de la organización. Para ello tuvo que pagar sus costos, bastante altos por cierto. Baste citar que han vuelto al primer plano “los gordos”, sempiternos dirigentes gremiales a los que el propio Moyano supo desplazar en su momento. Y eso no es todo, Moyano (y sus principales apoyos políticos), los gordos y demás asociados, se han tenido que bancar que el también singular y eterno dirigente Luis Barrionuevo se escindiera, armando un nucleamiento paralelo y disidente, junto a unos 40 gremios de poco poder. En síntesis, se fracturó la CGT y por más que queda más que claro que la mayor concentración de poder sindical –la conducción oficial agrupa a 143 sindicatos- sigue alojada en la “mesa” que encabeza Moyano, hay dos aspectos que no pueden ser pasados por alto:

a) Esta mesa es compartida, no necesariamente unidireccional y, parece, a muchos de los comensales no los une el amor, sino el espanto.
b) Hay un núcleo disidente –Barrionuevo y sus muchachos- que no tendrá demasiado poder, pero molesta. Digamos que se posiciona un tercero, toda vez que no debemos olvidar la existencia de la CTA, central sindical a la que no le falta entidad, cimentada en gremios que representan actividades estratégicas en un país estatista como el nuestro, tales como buena parte de los docentes, la salud pública, y los empleados del Estado, con un perfil ideológico no necesariamente peronista.

Francamente debo confesar que no tengo la menor idea (o si tengo alguna, no es demasiado importante), de la lógica sindical, sus códigos y contra códigos. Tampoco soy analista político ni pretendo serlo; mucho menos pretendo juzgar acuerdos o desacuerdos que protagonizan dirigentes que no conozco (a excepción de sus incursiones mediáticas), y no me representan. Lo que me ha parecido digno de desgranar es la distribución de cargos, es decir cuotas parte de poder, que ha quedado como resultado de los cabildeos sindicales. Revisemos el detalle publicado por los diarios del día de la fecha.

Como dijimos, el Secretario General es el señor Hugo Moyano, gremio de los camioneros. El Secretario Adjunto (en otras palabras, el número dos, ejerciendo el aliento en la nuca), el señor Juan Belén, del gremio de los metalúrgicos (la históricamente poderosa UOM, que parece querer volver por sus fueros); la UOM le había puesto la proa al amigo Moyano. En otras palabras éste cedió poder; la cabeza ahora es compartida. Hasta aquí vamos fenómeno. Veamos las secretarías, las porciones de la pizza.

Tras nada menos de seis horas de conciliábulos nos encontramos con el señor José Pedraza, cabeza de los ferroviarios como Secretario de Cultura, Ciencia y Técnica. Mmmm…

Luego encontramos a José Daer (sindicato de los empleados de la sanidad) en la Secretaría de Prensa y Comunicación; Oscar Lescano (luz y fuerza, digamos energía eléctrica), en la Secretaría de Vivienda y Turismo. Para rematar, encontramos a inefable Armando Cavalieri (comercio) nada menos que en la Secretaría de Acción Social.

Me pregunto sobre la relación entre la actividad comercial y la acción social y, además, como será ésta bajo el mando de unos de los principales exégetas sindicales del ex presidente Menem, en tiempos que hoy son crudamente objetados por buena parte de la sociedad, especialmente el señor Moyano y su principal referente político, nada menos que ex presidente Néstor Kirchner? ¿Qué tendrá que ver la actividad ferroviaria con la cultura, y qué la sanidad con los aspectos comunicacionales y la prensa?

Hay más perlas. El señor Horacio Ghillini (docentes privados) va a la Secretaría de Estadísticas y Defensa del Consumidor; Gerardo Martínez (obreros de la construcción) a Relaciones Internacionales y Juan José Zanola (bancarios)a Seguridad Social. Yo nunca he podido encontrar la relación entre los bancos y la seguridad social, no imagino que los docentes estén formados para resolver estadísticas y ni soñando relaciono a los nobles albañiles con la política internacional.

En fin, la lista es larga toda vez que la repartija es amplia. No viene al caso seguir detallando tan coherentes designaciones, creo que lo dicho alcanza.

Me voy recordando algunas de las primeras y siempre brillantes creaciones de Les Luthiers, cuando parodiaban a los ya extinguidos noticieros cinematográficos, aquellos que se proyectaban antes de la película central de la función. “…Juran los nuevos ministros (…) cabo segundo Anastasio López, en Educación…” O si se prefiere “…ya el sol se ponía en levante…”

Antes de apagar la luz, en el último instante, pienso: ¿y si me postulo, en mi calidad de arquitecto, para entender el mundo de los cirujanos? Biblias y calefones son lo mismo, Discépolo mediante.

Foto: Diario La Nación, Buenos Aires.

6/7/08

Héctor Roberto Chavero


Don Ata nació hace cien años. Fue en enero de 1908 en Pergamino, corazón de la Pampa Argentina. Según sus propias palabras "duerme" desde 23 de mayo de 1992. Falleció en Nimes, la ciudad que fundara el viejo Imperio Romano, la del Pont du Gard y su todavía activa plaza de toros, antiguo circo romano, un Coliseo en escala. Descansa en su pago de toda la vida, Cerro Colorado.
En estos días en los que los días transcurren agitados, vertiginosos, Estela -mi compañera- me ha hecho un gran regalo: la publicación de memorias de Atahualpa Yupanqui, "Este Largo Camino", un trabajo de Víctor Pintos (1).
Es un libro maravilloso, para ir leyendo despacito, al ritmo de la vidala o, mejor aún, la vidalita.

Palomas y perdices, gorriones y jilgueros eran dueños de todos los rumores del campo. Los arroyos, angostos, caprichosos de curvas, eran como la copia de algunas vidalitas que quedaban perdidas en los cardos, junto a las mariposas. Quizá por eso las vidalas mantuvieron siempre algo como una fragilidad graciosa, melancólica y libre, como si hubieran nacido para ser cantadas por muchachas de estancias y chacras. Hasta su nombre era tierno y delicado: vidalitas.

Esta publicación, decididamente recomendable, es la compilación ordenada de una serie de escritos realizados por Atapahualpa con la intención de completar sus memorias, cosa que nunca ocurrió. Distintas circunstancias evitaron que él pudiera concluir su tarea. No obstante lo escrito, escrito está, y es más que suficiente. Es hermoso, como su obra.
Hay una página en la que alude a Borges. Me parece una pequeña maravilla y, pidiendo las licencias y disculpas del caso, comparto su extracto en este espacio. Vale la pena leerla.

Alguna vez he leído de un eminente poeta nuestro que andaba caminando por Magreb (...) y que entró al desierto de Sahara. Y que en una de las dunas donde solamente se hundían sus zapatos, se inclinó sobre la arena y se puso a jugar, levantando con sus manos un puñado de arena y arrojándolo después, dejando caer suavemente la arena como si tuviera la clepsidra del tiempo en sus dedos. Él era su propio reloj de arena, en una de esas locuras hermosas que parecen tan breves y son infinitas, que los poetas suelen tener. Este señor se llamaba Jorge Luis Borges.
Leí una nota que escribió sobre esa ocurrencia suya y quedé conmovido. Contaba del paseo del hombre forastero en el desierto, a veinticinco mil quilómetros de su patria, que se arrodillaba en el desierto y juega con la blanca arena, como distraído, y de repente confiesa darse cuenta de lo que está haciendo. Y en sus ojos casi brotan las lágrimas porque creía que había cometido un pecado, poético pero pecado al fin. Como si hubiera un error en su conducta al tomar la arena, levantarla y arrojarla otra vez. Lo que dijo conmovió mi espíritu: "Qué mal estuve, ¿quién me manda a modificar el desierto, quién soy yo para pretender modificarlo?" (...)
Recuerdo que una vez pasó algo parecido con una mujer nativa del pueblo y con su changuito de seis años, travieso, que corría delante suyo. Al cruzar el río, aquí más abajo, a un kilómetro de esta casa, el niño se agachó y tomó una piedra de colores, la miró un rato, la limpió y la guardó en el bolsillo. La madre lo vio y lo llamó. "¿Qué guardás ahí?", le dijo. "La piedrita, esta piedrita."
Entonces la madre le dijo que no, hizo volver al niño diez metros, al lugar donde había encontrado la piedra, y le ordenó que la repusiera en su lugar. Y le dijo: "No vueva a robarle cantos al río usted."
Después los dos siguieron su camino. Yo me quedé con eso.


Parece ser que las cosas que cuentan, confluyen. Son universales.

(1) Este Largo Camino - Memorias, Atahualpa Yupanqui, rescate de Víctor Pintos, Puerto de Palos S.A., Buenos Aires, 2008. ISBN 978-950-753-228-3.

5/7/08

Parece que no


Hace unos días, en medio del trajín diario, aterriza en mi casilla de correo electrónico un mail de Leticia. Ella, hace no mucho, fue alumna de quien escribe y, como podrán imaginar, una más de las jóvenes víctimas a las que les ha tocado en suerte escuchar mis clases en tiempos en los que las atenciones juveniles no están enfocadas a, por ejemplo, la pintura del siglo XIX.
El reencuentro virtual ha sido muy grato. Siempre es grato reencontrarse con los jóvenes con los que se compartieron algunas horas en un aula. Y mucho más si éste responde a contarme, con gastada incluida, que el archiconocido cuadro El Coloso, asignado a Francisco de Goya, parece no haber sido pintado por el aragonés. Así lo han informado recientemente muchos medios de comunicación (ver, por ejemplo lo publicado por El País) y por lo que podido leer por ahí, se armó un revuelo de proporciones considerables.
Nobleza obliga, confieso haber relatado durante años que entre las obras de Goya se encontraba El Coloso. Ergo, si algún ilustre ex alumno cae por este blog, le pido sepa disculparme.
Ya que estamos, se me ocurre pensar y comentar que este asunto tiene sus aristas entretenidas. ¿Se imaginan los cientos y cientos de publicaciones, ensayos, comentarios y demás que van a tener que revisar lo dicho, impreso o publicado en la Web? ¡Ja! Flor de despelote ¿no les parece?
Por otra parte me pregunto si el hecho de que la obra no haya sido pintada -al parecer- por Goya sino por su discípulo Asencio Juliá desmerece su valor y, sobre todo, el mensaje que transmite. En otras palabras ¿y qué? La obra es la obra y trasciende al artista si es que realmente se trata de una obra maestra y, mis amigos, en mi humilde opinión esta lo es.
Está claro que la investigación académica no solo es necesaria sino muy valiosa. En lo personal admiro a quienes poseen los saberes y capacidades suficientes para realizar este tipo de tareas y saludo a quienes han llevado a la luz la noticia que comento. Gracias a los que saben uno puede aprender.
Pero a nosotros, la gente común y silvestre, nos alcanza con el arte. La obra de arte. Esa que te hace pensar y sentir.
En fin, son cosas que pasan. Eso sí, me parece que los muchachos del Museo del Prado van a tener que rebajar unos centavillos el costo del ticket de entrada al museo. Una cosa es Goya y otra el amigo Juliá, con el mayor de los respetos. Negocios son negocios...