13/10/08

Por un puñado de dólares

Tengo la sensación, a la luz del lío económico mundial en el que -mal que le pese a la Sra. Fernández, nuestra presidente- también nos vemos involucrados los que habitamos estas lejanas pampas, que ha llegado el momento (o un momento) en el que se impone apelar al sentido común antes que a las variadas y variopintas interpretaciones que los "especialistas" desparraman a diestra y siniestra, muchas veces contradiciéndose a sí mismos en el término de horas. Es que el lío es grande, la fiesta demasiada y la "riqueza virtual", al decir del Sr. Aldo Ferrer (un singular economista), no tiene nada de virtual toda vez que los dueños de los botones y los "sistemas" gozan de muy buena salud y verdes billetes en algún paraíso fiscal, mientras que los seres de carne y hueso, aquellos que trabajamos y producimos, estamos pagando el banquete. Y lo que es peor, si no se toman algunas decisiones muy rápidamente, la factura de semejante cuenta posiblemente termine liquidando [nos] a unos cuantos miles, cientos de miles, o millones (de personas, no de billetes, que quede claro) sin comerla ni beberla.
Cuando hay tormenta y el viento todo lo desparrama suele ser una buena idea anclarse en algún punto firme, hasta que amaine. Las buenas ideas lo son. Se me ocurre que hay un mensaje al que deberíamos prestar más atención, que no es otro que el de las humildes (y ahora escasas porque aquí se afanan hasta las monedas) pero paradigmáticas monedas de un Peso, de los nuestros. Allí leemos: "EN UNION Y LIBERTAD".
¿Será mucho pedir que, en vez de subir tasas de interés, desconocer acuerdos oportunamente firmados, aspirar del "mercado" hasta el último billete, ya sea para jugarlo en la gran timba financiera o para alimentar a la bestia fiscal, se generen mínimas condiciones por las cuales la gente, la mayoría de la gente, pueda seguir trabajando y ganarse su pan con el sudor de su frente? ¿Podremos vivir en unión y libertad?
Me parece que pido demasiado: tener la posibilidad de hacer lo único que uno sabe hacer, que no es otra cosa que producir bienes tangibles, trabajar y dar trabajo. Lo llaman economía real. Al parecer hay economías no reales , las del bendito Primer Mundo y las de acá, que siempre son al revés. La pregunta se impone: ¿para qué sirve esta economía, estúpidos?
Por alguna extraña razón me acuerdo ahora de Augústulo (algo así como Augustito), a la sazón Emperador -casi niño- de la decadente Roma, que allá por el cuatrocientos y tantos deja en manos de un tal Odoacro (un mercenario) las riendas de aquel "Gran Mundo". Ya sabemos lo que vino después: la Edad Media.

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