Hace un mes, el 1° de enero, una amigo/a de este sitio expresó lo siguiente:
“Llegué a este sitio de casualidad. Y fue muy grata mi sorpresa al ver que el pintor del mes es Caravaggio, uno de mis preferidos por hacer un uso tan particular de la luz y plasmar escenas de una fuerza inigualable, verdaderas imágenes teatrales. Hace unos años, ví la película que lleva su mismo nombre: un film transgresor, que ficcionaliza aspectos de la vida del maestro mezclados con elementos propios del siglo XX. Una propuesta interesante.
Me alegrará saber que el mes de febrero, fecha en que cumplo años, le rinda homenaje a una pintora exquisita y entrañable para mí: Frida Kahlo.”
A los amigos se les complace y, por lo tanto asumí el compromiso de hacer el regalo que se pedía. Admito antes de seguir que desconozco si el mismo estará a la altura de las circunstancias. Uno sabe poco de estas cosas, apenas lleva un leve barniz sobre su piel y de ningún modo es la roca que resiste los embates del mar.
La figura de Frida Khalo era para mí conocida en términos generales. Sin embargo asumo que nunca había profundizado sobre su azarosa y compleja vida y menos aún sobre su obra. Evidentemente no tuve más remedio que investigar un poco, conocer algo más sobre esta singular mujer, incluyendo –claro está- su tormentosa relación con Diego Rivera, una historia de amor absoluto.
Se la define como una artista expresionista y surrealista. Sin embargo ella misma ha negado rotundamente la supuesta condición surrealista de su obra. Y lo comparto, porque viendo las reproducciones de muchos de sus cuadros encuentro que ella simplemente se expresaba, al punto tal que cuenta de lo profundo del dolor, tan profundo que puede llevar al delirio. No es casual, creo, la cantidad de autorretratos que ha pintado a lo largo de su vida, bajo distintas circunstancias.
Repasando estos cuadros (asumiendo que no es lo mismo ver una imagen reproducida en Internet o un libro que la obra misma, material y físicamente presente), no estoy muy seguro que todos ellos me entusiasmen, muchas veces son recurrentes (cosa más que comprensible), aunque hay algunos que realmente llaman la atención. Tanto como la extraordinaria personalidad de Frida.
Ahora bien, es imposible quedar indiferente frente a su obra. Es muy fuerte (repito, expresionista a más no poder) y, además, cuenta de las pasiones, sentimientos, alegrías, sufrimientos de un ser humano. Y lo hace con vehemencia, llevando algunas composiciones a sitios -¿condiciones quizás?- muy profundos, sin importarle demasiado los límites (o supuestos límites) de la plástica en su tiempo. Frida fue, además de mujer sufriente, poseedora de una inteligencia especial, una revolucionaria.
Creo, al fin, que cuando las pasiones son tan poderosas y las ideas contundentes, siempre quedan rastros que nos permiten a quienes somos seres simples, poder reflexionar y entender un poco más sobre el sentido de las cosas o de la vida misma.
Estimado amigo/a visitante de ars. Espero haberte complacido y que tengas un feliz cumpleaños.
31/1/09
29/1/09
Un poquito de música
Me parece que es momento de escucharse una musiquita. Un poco de jazz, en este caso un lindo juego. Juegan aquí dos grandes músicos argentinos. Jorge Navarro y Baby Lopez Furst. Está bueno.
Hoy estamos góticos
En la obra Historia de la Belleza (1) podemos leer “Todavía hoy son muchas las personas que, víctimas de la imagen convencional de las –edades oscuras-, se imaginan la Edad Media como una época –oscura- incluso desde el punto de vista del color.” Un poco más adelante leemos “En cambio, al hombre medieval se le ve –o, al menos se lo representa en poesía y en pintura- en un ambiente muy luminoso.”
El medioevo es un largo período de la historia. Son muchos los procesos que lo caracterizan y encuentro apasionante recorrer las historias y revisar la obra plástica de aquellos hombres y mujeres, supuestamente tan lejanos a nuestra realidad, modelo siglo XXI, aunque no necesariamente estén tan lejanos, conceptualmente hablando.
No hemos evolucionado tanto, me parece; en todo caso explicamos muchas cosas que reconocen amplias similitudes con otras palabras, probablemente políticamente más correctas. Ejemplo de manual: guerra, sufrimiento de los más desplazados, hambre y exterminio, castigo al infiel. Hoy nos basta con referirnos a efectos colaterales no deseados, lucha por la Democracia mediante. Toda una construcción, hay que admitirlo. Da gusto ser civilizado y políticamente correcto. Quien ejerce (y posee) la fuerza necesaria está habilitado a hacer "pelota" a quien se le ocurra sin culpa alguna. Desde un taxista a quien le partieron la cabeza hace un par de años en plena avenida 9 de Julio (Buenos Aires), hasta la tragedia de Gaza.
Pero volviendo al medioevo hay un hecho –al menos en el ámbito de la plástica- que es único, original y absolutamente magistral: el Gótico. Término que proviene de los más ilustres pensadores del Renacimiento, despectivo. Gótico, propio de los Godos, es decir aquellos “bárbaros” que, como Asterix, enfrentaban al Imperio Romano, una de las creaciones más absolutas de la historia, síntesis de la antigüedad en su conjunto.
Si hay algo que caracteriza al período gótico son dos elementos que, asociados, dieron como resultado una de las creaciones más espectaculares del hombre en su afán de expresión estética. La audaz arquitectura, elevada hacia lo divino, hacia el cielo mismo; y las vidrieras o vitreaux, que desplazan a las pinturas, aportando lo más maravilloso de este tipo de expresión artística: el uso de la luz. Es decir que volvemos al inicio de este humilde comentario: La luz.
El templo –lugar paradigmático- se convierte en un espacio de luz celestial, el cielo mismo en la tierra. El hombre, otra vez, pasados los tiempos de incertidumbre y complejas transformaciones, asimila un nuevo orden, buscando el sentido de su existencia a través de un planteo místico que privilegia la exaltación por sobre la contrición. Y no es un detalle menor.
Es la catedral de Saint-Denis el primer edificio gótico, al menos que yo sepa, aunque cabe citar el caso de Mont Saint Michelle, lugar especial, si los hay.
La vidriera francesa tiene, desde esta catedral, la experiencia de tres cuartos de siglo de una gran creación, alcanzando la madurez hacia el siglo XIII. En la catedral de Chartres se conservan vidrieras de mediados del siglo XII que están mezcladas con otras del siglo XIII, lo que permite ver los contrastes y diferencias que hay entre ellas. Y digo más, Chartres es, probablemente, el lugar donde mejor podemos reconocer la identificación del pueblo con el espacio paradigmático, aquel capaz de contener a todos. Cada gremio financió una de las vidrieras, incluso el de las meretrices.
Saint-Denis marcó su influencia en Chartres y ésta lo hará en París, donde se produce un gran avance en lo que a estilo se refiere, como se ve en el rosetón del brazo norte del transepto de Nôtre Dame de París, llamado el de los Alquimistas.
Sin embargo, creo que el monumento que maximiza este concepto de luz, vidrieras mediante, es la Sainte-Chapelle, del palacio de París, construida entre 1243 y 1248, donde se reproduce uno de los ciclos más completos del Antiguo Testamento. Eso sí, aquí ya no hay intervención popular. Es obra del Rey Luis.
En fin. Supongo que en su afán de elevar sus construcciones sagradas hacia el cielo, el hombre gótico, logró a prueba y verdad una de las realizaciones arquitectónicas más relevantes y notables de la historia que, además, poco tuvo de contacto con aquella arquitectura del pasado clásico. Los arcos ojivales, las bóvedas de crucería, las altas torres, la esbeltez superlativa de las columnas, los espacios de alturas inimaginables, configuran un programa distinto, original, revolucionario.
Tomás de Aquino sostenía que para que hubiera belleza no era suficiente la proporción. Necesariamente debía existir –también- integridad. Cada cosa debía tener las partes que le corresponden, formando un todo superador.
La forma de andamiaje de la nueva iglesia occidental significa desmaterialización y con ella espiritualización, en una medida que la arquitectura no había alcanzado nunca aún, ni siquiera en San Vitale o Santa Sofía.
La arquitectura clásica, en especial la romana, que ha hecho posible, pasando por la románica, finalmente dicha forma está tan completamente superada, que parece haberse cambiado en su contrario. El valor de las columnas, que consiste en su relación con el cuerpo humano, y que todavía era efectivo en el románico y en el gótico primitivo, ha desaparecido. En las columnas y pilares de las catedrales góticas se han hecho imposibles la transmisión de masa y los grandes sentimientos del propio cuerpo, así como la alta elevación hace inconmensurable el espacio, puesto que su única limitación, el cierre de la cúpula, quedaba en la luz mística de los vitrales en constante penumbra.
El espacio sacro se apartó de ese modo tanto de cualquier similitud con el mundo profano, que obtuvo el carácter de lo no terrenal. La iglesia se había convertido en la real Jerusalén divina que recibía a los creyentes ya en la tierra. La antitesis del mundo clásico, había sido definitivamente formulada.
(1) Bellezza. Storia di un'idea dell' occidente, a cargo de Humberto Ecco. Reproducida en Historia de la Belleza, Editorial Lumen, 2004, Barcelona.
El medioevo es un largo período de la historia. Son muchos los procesos que lo caracterizan y encuentro apasionante recorrer las historias y revisar la obra plástica de aquellos hombres y mujeres, supuestamente tan lejanos a nuestra realidad, modelo siglo XXI, aunque no necesariamente estén tan lejanos, conceptualmente hablando.
No hemos evolucionado tanto, me parece; en todo caso explicamos muchas cosas que reconocen amplias similitudes con otras palabras, probablemente políticamente más correctas. Ejemplo de manual: guerra, sufrimiento de los más desplazados, hambre y exterminio, castigo al infiel. Hoy nos basta con referirnos a efectos colaterales no deseados, lucha por la Democracia mediante. Toda una construcción, hay que admitirlo. Da gusto ser civilizado y políticamente correcto. Quien ejerce (y posee) la fuerza necesaria está habilitado a hacer "pelota" a quien se le ocurra sin culpa alguna. Desde un taxista a quien le partieron la cabeza hace un par de años en plena avenida 9 de Julio (Buenos Aires), hasta la tragedia de Gaza.
Pero volviendo al medioevo hay un hecho –al menos en el ámbito de la plástica- que es único, original y absolutamente magistral: el Gótico. Término que proviene de los más ilustres pensadores del Renacimiento, despectivo. Gótico, propio de los Godos, es decir aquellos “bárbaros” que, como Asterix, enfrentaban al Imperio Romano, una de las creaciones más absolutas de la historia, síntesis de la antigüedad en su conjunto.
Si hay algo que caracteriza al período gótico son dos elementos que, asociados, dieron como resultado una de las creaciones más espectaculares del hombre en su afán de expresión estética. La audaz arquitectura, elevada hacia lo divino, hacia el cielo mismo; y las vidrieras o vitreaux, que desplazan a las pinturas, aportando lo más maravilloso de este tipo de expresión artística: el uso de la luz. Es decir que volvemos al inicio de este humilde comentario: La luz.
El templo –lugar paradigmático- se convierte en un espacio de luz celestial, el cielo mismo en la tierra. El hombre, otra vez, pasados los tiempos de incertidumbre y complejas transformaciones, asimila un nuevo orden, buscando el sentido de su existencia a través de un planteo místico que privilegia la exaltación por sobre la contrición. Y no es un detalle menor.
Es la catedral de Saint-Denis el primer edificio gótico, al menos que yo sepa, aunque cabe citar el caso de Mont Saint Michelle, lugar especial, si los hay.
La vidriera francesa tiene, desde esta catedral, la experiencia de tres cuartos de siglo de una gran creación, alcanzando la madurez hacia el siglo XIII. En la catedral de Chartres se conservan vidrieras de mediados del siglo XII que están mezcladas con otras del siglo XIII, lo que permite ver los contrastes y diferencias que hay entre ellas. Y digo más, Chartres es, probablemente, el lugar donde mejor podemos reconocer la identificación del pueblo con el espacio paradigmático, aquel capaz de contener a todos. Cada gremio financió una de las vidrieras, incluso el de las meretrices.
Saint-Denis marcó su influencia en Chartres y ésta lo hará en París, donde se produce un gran avance en lo que a estilo se refiere, como se ve en el rosetón del brazo norte del transepto de Nôtre Dame de París, llamado el de los Alquimistas.
Sin embargo, creo que el monumento que maximiza este concepto de luz, vidrieras mediante, es la Sainte-Chapelle, del palacio de París, construida entre 1243 y 1248, donde se reproduce uno de los ciclos más completos del Antiguo Testamento. Eso sí, aquí ya no hay intervención popular. Es obra del Rey Luis.
En fin. Supongo que en su afán de elevar sus construcciones sagradas hacia el cielo, el hombre gótico, logró a prueba y verdad una de las realizaciones arquitectónicas más relevantes y notables de la historia que, además, poco tuvo de contacto con aquella arquitectura del pasado clásico. Los arcos ojivales, las bóvedas de crucería, las altas torres, la esbeltez superlativa de las columnas, los espacios de alturas inimaginables, configuran un programa distinto, original, revolucionario.
Tomás de Aquino sostenía que para que hubiera belleza no era suficiente la proporción. Necesariamente debía existir –también- integridad. Cada cosa debía tener las partes que le corresponden, formando un todo superador.
La forma de andamiaje de la nueva iglesia occidental significa desmaterialización y con ella espiritualización, en una medida que la arquitectura no había alcanzado nunca aún, ni siquiera en San Vitale o Santa Sofía.
La arquitectura clásica, en especial la romana, que ha hecho posible, pasando por la románica, finalmente dicha forma está tan completamente superada, que parece haberse cambiado en su contrario. El valor de las columnas, que consiste en su relación con el cuerpo humano, y que todavía era efectivo en el románico y en el gótico primitivo, ha desaparecido. En las columnas y pilares de las catedrales góticas se han hecho imposibles la transmisión de masa y los grandes sentimientos del propio cuerpo, así como la alta elevación hace inconmensurable el espacio, puesto que su única limitación, el cierre de la cúpula, quedaba en la luz mística de los vitrales en constante penumbra.
El espacio sacro se apartó de ese modo tanto de cualquier similitud con el mundo profano, que obtuvo el carácter de lo no terrenal. La iglesia se había convertido en la real Jerusalén divina que recibía a los creyentes ya en la tierra. La antitesis del mundo clásico, había sido definitivamente formulada.
(1) Bellezza. Storia di un'idea dell' occidente, a cargo de Humberto Ecco. Reproducida en Historia de la Belleza, Editorial Lumen, 2004, Barcelona.
28/1/09
Caminata
Uno no es cultor de los ejercicios físicos y se limita a hacer lo imprescindible, a regañadientes. Y no es que no haya movido mi esqueleto en años más jóvenes, simplemente ocurre que a estas alturas me resulta más apetecible quedarme en mi casa leyendo un buen libro, escuchando una música agradable, que andar jugando al Tarzán.
Pero Tierra del Fuego es un lugar que tiene sus encantos y algunos solo pueden ser disfrutados a cambio de ciertos esfuerzos físicos. Uno de ellos es la Laguna Esmeralda, bastante cercana a la ciudad de Ushuaia.
Este lugar es muy bello y, cuando el día acompaña, aún más. Eso sí, hay que caminarse unas dos horas atravesando bosques y turbales, en sentido ascendente. El paseo no es de alta dificultad ni por asomo, de hecho es mucha la gente que va y viene por los senderos demarcados, sean turistas o habitantes del lugar. Pero, amigos, cuando uno es de tendencias pasivas, la cosa se pone complicada y, justo al acercarse a tan encantador sitio, piensa que no logrará llegar vivo. Pero se llega. Y no solo eso, inmediatamente se despatarra en el suelo cuan ancho y largo se es, en desvergonzada actitud de anhelado descanso. Es cuando ves el cielo.
Días atrás, Estela me comentó que unos amigos harían el paseo y que nos invitaban a sumarnos al mismo. Me tomó con las defensas bajas y contesté que sería una gran idea. Después de todo, y con tantos años por estos pagos, nunca había ido por allí. Todo bien… hasta que llegó el momento de la verdad, al día siguiente. Intenté algunas estrategias para liberarme de la promesa del día anterior; también ensayé diversas excusas. Pero la respuesta fue clara, contundente: “ves, con vos no se puede contar”. Justo en el blanco. Así son las mujeres. Y allí fuimos, qué remedio quedaba.
La expedición estaba compuesta por Lucía, una amiga de muchos años, Osmar y Gabriela , una encantadora pareja, amigos ellos de Lucía, Estela y quien les cuenta esto. Las damas, obviamente bellas, más jóvenes y entrenadas. Osmar y yo, algo menos jóvenes y con dudoso entrenamiento. No faltaron las chanzas preliminares, al punto tal que Lucía se permitió definir al día como histórico, toda vez que allí estaba yo, dispuesto a todo. Sobre el particular me veo en la obligación de recordar que quien ríe último, ríe mejor. Un caballero -y yo pretendo serlo- nunca describiría el estado de las féminas a la hora de haber concluido el regreso (otro par de horas, o algo menos, toda vez que la vuelta es descendente), pero basta con comentar que ni por asomo permitirían que se les sacase una foto en ese momento. Y no es que uno no presentara un estado lamentable, pero a la hora de los bifes, cuando hubo que andar saltando entre las piedras de un río o sortear algunos obstáculos, si el sector masculino no andaba por ahí las chicas se hubieran visto en dificultades. Una cosa es que uno sea jovatón y pasivo, y muy otra no saber jugar al Tarzán.
Pero todo tiene sus costos. Al punto tal que, en plena subida, luego de más o menos una hora de caminata, Osmar llegó a transformarme de Francisco –el arquitecto- en Alberto -el alquimista- y no era que se hubiese apunado. Aclaro, además, que solo llevábamos agua. Y ni les cuento la proclama que quedó registrada para siempre en la cámara de Osmar, en la que sostuve que sólo cabía una alquimia que pudiere redimirme: recuperar mi identidad una vez regresado a la ciudad con, por lo menos, un asado lo suficientemente regado con un buen tinto nacional. Es que tanto aire puro, te hace mal.
Se ve que desvariábamos porque, además, comenzamos a pergeñar un proyecto literario, una historia por entregas, como las de antes, en la que iríamos describiendo la metamorfosis sufrida por, en ese momento el alquimista, ex arquitecto, y los avatares que el sujeto debió pasar para volver a su arquitectura, aunque en el fondo, ahí donde los sueños habitan, quizás hubiera preferido no regresar y practicar la alquimia entre los árboles del bosque de Lengas, Coihues y Ñires, mimetizado con la Naturaleza, mucho más cerca de Dios. Cerca de duendes, brujas y ángeles, como en las historias que leíamos cuando niños y que, sinceramente, desearíamos volver a leer.
Fue un día divertido, un buen día. Quizás en algún momento nos despachamos con el proyecto literario, necesariamente una obra colectiva, abierta a todo el mundo, sin final, eternamente escrita. Su título: “El día que Francisco fue de caminata”.
Pero Tierra del Fuego es un lugar que tiene sus encantos y algunos solo pueden ser disfrutados a cambio de ciertos esfuerzos físicos. Uno de ellos es la Laguna Esmeralda, bastante cercana a la ciudad de Ushuaia.
Este lugar es muy bello y, cuando el día acompaña, aún más. Eso sí, hay que caminarse unas dos horas atravesando bosques y turbales, en sentido ascendente. El paseo no es de alta dificultad ni por asomo, de hecho es mucha la gente que va y viene por los senderos demarcados, sean turistas o habitantes del lugar. Pero, amigos, cuando uno es de tendencias pasivas, la cosa se pone complicada y, justo al acercarse a tan encantador sitio, piensa que no logrará llegar vivo. Pero se llega. Y no solo eso, inmediatamente se despatarra en el suelo cuan ancho y largo se es, en desvergonzada actitud de anhelado descanso. Es cuando ves el cielo.
Días atrás, Estela me comentó que unos amigos harían el paseo y que nos invitaban a sumarnos al mismo. Me tomó con las defensas bajas y contesté que sería una gran idea. Después de todo, y con tantos años por estos pagos, nunca había ido por allí. Todo bien… hasta que llegó el momento de la verdad, al día siguiente. Intenté algunas estrategias para liberarme de la promesa del día anterior; también ensayé diversas excusas. Pero la respuesta fue clara, contundente: “ves, con vos no se puede contar”. Justo en el blanco. Así son las mujeres. Y allí fuimos, qué remedio quedaba.
La expedición estaba compuesta por Lucía, una amiga de muchos años, Osmar y Gabriela , una encantadora pareja, amigos ellos de Lucía, Estela y quien les cuenta esto. Las damas, obviamente bellas, más jóvenes y entrenadas. Osmar y yo, algo menos jóvenes y con dudoso entrenamiento. No faltaron las chanzas preliminares, al punto tal que Lucía se permitió definir al día como histórico, toda vez que allí estaba yo, dispuesto a todo. Sobre el particular me veo en la obligación de recordar que quien ríe último, ríe mejor. Un caballero -y yo pretendo serlo- nunca describiría el estado de las féminas a la hora de haber concluido el regreso (otro par de horas, o algo menos, toda vez que la vuelta es descendente), pero basta con comentar que ni por asomo permitirían que se les sacase una foto en ese momento. Y no es que uno no presentara un estado lamentable, pero a la hora de los bifes, cuando hubo que andar saltando entre las piedras de un río o sortear algunos obstáculos, si el sector masculino no andaba por ahí las chicas se hubieran visto en dificultades. Una cosa es que uno sea jovatón y pasivo, y muy otra no saber jugar al Tarzán.
Pero todo tiene sus costos. Al punto tal que, en plena subida, luego de más o menos una hora de caminata, Osmar llegó a transformarme de Francisco –el arquitecto- en Alberto -el alquimista- y no era que se hubiese apunado. Aclaro, además, que solo llevábamos agua. Y ni les cuento la proclama que quedó registrada para siempre en la cámara de Osmar, en la que sostuve que sólo cabía una alquimia que pudiere redimirme: recuperar mi identidad una vez regresado a la ciudad con, por lo menos, un asado lo suficientemente regado con un buen tinto nacional. Es que tanto aire puro, te hace mal.
Se ve que desvariábamos porque, además, comenzamos a pergeñar un proyecto literario, una historia por entregas, como las de antes, en la que iríamos describiendo la metamorfosis sufrida por, en ese momento el alquimista, ex arquitecto, y los avatares que el sujeto debió pasar para volver a su arquitectura, aunque en el fondo, ahí donde los sueños habitan, quizás hubiera preferido no regresar y practicar la alquimia entre los árboles del bosque de Lengas, Coihues y Ñires, mimetizado con la Naturaleza, mucho más cerca de Dios. Cerca de duendes, brujas y ángeles, como en las historias que leíamos cuando niños y que, sinceramente, desearíamos volver a leer.
Fue un día divertido, un buen día. Quizás en algún momento nos despachamos con el proyecto literario, necesariamente una obra colectiva, abierta a todo el mundo, sin final, eternamente escrita. Su título: “El día que Francisco fue de caminata”.
22/1/09
Una tarde con Felipe
Acá estamos, Felipe y yo. El es el perro de Cata, mi hija. Ella está en la playa, de vacaciones con una amiga y su familia, nosotros en casa, haciendo “el aguante”. Como Felipe es un bicho inquieto y yo un ser más bien pasivo, tenemos una contradicción. La decisión final ha sido que, mientras escuchamos a Adrián Iaies, vamos a intentar dar unas vueltas sobre un tema que a mí siempre me gustó: El David o, simplemente, David el joven que venció a Goliath.
Acepto que Felipe no se ha entusiasmado demasiado con el “programa”, pero se la banca bien. Está echado a mi lado, acompañando, como todo perro bien nacido. De tanto en tanto le comento algunos aspectos del tema y él me mira, atento. ¿Quién sabe? En una de esas se le da por estos temas, alguna vez, en otra vida, aunque presiento que se va a dormir. Parece que la música de Iaies hace efecto en él, lo tranquiliza. A mí también.
“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes con espada y lanza y escudo; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, que tú has provocado.” (1)
“Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y quitaré tu cabeza de ti; y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y sabrá la tierra toda que hay Dios en Israel.” (2)
Está claro, parece, que el enfrentamiento era a todo o nada y también todos tenemos muy claro que el relato bíblico deja algunas reflexiones interesantes. Lo que merece destacarse, me parece, es que la fe y la inteligencia son más poderosas que toda la fuerza material o física que un ser humano pudiera tener. Que los gigantes no lo son tanto, ya que son seres humanos, tan humanos como quienes poseen otros dones, que bien pueden llevarlos a la victoria final. Eso sí, David también tenía muy bien plantados sus pies sobre la tierra, al punto de augurarle al amigo Goliath el final poco feliz que supo tener, hondazo mediante.
Mientras Felipe lanza unos resoplidos que suenan a sueños perrunos que nunca conoceremos (¿quizás una coqueta hembra de su especie, nuevos huesos que roer, correr tras una nueva pelota, cosa que le encanta y a mi me deja exhausto...?), se me ocurre recordar lo que todos sabemos: si hay una escena bíblica reproducida a lo largo del tiempo, arte mediante, es la de David. Y no es para menos, creo que muy merecido lo tiene. El, su historia, nos esperanzan. No importa cuan chico o pequeño sea uno frente al oponente o, si se prefiere, ante las dificultades que se nos presentan en la vida. Es posible vencer.
De las tantas y tantas obras que nos cuentan a David, hay tres que siempre me han impactado porque, además de su calidad, nos muestran con meridiana claridad, los ánimos y conceptos culturales del momento en que fueron realizadas, sin que hubiesen mediado demasiados años en el proceso. Son tiempos notables: el Renacimiento Italiano y su sucedáneo, el Barroco. Son obras, también, de creadores notables: Donatello, Miguel Angel y Gian Lorenzo Bernini.
Donatello (1386-1466) es quien abre la escultura florentina a la Antigüedad romana, fuente de inspiración de modelos, formas y técnicas. Sin duda uno de los padres del Renacimiento italiano, ha sido un hombre polifacético, complejo, de una extraordinaria fuerza creadora. Entre otras cosas, él recupera el concepto de estatua clásica, y esto es, precisamente, su David (1440). Una figura adolescente (casi aniñada), bella o agraciada, que en claro contraposto muestra la distensión del vencedor. El enfrentamiento ha pasado y es tiempo de disfrutar la victoria.
Cuentan por ahí que, en una jornada de juegos o enfrentamientos caballerescos (eso de “juegos” es un decir, aclaremos, porque los tipos se daban duramente), hace su aparición triunfante Lorenzo de Médici, portando un estandarte que rezaba: “Renace el tiempo”. Es toda una consigna a ser transmitida, basada en la seguridad que fortuna y situación estable ofrecían a Florencia.
La obra de Donatello (escultura en bronce, tamaño natural, de bulto redondo, aproximadamente 160 cm de altura, que hoy se expone en el Museo del Barghello, Florencia) expresa tal ideal. El hombre siente su renacer, allí está el humanismo, recuperando un espacio que había perdido. Comienza una nueva historia, Florencia se siente protagonista y con la fuerza creadora del joven, o muy joven.
Pasaron unos años, no tantos, y nos encontramos con el gran maestro, el más grande, como he dicho por ahí: Miguel Angel (1475-1564). No estoy en condiciones de agregar nada que ya no se haya dicho o escrito sobre él o su obra, apenas estos breves comentarios. Vamos a su David, perfecta imagen del ideal del desnudo clásico, que ya habían iniciado –precisamente- Donatello y otros más.
Buonarroti regresaba de Roma, ciudad a la que se trasladó luego de la muerte de Lorenzo el Magnífico y, sobre todo, ante las predicciones (y acciones) de Savonarola. Venía de crear su Pietá y la notable representación de Baco. Pero no regresaba “pleno”. La corte papal no le había dado demasiada cabida, las cosas –políticamente hablando- no estaban muy tranquilas.
Nuevamente en Florencia obtiene un trabajo que lo consagraría, a partir de un gigantesco bloque de mármol, de más de 4 metros. Una piedra enorme, que supo de algunos intentos previos, bajo las manos de Agostino di Duccio, quien había vaciado parte del bloque y casi lo había “arruinado”.
Se organizó un concurso y no fueron demasiados los que se animaron a tamaño desafío: Andrea Sansovino, Leonardo Da Vinci y Miguel Angel. Pocos, repito, se le animaban a semejante piedra. Un error, un golpe mal dado que la inutilizara, y una fortuna debería ser pagada por el artista (porque hablamos de arte y también de contratos hechos y derechos, con cláusulas muy precisas, como era costumbre en tiempos del Renacimiento), fortuna que los artistas, por grandes que fueran, no tenían.
Fiel a su personalidad Miguel Angel va hacia el gran desafío, apuesta fuerte. Termina inclinando la decisión del jurado por sobre Leonardo (nunca se llevaron muy bien que digamos, dicho sea de paso), eliminado ya Sansovino, porque asegura que con el bloque de mármol que le pondrían en las manos sería capaz de construir aquella colosal estatua, sin necesidad de más piedras, y, además, hacerlo “ex uno lapide“, o sea, de una sola pieza, estilo considerado como propio de las obras maestras.
Y así nace este David glorioso, seguro de si mismo, ya no adolescente sino un joven que se ha desarrollado, más maduro. Fueron cuatro años de trabajo (1501-1504) y el resultado, creo, es considerado como una escultura que se acerca a la perfección, cuestión que –dicho sea de paso-siempre obsesionó a Michelangelo.
El personaje espera al oponente. El instante captado es previo al enfrentamiento. Su rostro denota tensión, concentración plena. Sus cejas fruncidas, el rigor de su expresión expresan la famosa terribilitá. Su mano izquierda sostiene la piedra que impactará en el enemigo. La derecha, curiosa e intencionalmente desproporcionada, cae al lado del cuerpo, como si se preparara para propinar un escarmiento al agresor. Esta escultura (mármol, bulto redondo, 434 cm de altura, expuesta en La Academia, Florencia) representa el ánimo que prevalecía en la República de Florencia por aquellos tiempos, casi sola frente al resto de Italia. El joven plantado en equilibrado contraposto que nos dejó Miguel Angel no teme y, mientras muestra una cierta pasividad exterior, reflexiona y planifica, en una evidente lucha interior. Debe tomar decisiones y elegir el momento exacto en el que arrojará su piedra. Son tiempos de transición.
Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) ha sido un grande, lo he dicho. Cumplidos sus 20 años ya gozaba de una considerable reputación, aunque sus mejores obras, su etapa más libre y creativa, se corresponde con su madurez a partir del respaldo que recibe del papa Urbano VIII (Barberini) y luego, su sucesor, Alejandro VII (Chigi), a quien se le había dado por transformar Roma. Y vaya si esto ocurrió, no solo por la enorme actividad que desarrolló Bernini, sino también por la de otros maestros como Borromini (su eterno rival), Andrea Pozo, Maderna, Pietro da Cortona, etc.
No creo que el David sea la mejor obra de Bernini, al menos si la comparamos ante su Santa Teresa o la para mí notable Apolo y Dafne. Pero es tan barroca…
Esta escultura (mármol, de tamaño natural, 170 cm de altura, bulto redondo, expuesta en la Galería Borghese, Roma) nos muestra a un hombre maduro, ya no un joven, de acción y en acción. Estamos ante el preciso instante en que David arroja su piedra y todo en él es movimiento, tensión, esfuerzo. Lo dicho, Barroco puro, acentuado por el escorzo que nos muestra un cuerpo también clásico y atlético, en plena rotación. Esta obra de Bernini, por otra parte, expresa lo que interpreto como un espíritu de batalla contrarreformista. También, quizás, la lucha de un artista en ascenso por hacerse un lugar entre los consagrados de su época, tratando de culminar la historia de la escultura renacentista.
Es interesante ver el gesto de la cara, labios apretados, ceño fruncido, expresión del esfuerzo que genera la acción. También me llama la atención que Bernini no detalle demasiado estos rasgos, mientras podemos observar el preciso detalle –por ejemplo- de la cuerda que configura la honda y otros tantos componentes de la obra. Deliberadamente los rasgos faciales de este David no buscan la perfección pareciendo que ésta está -en realidad- en la acción misma.
A estas alturas, el amigo Felipe ya no sueña y parece inclinarse hacia una actitud algo más barroca, ha decidido ponerse en movimieto y no hay lecciones de arte que valgan. Nada, que se ha puesto insoportable, quiere jugar a toda costa, se mueve de un lado a otro y no me deja en paz. No tengo más remedio que ceder ante tan demandante actitud. Iremos a dar un paseo, es decir “la vuelta del perro.” El hará de las suyas y yo seguiré pensando en los contextos socio culturales y sus diversas expresiones. La seguimos otro día…
(1) Samuel 17: 45
(2) Samuel 17:46
Acepto que Felipe no se ha entusiasmado demasiado con el “programa”, pero se la banca bien. Está echado a mi lado, acompañando, como todo perro bien nacido. De tanto en tanto le comento algunos aspectos del tema y él me mira, atento. ¿Quién sabe? En una de esas se le da por estos temas, alguna vez, en otra vida, aunque presiento que se va a dormir. Parece que la música de Iaies hace efecto en él, lo tranquiliza. A mí también.
“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes con espada y lanza y escudo; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, que tú has provocado.” (1)
“Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y quitaré tu cabeza de ti; y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y sabrá la tierra toda que hay Dios en Israel.” (2)
Está claro, parece, que el enfrentamiento era a todo o nada y también todos tenemos muy claro que el relato bíblico deja algunas reflexiones interesantes. Lo que merece destacarse, me parece, es que la fe y la inteligencia son más poderosas que toda la fuerza material o física que un ser humano pudiera tener. Que los gigantes no lo son tanto, ya que son seres humanos, tan humanos como quienes poseen otros dones, que bien pueden llevarlos a la victoria final. Eso sí, David también tenía muy bien plantados sus pies sobre la tierra, al punto de augurarle al amigo Goliath el final poco feliz que supo tener, hondazo mediante.
Mientras Felipe lanza unos resoplidos que suenan a sueños perrunos que nunca conoceremos (¿quizás una coqueta hembra de su especie, nuevos huesos que roer, correr tras una nueva pelota, cosa que le encanta y a mi me deja exhausto...?), se me ocurre recordar lo que todos sabemos: si hay una escena bíblica reproducida a lo largo del tiempo, arte mediante, es la de David. Y no es para menos, creo que muy merecido lo tiene. El, su historia, nos esperanzan. No importa cuan chico o pequeño sea uno frente al oponente o, si se prefiere, ante las dificultades que se nos presentan en la vida. Es posible vencer.
De las tantas y tantas obras que nos cuentan a David, hay tres que siempre me han impactado porque, además de su calidad, nos muestran con meridiana claridad, los ánimos y conceptos culturales del momento en que fueron realizadas, sin que hubiesen mediado demasiados años en el proceso. Son tiempos notables: el Renacimiento Italiano y su sucedáneo, el Barroco. Son obras, también, de creadores notables: Donatello, Miguel Angel y Gian Lorenzo Bernini.
Donatello (1386-1466) es quien abre la escultura florentina a la Antigüedad romana, fuente de inspiración de modelos, formas y técnicas. Sin duda uno de los padres del Renacimiento italiano, ha sido un hombre polifacético, complejo, de una extraordinaria fuerza creadora. Entre otras cosas, él recupera el concepto de estatua clásica, y esto es, precisamente, su David (1440). Una figura adolescente (casi aniñada), bella o agraciada, que en claro contraposto muestra la distensión del vencedor. El enfrentamiento ha pasado y es tiempo de disfrutar la victoria.
Cuentan por ahí que, en una jornada de juegos o enfrentamientos caballerescos (eso de “juegos” es un decir, aclaremos, porque los tipos se daban duramente), hace su aparición triunfante Lorenzo de Médici, portando un estandarte que rezaba: “Renace el tiempo”. Es toda una consigna a ser transmitida, basada en la seguridad que fortuna y situación estable ofrecían a Florencia.
La obra de Donatello (escultura en bronce, tamaño natural, de bulto redondo, aproximadamente 160 cm de altura, que hoy se expone en el Museo del Barghello, Florencia) expresa tal ideal. El hombre siente su renacer, allí está el humanismo, recuperando un espacio que había perdido. Comienza una nueva historia, Florencia se siente protagonista y con la fuerza creadora del joven, o muy joven.
Pasaron unos años, no tantos, y nos encontramos con el gran maestro, el más grande, como he dicho por ahí: Miguel Angel (1475-1564). No estoy en condiciones de agregar nada que ya no se haya dicho o escrito sobre él o su obra, apenas estos breves comentarios. Vamos a su David, perfecta imagen del ideal del desnudo clásico, que ya habían iniciado –precisamente- Donatello y otros más.
Buonarroti regresaba de Roma, ciudad a la que se trasladó luego de la muerte de Lorenzo el Magnífico y, sobre todo, ante las predicciones (y acciones) de Savonarola. Venía de crear su Pietá y la notable representación de Baco. Pero no regresaba “pleno”. La corte papal no le había dado demasiada cabida, las cosas –políticamente hablando- no estaban muy tranquilas.
Nuevamente en Florencia obtiene un trabajo que lo consagraría, a partir de un gigantesco bloque de mármol, de más de 4 metros. Una piedra enorme, que supo de algunos intentos previos, bajo las manos de Agostino di Duccio, quien había vaciado parte del bloque y casi lo había “arruinado”.
Se organizó un concurso y no fueron demasiados los que se animaron a tamaño desafío: Andrea Sansovino, Leonardo Da Vinci y Miguel Angel. Pocos, repito, se le animaban a semejante piedra. Un error, un golpe mal dado que la inutilizara, y una fortuna debería ser pagada por el artista (porque hablamos de arte y también de contratos hechos y derechos, con cláusulas muy precisas, como era costumbre en tiempos del Renacimiento), fortuna que los artistas, por grandes que fueran, no tenían.
Fiel a su personalidad Miguel Angel va hacia el gran desafío, apuesta fuerte. Termina inclinando la decisión del jurado por sobre Leonardo (nunca se llevaron muy bien que digamos, dicho sea de paso), eliminado ya Sansovino, porque asegura que con el bloque de mármol que le pondrían en las manos sería capaz de construir aquella colosal estatua, sin necesidad de más piedras, y, además, hacerlo “ex uno lapide“, o sea, de una sola pieza, estilo considerado como propio de las obras maestras.
Y así nace este David glorioso, seguro de si mismo, ya no adolescente sino un joven que se ha desarrollado, más maduro. Fueron cuatro años de trabajo (1501-1504) y el resultado, creo, es considerado como una escultura que se acerca a la perfección, cuestión que –dicho sea de paso-siempre obsesionó a Michelangelo.
El personaje espera al oponente. El instante captado es previo al enfrentamiento. Su rostro denota tensión, concentración plena. Sus cejas fruncidas, el rigor de su expresión expresan la famosa terribilitá. Su mano izquierda sostiene la piedra que impactará en el enemigo. La derecha, curiosa e intencionalmente desproporcionada, cae al lado del cuerpo, como si se preparara para propinar un escarmiento al agresor. Esta escultura (mármol, bulto redondo, 434 cm de altura, expuesta en La Academia, Florencia) representa el ánimo que prevalecía en la República de Florencia por aquellos tiempos, casi sola frente al resto de Italia. El joven plantado en equilibrado contraposto que nos dejó Miguel Angel no teme y, mientras muestra una cierta pasividad exterior, reflexiona y planifica, en una evidente lucha interior. Debe tomar decisiones y elegir el momento exacto en el que arrojará su piedra. Son tiempos de transición.
Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) ha sido un grande, lo he dicho. Cumplidos sus 20 años ya gozaba de una considerable reputación, aunque sus mejores obras, su etapa más libre y creativa, se corresponde con su madurez a partir del respaldo que recibe del papa Urbano VIII (Barberini) y luego, su sucesor, Alejandro VII (Chigi), a quien se le había dado por transformar Roma. Y vaya si esto ocurrió, no solo por la enorme actividad que desarrolló Bernini, sino también por la de otros maestros como Borromini (su eterno rival), Andrea Pozo, Maderna, Pietro da Cortona, etc.
No creo que el David sea la mejor obra de Bernini, al menos si la comparamos ante su Santa Teresa o la para mí notable Apolo y Dafne. Pero es tan barroca…
Esta escultura (mármol, de tamaño natural, 170 cm de altura, bulto redondo, expuesta en la Galería Borghese, Roma) nos muestra a un hombre maduro, ya no un joven, de acción y en acción. Estamos ante el preciso instante en que David arroja su piedra y todo en él es movimiento, tensión, esfuerzo. Lo dicho, Barroco puro, acentuado por el escorzo que nos muestra un cuerpo también clásico y atlético, en plena rotación. Esta obra de Bernini, por otra parte, expresa lo que interpreto como un espíritu de batalla contrarreformista. También, quizás, la lucha de un artista en ascenso por hacerse un lugar entre los consagrados de su época, tratando de culminar la historia de la escultura renacentista.
Es interesante ver el gesto de la cara, labios apretados, ceño fruncido, expresión del esfuerzo que genera la acción. También me llama la atención que Bernini no detalle demasiado estos rasgos, mientras podemos observar el preciso detalle –por ejemplo- de la cuerda que configura la honda y otros tantos componentes de la obra. Deliberadamente los rasgos faciales de este David no buscan la perfección pareciendo que ésta está -en realidad- en la acción misma.
A estas alturas, el amigo Felipe ya no sueña y parece inclinarse hacia una actitud algo más barroca, ha decidido ponerse en movimieto y no hay lecciones de arte que valgan. Nada, que se ha puesto insoportable, quiere jugar a toda costa, se mueve de un lado a otro y no me deja en paz. No tengo más remedio que ceder ante tan demandante actitud. Iremos a dar un paseo, es decir “la vuelta del perro.” El hará de las suyas y yo seguiré pensando en los contextos socio culturales y sus diversas expresiones. La seguimos otro día…
(1) Samuel 17: 45
(2) Samuel 17:46
21/1/09
¿Por qué?
¿Por qué uno nació vivo y el de la habitación de al lado terminó en feto puesto en un frasco de formol?
¿Por qué uno no nació tullido y otros sí?
¿Por qué hay ciegos y uno no lo es?
¿Por qué uno no sufrió las consecuencias de la epidemia de Polio, allá por los '50?
¿Por qué?
Me parece que no hay respuestas. Me parece también que uno tiene todas las respuestas. La vida nos pertenece. Hay un momento en que inexorablemente nos miramos al espejo. No siempre nos agrada la imagen que él nos devuelve. Por lo general no solemos gustarnos, aunque nos conformamos. Es humano el justificarse, somos imperfectos. Pero, con todo, la vida nos ha sido dada, es nuestra y solo nuestra. Y la vivimos.
Luego está Dios, lo sientas como lo sientas. Lo creas o no. Hay un Universo, que está, por más que te obstines en ignorarlo. El está y es demasiado grande, diría inabarcable. No alcanzan siete vidas para entenderlo. Es más, siempre más.
Cruel destino el de los humanos: darnos cuenta de nuestra insignificancia.
Somos un instante.
¿Por qué uno no nació tullido y otros sí?
¿Por qué hay ciegos y uno no lo es?
¿Por qué uno no sufrió las consecuencias de la epidemia de Polio, allá por los '50?
¿Por qué?
Me parece que no hay respuestas. Me parece también que uno tiene todas las respuestas. La vida nos pertenece. Hay un momento en que inexorablemente nos miramos al espejo. No siempre nos agrada la imagen que él nos devuelve. Por lo general no solemos gustarnos, aunque nos conformamos. Es humano el justificarse, somos imperfectos. Pero, con todo, la vida nos ha sido dada, es nuestra y solo nuestra. Y la vivimos.
Luego está Dios, lo sientas como lo sientas. Lo creas o no. Hay un Universo, que está, por más que te obstines en ignorarlo. El está y es demasiado grande, diría inabarcable. No alcanzan siete vidas para entenderlo. Es más, siempre más.
Cruel destino el de los humanos: darnos cuenta de nuestra insignificancia.
Somos un instante.
19/1/09
Barroco III
“Vanidad de vanidades, dijo el predicador; todo es vanidad” Eclesiastés 1:2
La naturaleza muerta ha sido, por lo general, un caso menor en la historia de la pintura. Algo parecido al cuento de la Cenicienta o el Patito Feo. Es cierto que grandes obras contienen este tipo de temas (por caso ver la Cena de Emaus, acá nomás, un par de post más abajo), pero más cierto es que una pintura de objetos inanimados no gozaba de la estima suficiente para expresar ideales o un gran arte. Es que todavía se estaba en las grandes cosas, muchas de ellas imposibles, como bien hemos podido enterarnos leyendo un poco de historia.
Los artistas holandeses, creo, han sido los primeros en establecer la tradición de los llamados “bodegones”. Si hay algo que caracteriza a la pintura noreuropea es el meticuloso gusto por el detalle. Y si no me creen revisen la obra de Veermer, o tantos otros.
Lo interesante es que esto de las naturalezas muertas, o bodegones, fue imponiéndose progresivamente, de a poco, como todo lo que termina valiendo la pena y hacia fines del siglo XIX nos encontramos con quien considero el padre de la pintura moderna, Paul Cézanne, quien soslaya el bendito concepto de “gran arte” que las academias insistían en promover, y se despacha a gusto con múltiples naturalezas muertas con las que, además de sus extraordinarios paisajes en los que sintetiza a la Naturaleza, sienta las bases del arte nuevo.
Pero volvamos al Barroco y, en este caso, a un artista no tan difundido a nivel popular al que siempre rescato en mis adormecedoras clases de los lunes a la 08:00 hs. Hablo de Harmen Steenwyck (1612-1659), un especialista en naturalezas muertas, del que poco se conoce en términos biográficos. Se ve que el hombre anduvo dando vueltas por ahí, particularmente por lo que entonces llamaban Las Indias Orientales. Agrego, si me permiten la digresión, que yo también me hubiera ido a dar una vuelta por esos pagos; Holanda es muy bonita, pero no la imagino divertida en los 1600, año más año menos. Esos eran tiempos en que los holandeses estaban fascinados por el Antiguo Testamento y los predicadores calvinistas insistían en que la caída de Holanda sería provocada por el apego a las cosas terrenales, insistiendo en la futilidad de las mismas. No me van a comparar a una buena mulatona, con una puritana de Delft, ciudad natal de Harmen, calvinista ella. Y ni hablar del sol y otras delicias... En fin, pongámonos serios y vamos al punto. Hay un cuadro de Steenwyck, Vanidades (Vanitas -1640), que es una obra maestra, en cuanto a técnica pictórica y –además- en cuanto al mensaje que nos deja.
La obra que aquí se reproduce gracias a la cortesía de la National Gallery de Londres (1), está plagada de referencias a la muerte (es decir nuestra inexorable finitud en este mundo) y la vacuidad de la vida. Cuanto más se la observa o estudia, más se la entiende como una severa admonición sobre el sentido deleznable de lo fatuo.
Vamos a mencionar algunas de estas referencias, al menos las que desde mi escaso conocimiento logro reconocer o he reconocido a partir de la lectura de algunos textos. Empecemos por la luz, omnipresente en la obra barroca; el barroco –lo hemos dicho- es claroscuro, luces y sombras, dramatismo perenne.
Luego, observamos una concha vacía, a la izquierda del cuadro. Ella es la riqueza, pero está vacía, recordando la mortalidad humana. El derecho de poseer tal curiosidad no es mayor que el de la forma de vida que moró en ella.
Sigamos por el reloj abierto que, aunque valioso y probablemente no demasiado preciso, nos recuerda que hay un tiempo en el que necesariamente moriremos. Y vaya si lo sabemos, por más que nos empeñemos en atrasar los relojes.
Me detengo ahora en la espada japonesa, símbolo de poder terreno, de fuerza guerrera; así como en la flauta, símbolo fálico por definición, que está allí indicando los placeres sensuales de la vida que la muerte nos arrebatará.
El centro de la escena, como es de esperar, es ocupado por una calavera. En realidad este es el único objeto que explícitamente refiere a la muerte. Puede que, hoy por hoy, todo esto suene un tanto morboso pero creo que merece la pena recordar que la muerte ha estado siempre presente en la vida cotidiana de todas las sociedades anteriores al siglo XX.
Lo complejo o, en todo caso, lo que deberíamos repensar, es que una vez pasada la euforia de la modernidad, en la que el hombre se sintió un nuevo demiurgo, casi todopoderoso, terminamos observando en este incipiente siglo XXI que parece que las cosas no son tan así, que la vida vale cada día menos y nos invade la angustia de no saber que va a terminar pasando mañana. Todo es muy volátil, extremadamente volátil. Tengo la sensación que tomar conciencia de tal circunstancia nos pesa y no encontramos tan facilmente la vuelta del tornillo.
Volvamos a Steenwyck y su genial obra. La lámpara, recién apagada, con un hilo de humo es una referencia más a la finitud, así como la vasija que se muestra a la derecha del cuadro se ha pintado sobre el busto de un emperador romano, cuyo rostro no importa mostrar, simplemente se insiste en que la gloria y el poder terrenal son arrastrados por la muerte.
Hay otros objetos por ahí, pero quiero detenerme, ya sobre el final de este comentario, en uno que –en lo personal- me toca particularmente. Hay en este conjunto de objetos un par de libros que no son otra cosa que la capacidad de adquirir conocimientos que distingue a la existencia humana. Sin embargo, también aquí acecha la vanidad. “Porque donde hay mucha ciencia, hay mucha molestia, y creciendo el saber, crece el dolor” (Ecl. 1:18)
(1)'Still Life: An Allegory of the Vanities of Human Life', óleo sobre tabla, 39,2 x 50,7 cm; obra que pertenece a la National Gallery, Londres, quien tiene la totalidad de los derechos sobre la misma. La reproducción que aquí se realiza es a solo título ilustrativo.
La naturaleza muerta ha sido, por lo general, un caso menor en la historia de la pintura. Algo parecido al cuento de la Cenicienta o el Patito Feo. Es cierto que grandes obras contienen este tipo de temas (por caso ver la Cena de Emaus, acá nomás, un par de post más abajo), pero más cierto es que una pintura de objetos inanimados no gozaba de la estima suficiente para expresar ideales o un gran arte. Es que todavía se estaba en las grandes cosas, muchas de ellas imposibles, como bien hemos podido enterarnos leyendo un poco de historia.
Los artistas holandeses, creo, han sido los primeros en establecer la tradición de los llamados “bodegones”. Si hay algo que caracteriza a la pintura noreuropea es el meticuloso gusto por el detalle. Y si no me creen revisen la obra de Veermer, o tantos otros.
Lo interesante es que esto de las naturalezas muertas, o bodegones, fue imponiéndose progresivamente, de a poco, como todo lo que termina valiendo la pena y hacia fines del siglo XIX nos encontramos con quien considero el padre de la pintura moderna, Paul Cézanne, quien soslaya el bendito concepto de “gran arte” que las academias insistían en promover, y se despacha a gusto con múltiples naturalezas muertas con las que, además de sus extraordinarios paisajes en los que sintetiza a la Naturaleza, sienta las bases del arte nuevo.
Pero volvamos al Barroco y, en este caso, a un artista no tan difundido a nivel popular al que siempre rescato en mis adormecedoras clases de los lunes a la 08:00 hs. Hablo de Harmen Steenwyck (1612-1659), un especialista en naturalezas muertas, del que poco se conoce en términos biográficos. Se ve que el hombre anduvo dando vueltas por ahí, particularmente por lo que entonces llamaban Las Indias Orientales. Agrego, si me permiten la digresión, que yo también me hubiera ido a dar una vuelta por esos pagos; Holanda es muy bonita, pero no la imagino divertida en los 1600, año más año menos. Esos eran tiempos en que los holandeses estaban fascinados por el Antiguo Testamento y los predicadores calvinistas insistían en que la caída de Holanda sería provocada por el apego a las cosas terrenales, insistiendo en la futilidad de las mismas. No me van a comparar a una buena mulatona, con una puritana de Delft, ciudad natal de Harmen, calvinista ella. Y ni hablar del sol y otras delicias... En fin, pongámonos serios y vamos al punto. Hay un cuadro de Steenwyck, Vanidades (Vanitas -1640), que es una obra maestra, en cuanto a técnica pictórica y –además- en cuanto al mensaje que nos deja.
La obra que aquí se reproduce gracias a la cortesía de la National Gallery de Londres (1), está plagada de referencias a la muerte (es decir nuestra inexorable finitud en este mundo) y la vacuidad de la vida. Cuanto más se la observa o estudia, más se la entiende como una severa admonición sobre el sentido deleznable de lo fatuo.
Vamos a mencionar algunas de estas referencias, al menos las que desde mi escaso conocimiento logro reconocer o he reconocido a partir de la lectura de algunos textos. Empecemos por la luz, omnipresente en la obra barroca; el barroco –lo hemos dicho- es claroscuro, luces y sombras, dramatismo perenne.
Luego, observamos una concha vacía, a la izquierda del cuadro. Ella es la riqueza, pero está vacía, recordando la mortalidad humana. El derecho de poseer tal curiosidad no es mayor que el de la forma de vida que moró en ella.
Sigamos por el reloj abierto que, aunque valioso y probablemente no demasiado preciso, nos recuerda que hay un tiempo en el que necesariamente moriremos. Y vaya si lo sabemos, por más que nos empeñemos en atrasar los relojes.
Me detengo ahora en la espada japonesa, símbolo de poder terreno, de fuerza guerrera; así como en la flauta, símbolo fálico por definición, que está allí indicando los placeres sensuales de la vida que la muerte nos arrebatará.
El centro de la escena, como es de esperar, es ocupado por una calavera. En realidad este es el único objeto que explícitamente refiere a la muerte. Puede que, hoy por hoy, todo esto suene un tanto morboso pero creo que merece la pena recordar que la muerte ha estado siempre presente en la vida cotidiana de todas las sociedades anteriores al siglo XX.
Lo complejo o, en todo caso, lo que deberíamos repensar, es que una vez pasada la euforia de la modernidad, en la que el hombre se sintió un nuevo demiurgo, casi todopoderoso, terminamos observando en este incipiente siglo XXI que parece que las cosas no son tan así, que la vida vale cada día menos y nos invade la angustia de no saber que va a terminar pasando mañana. Todo es muy volátil, extremadamente volátil. Tengo la sensación que tomar conciencia de tal circunstancia nos pesa y no encontramos tan facilmente la vuelta del tornillo.
Volvamos a Steenwyck y su genial obra. La lámpara, recién apagada, con un hilo de humo es una referencia más a la finitud, así como la vasija que se muestra a la derecha del cuadro se ha pintado sobre el busto de un emperador romano, cuyo rostro no importa mostrar, simplemente se insiste en que la gloria y el poder terrenal son arrastrados por la muerte.
Hay otros objetos por ahí, pero quiero detenerme, ya sobre el final de este comentario, en uno que –en lo personal- me toca particularmente. Hay en este conjunto de objetos un par de libros que no son otra cosa que la capacidad de adquirir conocimientos que distingue a la existencia humana. Sin embargo, también aquí acecha la vanidad. “Porque donde hay mucha ciencia, hay mucha molestia, y creciendo el saber, crece el dolor” (Ecl. 1:18)
(1)'Still Life: An Allegory of the Vanities of Human Life', óleo sobre tabla, 39,2 x 50,7 cm; obra que pertenece a la National Gallery, Londres, quien tiene la totalidad de los derechos sobre la misma. La reproducción que aquí se realiza es a solo título ilustrativo.
Barroco II
Usted está viendo una imagen muy conocida. Es San Pedro, en el Vaticano. Pero esta imagen en particular nos muestra tres intervenciones magistrales, todas a la vez, es decir el conjunto final, lo más importante.
Empecemos por la cúpula diseñana por Miguel Angel (prometo, un día de estos, despacharme a gusto sobre quien creo que ha sido el más grande entre los grandes), ya manierista, que es lo mismo que decir una implícita invitación al barroco. Juro haberme subido hasta el último escalón, casi dejé mis pulmones en el esfuerzo pero, amigos, aseguro que hay pocas cosas tan perfectas.
Sigamos por la fachada de esa suerte de gigantesco mastodonte imaginado por Bramante (un grande aunque, como todos los grandes, de vez en cuando se equivocaba), la basílica de San Pedro. Realmente era un desaguisado y alguien tenía que ordenar el lío. Lo hizo Carlo Maderno, arquitecto y artista al que no se le da tanta bambolla pero que, sin embargo, tuvo la capacidad de ordenar y sintetizar lo que no pudieron los "grandes". A veces no es necesario ser tan grande sino racional, ordenado y práctico. Lo práctico tiene su poética, no lo duden.
Para terminar (aunque prometo dedicar un tiempo a explorar su obra, por más trillada y conocida que sea), el toque genial, el redondeo, el límite y sentido a lo que no era más que un gigantesco descampado, fuera de escala, desordenado. La Columnata de Bernini.
En mi opinión hubo entre cinco o diez creadores que, en la plástica, superaron todas las barreras, que han estado más allá de lo bueno. Entre ellos está Lorenzo Bernini. Un genio.
18/1/09
17 de enero, 2009
Ayer fue mi cumpleaños. No recuerdo el momento en que dejé de hacer (o intentar) el típico festejo, reunión con amigos mediante. Es que estos no son tiempos de andar con reuniones de amigos -estamos en enero- aquí es verano y este es el mes óptimo para tomarse vacaciones.
Cuando uno cumple años en el mes de enero suceden una de dos cosas, o las dos a la vez. O uno se ha ido de vacaciones y, por tanto, los amigos no están cercanos; o, por el contrario, uno se ha quedado en casa y los amigos se han ido de vacaciones. Y no sólo los amigos, a estas alturas de la vida, los hijos también. Para colmo de males, todos (uno y los demás) ya estamos de festejos hasta la coronilla. Venimos del largo trajín de diciembre, pletórico de despedidas del año con más la despedida misma, incluyendo en medio la Navidad. Nada, que no queda más lugar para joda y uno simplemente quiere pensar en nada.
Lo cierto es que ya hace mucho tiempo que para mí el día de mi cumpleaños es un día más, pero distinto. Es mi día, a pesar de todo. Y como es mío, solamente mío, suelo hacer algo que me gratifique, nada especial, simplemente una auto caricia al alma.
En mi caso creo haber hecho lo mejor que podía hacer. Leí un poco, escuché mis músicas predilectas, me escribí un post sobre Caravaggio, compartí el día con mi compañera, Estela y, finalmente, me dediqué a pensar en nada. Estuvo fenómeno. No hay como dejarse rodar, como rueda la rueda o el canto redondo. Sólo estar.
Cuando uno cumple años en el mes de enero suceden una de dos cosas, o las dos a la vez. O uno se ha ido de vacaciones y, por tanto, los amigos no están cercanos; o, por el contrario, uno se ha quedado en casa y los amigos se han ido de vacaciones. Y no sólo los amigos, a estas alturas de la vida, los hijos también. Para colmo de males, todos (uno y los demás) ya estamos de festejos hasta la coronilla. Venimos del largo trajín de diciembre, pletórico de despedidas del año con más la despedida misma, incluyendo en medio la Navidad. Nada, que no queda más lugar para joda y uno simplemente quiere pensar en nada.
Lo cierto es que ya hace mucho tiempo que para mí el día de mi cumpleaños es un día más, pero distinto. Es mi día, a pesar de todo. Y como es mío, solamente mío, suelo hacer algo que me gratifique, nada especial, simplemente una auto caricia al alma.
En mi caso creo haber hecho lo mejor que podía hacer. Leí un poco, escuché mis músicas predilectas, me escribí un post sobre Caravaggio, compartí el día con mi compañera, Estela y, finalmente, me dediqué a pensar en nada. Estuvo fenómeno. No hay como dejarse rodar, como rueda la rueda o el canto redondo. Sólo estar.
17/1/09
Barroco I
El Barroco –en occidente- es sin duda un período rico en expresiones de arte de todo tipo, quizás el más rico, al menos en cuanto a su diversidad y la cantidad de creaciones de alta calidad. Dramático, esplendoroso, libre, opulento, fuertemente ligado al poder pero también cercano a las burguesías ya consolidadas en Europa. En otras palabras, nuevos conceptos que evolucionan a partir de esa especie de milagro creativo que ha sido el Renacimiento, tomando en cada región de Europa rasgos particulares, matices diferentes, en función de contextos sociales, políticos y culturales disímiles.
Son tiempos, también, de grandes desigualdades, guerras y pestes. Desigualdades que se expresan en excesos de poder que van desgastando y degenerando el sistema monárquico, con los resultados que todos conocemos, en la segunda mitad del siglo XVIII.
Los que habitamos tierras americanas, además, lo tenemos muy presente toda vez que la gran expansión europea en continente americano se produce –justamente- en pleno apogeo del Barroco o, mejor dicho, de “los barrocos”. Nuestras ciudades y monumentos coloniales no son otra cosa que expresiones que replican valores estéticos de la potencia europea que ocupaba las distintas porciones del vasto continente americano. España, Portugal, Inglaterra, Holanda, Francia… No es lo mismo la arquitectura colonial portuguesa que, por caso, la holandesa; Olinda, bellísima localidad del norte de Brasil, es un muy buen ejemplo de lo que digo. Lo interesante, en el caso americano, es que progresivamente estos valores estéticos venidos de Europa, van siendo penetrados por los generados por las distintas culturas aborígenes. Pero esto es otro tema, me estoy yendo por las ramas, cosa habitual en mí.
Pero, si de Barroco hablamos, no podemos pasar por alto lo hecho en Italia, empezando por la mismísima Roma, ciudad especial, en la que uno nunca deja de sorprenderse. Me animaría a decir que en Roma –donde pasó de todo y casi todos pasaron- terminó triunfando la impronta barroca. Contrarreforma, papas y Bernini, mediantes.
Alguna vez me contaron que, terminada la guerra y asumiendo que el famoso “Plan Marshal” no dejaría demasiadas mieles en territorio italiano, ellos, los italianos, comenzaron a discutir el modo de reconstruir un país destruido. Cuando los más pesimistas concluyeron en que nada tenían para sobreponerse a la catástrofe (acero, campos, tecnología, posesiones coloniales, etc.), hubo quien manifestó: “No es cierto que nada tengamos, nosotros tenemos Arte”. Gran verdad, Italia ES arte.
Volviendo al Barroco, en este caso italiano, son muchísimos los grandes artistas que pueden ser citados y dejaron una obra para todos los tiempos. Pero hay uno, Michelangelo Merisi (Caravaggio) que a mí me apasiona, no solo por su obra pictórica sino también por su agitada vida. Merisi no era un tipo fácil. No fueron pocas las veces que se metió en problemas. He aquí, como es habitual en este espacio, una breve reseña biográfica del artista.
La Cena de Emaus, que así se llama esta impactante obra, es señalada por los especialistas como un giro radical dentro de la obra de Caravaggio, ya que el pintor se entrega plenamente al claroscuro e introduce motivos procedentes de la historia sagrada en su producción artística.
El tema tratado es la constatación de la Resurrección de Cristo y la vigencia de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, tema por demás caro a la Contrarreforma ya que era negado por los protestantes.
La energía pictórica de Caravaggio dimana de su habilidad para combinar realismo, distorsión y simbolismo en una imagen coherente. El posadero permanece ajeno a la escena porque no sabe quién es Cristo e ignora lo que significa la bendición del pan. Mesa, brazos y manos en escorzo, creando la ilusión de objetos o miembros que se proyectan fuera del lienzo. Naturalezas muertas (Caravaggio fue un maestro en este tipo de temas), donde manzanas magulladas e higos reventados aluden al pecado original, mientras que la granada simboliza el triunfo de Cristo sobre el pecado por medio de la resurrección. La concha sobre la túnica del discípulo de la derecha, probablemente San Pedro, indicando que se trata de un peregrino. Las manos de Cristo, la bendición del pan. El punto de luz materializado por la camisa, de color claro, que asoma por la manga rota del discípulo de la izquierda, que da la sensación de “salirse” del cuadro. El primer plano de la mesa, vacío, invitando al espectador a participar en este episodio dramático. En fin, una obra portentosa, para mí genial.
Ref. La Cena de Emaus; 1601; 141 x 196 cm; óleo sobre lienzo: National Gallery, Londres.
Son tiempos, también, de grandes desigualdades, guerras y pestes. Desigualdades que se expresan en excesos de poder que van desgastando y degenerando el sistema monárquico, con los resultados que todos conocemos, en la segunda mitad del siglo XVIII.
Los que habitamos tierras americanas, además, lo tenemos muy presente toda vez que la gran expansión europea en continente americano se produce –justamente- en pleno apogeo del Barroco o, mejor dicho, de “los barrocos”. Nuestras ciudades y monumentos coloniales no son otra cosa que expresiones que replican valores estéticos de la potencia europea que ocupaba las distintas porciones del vasto continente americano. España, Portugal, Inglaterra, Holanda, Francia… No es lo mismo la arquitectura colonial portuguesa que, por caso, la holandesa; Olinda, bellísima localidad del norte de Brasil, es un muy buen ejemplo de lo que digo. Lo interesante, en el caso americano, es que progresivamente estos valores estéticos venidos de Europa, van siendo penetrados por los generados por las distintas culturas aborígenes. Pero esto es otro tema, me estoy yendo por las ramas, cosa habitual en mí.
Pero, si de Barroco hablamos, no podemos pasar por alto lo hecho en Italia, empezando por la mismísima Roma, ciudad especial, en la que uno nunca deja de sorprenderse. Me animaría a decir que en Roma –donde pasó de todo y casi todos pasaron- terminó triunfando la impronta barroca. Contrarreforma, papas y Bernini, mediantes.
Alguna vez me contaron que, terminada la guerra y asumiendo que el famoso “Plan Marshal” no dejaría demasiadas mieles en territorio italiano, ellos, los italianos, comenzaron a discutir el modo de reconstruir un país destruido. Cuando los más pesimistas concluyeron en que nada tenían para sobreponerse a la catástrofe (acero, campos, tecnología, posesiones coloniales, etc.), hubo quien manifestó: “No es cierto que nada tengamos, nosotros tenemos Arte”. Gran verdad, Italia ES arte.
Volviendo al Barroco, en este caso italiano, son muchísimos los grandes artistas que pueden ser citados y dejaron una obra para todos los tiempos. Pero hay uno, Michelangelo Merisi (Caravaggio) que a mí me apasiona, no solo por su obra pictórica sino también por su agitada vida. Merisi no era un tipo fácil. No fueron pocas las veces que se metió en problemas. He aquí, como es habitual en este espacio, una breve reseña biográfica del artista.
La Cena de Emaus, que así se llama esta impactante obra, es señalada por los especialistas como un giro radical dentro de la obra de Caravaggio, ya que el pintor se entrega plenamente al claroscuro e introduce motivos procedentes de la historia sagrada en su producción artística.
El tema tratado es la constatación de la Resurrección de Cristo y la vigencia de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, tema por demás caro a la Contrarreforma ya que era negado por los protestantes.
La energía pictórica de Caravaggio dimana de su habilidad para combinar realismo, distorsión y simbolismo en una imagen coherente. El posadero permanece ajeno a la escena porque no sabe quién es Cristo e ignora lo que significa la bendición del pan. Mesa, brazos y manos en escorzo, creando la ilusión de objetos o miembros que se proyectan fuera del lienzo. Naturalezas muertas (Caravaggio fue un maestro en este tipo de temas), donde manzanas magulladas e higos reventados aluden al pecado original, mientras que la granada simboliza el triunfo de Cristo sobre el pecado por medio de la resurrección. La concha sobre la túnica del discípulo de la derecha, probablemente San Pedro, indicando que se trata de un peregrino. Las manos de Cristo, la bendición del pan. El punto de luz materializado por la camisa, de color claro, que asoma por la manga rota del discípulo de la izquierda, que da la sensación de “salirse” del cuadro. El primer plano de la mesa, vacío, invitando al espectador a participar en este episodio dramático. En fin, una obra portentosa, para mí genial.
Ref. La Cena de Emaus; 1601; 141 x 196 cm; óleo sobre lienzo: National Gallery, Londres.
3/1/09
Mitos
En el suplemento ADN Cultura, del diario La Nación (Buenos Aires) se publica un extenso e interesante reportaje que el peridista Hugo Caligaris le hizo a Juan José Sebreli, a propósito de su último libro, "Comediantes y Mártires (ensayo contra los mitos)".
No hace muchos días mi amigo Miguel Mastroscello (Mike), publicó en su blog Pesto & Malbec un comentario sobre esta obra, que sugiero leer.
Volviendo al reportaje, creo que muchos de los comentarios y declaraciones que allí hace Sebreli merecen ser tomados en cuenta. He aquí, entonces, este reportaje, por si no lo has leido.
No hace muchos días mi amigo Miguel Mastroscello (Mike), publicó en su blog Pesto & Malbec un comentario sobre esta obra, que sugiero leer.
Volviendo al reportaje, creo que muchos de los comentarios y declaraciones que allí hace Sebreli merecen ser tomados en cuenta. He aquí, entonces, este reportaje, por si no lo has leido.
1/1/09
1° de Enero
Hoy recibí un correo relacionado con este comienzo de año. En él se divulga un texto que pertenece a Sri Sri Ravi Shankar. Me gustó y deseo compartirlo. Vale la pena, pienso, saber de otras culturas y observar las cosas desde distintos puntos de vista. Es enriquecedor.
Se tu mismo
Este es un año afortunado porque estás viviendo en este tiempo. Cuando estás viviendo para el bien del mundo, el mundo es afortunado. No estás viviendo para ti mismo, sino para el mundo. Estás ahí para lo que el mundo necesite o quiera. Por eso el mundo es afortunado porque estás en la tierra aquí en este momento.
Deja que el tiempo celebre tu presencia. Generalmente la gente pide un deseo para el Año Nuevo. Este año no pidas ningún deseo. Deja que el Año Nuevo te celebre a tí. Si quiere traerte cosas más lindas, déjalo. Depende de él. Generalmente la gente se pierde en celebraciones. Cuando dejas que el tiempo te celebre, eres un testigo en medio de la celebración.
Hay un lugar al que puedes venir en donde todo es hermoso. Los turistas van de lugar en lugar buscando belleza. Tratan de llevarse la belleza de ese lugar. Sólo se cansan y se broncean. Sin embargo el sitio más hermoso está justo aquí. Cuando vienes aquí encuentras que, estés donde estés, ¡todo es hermoso!
¿Dónde está este lugar? No busques acá y allá. Está dentro de ti. Cuando llegas aquí, cualquier lugar es hermoso. Entonces, adonde vayas, sumarás belleza. Resérvate un viaje al lugar más hermoso del universo. Y te darás cuenta de que cada día es una celebración.
A menudo la gente está corriendo detrás de fiestas y celebraciones, pero para quien no corre tras ellas, las fiestas y celebraciones lo siguen. Si estás corriendo tras las fiestas, la soledad viene a ti, pero si estás en la soledad de tu ser, las fiestas te rodean. Todos los placeres sensoriales del mundo son como papel de envolver; la verdadera felicidad es el regalo que está adentro. El amor divino es el regalo, pero estamos sosteniendo el papel creyendo que ya hemos disfrutado del regalo. Desenvuelve el regalo. El mundo entero está ahí para que lo disfrutes.
El mensaje para el nuevo año es… ¡Sólo sé! Relájate y sólo sé. No quiere decir que seas perezoso… ¡No! Mantente muy ocupado… y sólo sé.
Los hechos y eventos vienen y se van, perecen como flores. Pero cada hecho y cada persona contiene un poco de miel. Como una abeja, sólo saca la miel de cada evento y de cada momento y sigue adelante. Sé como una abeja ocupada y quédate en el ser.
Un hombre pobre celebra el Año Nuevo una vez al año. Un hombre rico celebra cada día. Pero el hombre más rico celebra cada momento. ¿Cuán rico eres?
Revisa el año mientras celebras. Esta es tu tarea. ¿Qué hiciste? ¿Qué lograste? ¿Cuán útil fuiste este año pasado? Siéntate una hora y piensa acerca de cada semana, un minuto por semana, y mira el crecimiento del año en una hora. Con una flor, el día de Año Nuevo, ofrece el año entero a Dios.
El conflicto es la naturaleza del mundo; el bienestar es la naturaleza del ser. Busca el bienestar en medio del conflicto. La gente que ama la paz no quiere pelear, y aquellos que pelean, no aman la paz. Los que quieren paz, quieren escapar. Lo que aquí se necesita es ser pacífico dentro de uno mismo y entonces pelear. Todo el mensaje del Gita es ser pacífico y entonces pelear. Krishna le dice a Arjuna que luche pero que esté en paz al mismo tiempo. ¿No les llama la atención?
En el mundo, solucionas un conflicto y otro más se presenta. Por ejemplo, se soluciona Rusia y aparece Bosnia. Mejoras uno, y ya comienza otro. Te resfrías, después te mejoras; después te duele la espalda, luego se mejora. Tu cuerpo mejora pero luego la mente se pierde. El mundo anda así, ¿No?
Los malos entendidos suceden sin razón aparente. No depende de ti tratar de solucionarlos. Ignóralos y mantente vivo.
Buen año, amigos.
Se tu mismo
Este es un año afortunado porque estás viviendo en este tiempo. Cuando estás viviendo para el bien del mundo, el mundo es afortunado. No estás viviendo para ti mismo, sino para el mundo. Estás ahí para lo que el mundo necesite o quiera. Por eso el mundo es afortunado porque estás en la tierra aquí en este momento.
Deja que el tiempo celebre tu presencia. Generalmente la gente pide un deseo para el Año Nuevo. Este año no pidas ningún deseo. Deja que el Año Nuevo te celebre a tí. Si quiere traerte cosas más lindas, déjalo. Depende de él. Generalmente la gente se pierde en celebraciones. Cuando dejas que el tiempo te celebre, eres un testigo en medio de la celebración.
Hay un lugar al que puedes venir en donde todo es hermoso. Los turistas van de lugar en lugar buscando belleza. Tratan de llevarse la belleza de ese lugar. Sólo se cansan y se broncean. Sin embargo el sitio más hermoso está justo aquí. Cuando vienes aquí encuentras que, estés donde estés, ¡todo es hermoso!
¿Dónde está este lugar? No busques acá y allá. Está dentro de ti. Cuando llegas aquí, cualquier lugar es hermoso. Entonces, adonde vayas, sumarás belleza. Resérvate un viaje al lugar más hermoso del universo. Y te darás cuenta de que cada día es una celebración.
A menudo la gente está corriendo detrás de fiestas y celebraciones, pero para quien no corre tras ellas, las fiestas y celebraciones lo siguen. Si estás corriendo tras las fiestas, la soledad viene a ti, pero si estás en la soledad de tu ser, las fiestas te rodean. Todos los placeres sensoriales del mundo son como papel de envolver; la verdadera felicidad es el regalo que está adentro. El amor divino es el regalo, pero estamos sosteniendo el papel creyendo que ya hemos disfrutado del regalo. Desenvuelve el regalo. El mundo entero está ahí para que lo disfrutes.
El mensaje para el nuevo año es… ¡Sólo sé! Relájate y sólo sé. No quiere decir que seas perezoso… ¡No! Mantente muy ocupado… y sólo sé.
Los hechos y eventos vienen y se van, perecen como flores. Pero cada hecho y cada persona contiene un poco de miel. Como una abeja, sólo saca la miel de cada evento y de cada momento y sigue adelante. Sé como una abeja ocupada y quédate en el ser.
Un hombre pobre celebra el Año Nuevo una vez al año. Un hombre rico celebra cada día. Pero el hombre más rico celebra cada momento. ¿Cuán rico eres?
Revisa el año mientras celebras. Esta es tu tarea. ¿Qué hiciste? ¿Qué lograste? ¿Cuán útil fuiste este año pasado? Siéntate una hora y piensa acerca de cada semana, un minuto por semana, y mira el crecimiento del año en una hora. Con una flor, el día de Año Nuevo, ofrece el año entero a Dios.
El conflicto es la naturaleza del mundo; el bienestar es la naturaleza del ser. Busca el bienestar en medio del conflicto. La gente que ama la paz no quiere pelear, y aquellos que pelean, no aman la paz. Los que quieren paz, quieren escapar. Lo que aquí se necesita es ser pacífico dentro de uno mismo y entonces pelear. Todo el mensaje del Gita es ser pacífico y entonces pelear. Krishna le dice a Arjuna que luche pero que esté en paz al mismo tiempo. ¿No les llama la atención?
En el mundo, solucionas un conflicto y otro más se presenta. Por ejemplo, se soluciona Rusia y aparece Bosnia. Mejoras uno, y ya comienza otro. Te resfrías, después te mejoras; después te duele la espalda, luego se mejora. Tu cuerpo mejora pero luego la mente se pierde. El mundo anda así, ¿No?
Los malos entendidos suceden sin razón aparente. No depende de ti tratar de solucionarlos. Ignóralos y mantente vivo.
Buen año, amigos.
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